El envés del arte abstracto o el universo secreto y deslizante de Manuel Felguérez

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx

 

Manuel Felguérez, sin título 23-17, 2017, óleo/tela, 190 x 220 cm. Fotos: Pablo López Luz. Galería López Quiroga.
 

I

FELGUÉREZ HA CREADO y acumulado un cosmos abstracto, originalmente secreto porque le pertenece por derecho histórico, en la enorme superficie ininterrumpida de sus cuadros. El mapa de este cosmos se hace presente gracias a los inacabables “dibujos” que emergen, surgen, se diseminan y deslizan frente y detrás o paralelamente, siempre dentro de los límites de la tela. Son trazos sucesivos o hilados, contrastantes entre sí, que aparecen y desaparecen a lo largo y lo ancho de cada cuadro según el viaje que emprenda cada observador de las obras. A veces esos evidentes “dibujos” resultan, sí, lisos, geométricos y se hacen tenuemente tridimensionales, o bien se van “desgastando” sobre la tela, desintegrándose en un cosmos orgánico o sideral... Resultan superficies planas o voladas, volumétricas o trastrocadas a voluntad, al acecho de nuevas y originales figuraciones.

Se trata de un constante e inacabable cúmulo de las experiencias de todo arte: cada veedor suscita su obra de arte. Cada experiencia vital, entonces, asume su vida paralela, como ha ocurrido en la realidad desde hace siglos: en un solo cuadro se realiza el involucramiento de la humanidad entera. Se trata también, entonces, de hallarse frente a la gran oferta de la especie humana en el arte universal.
 

Manuel Felguérez, sin título 36-17, 2017, óleo/tela, 140 x 220 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

En las pinturas de Felguérez se construye un mundo de singulares propuestas que se alargan, acortan o surgen sobre su propia “atmósfera” (levitan gracias y en torno a las combinaciones de sus colores) y desaparecen en relieves, líneas, manchas, huellas: grumosas naves… Son cuadros partidos o delimitados, sobresalientes o efímeros que se van deslizando mediante el recorrido de los ojos en un mar de ofertas: formas sucesivas dentro de otras formas clarividentes de formas atractivas, sorprendentes que, creemos, se nos aparecen sólo gracias al recorrido de nuestra vista pero que constituyen, por el contrario, el viaje y la línea de acción dispuestos por los dedos y manos y fogonazos y complicidades a partir de la vista del pintor. Se trata de la experiencia pura y más que terrenal que le otorga razón de ser al arte abstracto: el observador es un viandante.

Si partimos de la idea de que el infinito es racional, o sea que constituye una experiencia asida a la razón, entenderemos que estos sucesivos dibujos (cuadros, sensaciones, hecatombes, deslizamientos) surgidos de los dedos y de las manos y de la vista de Felguérez, a través de un número infinito de años y combinaciones, resultan reales, sorprendentes depósitos de sus razonados viajes por cada tela, crónicas y depósitos de inesperados y sorpresivos detalles y secuencias: experiencias: las miradas y memorias, las sabias incursiones del artista: cuadros, semicuadros, elementos “despeñados” según las circunstancias que imponen el color, el movimiento de la mano, la rapidez de los ejercicios de la vista y, al fin, las memoriosas circunstancias pictóricas de lo inesperado: geometría invisible o metafísica que se ha ido acumulando lenta y persistentemente a partir del cerebro de ese estudioso o certero veedor natural y espontáneo del mundo que es Felguérez. Racional geografía del creador.
 

Manuel Felguérez, sin título 21-17, 2017, óleo/tela, 245 x 200 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

El tiempo y la experiencia han ido deslizando, destrozando, seccionando las iniciales, sintéticas conformaciones geométricas de sus primeros cuadros; organi-zando materiales. Des-enlazando superficies, en los cuadros recientes las figuras y figuraciones de Felguérez son “puntos de mira”, apoyos que cabalgan en el tiempo y en las nuevas experiencias que explotan (en) el espacio: las abstracciones se han hecho materia y surgen y se instalan sobre la vida de la tela... Felguérez, ciertamente, las aprovecha. Creatividad sin cortes.

Este cosmos de Felguérez se impone ahora a través de, por así decirlo, un “orden desordenado”, en bloque, o bien tras un desorbitado recorrido contemplado a partir de los sucesivos “accidentes” que propician o descubren o imponen sus ojos y sus dedos. Se trata de un orden siempre forjado e inventado por Felguérez pero que guarda entrañables lazos con la historia de la pintura (se crea un “ambiente”, que es el que cuenta, como ocurre en los cuadros de Cézanne; o se permite la intromisión de la suerte a través del “desorden que sobreviene” de Pollock): un mar de ansias que se asientan.

Este cosmos secreto y a veces inasible en bloque de Felguérez es compartido con una realidad asimismo racionalizada o sometida por el pintor: ahora resulta percibible en ciertas rápidas y móviles construcciones, se desborda en planos superpuestos, en elementos acumulados (rayas, grumos, líneas, superficies), en composiciones surgidas en el orden de sus colores y prolongadas en minúsculas y asimismo necias e insistentes manchas de color sólo aparentemente accidentales. El veedor, el contemplador es el que califica y nombra a cada trozo de cada pintura: es el que prende y aprende: se hace de cada una de estas pinturas, las recorre con la vista y les da nombre: las califica. Todo esto ocurre sobre la surgida superficie lisa, en materiales líquidos que se vuelven bultos y montañas, elementos de un color en cada caso distinto: máscaras, trozos de instrumentos, haces de luz, agobio de colores y grumos: ofrecimientos para hacer resbalar en ese espacio tanto los elementos de la vista como los elementos del cuadro. Toda forma es razonada.
 

Manuel Felguérez, sin título 16-18, 2018, óleo/tela, 115 x 190 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

Son zonas surgidas desde el cerebro del artista: rápidas aventuras de sus ojos, diseminadas por las manos del pintor en las que sobreviven, entremezcladas, figuras, acciones, minúsculas o gigantescas colisiones que terminan su misión pictórica en planos, rasgos, pinceladas y hábiles y sugerentes, a veces armónicas sentencias de color. Cuadros minúsculos o parciales o ideas tridimensionales, gigantescas o de cierto modo sencillas. Obras recreadas por el sentido de la vista, como cuadros superpuestos que hemos visto en otro tiempo o espacio o viaje. Estas “construcciones parciales” las desliza Felguérez y permanecen tenues o borradas ante la vista y sólo aparecen en parcialidades y (se) subrayan en colisiones y manifestaciones a lo largo y ancho del cuadro, al cual completan y profundizan.
 

Manuel Felguérez, sin título 37-17, 2017, óleo/tela, 140 x 190 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

II

En esta acumulada entremezcla de planos, grafías, rasgos, rayas, en ese “universo paralelo” se ha colocado en la parte posterior, a un lado o arriba o por debajo del horizonte de la vista o en el (imaginado) envés del mundo observable del cuadro multitud de “obras”. Misión suscitadora del arte... Si la contemplamos completa, podemos hacer surgir en cada pintura un espejo invisible detrás de la inmensidad de la tela: de esta manera entendemos por qué sus dimensiones no son fortuitas, sí atractivas. Felguérez o su imaginación domina el panorama completo. Al principio se desliza por las superficies. Pero cada misterioso e inesperado cosmos dentro del cuadro surge a partir de una serie, una etapa, una colección, un episodio pictórico que se hallaba ya dentro de la experiencia creativa de Felguérez. Como un proyecto espacial o como un argumento. Un universo paralelo, a veces visible, a veces imaginario e intransitable para la vista, que justifica la aparición de misteriosos cosmos pictóricos hilvanados en concierto, por etapas, como los repetitivos ofrecimientos sensuales en las atmósferas de Cézanne y como los conocimientos y certezas de los primitivos “pintores” de vasijas y jeroglíficos “aparecidos” hace siglos. Felguérez vuelve a la carga a partir de sus manos continuamente artesanales. Invocamos entonces el mismo ambiente “invisible” y aun poderoso en sus influencias: justifica la aparición de las abstracciones que, desde sus planos húmedos y flotantes, legaron a nuestra vista los trazos y los detalles de las Cuevas de Altamira.

En cada cuadro de Felguérez sobreviene y sobrevive, se manifiesta ese espacio independiente, percibible cada vez que se le aísla con la vista en el conjunto de la obra. Cortes que nuestros ojos descubren en el mismo sentido o dirección que impone el haz de líneas de dos colores sometido en el cuadro. Estos “accidentes” ocurren durante la construcción de la obra: intercambios y traslapes de manchas, superposiciones de evidentes, deslizantes rasgos y de grafías serpenteantes. Por medio de emplastes sobrepuestos por la mano del artista en bordes, planos y líneas, los colores terminan y determinan (o trans-forman) la misión de estas “figuras o figuraciones” paralelas: sobrevienen como “episodios” de una suerte de aventura “cósmica” lineal, que viajan desde la vista hasta los espacios del recuerdo y la conciencia, imágenes y notificaciones que, a partir de la mirada y la conciencia del veedor, transitan, desde este inesperado o invisible universo acumulado de planos y manchas, en dirección de “episodios” de choques y persecuciones paralelas que pasan a conformar un nuevo cosmos que se nos ofrece mediante sobresalientes episodios y detalles.
 

Manuel Felguérez, sin título 10-18, 2018, óleo/tela, 115 x 90 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

No se trata sino de la misión trascendental del arte abstracto: revelar, restablecer mediante estallidos, “explicar” y gozar esos mundos invisibles, a primera vista (impre)vistos, que se ofrecen a partir de (re)descubrimientos semejantes a los que experimentamos en las obras de Cézanne, de Miró o de Pollock: fulguraciones tenues o vaporosas pero precisas, bloques de formas, encubiertas y descubiertas sensaciones que se desbordan o extralimitan gracias a las habilidades y las lecturas de los veedores más lúcidos y duchos, más atentos y hábiles y, a la vez, más libres y espontáneos, interesados en los avatares que sobrevienen en las lecturas y en las experiencias del arte y del artista.

Aprendemos entonces que todo gran arte es siempre abstracto.
 

Manuel Felguérez, sin título 14-18, 2018, óleo/tela, 130 x 200 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

III

Como ocurre en los espacios ocultos de su mente o de su alma, en los cuadros recientes de Manuel Felguérez, mediante una sorprendente manipulación de agudos trazos y constitutivas y consecutivas manchas lisas, sin asperezas, limpias, inclinadas o superpuestas, aparecen “situaciones”, figuraciones y hasta escurrimientos: experiencias y formas orgánicas... figuras sobresalientes que también son grumosas y frías escenas surgidas mediante un solo brochazo. Sobrevienen ambientes y seres inesperados a los que perseguimos con la vista como si Felguérez continuara pintándolos.

Estas “recién” sometidas construcciones del cuadro nos obligan a viajar por áreas y accidentes, a establecer nuevas consideraciones visuales. Nos damos cuenta porque aun el infinito es una aventura racional. Una acción que se aprende de memoria, que se descubre en una edad anterior a la nuestra. Desde que nacemos nos deslizamos por planos y superficies como si nos convirtiéramos en inesperados elementos del cuadro. Prevenimos abstracciones infestadas de vida, siempre en esas expertas combinaciones de formas lineales y orgánicas. Con todo, un mundo en movimiento nos sorprende y anima a “viajar” por la superficie, a descubrir nubes de polvos, oleajes de pequeños, sucesivos pliegues superpuestos. Vemos cierta “organicidad” producida por los colores o las incisiones o bien nos sorprende una suave combinación de rectángulos, perfiles y pedazos de figuras y organismos que se incrustan entre las líneas y las manchas, entre las “profundidades” y los extremos del cuadro. Se trata de un mundo voluntariamente “interior”: todo mueve a que el espectador permanezca dentro de los límites “racionales” de la obra y vaya aprendiendo a construir sus propias sorpresas y batallas. La sabiduría de Felguérez nos aconseja: nadie, nada puede escaparse de ese universo de formas y planos que sorprendieron a mis manos. Eso, precisamente: la pintura de la madurez de Felguérez es un bello universo sometido que va expandiéndose, explicándose ante nuestra vista. Experiencia a la vez espontánea y preconcebida, inesperada y perseguida. Debemos aprender a percibirla. Rito de iniciación y guía de viaje.

Sí, sobrevienen formas que aparecen y desaparecen en las tenues y grumosas luchas de colores y en la superposición de los planos. También aparecen conformaciones que se convierten, sucesivamente, en lisos mantos de pintura, en “situaciones” geométricas de lentos o ágiles movimientos, ya sea de enfrentamiento o deslizamiento. En los cuadros se producen formas que se completan mediante su propio movimiento, su propio enfrentamiento. También hay planos yuxtapuestos. Y ligeros temblores y vibraciones: un plano se inclina, bolas y cabezas de colores caen, se esparcen o deslizan grumos, granos, olas. Sobrevienen “choques” que atenúan nuestros pensamientos y suposiciones. Hay líneas y señales.
 

Manuel Felguérez, sin título 5-18, 2018, óleo/tela, 90 x 115 cm. Foto: Galería López Quiroga.
 

En sus más recientes cuadros, Felguérez, aun en la manipulación de una combinada batalla entre los elementos reales y aparentes del cuadro, inventa y reparte líneas y formas (inventamos máscaras, manchas flotantes).

En las pinturas de Felguérez un espacio aislado se halla detrás de otro espacio aparecido. Sucesión de espacios; inesperada situación sustitutiva. Superposición de colores y de viajes. Aprendemos entonces, al mismo tiempo, de superposiciones, de tonalidades y planos. Barajas esparcidas, diseminadas. El mundo se va escurriendo: Felguérez lo ataja en las formas. Viajamos por las abstracciones: vida.

Felguérez crea, ordena, multiplica, prolonga y sobrepone. Es nuestro mundo actual: espacios y singulares escenarios dispuestos para que se desenvuelvan orgánicas o cibernéticas o para que estallen digitales historias y formas, inaplazables escenas que jamás acabarán por deslizarse fuera de esos cuadros únicos e irrepetibles. O fuera de esa nueva realidad y de ese mundo. I
 

Manuel Felguérez, sin título 29-17, 2017, óleo/tela, 100 x 120 cm. Foto: Galería López Quiroga.

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Coordina la revisa electrónica Imágenes.

 

Inserción en Imágenes: 23.11.18.

Imagen de portal: Manuel Felguérez, sin título 9-18, 2018, óleo/tela, 115 x 190 cm. Foto: Pablo López Luz. Galería López Quiroga.

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