No sabe sino su cuerpo: Pilar Rioja

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx
 

Programa de mano. Foto: Foto: Jack Mitchell.
 

EL TÉRMINO DANZA ESPAÑOLA se refiere a un fenómeno histórico abierto y a la vez convergente que surge en la península ibérica cuando ésta era parte del Imperio romano o probablemente antes, cuando se ejercían ya “las delicias andaluzas” que bellas mujeres bailaban en el puerto de Cádiz. El término incluye asimismo aquel acto vigoroso desarrollado por los moros en la península desde el siglo séptimo de nuestra era. En los palacios de los califas y también en el reinado de los reyes católicos, la danza española asumió, a partir de una variada finura o decantación coreográfica inigualable, su aspecto folclórico y teatral. Surgieron en la región la zarabanda, la pavana, el pasacalle y otras prácticas coreográficas que se incorporaron de manera notable al fenómeno y que todavía en la actualidad, tras de diseminarse por todo el mundo, se bailan en tablados, escenarios, ámbitos y patios populares y diversas construcciones teatrales.

El fenómeno que llamamos danza española es sumamente amplio y exigente e incluye, por tanto, una gran variedad de ritmos, figuras y estilos: el fandango, el bolero, la cachucha, las seguidillas, las sevillanas, etcétera, una gama inigualable de pasos, rutinas, secuencias y coreografías que hoy resumimos en cuatro estilos expansivos: las danzas regionales, el flamenco, las escuelas originarias y las modalidades renacentistas. Variadas danzas españolas llegaron a nuestra América a partir del siglo XVI y hasta la fecha se han desarrollado con la influencia de las danzas regionales e indígenas propias del continente americano. De la misma manera, los gitanos del sur de España llevaron por todo el mundo el flamenco, ritmo, música y movimiento vigoroso que según ciertas crónicas provenía ancestralmente de la antigua Persia.

Gran estudiosa, seguidora, intérprete y hasta fanática de todas estas modalidades, Pilar Rioja se apoderó de ellas desde que nació con el duende garcialorquiano metido en el cuerpo. De padres españoles, en Torreón, Pilar se inició en todas estas prácticas ya instaladas en su estado natal y en la república mexicana. Transitó por escuelas, escenarios, estudios, tablados, fiestas y celebraciones en el mundo; estudió sus características y dinámicas y se apoderó de ellas. Pilar habría de convertirse en una figura de la danza que une el vigor y la delicadeza, la fluidez y la fuerza corporales. Su profesionalidad notable quedó reconocida tanto en México como en Nueva York y Moscú. Viajó por las principales ciudades mexicanas y americanas, por sus festivales, foros y prácticas del arte de la danza. La vocación de Pilar en la danza española se realizó completa en una especie de alma, latido o elemento vital que rehizo su cuerpo mediante una concentrada obsesión. Quedó escrito: “Pilar Rioja no sabe sino su cuerpo”.
 

Programa de mano. Foto: Francisco Mata.
 

En el festival de danza de Jacob’s Pillow de 1967 Pilar Rioja se presentó como la gran y célebre bailarina-bailaora de ese género, danza española, en el que convergen y en el que participan las ya descritas modalidades. Interpretó, entre otras piezas, una Oriental con música de Granados en la que, a través de sus actuaciones, La Argentina, La Argentinita y Antonio Gades, entre otros, habían ya mostrado su maestría en poses y en el requerido excepcional uso de los brazos. Como muchas otras cualidades y características de la danza española, Pilar manejó con maestría las castañuelas y mostró cómo muchos de estos movimientos habían penetrado ya en el vocabulario del ballet clásico. Esa misma noche Pilar interpretó una coreografía de su propia inspiración, ligada a La vida breve de Manuel de Falla. Asimismo, bailó el flamenco Garrotín que se hizo popular durante los siglos XIX y XX en los tablados no gitanos. Incluyó en su programa Tener la esperanza muerta, coreografía construida por ella y por su maestro Manolo Vargas, inspirado bailarín y coreógrafo mexicano que había ya recorrido el mundo ostentando las cualidades de los cuerpos mexicanos en la danza española. Asimismo, en el segundo acto de la presentación Pilar bailó su propia coreografía titulada Oración del torero, que remitía a maniobras físicas de los toreros como la verónica, el contoneo, la felucca, la vuelta por detrás, etcétera; enseguida interpretó una tradicional Guajira de su propia inspiración coreográfica que correspondió al denominado “baile chico” como una parte del flamenco. Este programa excepcional incluyó asimismo el clásico Taranto y el Jaleo: bulerías y rumba flamenca. Muy contadas bailarinas y bailaoras podrían haber accedido a la interpretación de esas difíciles y atractivas modalidades de la danza española.
 

Programa de mano. Presentación con la Orquesta Filarmónica de Brooklyn. Foto: Francisco Mata.

 

Programa de mano, 1997.
 

En todas sus temporadas en el escenario del Repertorio Español, en la ciudad de Nueva York, Pilar Rioja universalizó su enorme talento y su arte vigoroso a lo largo de casi veinte años y asimismo transmitió sus saberes del cuerpo como maestra de los bailarines del Bolshoi y de otras compañías rusas. Sus presentaciones en México incluyeron bien pensadas y coreografiadas interpretaciones en espectáculos que recorrieron nuestro país junto con orquestas de primera magnitud. En efecto, ciudades como Chihuahua, su natal Torreón, Morelia, Oaxaca y otras, entraron en contacto con el arte único de esta bailarina y bailaora excepcional. En el quinto Gran Festival de la Ciudad de México el programa incluyó interpretaciones de Pilar a piezas musicales de Antonio Soler, Albéniz, Bach, Nin-Culmell, De Falla, Schubert y otros. Los espectáculos de Pilar Rioja, quien llenaba ella sola y sus cantaores los escenarios más amplios y brillantes, familiarizaron a sus espectadores con los géneros que se han descrito y con espectáculos notables que aún en su sencillez incluían las vibraciones de los tablaos. En el libro dedicado a su vida y obra se especifica que, a través de su cuerpo, “danzar es impedirle la salida al alma. Danzar es impedir que el alma quede expuesta al vacío. Por ello el danzante inventa el espacio.” En sus espectáculos “es la tierra la que baila sosteniendo ese eje impasible que se hace llamar Pilar Rioja”. En efecto, en tablados y escenarios Pilar Rioja se apoderaba del espacio concentrado a través de maniobras sabias y específicas que brotaban, no sólo de su sabiduría corporal sino también de las acciones que a través de su experiencia la habían enseñado a alimentar esos tinglados para someterlos a las reglas que su cuerpo había impuesto. ¿Qué otra cosa es la danza sino este combate con la inmediatez de un espacio que se va expandiendo mediante los ejercicios de un cuerpo excepcional?: una sucesión de hechos extraordinarios, cuerpos sucesivos convertidos en rápidos destellos y sombras.

El 27 de noviembre de 2017 Lidia Camacho, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, le otorgó la Medalla de Oro de la institución a Pilar Rioja. El público reconoció y vivió en el espacio condensado de la Sala Manuel M. Ponce ese mismo cuerpo de Pilar Rioja que tantos foros y públicos ha vuelto a nombrar y consagrar tantas veces. Como ocurre con las grandes bailarinas, el lenguaje discursivo de Pilar resultó mínimo, no así su cuerpo que parecía acentuar de nueva cuenta las intensidades de la Sala Manuel M. Ponce. Los públicos de este país de danzantes que es México reconocen siempre a los bailarines extraordinarios.

De esta manera, sostenido por notables maestros mexicanos como Óscar Tarriba y Manolo Vargas, y los españoles Regla Ortega, Samperio y El Estampío, el cuerpo de Pilar Rioja recibió el homenaje de un público intensamente entusiasmado. Ese mismo cuerpo que se había apoderado ya de múltiples modalidades y escuchado de Ángel Pericet los secretos de la escuela bolera, producto de las cortes españolas, proveniente del ballet clásico y que se acompaña con castañuelas…
 

Programa de mano, presentaciones en la Unión Soviética, 1987.
 

Durante una imparable vida de acción, Pilar Rioja se presentó en tablados, festivales y escenarios en Estados Unidos, Europa y Rusia, y durante varios años fueron famosas sus llamativas temporadas en el neoyorkino Repertorio Español. Impartió cursos formales en las escuelas y compañías de ballet de varios países europeos pues los modos y modalidades de la danza española impregnan formalmente al ballet clásico. Algún crítico famoso hizo notar que “sus actuaciones son consideradas una antología de lo mejor de la danza española”. Otro, también especializado, afirmó que “si hay algo que obsesiona a esta sacerdotisa del baile español es la nitidez de la línea, de la forma, del volumen”. A sus interpretaciones medidas Pilar Rioja agregó intensas variaciones de la danza flamenca y expresiones representativas del folklore. Ángel Pericet le mostró a fondo los bailes españoles del siglo XVIII, los cuales combinan los pasos de este folklore con elementos de la técnica del ballet clásico. Mediante atractivas modalidades, concentradas en la energía de las manos de Pilar, adquieren vigencia las castañuelas.

La medalla de oro que aquella noche le fue entregada en la Sala Ponce a nuestra norteña Pilar Rioja representa un indiscutible reconocimiento y le agradece a la enorme bailarina su notable e intensa entrega al arte de la danza. Es un homenaje a su larga, evidente, intachable trayectoria como bailarina mexicana multiformal y definitiva de la danza española. Viva Pilar Rioja. I
 

Foto: Jack Mitchell.

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 27.01.18.

Imagen de portal: Programa de mano.

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