Treinta años del Ballet Folklórico de la Universidad de Colima

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx
 

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Jarabe nayarita, Ballet Folklórico de la Universidad de Colima. Foto: Cecilia Álvarez González.

Dentro de los límites clasificatorios en que se halla localizado el género danza folklórica pueden establecerse las importantes vetas históricas que este tipo de danza ha trazado desde hace siglos. Se trata de las danzas que fueron acumulándose, asociadas a las prácticas locales de regiones y pueblos, durante siglos enteros, luciendo las características de cada región (pasos, trazos coreográficos, conmemoraciones y fiestas, religiosidad o actitudes seculares, etcétera). Cada país posee una gran variedad de danzas folklóricas (por regiones, pueblos, ciudades, acontecimientos, celebraciones, etcétera) que, aun guardando analogías con las danza de otras regiones del mundo, representan y llegan incluso a contener y concentrar, no sólo pasos y “soluciones” coreográficas, sino también actitudes, símbolos, descripciones, registros relativos a los integrantes de un pueblo o ciudad, región o país, convirtiéndose en danzas representativas.

Las danzas folklóricas van recibiendo las influencias de otros géneros dancísticos a medida que se van practicando, de manera especializada, en todas las regiones del mundo. O sea, incluso van alterando o cambiando algunos de sus elementos según asimilen situaciones y factores modernizadores. La irrupción en el mundo de las grandes compañías de danzas folklóricas se lleva a cabo principalmente al finalizar el siglo XIX, en que ya se aprovechaban las inéditas formas de organización desarrolladas por las grandes empresas comerciales e industriales de cada país y región. Por esta época comenzó a considerarse que la mejor manera de conocer aspectos sociológicos, antropológicos, políticos y económicos de una región, local o colonizada, consistía en llamar la atención del desenvolvimiento (en gran formato) de sus danzas. De esta manera, surgieron compañías de danzas folklóricas de gran formato, es decir, teatrales, multitudinarias, con aspectos orquestales y mediante la síntesis escénica de sus propiedades generales.
 

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Perro de fuego, Ballet Folklórico de la Universidad de Colima.

Como era de esperarse, el acceso al conocimiento de las danzas folklóricas dio pie al surgimiento de bases musicales y de danza, melodías y rutinas renovadoras de los demás géneros musicales, teatrales y dancísticos. Los coreógrafos y compositores de Diaghilev recibieron influencias sumamente interesantes y benéficas de estas danzas folklóricas, provenientes de los cinco continentes; el “folklore en vivo” que ofrecieron realizó tareas sorprendentes de divulgación y de asimilación universal de las culturas.

La intercomunicación entre los géneros dancísticos resulta imparable. En México, país en el que se practican todos los géneros conocidos de la danza, no sólo las danzas folklóricas sino también las indígenas y precolombinas han aflorado en los movimientos, siempre brillantes, de las danzas moderna, clásica y contemporánea. En ocasiones no son fácilmente perceptibles estas influencias porque se resisten a ser superficiales y acaban por manifestarse en, por ejemplo, la cultura del cuerpo o en los pasos, las secuencias, las actitudes y los trazos coreográficos de géneros más cercanos a los tiempos actuales.

No obstante su importancia (es la que practica un mayor número de participantes, danzantes, alumnos y “experimentadores” en la República mexicana), la danza folklórica no es frecuentada, analizada y asimilada por el género contemporáneo, aunque hay visos del folklore y de las danzas folklóricas que aun sin desearlo aparecen en las coreografías contemporáneas, mismas que se alejan de “lo popular” per se o se acogen a maniobras y hábitos dancísticos sumamente creativos mediante ofrecimientos de vanguardia, muchos de ellos experimentales. Por otra parte, el brillante Movimiento Mexicano de Danza Moderna (1940-1960) asimiló y utilizó variados elementos folklóricos dándoles un correcto giro de actualización, ya fuera temático o poético, sintético, precisamente modernizador, que reunió, como Movimiento, a muchos artistas de la plástica, de las artes escénicas, técnicos, literatos que comprendieron y aceptaron que los elementos folklóricos podían y debían transformarse y también superarse en términos de una nueva danza, de un nuevo género.

Sin embargo, los orígenes de la más grande y organizada compañía de danza en el país se hallan en un núcleo de bailarines y bailarinas mexicanas organizados por Amalia Hernández desde 1952 en el Ballet Folklórico de México. Se establecía así una gran compañía que viajaba por el mundo y ofrecía funciones localmente de manera simultánea. Resultaba, así, la compañía paradigmática, ejemplar, para los numerosos grupos, compañías, escuelas, cursos, etcétera, asiduos practicantes y espectadores de la danza folklórica mexicana a lo largo y lo ancho de la República. O sea: la compañía mayor de danza folklórica en México fue, desde sus inicios, un ente artístico profesional y autoconsciente, divulgador y creativo, de la misma manera que lo fue el Movimiento Mexicano de Danza Moderna en el siglo XX.
 

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Danza de Comala, La chachalaca, Ballet Folklórico de la Universidad de Colima. Foto: Cecilia Álvarez González. Tomada de El Ballet Folklórico de la Universidad de Colima.

Desde hace treinta años, el Ballet Folklórico de la Universidad de Colima ha ofrecido, a sus variados espectadores nacionales e internacionales, un concepto renovado de la danza folklórica. Sin eludir la expresividad regional; apoyándose, como indica la naturaleza misma del género, en las más acuciosas y profundas investigaciones musicales, plásticas y de movimiento; organizando profesionalmente a bailarines y ejecutantes de la música, a técnicos, promotores y maestros, Rafael Zamarripa, su director, ha ofrecido a un público cada vez más entusiasmado espectáculos totales: coreografías montadas mediante grupos compactos o en línea, solos, parejas, malabares y trazos inesperados, rutinas y pasos tradicionales revitalizados gracias a una geometría dancística que desbordan bailarines entusiasmados, perfectamente bien pertrechados con capacitación y realización rítmica y vocacional.

Fue a Rafael Zamarripa (nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1942) al que le fue encomendada la tarea de organizar la compañía. Zamarripa había cursado la carrera de escultor en la Universidad de Guadalajara y completó sus prácticas creativas en Nueva Zelandia, Australia, y en las ciudades de Roma y Los Ángeles, California. En 1962 Amalia Hernández (la pionera en la organización de compañías de danza folklórica de gran envergadura en México) lo invitó a formar parte del elenco del Ballet Folklórico de México y viajó, bailando y asesorando prácticas de artes plásticas por muchas partes del mundo. En 1966 fundó la Escuela de Danza de la Universidad de Guadalajara. En 1983 fundó el Ballet Folklórico de la Universidad de Colima en su dimensión actual: una compañía de gran aliento con bailarines, orquestas y conjuntos, cantantes, centros de ensayo y de confección de enseres y vestuarios. El maestro Zamarripa ha recibido becas especiales del Sistema Nacional de Creadores de Arte (1994-2000) y de la Universidad de Stanford (1997).
 

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Rafael Zamarripa. Foto: Ángel Gómez Barbosa, 2006. Tomada de El Ballet Folklórico de la Universidad de Colima.

En la construcción de las piezas  del Ballet Folklórico de la Universidad de Colima, Zamarripa comenzó por descubrir nuevas vetas en las propias leyendas y sucesos colimenses, se extendió por medio de investigaciones en los estados circunvecinos e incluyó en el repertorio las notables danzas que han devenido, desde la Independencia, clásicas del folklore de la República. México es un país de danzantes excepcionales en todos los géneros y líneas de acción y el Ballet Folklórico de la Universidad de Colima resulta exigente en la preparación de sus cuadros. A la par de su expansión internacional, la compañía ha propiciado la profesionalización del género gracias a la inclusión, en carreras y programas formativos, a los cuadros más idóneos “en cuerpo y en alma”. Sus bien estructuradas coreografías y sus versátiles y firmes interpretaciones han convertido a este Ballet Folklórico en paradigma de la danza mexicana. Es una organización universitaria que deviene modelo mundial.

En septiembre de 2002 Guillermina Bravo, a la sazón directora del Ballet Nacional de México (compañía de danza contemporánea de gran formato) y creadora del Centro Nacional de Danza Contemporánea de Querétaro, se expresó así de Rafael Zamarripa:

Personaje de actividades múltiples, Rafael Zamarripa marca una ruta para los creadores mexicanos. Invade con danza, primero un estado de la República, después toda una región, luego el país en su totalidad y sale al mundo para llenar a México de honores… Pero todo esto no se debe a un milagro sino a acciones artísticas concretas y al trabajo inteligente e ininterrumpido de todos los años de su vida… Pintor, escritor, bailarín, maestro, coreógrafo, promotor y cronista. Danza folklórica, compañía y escuela. Danza contemporánea, escuela y taller. Activista para la profesionalización del bailarín a nivel universitario… Este artista entrañable eleva el espíritu humano y llena de belleza a la cultura dancística del país.
 

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Barreteros, Chinacos de Guanajuato, Ballet Folklórico de la Universidad de Colima. Foto: Sergio García Velasco. Tomada de El Ballet Folklórico de la Universidad de Colima.

 

Bibliografía mínima

–Gabriel Aguirre Cristiani y Felipe Segura Escalona: El Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, Fomento Cultural Banamex, A. C., 1994. 208 pp.

–Alberto Dallal: Los elementos de la danza, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007. 144 pp.

–Alberto Dallal: El Ballet Folklórico de la Universidad de Colima, Universidad de Colima, 2008. 300 pp.

–Varios autores: Tesoros de Colima, Gobierno del Estado de Colima/Universidad de Colima, Fotos de Rafael Doniz, 2005. 160 pp.

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 15.10.13

Imagen de portal: La habanera, Zacatecas, Ballet Folklórico de la Universidad de Colima.

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