Un libro, un museo: MACAY
Citlaly Aguilar Campos*
citlaestrella@hotmail.com
Fundación Cultural Macay, AC: MACAY. Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán. 15 años, China, Fundación Cultural Macay, AC, 2012.
EN EL AÑO 2012, la Fundación Cultural Macay, AC, publicó un libro para celebrar el quinceavo aniversario del Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (MACAY). La obra resume y detalla la vida, transformaciones y actividades propias tanto del edificio que alberga al museo como del espacio cultural en sí.
Se trata de un libro de gran formato, pasta dura y un color naranja en portada que atrapa la atención de inmediato. Tiene una impecable presentación. Sus quinientas páginas son indicativas de toda la riqueza histórica y anecdótica que el lector podrá encontrar en la publicación. Gracias a una labor de curaduría e investigación a cargo de Silvia Madrid, se logra que la abundante información presentada tenga coherencia y se ajuste a las líneas de pensamiento que atañen a cada etapa, acontecimiento o autor que se describe.
¿Cuál es el objetivo central de esta obra? Más que ser una cronología, busca destacar el papel del MACAY como un espacio donde la interacción entre individuo y arte resulta fundamental, pues este museo no sólo se concibe como un lugar de promoción y exhibición sino que, a través de una relación activa y dinámica, se interesa por que las personas que entran en contacto de alguna forma con él se beneficien de un proceso de difusión y producción de conocimiento y creatividad.
Los textos que aparecen al comienzo del libro constituyen una afirmación de las sólidas convicciones que guían al museo yucateco: mantener una relación estrecha entre arte y sociedad, es decir, reforzar el vínculo entre la cultura y las personas, acercar a la gente a esta clase de manifestaciones y que perciban de forma diferente y atractiva tales actividades. El hilo conductor es el factor educativo. En el libro queda registrado que el MACAY se ha preocupado siempre por ser algo más que exposiciones y acervo artístico. Jorge Cortés Ancona explica puntualmente en el Prólogo el propósito del museo: “Nunca fue concebido como un común repositorio de piezas sino, ante todo, como un recinto activo en el que se trabaje dentro y fuera de sus muros” (p. 19).
La lectura de esta obra nos permite una reflexión acerca de la misión principal de los museos de arte, no sólo en México sino en todo el mundo: más que ser escaparates o vitrinas de trabajos artísticos, acercar al público al arte, a fin de que la gente lo integre a su vida y se sienta motivada para visitar esta clase de lugares. El arte es algo inherente al ser humano y debe despertar el interés de todos: “El museo, cualquier museo, debe ofrecer al público, cualquier clase de público, no una, sino muchas, incontables ventanas para que se asome aquél al mundo de la imaginación. Debe ofrecer innumerables puertas para que transite, libre y voluntariamente, hacia los mundos de la reflexión –primer paso para la autoeducación.”[1] El libro en sí refuerza esta tarea: hacer que más gente se sienta interesada por visitar el MACAY o cualquier otro museo, pero que hagan del arte una parte de su vida.
Algo que debe resaltarse es que el museo hayan cumplido quince años en 2012, curiosamente, el año de la cultura maya. Esto nos lleva a recordar que el estado de Yucatán ha tenido una contribución notable al patrimonio cultural y artístico de México, desde tiempos ancestrales. Se trata de una entidad preocupada por la educación de sus pobladores y por preservar sus monumentos, dar a conocer su historia y promover este legado tanto en el ámbito nacional como en el internacional.
Es así que el libro que nos ocupa busca ser una aportación a la memoria cultural de Yucatán y del país en general. Dar fe y testimonio de la historia del recinto que aloja al MACAY y sus relaciones con hechos, sucesos y periodos históricos como, por ejemplo, la Colonia y la Revolución mexicana. O en el caso específico del museo, la labor que ha realizado y la diversidad de expresiones, de diferentes artistas, disciplinas y enfoques relacionados con el arte contemporáneo, que ha expuesto y difundido; es decir, obra de pintores, escultores, fotógrafos, músicos, conferenciantes, investigadores, etcétera. El MACAY se muestra como un centro dinámico y convergente que así como se encuentra a la vanguardia en las actividades que le son propias, también tiene profundas raíces históricas y sociales que lo enriquecen por completo.
Montaje de una obra de Fernando García Ponce en el MACAY.
El libro se divide en diecisiete apartados que obedecen a un orden cronológico. De esta forma se orienta al lector en lo referente a la trayectoria del MACAY desde su fundación y también se abordan las condiciones que rodearon al edificio que lo alberga: primero sede del Palacio Arzobispal y posteriormente del Ateneo Peninsular.
El primer apartado es sobre la historia del edificio. Abarca un periodo de cuatro siglos, de 1558 a 1991. En él se describe el contexto sociohistórico que rodeó al inmueble desde su creación hasta poco antes de convertirse en sede del MACAY. Es importante señalar que los espacios constituyen referentes históricos y fundan imaginarios, así que el edificio del MACAY, aunque ha sufrido una serie de transformaciones –es decir, cambios notables en su estructura–, posee su propia historia, factor que hace más significativo el que ahora funcione como museo, ya que todas esos cambios y adaptaciones lo dotan de un abrumador simbolismo que permea de forma continua todas sus áreas. En otras palabras, nada sería igual si el MACAY estuviera ubicado en otra construcción.
El apartado cierra con la etapa de abandono y deterioro que sufrió el que fuera sede del Ateneo Peninsular. El inmueble albergó oficinas de gobierno y locales comerciales. Particularmente en su planta alta hubo despachos de la Zona Militar y del Tribunal Superior de Justicia.
En el segundo apartado, titulado “Paso a paso”, se narran los años previos a la fundación del museo. En 1991, Carlos García Ponce –en ese entonces presidente de Bellas Artes de la Fundación Cultural Yucatán– entabló un diálogo con la gobernadora del estado Dulce María Sauri Riancho para el rescate del inmueble del Ateneo Peninsular. El momento político y social de la entidad favoreció que las gestiones fueran exitosas, ya que el gobierno de Sauri estimulaba la participación privada en proyectos de desarrollo cultural de Yucatán. Es así como García Ponce retomó la idea original de Salvador Alvarado de que el inmueble fungiera como un recinto cultural.
En 1992, Dulce María Sauri sede en comodato el edificio a la Fundación Cultural Macay para la creación de un museo de arte contemporáneo en beneficio de los habitantes de la entidad y el resto del país. Se planteó como objetivo lograr ser el único de su tipo en la región sur-sureste de México.
Un hecho muy importante que se menciona en este apartado es la solicitud que se hace al investigador argentino Miguel Madrid Jaime, adscrito al Centro de Investigaciones y Servicios Museológicos de la UNAM, para colaborar y consolidar el proyecto. La relevancia del dato radica en que Madrid Jaime se transformó posteriormente en el primer director del MACAY, cargo que desempeñó desde 1993 hasta 2006, año de su fallecimiento. El personaje constituye una piedra angular y simbólica del MACAY, ya que dedicó su vida a hacer que el museo se consolidara y fuera lo que hoy en día es.
La tercera parte aborda el periodo de la inauguración del museo y sus primeros años en funcionamiento. El 29 de abril de 1994 se llevó a cabo la apertura formal del MACAY. El público accedió por primera vez al inmueble por el recién renovado Pasaje de la Revolución. Cinco exposiciones acompañaron esta inauguración, una de ellas con trabajos del arquitecto y pintor mexicano Juan O’ Gorman.
Algo que salta a la vista, y que resulta muy gratificante, es que los texto del libro se acompañan de una cantidad considerable de fotografías que fueron insertadas estratégicamente para ilustrar el tema tratado. Estas imágenes permiten ampliar el horizonte de comprensión del lector, además de que brindan un testimonio visual sobre la historia del museo, así como de los esfuerzos y logros relativos a su funcionamiento y preservación.
En general, el diseño editorial de la obra es agradable y llamativo; la composición y distribución de imágenes y texto es la idónea para estos casos: de pronto dos páginas enfrentadas alojan una imagen y permiten observar con mayor detalle piezas que han sido expuestas en el museo. Es un libro de notable calidad, hay un gran esmero en su creación y diseño.
La publicación constituye una descripción detallada y puntual sobre las exposiciones y trabajos presentados desde la apertura del museo hasta el año 2009. Hay una reseña completa de los artistas que han pasado por el MACAY, su puntualidad cronológica es digna de admirarse.
Trabajos de rescate del Pasaje de la Revolución, anexo al MACAY.
En el primer boletín del museo, publicado en 1994, Miguel Madrid Jaime señaló: “El MACAY es una tradicional vereda de la cultura que en Yucatán tiene brillantes antecedentes, no en balde Mérida ha llevado desde largo tiempo el sobrenombre de Atenas del Sureste.”[2] Esto lleva a la reflexión de que el título asignado por el general Alvarado era, más que un nombre, una manera de resaltar el histórico interés de Yucatán por el arte y la cultura.
El cuarto apartado está dedicado al año 1996. A partir de esta sección el resto de los años que abarca el libro es revisado de manera independiente en los apartados subsecuentes. En 1996 se comenzó con uno de los proyectos más emblemáticos de la institución: Un Día en el MACAY, que consiste en recibir a niños (más específicamente, grupos de veinte) de diferentes grados escolares. Tal empresa ha seguido funcionando y se ha transformado en un gran aliciente y símbolo del museo, ya que con este programa se estimula la imaginación, sensibilidad y creatividad de los niños; además de brindarles una experiencia de acercamiento al arte e interacción con él, se busca que lleguen a percibirlo como parte esencial de la vida humana, como un instrumento de comunicación y expresión fundamental.
Un Día en el MACAY rescata el carácter lúdico del arte. Una obra artística puede verse como un elemento para el juego y de este modo vincularnos con el mundo y comprenderlo. El filósofo alemán Hans G. Gadamer menciona al respecto: “la obra de arte tiene su verdadero ser en el hecho de que se convierte en una experiencia que modifica al que la experimenta”.[3] Interactuar con el arte, mediante el juego, nos permite una reconfiguración de nuestra realidad, ya que te vuelves parte de ese mundo pero sin perder tu esencia: los niños que van al museo se dejan atrapar por la obra de arte y se convierten en actores-espectadores. La actividad lúdica concilia intuición y razón, lógica y sentimiento. Así, este proyecto permite que se observe el arte como una actividad vital, además de despojarlo de etiquetas rígidas. Con ello cada vez más personas –desde temprana edad– se empapen de la actividad artística. En este sentido, un logro del periodo fue la apertura de la sala de historia del arte enfocada a la niñez y juventud.
La quinta parte comprende un detalladísimo relato de las actividades del museo durante 1997 y los principales personajes que tomaron parte en ellas. Por otra parte, en 1998 se celebró el quinto aniversario del MACAY con el programa de actividades Ponte Chula, Mérida, dentro del cual, el último sábado de cada mes, se ofrecieron en el recinto conciertos, conferencias y otras actividades culturales. El museo sigue reforzando su idea de aproximar a la población al arte ofreciendo diversas opciones y perspectivas estéticas que hagan posible experiencias enriquecedoras.
En el séptimo apartado se resalta precisamente que el MACAY busca ser una experiencia importante para los visitantes que nunca antes han estado en un museo. Por ello se esfuerza por brindar conocimientos y emociones nuevas desde la esfera artística. La interacción entre museo, arte y espectadores permite una experiencia integral que nutre a cada uno de los involucrados.
En el año 2000 la ciudad de Mérida fue designada Capital Americana de la Cultura, lo cual motivó un nuevo proyecto del museo: El MACAY Va a las Comunidades. Esta serie de visitas a escuelas del interior del estado pone en contacto a los niños con el arte. En cierto sentido se inspira en el dicho popular originado por el filósofo inglés Francis Bacon cuando alude al profeta Mahoma: “Si la montaña no viene a mí, yo iré a la montaña”. El MACAY busca con tal programa derribar barreras y obstáculos en relación con la experiencia y el conocimiento artísticos, y que se estimule el aprendizaje de este tipo de disciplinas en las nuevas generaciones. Además, que las condiciones geográficas y/o socioeconómicas no sean un impedimento para que los niños se acerquen al arte y estimulen su imaginación.
El noveno apartado trata sobre el rescate del Pasaje de la Revolución como centro de exposiciones en 2001, algo muy simbólico, ya que el MACAY habita y habilita espacios para el arte. Un ejemplo es el aeropuerto de Mérida, en cuyos espacios se presentan exposiciones del museo.
Roger von Gunten y su muestra El mirador.
Gina Novendstern y piezas producidas por ella.
En septiembre de 2002 el huracán Isodoro provocó devastación en muchas zonas del estado de Yucatán. Algunas esculturas que se exhibían en el Pasaje de la Revolución sufrieron daños. No obstante la difícil situación, el museo siguió en funcionamiento: se inauguraron la exposiciones ya programadas –en un tono solemne y discreto–, con lo que se reafirmó su vocación por el arte y en favor de sus visitantes.
2003 trajo consigo nuevos proyectos para el museo. Por ejemplo, Niños pintando un mural es un taller infantil sabatino que tiene como objetivo impulsar la expresión plástica de emociones y pensamientos. También se organizó un taller de grabado y cerámica para adolescentes. Este tipo de actividades demuestra que el MACAY se preocupa por acercar a los públicos jóvenes al arte y que encuentren posibilidades nuevas para desplegar su creatividad, además de ampliar sus conocimientos sobre el tema.
El doceavo apartado hace referencia a la celebración del décimo aniversario del MACAY. Entre los numerosos festejos, se permitió la entrada libre todo el 2004. Además, se invitó a otros museos a exponer parte de su acervo. Algunos de ellos fueron: Museo Nacional de San Carlos, Museo Rufino Tamayo, Museo Palacio de Bellas Artes y Museo de Arte Moderno.
Durante 2005 y 2006 se llevaron a cabo variadas actividades extramuros. Por ejemplo, el Programa Hermandades Escultóricas, que exhibe esculturas de diversos artistas invitados, nacionales y extranjeros, a lo largo del paseo Montejo de la ciudad de Mérida. También se continuó con los cursos de verano y el MACAY se integró a programas que impulsan la educación y el apoyo con becas.
Algo que puso de luto al museo en diciembre de 2006 fue la muerte de Miguel Madrid Jaime, quien se había erigido en un símbolo del MACAY. Él dirigió la institución de manera impecable, haciendo que el recinto creciera y se fortaleciera cada año. Como un homenaje, todas la exposiciones de 2007 se montaron en su memoria. Resalta la exposición en la que se recreó parte del universo personal y laboral de Madrid Jaime.
Los dos últimos apartados se dedican a los años 2008 y 2009. En los textos incluidos se reafirma la misión del museo de ser un punto de encuentro artístico y multidisciplinario. En 2008 se realizaron actividades como conciertos electroacústicos, lecturas dramatizadas, etcétera. Esto permite una reflexión en el sentido de que el MACAY no encasilla el arte y se ha constituido en un lugar abierto a la pluralidad cultural, a la variedad de expresiones de diferentes grupos sociales. Ejemplo de ello es la exposición organizada junto con la Fundación John Langdon Down.
En 2009 se celebraron quince años de existencia del museo. Con tal motivo se lanza una convocatoria nacional para presentar en sus espacios piezas de artistas de todos los estados de la República. En ese año Fernando Ponce García toma el lugar de Carlos García Ponce como presidente de la Fundación Cultural Macay.
El libro finaliza con un anexo consistente en un listado de las exposiciones montadas en el museo y recordadas en la publicación. Se ordenan rigurosamente por año, artista, origen, técnica, espacio o sala y su duración dentro del MACAY. Esta excelente síntesis condesa todo el trabajo museístico realizado por la institución y sirve de guía para encontrar información de alguna obra o artista de nuestro interés en forma rápida y precisa.
MACAY. Museo de Arte Contemporáneo… se convierte en un testimonio escrito y visual del viaje que ha recorrido el recinto desde sus orígenes hasta la primera década del presente siglo. Las imágenes y disposición de los textos hacen que se establezca un diálogo entre el lector y el contenido, y ¿por qué no?, entre el lector y el mismo museo, su historia y entorno cultural. La obra hace evidente una excelsa labor de compilación que hizo posible que cada artista que ha expuesto en el MACAY quedara registrado en sus páginas.
Esta publicación va más allá de un texto conmemorativo; constituye una reflexión sobre el papel que tienen los museos como promotores de la cultura y el arte, es decir, que no sean solamente nichos o vitrinas de obras artísticas, sino que se transformen en espacios de interacción donde las personas puedan expresarse, que encuentren nuevas fuentes de conocimiento y que a su vez se sensibilicen sobre la importancia que tiene el arte como una actividad esencial en la vida del ser humano; una actividad en la que se manifiestan, entre otras cosas, experiencias relacionadas con el territorio en que se habita.
Sala del MACAY.
*Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM.
Inserción en Imágenes: 25.03.15.
Imágenes de portal (de izquierda a derecha): Intermittent Loop, de Daniel Millspaugh, y Split Ring In Motion, de Rob Lorenson, piezas de la exposición Hermandades Escultóricas Estados Unidos-México, Paseo de Montejo, Mérida, Yucatán. Tomadas de MACAY. Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán. 15 años.
Ilustraciones: tomadas del libro MACAY. Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán. 15 años.
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[1] Miguel Alfonso Madrid Jaime en MACAY. Museo de Arte Contemporáneo…, p. 21.
[2] Ibid., p. 58.
[3] H. G. Gadamer, Verdad y método, t. 1, Salamanca, Sígueme, 1977, p. 145.