El amor por Santa Prisca (Entrevista a Elisa Vargaslugo)

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx

 

Portada de la tercera edición.
 

"SANTA PRISCA EN TAXCO es la iglesia barroca más importante del país porque, para fortuna de los taxqueños, para los estudiosos del arte barroco y para México, se halla completa. Eso no ocurre con La Valenciana, a la que le falta una torre y cuyos retablos están muy descuidados. Esto es así por la ausencia de comunicación que tuvo la población de Taxco por muchísimos años. No fue hasta 1928 cuando se abrió la carretera y antes de esa fecha la ciudad no estaba comunicada y había que dar una vuelta enorme por Ixtapan de la Sal y salir por Toluca. Ahí quedó la iglesia y se conservó. También permaneció bien conservada por el aprecio profundo, por el amor que los taxqueños tienen por su iglesia, por la atención que le brindan para cuidarla porque está entera. Falta la alfombra y el candil, que esos sí se los robaron. Pero es fácil reemplazarlos.”

De esta manera se expresa doña Elisa Vargaslugo, la gran estudiosa de esta imponente Santa Prisca de Taxco, tema recurrente en sus estudios y en sus cuidados, en sus descubrimientos y en sus críticas a (todos) los que no cuidan del “tesoro artístico de México”.

Desde pequeña, Elisa Vargaslugo visitaba la famosa ciudad de Taxco porque era sitio de veraneo y porque había que desplazarse hasta esa ciudad para admirarla, visitarla, quererla. Santa Prisca puede verse desde cualquier punto de Taxco, entres o salgas de la ciudad.

La primera edición del libro de la doctora Vargaslugo, La iglesia de Santa Prisca de Taxco, es de 1974; la más reciente es de 1999, y actualmente se planea imprimir la última aportación de este trabajo.
 

Elisa Vargaslugo investigadora. Foto: Pedro Cuevas, 1977. Archivo fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.
 

Desde que eras niña ibas de visita y ya era famosa la ciudad como lugar de veraneo y la forma tan bella como fue construida. Además, si Santa Prisca puede verse desde cualquier punto de la ciudad, ¿cuáles fueron tus primeras visiones de Santa Prisca y de Taxco y por qué te viste obligada o compelida a hacer esta investigación?

Desde muy chica frecuenté Santa Prisca porque mi madre tenía allí a su madre; yo iba aproximadamente durante dos meses seguidos en vacaciones. Conocí Taxco de sobra y realmente era precioso. El progreso lo ha echado a perder. Primero, no había coches y, ahora, ya no caben los coches. Ésa es una diferencia enorme. La vida giraba alrededor de la iglesia: la plaza principal, las campanadas surgían desde la mañana, a cierta hora, y se conservaba toda la tradición católica antigua. La Semana Santa y las procesiones son aún muy importantes. Es decir, Santa Prisca siempre ha sido el centro de la vida social en Taxco.

Santa Prisca ha sufrido atentados. Un cura la pintó de azul. Tuvo que venir el Intituto Nacional de Antropología e Historia para limpiarla y dejarla del color que es. Siempre me intrigó todo lo que rodeaba a Santa Prisca, y después comencé a estudiar Historia y llegué a la conclusión de que Santa Prisca debía revelársele al visitante, al estudioso y al lector común y corriente.

¿Cuántos años de investigación especializada transcurrieron antes de la aparición del libro?

Fueron aproximadamente nueve años, porque comencé a estudiar todo: todas las tablas, las imágenes, las molduras, hice muchos dibujos que no se publicaron pero que a mí me servían para darme cuenta de la forma, de la constitución formal de los retablos y de la misma variación de las formas y cómo se repetían. Pude darme cuenta de cómo se transformaban, por ejemplo, las figuras de los obispos, cómo llegaron a ser puramente decorativas, que no querían representar a un obispo sino que ya nada más eran cabezas de obispos. Los ángeles se fueron y se llenó de obispos. Todo eso lo supe a partir de la observación y de los esquemas que aprendí a hacer in situ. Yo tenía que hacer los esquemas como Dios me dio a entender. Eran materiales de trabajo que no se publicaron.

¿Había archivo?

No podía hacer mucha investigación de archivo por dos razones. En primer lugar, el cura era enemigo de cualquier asunto cultural. Después, tuve que visitar al obispo de Guerrero, que sí era una persona culta, y me apoyó y le habló al cura. Sin embargo, existían muy pocos documentos, mismos que están todos citados en el libro. Por otra parte, José de la Borda, impulsor del proyecto de construcción, no quiso que hubiera libro de estados. Por modestia no quiso que se llevara el registro de todo lo que se gastó. No hubo libro que registrara cada día los avances de la obra.
 

Iglesia de Santa Prisca. Foto: Elisa Vargaslugo.

 

Santa Prisca, Taxco, Guerrrero. Foto: Elisa Vargaslugo.
 

Desde la aparición del libro, ¿cuánto tiempo transcurrió para la primera reconstrucción?

Ha habido varias reconstrucciones. Antes de que empezara el libro ya había ocurrido una reconstrucción importante en 1935, pocos años después de que se abrió la carretera y comenzó a circular mucha gente. Entonces, en un temblor que hubo, se cayó la virgen que remataba la fachada; un elemento nuevo. Se cayó y no se pudo pegar, se tuvo que hacer nueva. El arquitecto Cordera hizo la primera restauración de Santa Prisca.

¿Desde cuándo se organizó la asociación para tratar los asuntos de Santa Prisca?

Fue después de la segunda restauración, en tiempos del gobernador Ruiz Massieu, que también era un hombre culto e interesado por la cultura de Guerrero y publicó muchas cosas sobre la entidad. Él ordenó una restauración pero no fue completa. Fue una mano de gato a todo el edificio y a las pinturas, las cuales recibieron mayor atención. Después quedó abandonada la iglesia y sólo se hizo un intento de iluminación.

En el caso del arte novohispano, su arquitectura y pintura, ¿por qué los sacerdotes no asumen que es parte integral de la iglesia católica?

No entiendo por qué los sacerdotes, que son hombres supuestamente cultos, no se interesan. Excepcionalmente, ha habido quien nos ayuda. Hay sacerdotes a quienes sí les interesa salvar el patrimonio artístico, pero no son todos. La mayoría piensa que la obra religiosa es del Estado. Eso les molesta reconocerlo. Si es del Estado que lo arregle el Estado pero no ayudan a conservarla.

Después de la restauración que pagó el gobierno estatal de Ruiz Massieu, la iglesia de Santa Prisca volvió a estar en un estado lamentable. Todo alrededor de la fachada estaba lleno de porquerías; objetos metidos entre las molduras. Es famoso un sartén con frijoles en la fachada. Por todo eso, decidimos formar este grupo que todavía existe, que se llama Sociedad de Amigos de Santa Prisca. El grupo se organizó para garantizar la conservación de Santa Prisca porque de otra manera ocurriría lo mismo de antes. Cambia el gobernador, cambia el cura y entonces se viene abajo la obra de restauración. Ahora la iglesia está sometida a una restauración completa. Primero, de toda la arquitectura, porque tenía cuarteaduras muy graves. Vamos para quince años de estar trabajando en favor de Santa Prisca.
 

Carlos Bosch García, Elisa Vargaslugo en su estudio. Foto: Cecilia Gutiérrez Arriola, 2014.
 

Durante las sucesivas restauraciones y labores de mantenimiento, ¿nunca se encontraron lugares ignotos, tesoros escondidos?

No, nada. La iglesia, por todo lo que he leído de Peñafiel y otros cronistas, fue saqueada en la época previa a la instauración del gobierno de Porfirio Díaz, en la revolución que hubo. Se robaron los vasos y seguramente se llevaron los candiles. Se llevaron los objetos, lo desprendible. Nunca ha tenido más tesoros. Ahora bien, tuvo un tesoro importantísimo, que fue una custodia que medía dos metros de alto, cuajada de esmeraldas y perlas que pagó José de la Borda. Pero por razones económicas, cuando necesitaba dinero para sacar adelante su obra minera, primero pidió prestado a la Iglesia y ésta se lo negó (todo está documentado). Borda entregó Santa Prisca con todos sus tesoros, retablos y alfombra, y todo pasó a ser propiedad de la Iglesia pero no la custodia. Él conservó inteligentemente la propiedad. Entonces se vio en la necesidad de venderla a la Catedral de México. De esa manera pudo irse a Zacatecas y revivir su fortuna en las minas de ese estado.

¿Existe esa custodia?

No. Borda la vendió a la Catedral de México en el siglo XVIII. Después, en el siglo XIX, una señora la compró a la Catedral. Pero en la época de la Revolución, entre 1910-1912, la vendieron a la iglesia de Notre Dame en París. Yo fui a buscarla allá. Me ayudaron personas dedicadas a la conservación de los monumentos de arte. Ya no se encontró. El último dato de un mexicano que vio la custodia es de 1914. La buscaron en Francia hasta en los pueblos, porque durante las guerras europeas escondían los objetos en pequeños pueblos.

Si eres la persona que más sabe sobre Santa Prisca después de haber hecho todos estos estudios e investigaciones, y además no la has abandonado y buscas que se cuide y reconstruya, ¿cuál sería tu sitio preferido en la iglesia?, ¿cuál es el rincón que se halla más cercano a ti?

Es un poco difícil porque me involucré tanto en el caso de Santa Prisca que me fui dando cuenta en cada etapa de qué tema era el que predominaba y por qué. Fui avanzando hasta llegar a la nave y fui dándome cuenta de cómo la concibió José de la Borda. Él fue quien dirigió y pagó todo pero fue su pensamiento lo que la creó, el elemento que realmente diseñó el monumental edificio. Yo veo todo el conjunto de los retablos y no puedo separarlo en elementos o áreas. Los veo como una unidad porque realmente constituyen una unidad. La retórica barroca hizo de las suyas porque logró intervenir en los altares y en sus imágenes enviando mensajes a la sociedad. Algunos mensajes están a la altura del pueblo y otros son más elevados pero toda la historia sagrada se encuentra registrada o señalada ahí. Todos los valores de la Iglesia. Está todo. En el Altar Mayor se vuelven a concentrar todos esos valores importantes de la teología y de los dogmas, pero curiosamente ya no entran las cosas y los temas que estaban más al alcance de la sociedad. Las devociones cotidianas están ahí y son muy interesantes y útiles para saber cómo Borda pensó en todo eso: dejar una serie de santos para las devociones y prácticas cotidianas de la vida, como bendecir a quien encuentre algo que se perdió, bendecir a los animales, para la cura de los ojos…, en fin, todos esos cultos instaurados para mejorar la vida están ahí. Pero conforme va ascendiendo la ornamentación con bases religiosa e intelectual, llega al Retablo Mayor donde se hallan los grandes valores de la Iglesia. Me cuesta trabajo decir que yo me concentro y quiero este pedacito de una manera especial.
 

Portada interior de la primera edición, viñeta de Nora Vargaslugo.
 

Aquí surge una duda muy lógica pero peliaguda. Cuando llegaron los españoles y empezaron a erigir todas estas construcciones deseaban interesar e impresionar, ahora diríamos, apantallar a la población. ¿Cómo se señalaban, ubicaban, escogían los santos?

José de la Borda seleccionó los santos porque él dijo que construiría esa iglesia y que la entregaría a la misma institución pero que no quería la intervención de nadie. Él se sintió y supo dueño hasta el momento de la entrega oficial. No quiso que alguien interviniera. Naturalmente, intervinieron los artistas, sus sentires y sus ideas. Pero no existe la intervención de un ideólogo, de un cura que haya creado el programa. A mi modo de ver, el programa lo forjó Borda. Por ejemplo, hay un altar dedicado sólo a santos; otro sólo a santos civiles, que no eran religiosos; y luego empieza el sacerdocio, la Pasión, los retablos de la familia de Cristo. Sigue subiendo, empiezan a surgir los obispos, así hasta lo más alto de la iglesia. Realmente, está muy bien realizado el escalafón que debe ocupar cada uno de los retablos. Lo hizo Borda. No existen datos ni sospecha de que lo haya hecho otra persona.

¿A qué obedece que la construcción esté dedicada a santa Prisca? ¿Borda lo decidió? ¿Era una santa del pueblo?

Ya se llamaba así la pequeña iglesia que existía antes. Por eso le dejó Santa Prisca. Porque esta iglesia es un homenaje al martirio. En todos los retablos hay una señal que conduce al martirio. Eso le interesó personalmente a Borda. Yo había sospechado, después de leer y revisar lo hallado en documentos, cierta “guía de inspiración”. Por fortuna encontré noticias que refieren que el hermano de Borda tuvo problemas y fue perseguido en Zaragoza, España, y para evitar mayores consecuencias huyó a Taxco; por eso don José construyó un altar dedicado a los mártires de Zaragoza. Toda la erección está dedicada al martirio. Ésa es la verdadera esencia religiosa de esa iglesia. Sin embargo, no señala el aspecto cruento del martirio sino más bien su glorificación. Buen ejemplo lo constituye el Retablo de los Sacerdotes: muchos de ellos, si no es que todos, fueron mártires. Es el mismo elemento que aparece entre las santas mártires.  Otro personaje que glorifica el martirio es nada menos que la imagen de san Sebastián, cotitular de la iglesia.

¿Repitió Borda este elemento o tema personal en Zacatecas?

En el pueblo del oro, que es pueblo minero, dio dinero para la iglesia. Él ya no estuvo cerca, sólo daba dinero. A Zacatecas fue a recuperar las minas. Debió haber dado suficiente dinero para la erección de la iglesia. Borda vivió su vida de manera trágica. No se apellidaba De la Borda, sino Ubó; y eso, por fortuna, también pude indagarlo. Hay unos documentos en Zacatecas. Ya iba a morir y son codicilos. El primero dice que no recuerda el apellido de sus padres. Pero el segundo dice que ya recordó, que no se apellida De la Borda sino Ubó. Se cambió el nombre, asumió el de su madre, a quien le habían puesto La Borde. Y él se puso Borda cuando llegó a México para que no fuera reconocido, ya que buscaba a su hermano que era perseguido desde España. No logré informarme bien de cuál fue el delito del hermano. Lo que supuse es que fue algo en contra de los mártires de Zaragoza. Ya es un poco tarde para seguir investigando qué hizo el famoso Francisco de la Borda: se dio la gran vida en Taxco y en México y no le importó nunca nada; jamás comentó que no se apellidaba así. Ese hombre vivió feliz. En cambio, el que sufrió todo fue José de la Borda. Él fue el que padeció por el pecado del hermano, y luego por el lío en torno a su apellido. Eso sí: mandaba dinero a su madre pero todo el asunto se hallaba disfrazado. Lo hacía a través de una señora Sánchez y allá había alguien que se lo llevaba a su mamá. Todo eso tenía que hacer Borda.
 

Portada de la segunda edición.
 

Tras las sucesivas ediciones del libro, tengo la sensación de que cuando terminas una investigación y empiezas a publicar, tienes que ir aumentando las páginas de las siguientes ediciones porque surgen nuevos materiales de investigación. ¿Es así?

Con la segunda edición no, porque se agotó rápido la primera, pero con la tercera sí. Están todos los documentos. Fui al lugar donde nació Borda, en Olorón. Ahí mandé copiar los documentos. Están publicados en la tercera edición. También se encuentra el acta de nacimiento de Borda. Visité la iglesia donde fue bautizado, el panteón donde están enterrados los parientes. Su madre tuvo 21 hijos. Él fue el número 20. Hay una colección de datos bastante interesante que perteneció a un francés que radicó en México; a él le prestaron otros documentos en Condumex. Compró algunos papeles que tenían los Porrúa. A mí los Porrúa me prestaron algunos, pero no todos. El francés ha investigado un poco más sobre la vida del hijo de Borda que era sacerdote, del hermano y de cómo vivieron en México. Escribió una novela bastante agradable y bastante seria porque describe cómo vivieron, así como la relación de Borda con su hijo. Aunque le dijo que tenía que ser sacerdote, el hijo no tenía cien por ciento la vocación para hacerlo.

¿Tú crees que para hacer investigación en historia del arte sacro, colonial, necesitas ser creyente?

No creo que tengas que ser creyente en el sentido profundo, pero sí te ayuda. Hay cosas que las entenderá mejor un creyente que un creyente a medias, como creo que somos la mayor parte de los mexicanos, ya que no hemos recibido desde pequeños una educación católica más formal. Por ejemplo, en mi Seminario invité a varios sacerdotes para que hablaran de pinturas del Nacimiento del Niño Jesús, la Adoración de los Reyes… Vinieron un franciscano, un dominico y un jesuita. Cada uno hizo una verdadera aportación que no tendrías clara por más que hayas estudiado el tema. El dominico explicó hasta el mínimo gesto representado en la pintura, lo cual nosotros no habíamos visto. No podíamos verlo porque no teníamos la formación del dominico. Claro, yo consulté con bastantes sacerdotes, amigos míos, sobre la investigación de Santa Prisca. También depende de la obra. En los temas del Nacimiento del Niño Jesús y la Adoración de los Reyes existen pensamientos más profundos, definitivos para la religión. En Santa Prisca no es lo mismo: son devociones manejadas de una manera más ligera para dirigirlas en dirección del culto. Pero toda pintura que represente la Adoración de los Pastores tiene que poseer todo el valor religioso que la Iglesia le otorga a ese momento de la vida de Cristo.

¿Las pinturas que están dentro de Santa Prisca son propiedad del Instituto Nacional de Antropología e Historia y están bajo custodia del sacerdote en turno?

Se supone que el sacerdote tiene que tener la custodia. Algunos lo han hecho muy bien y otros no. Parece que el sacerdote que está ahora se ha convencido de que hay que cuidar la iglesia, hay que modificar ciertas cosas. Ojalá así sea porque nos ayuda y no se sufre con mantener la iglesia bien, como debe ser. Toda la iglesia tiene que ver con el INAH. Sobre la gran pintura que es la historia del nacimiento del Niño Jesús, un sacerdote podría hablar mucho más profundamente que cualquiera de nosotros.
 

Elisa Vargaslugo fotógrafa. Foto: Lothar Knauth.
 

Eso quiere decir que todas esas obras artísticas, las pinturas, los retablos están ligados a la vida popular. ¿Qué podemos hacer para que los pobladores de Taxco, aunque hayan llegado de fuera, empiecen a darse cuenta de que esta iglesia, como joya arquitectónica, y sus alrededores son un gran atractivo para el turismo? ¿Qué va a hacer la Sociedad de Amigos para que los habitantes de la ciudad sientan la iglesia como de su propiedad y la cuiden?

Hemos estado luchando por eso. En general, no es fácil para el pueblo mexicano porque no ha recibido educación al respecto. Desde la primaria debería enseñarse que el arte mexicano también tiene un valor histórico, y que habría que cuidar y saber de lo prehispánico y de todo monumento. Pero no se enseña. Entonces cuesta trabajo entre personas de cierta edad que lo acepten, lo cuiden, no lo destruyan y no le falten al respeto. Estamos tratando de hacer eso y algo se ha logrado. Pero qué difícil es actuar. Se forma un grupo que quiere colaborar para la conservación del pueblo. Entonces empiezan a molestarte con el grupo que ya estaba. Es desesperante. Los extranjeros que vivieron en Taxco conservaron la belleza del lugar hasta que se fueron. Con ellos se conservaban las casas, los jardines, todo. Se gozaba de una ciudad única, preciosa. Hay mucho por hacer y cuesta oro. Tenemos el empeño de seguir. Las autoridades deben intervenir porque se está modificando mucho el paisaje urbano de Taxco. Están permitiendo que en tal tejado aumenten medio metro. Están perdiéndose las proporciones de conjunto. De un determinado lugar de Taxco podías ver el Convento de los Dieguinos, ahora ya no se puede ver porque ya subieron el techo. La gente cree que porque les están dando permiso de subir un poquito sus tejados no están haciendo daños. Eso lo han hecho funcionarios y yo ya lo he dicho directamente al director del INAH. Los funcionarios del INAH estaban otorgando permisos que no debieron darse nunca. Si había un tinaco, dieron permiso para poner tres. Todo el ambiente alrededor de la iglesia está feo. El pueblo sí estaba considerado como un monumento colonial pero no lo han respetado. Los taxqueños se mueren de ganas de que su iglesia pase a la historia como monumento de la humanidad. Pero ya se les dijo que no se puede porque el ambiente que la rodea es de vergüenza: todo lleno de puestos. Se logró que se quitaran porque estaban pegados a las paredes de la iglesia. Han hecho muchas cosas que rompen el ambiente, y entonces dijeron que no se trata de que la obra-monumento quede metida y rodeada de cosas vergonzosas, sino que debe tener un ambiente que la respete.

Incluida tu idea de que no se vendan estampitas en la entrada.

Ha sido una lucha eterna. A ver si los taxqueños toman más conciencia y ponen más empeño. De lo que se trata es de colaborar y eso implica mucho esfuerzo en México. I
 

Elisa Vargaslugo en su biblioteca. Foto: Cecilia Gutiérrez Arriola, 2015.

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 18.11.16.

Imagen de portal: Elisa Vargaslugo en su estudio de San Jerónimo. Foto: Cecilia Gutiérrez Arriola, 2016.

Temas similares en Archivo de artículos.