Imágenes, viajes y virajes de Renzo Gostoli: la persecución de la imagen

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx

 

Mujer atando Judas, Ciudad de México, 1986. Foto: Renzo Gostoli.
 

LO QUE LA GENTE SABE de uno es una imagen, sencillamente una imagen. Se reproduce incansablemente cuando nos recuerdan o se refieren a nosotros, a nuestras obras, a nuestras maneras de ser: cuando aparecen datos que se acumulan alrededor de nuestras acciones o nuestra biografía. Somos, para el mundo, eso: imagen reproducida en la mente, en un texto, en las circunvoluciones de un cerebro, en un laberinto de complicaciones celulares, en un mar de elementos flotando en la memoria: imagen: repetición o enumeración en el cerebro de ciertos rasgos, miembros, situaciones, gestos, sombras, estallidos referidos a nosotros. Elementos contantes y sonantes, siempre.

En nuestras mentes los paradigmas o monstruos históricos de igual manera se convierten en imágenes que, guardadas en la memoria (también de naturaleza visual), surgen bajo evocaciones o invocaciones de nuestro acto de pensar, nuestros sentimientos, nuestro ser. Somos, pues, todos en todos, imágenes: históricas, políticas, acaecimientos visuales y primordiales. Por ello a veces, en el cerebro de otros, nos convertimos en un juego de palabras, en descripciones de imágenes.
 

Una nina pasa frente a una réplica de la Estatua de la libertad, Iztapalapa, Ciudad de México, junio de 1985. La estatua fue usada en la filmación de una película estadounidense. Foto: Renzo Gostoli.
 

Desde situaciones aledañas a nuestra memoria (visual o no) surgen, casi siempre invocadas, las imágenes que nos son caras, apreciadas, registradas como buenas o malas, agradables o detestables. Las calificaciones son siempre un arribo a otra imagen. Las imágenes sobrevienen detentadoras de odio, amor, reconocimiento, ansiada huida, inaplazable paraíso o inmerecido infierno… Creamos las artes a través de imágenes superpuestas, explicadas, narradas, encumbradas. Llevamos dentro un cúmulo o colección de imágenes a las que amamos o detestamos, observamos, toleramos, reconocemos… utilizamos. Se han quedado allí, en algún paraje de nuestro cerebro, de nuestra memoria, de nuestro ser interior: archivos o cajas de Pandora: historia. Dentro de nosotros, las imágenes se imponen o nos imponen…
 

Poeta-clochard en barrio de la Boca, Buenos Aires, 1987. Foto: Renzo Gostoli.
 

A veces sin entenderlas, son imágenes las que nos conducen al paraíso, al infierno, a la lucidez o a los embrollos de la incomprensión. A la locura, a veces. ¿Qué tanto incursionamos, entendemos, sobrevivimos al mundo por medio de imágenes cuando somos bebés? ¿Cómo saberlo? Describir al mundo por medio de imágenes es destino de artistas, pintores, grabadores, cineastas, dirigentes, fotógrafos… Y estos últimos, paradigmas, ¿cómo aprenden a perseguir a la imagen antes de reproducirla, apresarla, inventarla, sojuzgarla? Seleccionarla: juegan con la realidad, procrean a la realidad. Problema de especialistas.

Renzo Gostoli ha sido siempre un perseguidor de imágenes que aparecen mediante el aprovechamiento que realiza su lente de los cuerpos, de los rostros, de los miembros distendidos o recogidos, los músculos expuestos: su particular sensación de espacio, de “aire”, de “distancia”. Exhibe cuerpos inertes y humanos. Gostoli es un perseguidor de imágenes que en su aparato resultan sobrevenidas, hechas, captadas o bien a punto de disolverse o de extinguirse. En sus fotos de danza es un “centrifuguista”, como la técnica Graham: el cuerpo se expande a partir de un punto situado dentro de él: un centro del centro que se expone al espacio, se extiende hacia el espacio a través de los movimientos de sus extremidades. Le interesan aquellos “sectores” del cuerpo que dicen mucho de los protagonistas (seres humanos, siempre) y que como imágenes parecen surgir ya hechas, completas, cuando las recoge Gostoli. “Recoge” digo, porque Gostoli admira a la especie humana, no al mundo, así, en general, sino a los seres humanos, contantes y sonantes, a sus protagonistas tal como aparecen en las fotografías de Renzo Gostoli y de nadie más. (Su nombre mismo suscita un par de buenas imágenes al ser leído o escuchado: ¿Renzo Gostoli? ¿Puede usted imaginárselo? Su rostro parece flotar fuera del lenguaje: es áspero: crea imagen. ¿Como el espacio y los elementos de una fotografía? ¿En querella con la realidad? O parece una afirmación contundente y sólida, referente a la humanidad, a la biografía de Renzo Gostoli.)
 

Serie Carnaval en la piel, 1992. Foto: Renzo Gostoli.

 

Serie El circo. Foto: Renzo Gostoli.
 

Gostoli nació en Buenos Aires en 1944. Muy joven viajó a Savona, Italia, en donde realizó sus estudios de secundaria. También desde muy chavo se interesó por los aspectos documentales de la fotografía: objetividad, supuesta legalidad visual, coordinación entre mirada y punto decisivo. Biografía con puntos suspensivos… Tiempo y espacio. Posteriormente realizó, siguiendo esta línea, estudios de Sociología en Buenos Aires. Obedeciendo a la suerte, cubrió en 1985 el terremoto de la Ciudad de México, en donde ya radicaba y trabajaba como fotógrafo profesional. En 1986 cubrió la Copa Mundial de Fútbol, también en México: cuerpos en pugna, energéticos por definición, en una danza deportiva. En 1986 se ocupó de igual manera de la Fórmula 1: aquí la velocidad y el movimiento reflejados en los rostros, la velocidad en los autos: ¿es posible asir este movimiento, esa culminación en el espacio propio del ejercicio mecánico? Sólo las fotos lo saben… Hay que revisarlas, preguntarles: las buenas fotos son sabias. Muestran, indican, infieren, suscitan: ¿predican?

De 1987 a 2007 cubrió el Gran Premio de la Fórmula 1 en Río de Janeiro, y en Sao Paulo el Campeonato Mundial de Motociclismo. El Grand Prix también en Río.

En persecución de la imagen ¿en movimiento? cubrió en 2007 la Copa Mundial de Fútbol de Playa y ese mismo año los Panamericanos en Río. De nuevo espacios horadados por cuerpos y máquinas ¿inconmovibles?

Los intereses visuales de Gostoli han sido siempre certeros (todos los seres y las imágenes sobrevinientes en el espacio real o virtual). Trabajó para la Agencia Reuter de Brasil de 1988 a 1997 y para la Associated Press de 1997 a 2007: entes profesionales para imágenes y sombras y acaecimientos profesionales, es decir, relativo a todos los seres humanos: tipos de danzas civiles y de movimientos “sociales”. Como aseguró Minor White: “Lo que cuenta en una foto es su potencial adherido.”
 

Raúl Almeida, Miguel Ángel Añorve y José Luis Álvarez de Ballet Nacional de México. Foto: Renzo Gostoli.

 

Lamento por un suceso trágico, cor. Guillermina Bravo. Foto: Renzo Gostoli.
 

Entre 1977 y 1987 Gostoli fue el fotógrafo oficial y profesional del Ballet Nacional de México, la más importante compañía mexicana de danza contemporánea hasta la fecha. Hay registros de estos trabajos de Gostoli en la prensa y en varios y variados libros alusivos. Realizó fotorreportajes para el Toronto Star y llevó a cabo incursiones sorprendentes del Rock en Río para Time en 2001. Ha publicado materiales en Schweizer Familie, Anabelle, Vanty Fair, Clarín, Estado de Sao Paolo, Dagens Industrie (Suecia) y un largo y prolongado etcétera. Gran cantidad de imágenes que aparecen en la realidad, adheridas al mundo, susceptibles de valoración, contemplación, análisis. Interpretación.
 

Guillermina Bravo. Foto: Renzo Gostoli.
 

En México marcó durante diez años (1977-1987) hitos en la fotografía de danza, que, en sus antecedentes de danza moderna y danza folklórica, contaba ya con la maestría de Nacho López, Rodrigo Moya, el mismísimo Álvarez Bravo. Para familiarizarse con la danza contemporánea encontró su mero mole: el Ballet Nacional de México, compañía que se abría a las nuevas técnicas y “formas de decir las cosas”, aunque siempre técnica y minuciosamente de manera profesional. Comenzó por observar los movimientos indispensables para forjar el cuerpo y el movimiento adecuados al lenguaje contemporáneo (técnica Graham: las “clases”), sus ejercicios, poses, actitudes, evoluciones: en sus fotos, secretos a voces. Captó, asistió a ensayos: “midió” montajes, “puestas en danza”. Sorprendentes eran las clases de Eva Pardavé, por ejemplo, verdaderas coreografías realizadas en el estudio por los cuerpos jóvenes, fogosos, saludables y sabios de los bailarines: Scheker, Añorve, Toña Quiroz. Allí aprendió a detectar la situación, las actitudes centrales y certeras de una obra de danza: cuerpos que crean imágenes, series evolutivas en el aire, vigorosos ofrecimientos en el espacio.
 

Foto: Renzo Gostoli.
 

Como las proezas de los bailarines, las fotos trascendentes responden a una obra significativa: son imágenes que trascienden “de una sola vez” en cierto encuadre, cierta combinación de entes móviles, movimientos que no significan nada en un antes o un después porque las coreografías crean certezas visuales, puntos de inflexión, instantáneos acontecimientos, cuerpos vivos unas fracciones de segundo, espejos de aptitudes ordinarias o extraordinarias. Gostoli metió sus ojos, sus miradas de lleno en el espacio de las clases y de los escenarios. Los cuerpos son distintos bajo la luz natural o la luz escénica. Como todos los seres humanos, los cuerpos responden a las circunstancias mediante instantes “cumbre”, mediante insalvables ejercicios, culminaciones y desenlaces. Como testigo y fotógrafo de las coreografías de Guillermina Bravo, Jaime Blanc, Rossana Filomarino, Federico Castro, el cronista visual Renzo Gostoli detectó “el instante”, “el instante álgido”, el resumen de todas las proezas, las expresiones (expresividades) de la coreografía. Descubren sus fotos que los cuerpos de los bailarines transitan a la imagen y de allí a la memoria colectiva una vez desaparecidos los testigos, los espectadores, las experiencias, los momentos vivos: El paraíso de los ahogados, Homenaje a Cervantes, Epicentro, El llamado, un etcétera histórico.
 

En una hacienda de café, Minas Gerais, 1990. Foto: Renzo Gostoli.
 

En la danza no hay cambio de reglas: los movimientos o los no movimientos se hacen danza y no otra cosa; se proponen y se alcanzan cambios de rumbo pero deben expresarse y detectarse culminaciones, puntos de inflexión; los experimentos son eso, búsquedas, pero no efectos definitivos en el espacio y en los cuerpos de los bailarines. Todo esto se aprecia en las fotos que Gostoli “historió” para esas situaciones brillantes de la danza mexicana. Las fotos de Gostoli dieron en la clave del momento, de la culminación, del efecto único y definitivo relativo a los cuerpos, a los movimientos, a la luz y al detalle de la “narración” en el espacio escénico, o sea, la coreografía, fotos del instante en que la estructura coreográfica queda allí, helada, expresada sin posibilidades de cambio: un destino de los cuerpos en un espacio concreto.

Implacable perseguidor del momento cumbre o decisivo, Gostoli no le ofreció a su arte, nunca, una limitación temática: sus “modelos” marcan asimismo etapas en su biografía creativa, disolviendo así la vertiginosa carrera del arte de la fotografía desde su aparición como testigo de la realidad, registro del acontecimiento concreto, resguardo de la imagen “certera” o única y disolvencia o propuesta de dudas narrativas, científicas o existenciales hasta el arribo –como una compilación en el trayecto de su historia– de la fotografía en cuanto objeto artístico, susceptible de resumen crítico y de su exaltación estética. Y lo más impresionante: la invasión y dominio de la fotografía (ese gran arte: el registro de las imágenes) dentro del fenómeno y como protagonista de todas esos sistemas nuevos, seriales e imparables, conquistadores de los espacios: sucesión de fotos: redes, cine, “hacedores” de conductos inalcanzables…
 

Soldados con máscara de gorila, Ciudad de México, 1984. Foto: Renzo Góstoli.
 

Gostoli “avistó”, mediante cámara preparada, soldados con máscaras, personajes en una hacienda cafetalera, la alegría desbordada en rostros musicales dominados por la samba, mujer rodeada de Judas que simulan serpientes, travestis en Ipanema, vagabundos en Buenos Aires; visualizó lentos movimientos escareados, detenidos en una pintura callejera. Sorprendentes contrastes que requieren análisis concentrados, como las obras de la pintura: registro e interpretación, recuento de imágenes, objetos tecnológicos iluminados por la mente de un hombre… Un llamado, como si se tratara de identificar un ejercicio de luz y de sombras, siempre contundente, único, exacto… En alguna de sus fotos el mismo tema: una dramática pirueta, circo, faramalla…

Aprendamos a observar todo esto y, en honor de la verdad, descubrámoslo en las fotos de Renzo Gostoli. Una vocación repartida y compuesta en fotos que demandan registro, análisis, certidumbre o sorpresa, según los instrumentos de la crítica especializada de un género que posee, en la obra de Gostoli, una sabrosa crónica y, sobre todo, mucha tela de donde cortar para saciar nuestra sed de imágenes.

Preguntémosle nuestras dudas al mismo Renzo Gostoli: <renzo.gostoli@gmail.com>.

Yo me limito a crear una imagen general de sus acechanzas en el gran arte de la fotografía. I
 

Serie El circo. Foto: Renzo Gostoli.

 

Serie El circo. Foto: Renzo Gostoli.

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 21.05.18. Actualizado: 02.08.18.

Imagen de portal: Antonia Quiroz del Ballet Nacional de México. Foto: Renzo Gostoli.

Temas similares en Archivo de artículos.