Espacios y formas. La religiosidad ñäñhó en Amealco

Maricela González Cruz Manjarrez*
mgcm2@hotmail.com

Pastorcita. Foto: Maricela Gonzalez Cruz Manjarrez

Pastorcita, fiesta patronal de San Juan Dehedó, 27 de junio de 2010. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

Durante los años 2010 y 2011 realicé un registro fotográfico del patrimonio cultural de Amealco, Querétaro, como parte del proyecto de intercambio académico establecido entre el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro.

Se obtuvieron 3 500 imágenes con muy diversas temáticas. Entre ellas se seleccionaron 50 fotografías para una exposición que muestra la religiosidad otomí. Se eligió este aspecto porque es donde se expresa más claramente la intensidad y vitalidad de la cultura otomí o ñäñhó de la zona, la cual se ha estudiado poco. Las imágenes resaltan una serie de elementos relativos a la religiosidad de las comunidades visitadas. Es el caso de la relación establecida con los santos patronos, la integración grupal mediante los cargos comunitarios, las danzas, las ceremonias, las peregrinaciones, las festividades, los vestuarios y adornos, todo ello asociado a la naturaleza, a los ciclos agrícolas, al catolicismo y a una concepción del mundo donde destaca una expresión estética colectiva, en muchas ocasiones efímera, caracterizada por un vigoroso colorido, por su complejidad y sincretismo, así como por su carácter integrador.

Las manifestaciones religiosas son propicias para el despliegue de la percepción estética en la que confluyen todos los sentidos. Por ejemplo, el olfato, que se estimula con el aroma del copal, de las ceras o de la pólvora de los cohetes; la vista, que se alegra con llamativos trajes y las admirables ofrendas y las flores. El tacto está presente en los saludos con las manos de los integrantes de las fiestas, en los aplausos otorgados a los que llegan, incluso en el roce de los cuerpos en las danzas o en las peregrinaciones; el oído se afina con el sonido de la flauta, del tamborcillo, de los cantos y las oraciones, y se satura con el bullicio de la muchedumbre; finalmente, el gusto se activa con el pulque, los panes, los bocadillos y los guisos acompañados de tortillas, repartidos al final de las jornadas.

En un principio fotografié el patrimonio cultural mueble de Amealco, constituido por la arquitectura civil y religiosa de la cabecera municipal y de dieciocho comunidades cercanas. Desde un primer momento me percaté de que no iba a ser una tarea sencilla tomar las fotografías por varios motivos: algunas iglesias y capillas estaban ubicadas en sitios de difícil acceso, con veredas angostas o terrenos pedregosos; en muchas ocasiones se hallaban llenos de lodo; además, el recorrido en ciertos tramos tenía que hacerse a pie. Por si fuera poco, las iglesias generalmente permanecían cerradas.

Cruz atrial adornada para la fiesta. Foto: Maricela Gonzalez Cruz Manjarrez

Cruz atrial adornada para la fiesta, San Ildefonso Tultepec, 27 de febrero de 2011. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

Por otra parte, existía una desconfianza totalmente comprensible hacia los fotógrafos. Para los pobladores de la zona, mostrar su patrimonio era en buena medida como abrir a ojos extraños su intimidad y su tesoro colectivo, además del natural recelo experimentado ya a causa de los robos y los saqueos cometidos. Logré, sin embargo, fotografiar casi todas sus iglesias, capillas, atrios, así como los interiores de los templos (con algunas excepciones, como la iglesia de San José Ithó), con sus pilas bautismales, esculturas, pinturas, decoraciones; de igual forma, realicé un registro de las casas y casonas principales, las ex haciendas, plazas, plazoletas, quioscos y monumentos.

Transcurrido un año y tras la oportuna intervención y asesoría, en este proyecto, del doctor Hugo Arciniega, se descubrió la importancia de registrar el patrimonio cultural inmaterial de Amealco; realicé de manera sistemática lecturas específicas con el fin de adentrarme en la cosmovisión otomí y de comprender de mejor y más profunda manera algunos aspectos de ella. Entre los elementos y actividades  fotografiados en esta segunda etapa se cuentan la indumentaria, la gastronomía, la vida cotidiana, el uso de los espacios arquitectónicos comunitarios y familiares, los oratorios familiares, los ojos de agua, sus fiestas, el ambiente de trabajo, las artesanías, entre otros aspectos; es precisamente de esta etapa del registro fotográfico de donde se desprenden las fotografías de la exposición Espacios y formas. La religiosidad ñäñhó en Amealco, Querétaro.

Para llevar a cabo este proyecto debí adaptar el trabajo y el concepto de fotografía al que me había circunscrito y en el que me había apoyado dentro del ámbito académico en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM desde hacía 25 años. También tuve que redefinir otros parámetros de la fotografía realizada de manera personal y poner en práctica ciertas reflexiones sobre la imagen; incluso hube de cuestionar algunas que resultaban ya de poca utilidad en este contexto ñäñhó. Entendí que en Amealco había que dejar de lado una visión urbana y controlada de la fotografía, saber que para registrar obra plástica me tendría que adaptar a las condiciones propias del lugar y que si lograba tener acceso a las iglesias, las capillas o las fiestas, no contaría de aliado más que con la cámara; además tendría que echar mano de mi experiencia in situ y de mi capacidad para dialogar con la gente. Asimismo, debía ser tan rápida como durara la paciencia y voluntad de quienes me permitían el acceso a sus bienes culturales y a su propio ámbito personal, para fotografiarlos. Ni pensar en la posibilidad de utilizar un equipo fotográfico sofisticado, cuando incluso el tripié les creaba desconfianza; en muchas ocasiones se negaron a que lo utilizara.

En Amealco tenía una tarea en la cual estaba en juego algo más que el registro y la documentación de su patrimonio cultural. El proyecto implicaba la necesidad de establecer una comunicación y empatía con la gente y la necesidad de aproximarme a su concepción integral de la cultura, donde la imagen debería intentar participar de esta visión totalizadora y mostrar, a la vez, las particularidades y los detalles significativos de sus expresiones.

Arribo de Las Pastoras a la fiesta.  Foto: Maricela González Cruz Manjarrez

Arribo de Las Pastoras a la fiesta de San Juan Dehedó, 26 de junio de 2010. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

Cuando estuve en Amealco conté con el respaldo institucional de la UNAM y la Universidad Autónoma de Querétaro; también tuve el apoyo de las autoridades municipales y eclesiásticas y, con el transcurrir del tiempo, dispuse, sobre todo, de la solidaria compañía y la complicidad de la gente del lugar. Sin embargo, me enfrenté sola y con suma cautela a ese mundo distinto al mío, rústico, aparentemente inhóspito, pero a la vez maravilloso y, en muchos sentidos, impactante.

En Amealco la naturaleza se impone y está en conjunción con el sentido de la estética de los habitantes de la zona. Las formas de vida se expresan de manera contundente y una vez que esto se acepta, se comprende por qué la espontaneidad y la franqueza son una variante de las formas de cortesía de su gente, ya que tras una larga historia de resistencia cultural, resulta comprensible que entre los amealcenses el trato firme y directo sea uno de sus rasgos distintivos.

Amealco está localizado al sur de Querétaro y limita con los estados de México y Michoacán. Este lugar cautiva por los espejos de agua que aparecen en un paisaje contrastante con áreas boscosas y zonas donde prevalecen pétreas minas de sillar. Aunque está sólo a una hora de distancia de la capital del estado, es un municipio un tanto relegado y se han estudiado poco sus variadas expresiones naturales y culturales; entre éstas últimas destaca, precisamente, la activa presencia de comunidades otomíes o ñäñhós, que conservan formas de organización y tradiciones ancestrales, mismas que constantemente se confrontan y se redefinen frente a expresiones culturales distintas, tanto de otros puntos del propio país como de Estados Unidos (sitios que les ofrecen opciones de trabajo), ya que los grupos ñäñhós hacen frente a la dura subsistencia diaria al habitar en un municipio que está considerado como uno de los más pobres de Querétaro.

Las fotos seleccionadas pueden asumirse como indicativas con respecto al universo ñañhó; muestran una mirada que pretende ir más allá de un frío o distante registro de sus costumbres y tradiciones; asimismo, de los espacios y las formas diversas, e incluso contrastantes, que adopta su religiosidad: a veces inmersa en un aparente caos; en otras, impulsada por una actitud alegre y extrovertida. También la religión se expresa por medio de una sobria espiritualidad; a través de ella se reinterpretan y arreglan formas occidentales conforme a la idiosincrasia y visión de la realidad ñañhó. En esta indagación busqué que la fotografía estableciera un diálogo y que mantuviera la complicidad con los ñäñhós, entendidos como sujetos actuantes; procuré no agredir su intimidad, no defraudar su confianza o transgredir la sutil línea del respeto hacia el otro.

Las comunidades fotografiadas en esta colección son básicamente cuatro: San Ildefonso Tultepec, Santiago Mexquititlán, San Miguel Tlaxcaltepec y San Juan Dehedó. Algunas conservan sus nombres en otomí, otras confirman la injerencia de los grupos nahuas en la zona.

Querubín. Foto: Maricela Gonzalez Cruz Manjarrez

Querubín, retablo de la iglesia de San Bartolomé del Pino, 11 de abril de 2010. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

El discurso fotográfico de las imágenes reunidas se fundamenta en el concepto de cultura visual y cultura viva; además, algunas fotos se enlazan con la antropología, la historia del arte y la estética. Destacan las imágenes de Las pastoras por lo vistoso del atuendo y el arraigo de esta danza dentro de las comunidades; también sobresale la presencia del xithá (abuelo), figura ancestral que a pesar de ser tan relevante para las culturas otomíes, poco a poco va perdiendo terreno, ya que su participación resulta cada vez más esporádica en las fiestas de las comunidades amealcenses.

Las pastoras y el xithá no son exclusivos de Amealco; en el Estado de México, por ejemplo, su papel dentro de las fiestas es destacado. En las fotografías de la colección las danzas y los personajes se presentan en su ámbito natural, original, sin estilizaciones ni manipulaciones: ya sea cuando llegan a las comunidades, cuando reciben a los visitantes, cuando reposan luego de bailar frente al atrio de una iglesia. En el caso del xithá, se muestra su máscara y parte de su atuendo y cómo se acompaña de una ardilla disecada con la que juega azuzando a la gente en las danzas y las procesiones. Las pastoras se caracterizan porque portan un vistoso sombrero adornado con flores artificiales y del que cuelgan largos listones de colores; siempre llevan un bastón que en la parte superior exhibe un atado de cascabeles.

El papel de estos protagonistas de las ceremonias comunitarias y de sus danzas se enlaza incluso con temas míticos: la naturaleza, los animales, los ciclos cosmogónicos, las fuerzas naturales y las actividades de subsistencia pueden llegar a formar parte de las coreografías junto con atributos de la vida mezclados con la influencia del santo católico. Respecto a la danza de Las pastoras, se ha considerado que en ella “se dramatiza dancísticamente un ritual propiciatorio de las lluvias, de donde se entiende la simbolización del bastón-serpiente que ha de fecundar las sementeras que posteriormente entregarán sus generosos frutos”. La participación exclusiva de mujeres, desde niñas hasta ancianas, realizada en fechas específicas asociadas a ciclos agrícolas, supone la realización de un ritual que se transforma en un ritmo dancístico:

el tiempo deviene desde las niñas a las ancianas, los tiempos de verdes y secas se suceden; así como el rayo desciende y fecunda por igual; el bastón de las pastoras o las armas de los guerreros son la tormenta simbolizada e invocada. Movimientos, atuendo, coreografía y música ofrecen un significado propiciatorio pluvial. De esto resulta un paralelismo entre rito y ritmo en el que uno y otro conforman el círculo del tiempo que propicia la memoria colectiva del Ser… en una fusión simbólica en la que el danzante se vuelve código calendárico cósmico y ecológico-económico.[1]

San Pedro. Foto: Maricela Gonzalez Cruz Manjarrez.

San Pedro procedente de la iglesia de San Pedro Tenango, fiesta de San Miguel Tlaxcaltepec, 29 de septiembre de 2010. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

La cruz es un elemento recurrente en las fotografías seleccionadas. La cruz enmarcada por un cerro, la cruz florida de las fiestas, la cruz sobre la que descansa la cabeza de un Cristo, la cruz en los atrios, la de las tumbas en los panteones. Se eligió este elemento porque funciona como un referente simbólico esencial de la religiosidad y, a la vez, como un eje que marca una línea virtual espacial y temporal de las fotografías. Otros elementos constantes en la colección son la realidad multicolor y las flores, ya que éstos son parte esencial de la vida en las comunidades.

El color está presente en la propia tez morena de adultos, ancianos, jóvenes y niños. Resalta el marcado colorido de los trajes de las mujeres con su rostro bronceado, y sorprende la naturalidad con que combinan colores contrastantes: por ejemplo, pueden vestir un traje compuesto por una blusa roja y una falda verde de tono encendido y llevar además un rebozo amarillo. La variedad de colores se palpa también en los morrales tejidos en Santiago Mexquititlán, o incluso en los múltiples listones y adornos de las ceras de las fiestas religiosas.

Realicé el guión de la exposición con el apoyo del doctor Arciniega, lo que permitió, además de una mayor objetividad, tener un discurso coherente donde se privilegiaron aspectos como: la expresividad estética y plástica, a partir de la construcción de la imagen mediante la composición; el manejo de texturas, de perspectivas, de ángulos abiertos y de detalles precisos, a fin de dar cuenta de atmósferas y ambientes, con tomas abiertas y el realce de motivos centrales; el registro de espacios, paisajes y formas de vida comunitarias; el dejar testimonio de las ceremonias donde se advierte la participación de la población y el sincretismo cultural; la exhibición del patrimonio artístico de las comunidades, con el trabajo en relieve, los detalles de las fachadas, las esculturas de santos con trajes coloridos que portan morralitos, panes y collares de dulces; el mostrar sus templos, que si bien no alcanzan un esplendor arquitectónico, son importantes como elementos de integración cultural.

La exposición pudo realizarse gracias al apoyo del Instituto de Investigaciones Estéticas, de su director, el doctor Renato González Mello, de la secretaria académica, maestra Angélica Velázquez Guadarrama, de la coordinadora del Archivo Fotográfico, licenciada Columba Sánchez Jiménez, y especialmente, del investigador Hugo Arciniega.

Pifaneros ensayando antes de la fiesta. Foto: Maricela Gonzalez Cruz Manjarrez

Pifaneros ensayando antes de la fiesta, San Miguel Tlaxcaltepec, 28 de septiembre de 2011. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

La exposición se ha presentado en el Museo de la ciudad de Querétaro y en la Casa de la Cultura de Amealco. El público se mostró sumamente interesado, observaba cada detalle, reconocía los sitios; incluso algunas personas, con gran sorpresa, se encontraron “retratadas” y quisieron su foto junto a la fotografía expuesta.

Era fundamental que la muestra se exhibiera en la ciudad de México. Qué mejor que en la propia UNAM. Gracias al invaluable y decidido respaldo de la doctora Elisa García Barragán, así como del maestro Víctor Rivera Romay, jefe de la División de Educación Continua y a Distancia del Palacio de Minería, las fotografías se presentaron en este majestuoso lugar, con un montaje impecable. Entre los planes para el futuro, están llevar la exposición a otros sitios, así como trabajar en la documentación para elaborar el catálogo del patrimonio cultural de Amealco.

 

* Se halla adscrita al Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 08.11.12.

Imagen de portal: Pastorcita, fiesta patronal de San Juan Dehedó, 26 de junio de 2010. Foto: Maricela González Cruz Manjarrez.

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[1] Juan Luis Ramírez Torres, “El sonido numinoso. Música ritual y biología”, en Convergencia, UAEM, año 11, vol. 11, núm. 36, septiembre-diciembre de 2004, pp. 81-97, <http://redalyc.uaemex.mx/pdf/105/10503604.pdf>.