El Palacio de la Autonomía

Martha Fernández*
marafermx@yahoo.com

 

LUIS ROBERTO Torres Escalona y R. Javier Martínez Burgos: El Palacio de la Autonomía. Historia de un monumento, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Fundación Miguel Alemán, Fundación UNAM, 2017.
 


 

El Palacio de la Autonomía. Historia de un monumento es un bello libro que muestra el aprecio que la UNAM ha tenido por sus edificios a lo largo de su historia. Luis Roberto Torres Escalona y Javier Martínez Burgos llevaron a cabo un acucioso trabajo de investigación histórica y arquitectónica que podríamos calificar como una microhistoria del lugar donde ahora se erige el Palacio, los edificios que en ese lugar se construyeron, el Palacio mismo y los acontecimientos más importantes para la Universidad que en él se desarrollaron; el suceso más relevante, sin duda, fue el movimiento estudiantil que desembocó en la declaratoria de autonomía de nuestra Universidad, en el año de 1929.

Su estudio comienza en la época prehispánica. De esta manera los autores subrayan el hecho de que el sitio donde se ubica el Palacio formaba parte del corazón de lo que genéricamente conocemos como Templo Mayor, el conjunto de teocalis dedicados a los dioses más importantes de la cultura mexica: Tláloc, Huitzilopochtli y Tezcatlipoca.

Posteriormente, los investigadores nos informan de la manera en que el sitio fue adquirido por Juan Luis de Rivera, tesorero de la Casa de Moneda y regidor del Cabildo Metropolitano, y por su esposa, doña Juana Ruiz de Avendaño, para establecer un convento de religiosas carmelitas, sueño de aquellos tiempos que resolvió muchas veces el destino de las mujeres y les llegó a proporcionar medios no solamente para encontrar “lo más decente que podían elegir en materia de la seguridad para su salvación”, como diría sor Juana Inés de la Cruz, sino también posibilidades de educación y desarrollo intelectual. Fueron religiosas del convento concepcionista de Jesús María quienes en 1616 finalmente formaron la primera generación de monjas carmelitas en el recién fundado convento de Santa Teresa, recinto en el que también vivió un tiempo la propia sor Juana, antes de ingresar en forma definitiva al convento de San Jerónimo.
 

Vestíbulo y escalera del Palacio de la Autonomía. Foto: Martha Fernández, 7 de marzo de 2010.
 

Roberto Torres y Javier Martínez se ocupan de narrarnos de manera muy precisa y amena la historia de los edificios que se fueron construyendo para las monjas. Es de destacarse que en estas obras siempre participaron los principales arquitectos de la Ciudad de México. A Juan Gómez de Trasmonte, maestro mayor de la Catedral, correspondió la construcción del primer convento. Por su parte, Cristóbal de Medina Vargas, quien tuvo asimismo el cargo antes mencionado en el máximo templo de la Nueva España, realizó la segunda iglesia de las carmelitas, ya dedicada también a Nuestra Señora de la Antigua. Se trata de un edificio que todavía conservamos. Lo inició en el año de 1678 y cerró la bóveda del altar mayor en 1682. Celebró el suceso con una fiesta en lo alto de la iglesia, a la que asistió él mismo y en la que hubo música de chirimías y clarines. La dedicación del templo se llevó a cabo en 1684, lo que dio pie a un exaltado poema en su honor escrito por don Felipe de Santoyo. De este largo poema, que De Santoyo incluyó en su libro titulado Mística Diana, podemos citar algunos versos que se refieren a las hermosas portadas gemelas de la iglesia:
 

         La grande altiva portada
         Tan al cielo en lo vecino,
         Que a no tener tal cimiento
         Pudiera correr peligro.

                     ******

         Descollaba el primer cuerpo
         En aquel orden que hizo
         Tan aplaudida al Acaya
         Como famosa a Corinthio.

                     ******

          Compósito fue el segundo
          No menos airoso, y vivo
          Haciendo hablar a las piedras
          El alma de sus aliños.

                      ******
         Por labor, y por fortuna
         Con aplauso, y sin peligro
         Serán agujas eternas
         Contra el áspid de los siglos.[1]
 

Más tarde, de 1798 a 1813, el arquitecto Antonio Velázquez, quien fuera director de la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos, y Joaquín de Heredia, quien continuó con la obra a la muerte de Velázquez, construyeron la Capilla del Cristo del Cardonal, que se vino abajo a raíz del terremoto de 1845. Esta edificación fue reconstruida a mediados del siglo XIX por otro arquitecto de primer nivel, don Lorenzo de la Hidalga. Su obra es la que conservamos, junto con las pinturas que la decoran, realizadas por el pintor Juan Cordero. Esta capilla es de planta de cruz griega y su característica más importante es su gran cúpula que sobrepasa la altura de cualquiera de las construidas en la Ciudad de México hasta ese momento.

En el libro que reseñamos también se mencionan los avatares que sufrió el conjunto conventual a raíz de la exclaustración, decretada por la Ley Lerdo del año de 1856 y la nacionalización del año de 1859. La iglesia se mantuvo abierta al culto, por lo que se salvó de ser destruida, pero el claustro, vendido a un particular, se convirtió en vecindad. Sin embargo, el sitio tuvo suerte; tal vez los dioses que ahí habitaron no lo abandonaron del todo porque en lugar de verse degradado como tantos otros predios de la Ciudad de México fue aprovechado para mejores usos con buenas obras de arquitectura.
 

Patio del Palacio de la Autonomía. Foto: Martha Fernández, 7 de marzo de 2010.
 

La vecindad fue adquirida por el gobierno y adaptada como sede de la Escuela Normal de Maestros; fue inaugurada por Porfirio Díaz en 1887. Esta escuela fue muy importante y tuvo profesores destacados como Ezequiel A. Chávez, Luis González Obregón, José María Vigil, Francisco del Paso y Troncoso y Ricardo Castro. Su ampliación se llevó a cabo pocos años después, bajo la dirección del arquitecto-ingeniero Manuel Francisco Álvarez, autor justamente del hermoso Palacio que ahora conocemos como De la Autonomía. El estilo del edificio, como bien dicen los autores del libro, es ecléctico, característico de esos años finales del siglo XIX. Su portada en esquina en forma curva está rematada por una cúpula. Este inmueble tiene fachadas hacia las calles de Guatemala y Licenciado Verdad. El interior, descrito por Roberto Torres y Javier Martínez, es extraordinario, especialmente en lo que se refiere al vestíbulo, también de forma circular, y la escalera, “forrada de mármol de Carrara”, que se “bifurca en rampas de desarrollo circular y se encuentra iluminada por la cúpula de estructura metálica”. Los cuatro vitrales emplomados que cubren las ventanas del cubo de esa escalera nos remontan a las labores propias del elegante e imaginativo art nouveau, tan del gusto de la época porfiriana.

Como bien nos cuentan los autores del libro, el edificio del Palacio de la Autonomía, ya como patrimonio universitario, tuvo diversos usos: ahí estuvo la Rectoría de la Universidad, la Escuela Nacional de Odontología, la Escuela de Comercio y Administración, la Escuela de Iniciación Universitaria, la Escuela de Enfermería y Obstetricia y la Escuela Nacional Preparatoria Erasmo Castellanos Quinto, primero, número 2, y después, número 7. En su libro titulado Antigua grandeza mexicana, René Avilés Fabila, egresado de esa Preparatoria, plasmó algunos recuerdos que dan una idea de la activa vida cultural y política de la institución. Dice el escritor:
 

En ese edificio me formé como político estudiantil y me afilié a la Juventud Comunista y con José Agustín y otros menos afortunados me hice escritor de literatura. De alguna forma, el llamado movimiento calificado como La Onda por Margo Glantz, nace en esas aulas […] Recuerdo que allí leí dos novelas de José Agustín, el que en esa época aún era Ramírez Gómez […] La tumba y De perfil. Hasta esa escuela preparatoriana llegaban jóvenes escritores y había una vida cultural intensa. Conocí a Carlos Monsiváis, con quien los miembros de mi generación jamás logramos entendernos […] y tuvimos destacados profesores como Uberto Zanolli, Alberto Híjar, Arturo Sotomayor, José Castillo Farreras […] y Salvador Azuela […] En el patio principal, mi maestro de Lógica, Eduardo Perera, mencionó dos autores que serían para mí fundamentales: Franz Kakfa y Jorge Luis Borges.
 

En aquel tiempo, esto es, en el año de 1960, se produjo otro movimiento estudiantil; esta vez motivado por la invasión de Estados Unidos a Cuba. A manera de protesta, los estudiantes salieron a la calle y cerraron el plantel. Como consecuencia, algunos fueron expulsados de la prepa por una semana; entre ellos, el autor de las memorias antes citas.[2]
 

Pedro Sandoval, “Sibilla Samia, llamada Phito”, s. XVIII. Foto tomada del libro El Palacio de la Autonomía. Historia de un monumento, p. 85.

Uno de los aspectos más interesantes del libro que reseñamos es el que se refiere precisamente al rescate del edificio por parte de la Universidad. En las páginas de la publicación se deja constancia de que los trabajos de restauración no se limitaron al edificio mismo; también devolvieron el esplendor a sus bienes muebles. En el Paraninfo, por ejemplo, destaca la colección de doce pinturas de sibilas realizadas en el siglo XVIII y firmadas por Pedro Sandoval. Igualmente es digno de mención el mobiliario neobarroco, inspirado, afirman los autores del libro, en el Salón del Generalito de San Ildefonso, donde se conserva la antigua sillería de la iglesia de San Agustín. Ambos edificios pertenecen también a la Universidad. San Ildefonso fue, durante muchos años, la célebre Escuela Nacional Preparatoria, y San Agustín fue sede durante años de la Biblioteca Nacional, bajo resguardo de la Máxima Casa de Estudios.
 

Patio de los vestigios. Foto tomada del libro El Palacio de la Autonomía. Historia de un monumento, p. 140.
 

Entre los muchos trabajos que se llevaron a cabo para restaurar el Palacio de la Autonomía, cabe resaltar asimismo las “Exploraciones arqueológicas” a las que Roberto Torres y Javier Martínez dedicaron un capítulo de su libro. Las labores fueron realizados por el Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Gracias a ellas se encontraron vestigios del convento de Santa Teresa la Antigua y de la casa de Juan Luis de Rivera. Sin embargo, el principal hallazgo es el del Coatepantli, “muro de serpientes, que delimitaba físicamente el recinto principal del Templo Mayor”. Esta clase de esfuerzos constituye una muestra del interés de la Universidad no solamente en el Palacio sino también en las aportaciones arqueológicas e históricas del predio para una mejor comprensión del sitio y de la historia de México.

Otros asuntos tratados por Torres Escalona y Martínez Burgos son los referente a las intervenciones estructurales y a la restauración de las fachadas y los interiores del Palacio de la Autonomía. Tales acciones muestran de modo ejemplar el tipo de criterios, razonables y fundamentados, que pueden aplicarse en los proyectos y labores de conservación, rescate y restauración de los edificios históricos y artísticos de nuestro país. Culmina el libro con una interesante cronología del edificio, muy útil para conocer su historia.

Los autores del estudio llevaron a cabo una muy bien sustentada investigación documental e iconográfica. Para el logro de esta publicación, contaron con el apoyo y esfuerzo conjunto de los diseñadores editoriales y el fotógrafo Eduardo Hache. El financiamiento estuvo a cargo de la Fundación Miguel Alemán y la Fundación UNAM, cuya sede se encuentra precisamente en el Palacio de la Autonomía. Cabe subrayar que este libro hace patente, una vez más, la manera en que “hoy y siempre, la Universidad se compromete con su vocación y responsabilidad de mantener vivo el legado que México ha puesto bajo su custodia para el uso de los universitarios y en beneficio de la nación”, como bien afirma en la presentación el doctor Enrique Graue Wiechers, rector de nuestra Universidad. Sería deseable que el compromiso asumido por la UNAM sirva de ejemplo para otras instituciones de nuestro país, que también tienen bajo su custodia una parte significativa del legado histórico, artístico y cultural de México. I
 

Fachada del Palacio de la Autonomía. Foto: Martha Fernández, 7 de marzo de 2010.

 

*Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 26.06.18.

Imagen de portal: Vitral de la escalera del Palacio de la Autonomía. Foto tomada del libro El Palacio de la Autonomía. Historia de un monumento, p. 67.

Temas similares en Archivo de artículos.

 


[1] Felipe de Santoyo, Mística Diana, descripción panegyrica de su nuevo templo que con la advocación de Nuestra Señora de la Antigua, de Santa Teresa de Jesús de Carmelitas Descalzas erigió el fervoroso celo del Capitán Esteban de Molina Mosquera…, México, Juan de Ribera, 1684, f. 6 r.-7 v.

[2] René Avilés Fabila, Antigua grandeza mexicana, México, Editorial Porrúa, 2010, pp. 51-52.