Los descalzos. Firme trayectoria contemporánea

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx

 

Los descalzos, coreografía de Miguel Mancillas, compañía Antares, 2017. Foto: Edith Reyes.
 

LA NARRACIÓN DEL ARTE UNIVERAL de la danza se ha desenvuelto durante el último siglo y medio para reconocer que cada pueblo, cultura, nación e incluso continente asume en sus danzas peculiaridades (siempre de bases físicas) que se relacionan con los cuerpos humanos específicos que las crean y las recrean. Las ricas y variadas danzas prehispánicas en nuestro país asumieron modalidades múltiples según el pueblo y la cultura indígena que practicara este arte, entonces procesional, riguroso, colectivo, “dirigido”, exigente y vistoso. Las descripciones de los cronistas, las esculturas y pinturas, los códices, libros y otras formas de registro dan fe de ello.

En el arte de la danza los pies de los bailarines ocupan toda la vastedad de ese gran universo. Los pies de los bailarines sostienen todo el espacio del universo en un momento específico porque representan el imán que las fuerzas de la Tierra ejercen sobre los bailarines; los bailarines se “echan a bailar” como si los pies, a partir de sus plantas, hicieran surgir en sus cuerpos cualquier concentrada, esperada energía. En los pies entonces nace “la” danza y se sostiene cada danza, todas las danzas posibles. Los pies nos hacen ver que la danza es un arte humano por excelencia y no sólo por definición. Sostienen los movimientos de todas las otras partes del cuerpo.

Por ello los pies de los bailarines son tan oficiosos y bellos: mantienen erecto de siempre el cuerpo primigenio de los bailarines mexicanos de hoy y de antaño; los bailarines mexicanos, ungidos y sacrificados como dioses, en plena expiación cósmica de toda la especie humana, antes y después del surgimiento paulatino de todos los géneros del arte de la danza.

La característica fundamental de las danzas indígenas se refiere a una circunstancia básica: se realizaban con los pies descalzos. Esta circunstancia que resurge siglos más tarde en la danza moderna a partir de las enseñanzas y modalidades de Mary Wigman, Isadora Duncan, Martha Graham, etcétera, en México la retoman las modalidades “modernas” y “contemporáneas” sin ninguna limitación puesto que nuestros indígenas habían abierto el camino desde hace siglos. Los bailarines mexicanos de hoy, no obstante la enorme variedad de “técnicas” surgidas desde el siglo XX, se desempeñan fluidamente sin empacho “estético” ni cortapisas puesto que hasta la fecha los mexicanos “lo llevan en la sangre”: desempeñan diversas actividades con los pies descalzos, incluyendo la de viajar así por variados parajes y paisajes del territorio nacional o las exigidas por las modalidades del deporte contemporáneo.
 

Los descalzos, coreografía de Miguel Mancillas, compañía Antares, 2017. Foto: Edith Reyes.
 

La enorme inventiva de Miguel Mancillas (Hermosillo, Sonora, 1963) ha construido para los escenarios de la danza contemporánea una coreografía que concentra en los pies descalzos de sus bailarines el “sentido” del diseño y, lo que es muy importante, el desempeño de todos ellos. Es el tema y el título de una obra con la que celebra los treinta años del grupo que comanda, Antares. Se trata de un verdadero y singular homenaje a esas partes del cuerpo que caracterizan a los danzantes modernos y contemporáneos y que proviene de ese estado de buen desempeño y lucidez física que ha caracterizado siempre a este, nuestro país de danzantes. Utilizando música tradicional mexicana, los dibujos, encuentros, bifurcaciones, complicidades entre los cuerpos de los bailarines siempre convergen o surgen a partir de sus pies descalzos (la coreografía se inicia con pies descalzos que surgen y resurgen debajo del telón, iluminados o no, “poniendo” sobre el escenario enorme de Bellas Artes el tema a consideración). Mancillas se pregunta y se responde en esta obra, por ejemplo: “¿en nuestra respuesta corporal a lo vivido está la idiosincrasia?”

Como sucede en casi todas las coreografías de Mancillas, tras de una breve introducción como la descrita, los diseños móviles y los cuerpos van apoderándose de sectores precisos del escenario, mediante la presentación de planos que se superponen, sustituyen, engarzan o van estableciendo “límites” o fronteras mediante el interjuego de los cuerpos, sus partes y sus movimientos. Mancillas gusta de establecer en el escenario (lo hemos observado en muchas de sus coreografías) límites, diseños, líneas geométricas, delimitaciones planas e invisibles que están marcadas en el piso y que van adquiriendo forma y volumen mediante los movimientos de los cuerpos de los bailarines. Se trata de una verdadera “composición coreográfica”, que surge de un plano trazado a partir del piso, toda vez que los “acontecimientos” en el espacio se hallan rítmica y volumétricamente establecidos en un “plano” preciso, y los bailarines pueden desenvolver escenas y cuerpos lógicamente, estableciendo duetos, pares a distancia, secuencias, grupos, separaciones, movimientos de brazos, piernas, cuerpos enteros que guardan una especie de “fidelidad” básica surgida de antemano en la mente del coreógrafo. Resulta difícil el manejo de este interjuego entre el “diseño primordial” y la producción de sustituciones y relaciones que se “despeñan” en el escenario, con, entre y gracias a los cuerpos de los bailarines. Esta “inteligencia” y capacidad del dibujo coreográfico a veces sobresalta al espectador, a veces lo embelesa: podría creerse que un coreógrafo tan apto no puede sino reflejar su presencia, su “capacidad de diseño”, su creatividad ante el espectador… Los bailarines se apoderan entonces productivamente de sus espacios asignados y le dan vuelo a la hilacha: excelentes bailarines, bien dotados y entrenados, gozosos intérpretes.
 

Los descalzos, coreografía de Miguel Mancillas, compañía Antares, 2017. Foto: Edith Reyes.
 

Coreografías de este tipo he detectado en ciertas obras de Luis Fandiño, Jaime Blanc y Guillermina Bravo, que en escenas sucesivas y en ocasiones mediante elementos que, por así decirlo, roban la atención del espectador en torno a los bailarines, descubren un “aquí estoy” volumétrico del coreógrafo, siempre sagaz e inteligente, dominador del escenario y de los desempeños de los bailarines. Una especie de “voz” sin palabras que nos remite sin buscarlo al momento en que la obra se ha ido montando. Una voz secreta pero contundente.

En efecto, Los descalzos de Mancillas es un inteligente homenaje a la “descalsatez”: una coreografía de encuentros y desencuentros entre los cuerpos, de episodios “narrativos”, amorosos, sexuales, racionales e irracionales entre protagonistas: “escenas” o, mejor, “danzas” parciales entre sus cuerpos y actitudes.

Como logra hacerlo espléndidamente Mancillas, los cuerpos acaban por realizar los “episodios” a partir de lo físico para introducir evocaciones amorosas, sexuales, ríspidas, líricas o tiernas, miradas fijas y miembros de cuerpos que van robándose el espacio dentro de la singularidad de planteamientos apenas esbozados: los pies nos ayudan a hacer el amor, a enfrentarnos, a deslizarnos, a crear estados de sitio y gravedad, a sostenernos y, muy importante, como ocurre dentro de la vocación de los danzantes, a “espetar” o deslizar o improvisar o “despeñar” y desempeñar el arte de la danza.

Mancillas realiza una coreografía compacta, íntegra, lúcida. Todos sus bailarines, sin faltar a las indicaciones o los diseños, “se realizan” plenamente en sus movimientos, cuerpos, gestos, rostros, todo lo que hace surgir y desenvuelve siempre el bailarín bien pertrechado y dotado. Los descalzos es sin duda una coreografía excelsa y, además, con visión histórica. No es casualidad que Miguel Mancillas la haya dedicado, en este orden, a Guillermina Bravo, Michel Descombey y Raúl Flores Canelo, coreógrafos singulares de la danza contemporánea mexicana. Esta obra coreográfica comprueba que Antares lleva ya excelentes treinta años de navegación. I
 

Los descalzos, coreografía de Miguel Mancillas, compañía Antares, 2017. Foto: Edith Reyes.

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 29.08.17.

Imagen de portal: Los descalzos, coreografía de Miguel Mancillas, compañía Antares, 2017. Foto: Edith Reyes.

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