Recuerdo de Elisa García Barragán
Leticia López Orozco*
llopez@unam.mx
Elisa García Barragán, ca. 1977. Foto: Archivo fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.
ELISA GARCÍA BARRAGÁN Martínez nació en la Ciudad de México el 13 de mayo de 1936 y murió el 2 de septiembre de 2019. A sus 83 tenía en desarrollo varios proyectos y artículos sobre su pasión de vida personal y académica: la Historia del Arte, sobre todo las artes plásticas, arquitectónicas y literarias de los siglos XIX y XX.
83 años se dicen fácil, pero no cuando se refieren a una vida plena, en todos los sentidos, de una mujer como la doctora García Barragán. Cerca de 60 de ellos dedicados a la academia, a la UNAM, concretamente el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE), y otras dependencias en donde sirvió, ya fuera como miembro de cuerpos colegiados, como coordinadora de importantes proyectos académicos institucionales, o como asesora de iniciativas vinculadas a sus líneas de investigación, desde la multidisciplina, pero sin perder nunca su base: la Historia del Arte.
Es una de las pioneras del IIE en cuanto a estudios comparativos, de género y de aquéllos en los que la Historia del Arte dialoga con la Historia, la literatura, la música, la Arquitectura, la Historia de las Mentalidades y la cultura popular. Muchos de ellos no han sido superados, por ejemplo los referidos a los arquitectos Lorenzo de la Hidalga, Ramón Rodríguez Arangoiti y Federico Álvarez. Tampoco los que tratan acerca de Manuel Tolsá, Juan Cordero, José Agustín Arrieta, Ángel Zárraga, Cordelia Urueta y Emilia Ortiz, estudios todos que continúan siendo un referente fundamental para quienes trabajamos este tipo de temas. O sus ensayos sobre el Escudo Nacional, la gráfica del siglo XIX y el muralismo mexicano, trabajos señeros que han acercado a los estudiantes y profesores tanto de México, Perú y Estados Unidos como de Francia, España e Inglaterra al arte moderno mexicano. El libro Cordelia Urueta y el color constituyó un reto que le implicó a la doctora investigar en distintos repositorios, realizar entrevistas y revisar la crítica de arte para ofrecer un estudio más completo en torno a tan importante pintora.
Elisa García Barragán fue heredera del conocimiento de los fundadores del IIE, quienes le enseñaron a respetar y amar su actividad profesional y a trabajar con pasión, seriedad y compromiso. La formaron en lo profesional, pero también le compartieron lecciones de vida. Siempre respetuosa y admiradora de lo que sus maestros habían logrado y transmitido a las siguientes generaciones. Justino Fernández le dio la oportunidad de ingresar al Instituto haciendo investigación hemerográfica, ya que le encomendó transcribir notas periodísticas y de crítica de arte sobre temas que se estaban trabajando en el Instituto. Transcribió a mano, pues entonces no se contaba con computadoras, tabletas o cámaras digitales que facilitaran esa laboriosa tarea. Horas, hojas, fichas, plumas incontables la acompañaron en la Hemeroteca Nacional y otros archivos documentales para cumplir con esa encomienda. Clementina Díaz y de Ovando, su querida tía abuela y ejemplo en los estudios de la literatura y el arte, fue sin duda una guía en su labor cotidiana. Compartieron proyectos, viajes, amigos. Había una relación familiar pero sobre todo de colegas que debatían ideas, opiniones y reflexiones académicas. Fue su mentora, como lo fue también Francisco de la Maza y el ya citado Justino Fernández. Labor singular la que realizaron los primeros maestros de Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, columnas vertebrales para los estudios posteriores en todas las áreas humanísticas, de donde las siguientes generaciones pudieron abrevar y continuar enriqueciendo la cultura mexicana, aunque sin limitarse a ella, puesto que los maestros ampliaron sus fronteras a América Latina, España y otras latitudes.
Elisa García Barragán en conversación con Luis Barragán. Foto: archivo de Leticia López Orozco.
Justo es decir que también fue heredera de la biblioteca de su padre, el licenciado Manuel García Barragán, abogado y político, quien interesado por el arte, la literatura la Historia, la cultura, la Filosofía, legó a la doctora un muy rico y singular acervo bibliográfico. También resulta relevante el contacto con su tío y padrino Luis Barragán, quizá todavía hoy la figura más importante en la historia de la arquitectura moderna en México, ya que es el único nacional que ha obtenido el Premio Pritzker.
El libro de homenaje por sus casi 60 años de trabajo académico y 80 de vida se pensó como una sucesión de colaboraciones de amigos, colegas, alumnos y especialistas, en donde, además de mostrar el cariño, la lealtad y la amistad hacia la doctora, y festejar su octava década, se ponderan algunas de sus aportaciones a su campo de estudio y a la vida universitaria. Los textos se estructuraron en capítulos referentes a áreas de interés de García Barragán: “La Universidad”, “La Historia del Arte”, “La Historia”, “La imagen y la palabra”, “El patrimonio”, “La colega y amiga”, “Los museos”, “La maestra”, “La interdisciplina” y “El intercambio académico”, sin dejar de lado una significativa colaboración de su querido hermano Manuel García Barragán, misma que describe a la doctora en el seno familiar y cómo desde sus años de juventud se interesó por el arte.
En esta publicación el también recientemente fallecido Miguel León-Portilla reconoce las aportaciones de García Barragán en lo que respecta al estudio de las antiguas culturas de nuestro país. Con su singular personalidad y sus doctos conocimientos, el prehispanista alude a los tlacuilos y a algunos poemas en náhuatl que él tradujo, que aluden a la pintura, al color y a su creador, y esto lo hace como una manera de enmarcar el trabajo especializado de García Barragán.
Ingresé al IIE en 1986, directamente bajo sus órdenes. No había la infraestructura que existe hoy en día. Como ella me decía: “aquí somos todólogas”, y en efecto, lo importante era atender las necesidades y resolver situaciones de la vida académico-administrativa de la institución, pues ella fungía como secretaria académica. En ese entonces la directora del Instituto era la doctora Beatriz de la Fuente (1981-1986). Me consta que Elisa García Barragán trabajaba muchísimo, y yo le seguía el paso.
Fue nombrada directora del IIE para el periodo 1987-1990, cargo que en mi opinión merecía de sobra por su entrega a la institución. Sabemos que este tipo de designaciones no gozan de aprobación general, sin embargo, ella poseía una sólida trayectoria nacional e internacional que avalaban su nombramiento. Su carácter, inteligencia, tesón y simpatía le ganaron amigos de diversos círculos: universitarios, intelectuales, artísticos, gremiales, culturales y políticos, gracias a los que pudo desarrollar su gestión con éxito, a pesar del asedio semanal y rutinario que recibía de aquellos académicos inconformes con su designación. ¡Qué tiempos aquéllos! Sin duda era otro Instituto. Más académico, más universitario, más creativo, más respetuoso. No es que ahora no lo sea, pero en ese entonces, parafraseando al maestro Jorge Alberto Manrique, cuando se refería a la dinámica del Instituto, “éramos como una gran familia”.
Esto me hace recordar que en el citado libro de homenaje a García Barragán el ex rector Guillermo Soberón evoca “vivencias que, al tiempo que realzan la misión trascendente de nuestra Universidad, denotan la entrega de los universitarios a la vida académica, sustento de la institución, un valor fundamental de la Universidad Nacional Autónoma de México”, valor del que la doctora García Barragán ha sido parte fundamental. Y el doctor José Sarukhán, otro ex rector, se sumó al homenaje con un texto muy cariñoso en el que destaca la institucionalidad y espíritu universitario de la doctora, incluso en momentos difíciles para la UNAM y el IIE.
Roberto Garibay S., Retrato de la doctora García Barragán. Foto: archivo de Leticia López Orozco.
Sus colegas universitarios la llamaban Licha. Segura estoy de que la doctora saldó ampliamente la deuda con nuestra Universidad, misma que nos formó. Por si fuera poco, en ella y para ella desempeñamos nuestro trabajo y constituye la institución que hicimos parte sustantiva de nuestro proyecto de vida. De ahí nuestra gratitud y compromiso.
Cabe señalar que la Universidad dialoga y comparte ahora con otras instituciones de enseñanza superior la educación profesional y de posgrado en nuestro país, en el marco de un centralismo en donde, como afirma Diego Valadés, la “UNAM fue un actor fundamental en la construcción del México contemporáneo. Sus aportes incidieron en todas las áreas profesionales y del conocimiento en el país. Una de esas contribuciones, vertebral para la identidad nacional, fue la cultural. Y aquí nos acercamos a lo que representan tareas como las realizadas por una universitaria paradigmática […] Elisa García Barragán”.
Es importante recordar que fue una gran gozadora de la vida. Disfrutaba su trabajo profundamente. También una buena comida, un whisky en las rocas, un rico postre, aunque éste no fuera recomendable para su salud. Disfrutaba una buena novela, una película que la conmoviera o la obligara a reflexionar, una conversación con amigos o la discusión sobre los vaivenes políticos y culturales del país y el mundo.
Fue una inteligente y culta conversadora. Entre sus amigos entrañables de México, España, Francia y Perú se contaron el ex rector Jorge Carpizo, los investigadores y profesores Miguel León-Portilla, Ascensión Hernández de León-Portilla, Margarita Ponce, Olga Sáenz, Martha Fernández, Rubén Bonifaz Nuño, Vicente Quirarte, Patricia Galeana, Diego Valadés, Rodolfo Rivera González, Luz del Carmen Vilchis, Alfia Leyva, Rafael López Guzmán, Lázaro Gila, María del Mar Lozano Bartolozzi, Jean Paul Duviols, Nanda Leonardini y la que estas líneas escribe. Con ellos, por ejemplo, compartió viajes, pues es bien sabido que fue una ávida e inquieta conocedora de otros países, de otras culturas, de otras realidades. Quizá omita muchos otros nombres pero más se debe a cuestiones de espacio que a su importancia dentro de la historia personal de la doctora García Barragán.
Siempre fue generosa con la gente que le ayudaba en su casa. Mary trabajó con ella más de 36 años y la doctora amadrinó a su hijo Fernando, a quien apoyó para estudiar diseño gráfico. A mí me decía: “Lety, usted y su familia son parte de la mía, yo la quiero mucho.” Entre muchas anécdotas indicativas de su ser generoso, recuerdo lo que me contó a principios de 2019 en relación con los músicos callejeros que a diario se acercaban a su casa a tocarle cualquier pieza, para recibir alguna propina de ella: “Fíjese qué curiosos. Primero venía la familia completa y les daba cien pesos, pero luego empezaron a venir en dos grupos, y luego en tres, finalmente uno por uno; entonces terminé dándole a cada uno cincuenta pesos, que necesitan.”
Clementina Díaz y de Ovando y Elisa García Barragán. Foto: archivo de Leticia López Orozco.
Otra anécdota tiene que ver con las innumerables ocasiones en que la invitaron a impartir conferencias y cursos, realizar curadurías y participar en congresos, tanto en México como en el extranjero, lo que le permitió viajar muchísimo, otra de sus pasiones: Muchas veces las instancias receptoras cubrían sus gastos de viaje; sin embargo, ella siempre viajó financiándose sus gastos. Yo le dije un día, “pero doctora, usted tiene el derecho a pedir recursos del Instituto para cubrir el pasaje o los viáticos”. Ella me contestó: “Lety, afortunadamente no lo necesito, yo me puedo pagar mi viaje, y no quiero complicaciones burocráticas, y quizá hay quienes lo necesitan más que yo, y la Universidad no puede financiar a todos.”
En 1984 se doctoró en Historia con especialidad en Historia del Arte por la UNAM; obtuvo mención honorífica. La tesis que realizó, Juan Cordero. Los días y las obras, fue publicada por el IIE ese mismo año, y el gobierno del estado de Puebla tiró la segunda edición en 1992 en el marco del V Centenario del Descubrimiento/Encuentro de América.
Muchos fueron sus logros y méritos académicos. Enumero algunos de ellos: fue investigadora titular “C” definitiva de tiempo completo en el IIE y miembro de varios órganos dictaminadores y evaluadores de la UNAM, como el Consejo Académico del Área de las Humanidades y las Artes, comisiones para revisar proyectos académicos de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA), institutos como los de Investigaciones Históricas, Bibliográficas, Jurídicas y Filológicas, las facultades de Filosofía y Letras y Arquitectura, la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), hoy Facultad de Artes y Diseño, y el Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE, antes Escuela de Verano, fundada por José Vasconcelos en 1921).
Impartió cátedra en diferentes dependencias universitarias: la Escuela Nacional Preparatoria (planteles 3 y 5), el CEPE, las facultades de Filosofía y Letras y Arquitectura y el Posgrado en Historia del Arte. En 1991 fue profesora invitada para dictar dos cursos sobre arte mexicano en la Universidad de París 8, Saint Denis, Francia. Además, fue directora del Museo Nacional de San Carlos del INBA entre 1993 y 1997. Ella logró que se elevara al rango de nacional ese espacio museográfico. Desde 1984 formó parte del Sistema Nacional de Investigadores, llegando al nivel III, y desde 1996 obtuvo el PRIDE D. Fue académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia –a la que ingresó en 2002–, y la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias, en Granada –a la que se incorporó en 2006–. De 2001 a 2006 fue integrante del Seminario Mentalités et Representations en Spagne et en Amérique Spagnole (Époque Moderne), dependiente del Instituto de Estudios Hispánicos e Hispanoamericanos, Universidad de París IV-Sorbonne, y asesora para el Programa de Conferencias sobre Cultura Latinoamericana en la Universidad de París 8. De 2005 a 2010 coordinó el programa de movilidad académica con la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, Perú, para apoyar la maestría en Artes Visuales en esa Universidad, maestría que lamentablemente se canceló después de haberse producido un intenso intercambio de información, experiencias y metodologías para el abordaje del arte en Perú y México.
El rey Juan Carlos I de España le concedió la Cruz de Encomienda con insignia de la Orden de Isabel la Católica, en junio de 2011, por sus aportaciones al estudio del arte español y la promoción de los vínculos culturales, artísticos y académicos entre España y México. Entre otras distinciones, recibió el Reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz, en 2009, por su trayectoria en la UNAM; el diploma por trayectoria académica en el Tercer Encuentro Internacional de Pintura Mural, en 2011, en Guanajuato; el Premio Clementina Díaz y de Ovando por su Trayectoria en Historia Social, Cultural y de Género 2017, otorgado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM); la medalla de oro y reconocimiento en 2018 por más de 55 años de trayectoria académica ininterrumpida en la UNAM, y el Premio In Memoriam “por su brillante trayectoria en el área académica, investigación y de salvaguarda del patrimonio, así como por su trabajo en la gestión de museos y la difusión de la cultura”, otorgado por el Consejo Mundial de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés) el 11 de noviembre de 2019. Fue miembro de este organismo internacional y de otras asociaciones culturales como: la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina y la Sociedad Mexicana de Arquitectos Restauradores (desde 2003). La defensa y salvaguarda del patrimonio artístico fue una misión para la doctora. Ante esta certeza, Hugo Arciniega sostiene:
Soy un convencido de que el primer paso para la conservación integral del patrimonio edificado consiste en la adecuada identificación de su significado histórico y de sus cualidades estéticas. Ésa es la idea que guía mi reflexión sobre la obra escrita de la doctora Elisa García Barragán, justo la parte que dedica a la historia de la arquitectura proyectada y construida en México en el XIX y las primeras décadas del XX.
Por invitación del entonces rector José Narro Robles, entre 2000 y 2015 fue coordinadora de los festejos por el 200 Aniversario de la conclusión del Palacio de Minería y asesora de actividades culturales del mismo. Respaldada sobre todo en su conocimiento del arquitecto y escultor Manuel Tolsá, impulsó y logró la fundación del Museo en honor de este personaje y fue presidenta de la comisión consultiva para la salvaguarda del Palacio de Minería, una de las joyas neoclásicas del patrimonio arquitectónico de México. También fue asesora en la ENAP para la restauración de las galerías de la Academia de San Carlos y la organización del archivo histórico de esta centenaria institución de enseñanza artística.
Fue integrante de consejos científicos y editoriales y asesora de publicaciones nacionales e internacionales; entre otras: la Colección Al Siglo XIX. Ida y Regreso, de la Coordinación de Humanidades (2015); el Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (2003-2019); la Revista 20/10 Memoria de las Revoluciones en México y Norba. Revista de Arte, editadas por el Departamento de Historia del Arte, de la Universidad de Extremadura, y la Revista Cuadernos de Arte, de la Universidad de Granada, España (1998-2019).
En el ámbito de la curaduría de exposiciones, sus investigaciones han servido para el conocimiento y aprecio del arte universal; una de las más importantes la realizó junto con el doctor Miguel León-Portilla para la muestra Iberoamérica mestiza: encuentro de pueblos y culturas, que, dada su relevancia, la Fundación Santillana, la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, de España, el Ayuntamiento de Madrid y CONACULTA editaron un libro que incluye uno de los artículos más destacados de García Barragán: “La plástica mexicana: transculturación de identidad”.
Mención aparte merecen las exposiciones que presentó en el Museo Nacional de San Carlos y que permitieron estrechar lazos culturales con los países de donde procedían las obras artísticas expuestas, colecciones que se presentaron por primera vez en México gracias a sus gestiones y a la confianza y reconocimiento que le profesaron los titulares de centros culturales de renombre internacional como el Museo del Prado, el Museo de Louvre, el Museo de Bucarest y la Unión Latina. De esta manera, se logró el préstamo temporal para muestras como: Sorolla, el pintor de la luz; Francisco de Goya 1746-1828, testimonios de su historia; Mirando una época. Pintores valencianos 1860-1936; En tiempo de los impresionistas: la pintura rumana 1865-1920, y Aristide Maillol 1861-1944, con un catálogo de exposición que por primera vez fue editado en el sistema Braille, en México.
Elisa García Barragán y José Sarukhán, en ese entonces directora del Instituto de Investigaciones Estéticas y rector de la UNAM, respectivamente, ca. 1989-1990. Foto: archivo de Leticia López Orozco.
En su momento, Rafael Tovar y de Teresa, fallecido en 2016, afirmó:
Compartí con Elisa García Barragán su paso por la dirección del Museo Nacional de San Carlos, a mediados de los noventa. Estoy seguro de que muchos recuerdan, como yo, algunas exposiciones memorables, como la que trajo a México obras de pintores españoles de los museos de Francia, o la dedicada a la obra escultórica de Aristide Maillol que, me parece, se exhibió por primera vez en México. Con ejemplos como éstos, Elisa García Barragán apuntó directamente a esa experiencia en los museos: abrirlos a los acervos del mundo, tener interacción con otros especialistas en Europa para enriquecer el calendario de exposiciones, establecer vínculos entre lo que se expone con nuestra realidad artística. Trabajó guiada por el convencimiento de que el museo tiene una responsabilidad formativa y una necesidad histórica de explicar el continuo del arte; y que para hacerlo requiere mirar hacia el exterior para reconocer, estudiar y difundir los puentes entre México y el mundo.
Teniendo como fondo la investigación y la formación del otro, la faceta de García Barragán de promotora cultural, desarrollada a través de los espacios museográficos que ayudó a recrear y fundar –como el Museo Nacional de San Carlos y el Museo Tolsá en el Palacio de Minería–, es sin duda prueba de su pasión por el arte y de su compromiso universitario por cumplir con las tres funciones sustantivas de la UNAM: la investigación, la docencia y la difusión de la cultura.
Escribió 18 libros. Entre ellos, destacan: La Ciudad Universitaria de México. Reseña histórica 1956–1979, tomo II; El pintor Juan Cordero. Los días y las obras, primer estudio a fondo sobre el gran retratista mexicano del siglo XIX; Cordelia Urueta y el color, y Emilia Ortiz. Vida y obra de una pintora apasionada, estos dos últimos sus primeras incursiones en el estudio de la creación plástica femenina en nuestro país. Otros libros señeros son: El arte de Nicolás Moreno, que ofrece un reflexivo análisis de los paisajes pintados por este artista, y Ángel Zárraga. Entre la alegoría y el nacionalismo, un estudio del simbolismo presente en la obra de Zárraga. En los dos volúmenes de Carlos Pellicer en el espacio de la plástica, García Barragán revisa la crítica que el escritor y poeta tabasqueño realizó sobre la pintura, la escultura y la arquitectura de diversas épocas de México. Senderos celestiales del Barroco constituye un paseo por las techumbres y cúpulas de las más importantes iglesias de México. En Dibujo y grabado en México siglos XIX y XX, que publicó en Madrid la editorial La Muralla, nos presenta un panorama general de las técnicas de la gráfica mexicana. Retrato a dos tintas. Imaginario de la Revolución Mexicana (Senado de la República LXI Legislatura y Siglo XXI Editores, 2010) es un erudito ensayo sobre pintores, grabadores, caricaturistas, escultores y escritores. Este trabajo documenta la vida y obra de héroes revolucionarios, incluyendo al pueblo combatiente y a la Adelita como representante de la mujer participante en la Revolución mexicana. Los más recientes títulos, José María Morelos y Pavón en el arte (2015) y La Constitución de 1917 en el arte (2017), editados por el INEHRM, constituyen itinerarios iconográficos, en el primer caso, del prócer independentista y, en el segundo, de la Carta Magna que nos rige –no obstante las numerosas reformas de las que ha sido objeto– y de uno de sus principales promotores, Venustiano Carranza. Acercarnos a la plástica, la fotografía, la historieta, los objetos personales, el diseño gráfico, la numismática, entre otras disciplinas y áreas, permite conocer las interpretaciones de artistas y diseñadores de los siglos XIX y XX sobre estos sujetos de la historia. Lamentablemente ya no logró ver impreso el primer tomo del Diccionario biográfico ilustrado de artistas mujeres en México siglo XX, ya que la complejidad de un trabajo colectivo como éste, con la participación de varios autores, diversas artistas e imágenes de sus realizaciones, hizo que su edición tomara más tiempo del esperado. Sin embargo, estoy segura de que será una obra de consulta obligada por las numerosas artistas que ahí quedaron registradas, muchas de las cuales son poco o casi nada conocidas.
Elisa García Barragán. Foto: archivo de Leticia López Orozco.
Por lo que hace a su faceta como maestra, varias generaciones pasamos por su cobijo académico, y lo llamo cobijo porque no sólo revisaba, corregía y sugería sino que también exigía y trabajaba a la par de sus alumnos. Ella nos instó siempre a que actuáramos con honestidad al investigar; cumplir con el deber que tenemos de citar y reconocer las aportaciones de quienes han tratado el tema antes que nosotros. Se refería constantemente al actuar ético personal e institucional que debemos asumir como académicos de nuestra Alma Máter, la UNAM, misma que nos ha brindado muchas cosas positivas, que nos ha dado trabajo y por lo tanto el sustento, pero ante todo que convertimos en parte central de nuestro proyecto de vida. Por ello me decía siempre mi querida doctora que era justo retribuir con trabajo, ética y honestidad a la Universidad, por todo lo que hemos recibido de ella. Su recomendación invariable para discípulos y colegas fue: “Uno siempre debe ser institucional, universitaria, honorable y cumplir con el trabajo.”
Sus ensayos académicos abordan temas como el barroco en México, Pelegrín Clavé, Santiago Rebull, la Academia de San Carlos, la arquitectura mudéjar, Ramón López Velarde, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Santiago Calatrava, por mencionar sólo algunos. También destacan sus aportaciones al estudio de la crítica de arte, como su espléndido y pionero trabajo sobre Pellicer, y al conocimiento de la obra y el pensamiento de algunos pilares de la Historia del Arte en México, como Justino Fernández y Manuel G. Revilla. Y así podríamos continuar sumando objetos de estudio.
Con ella aprendí que el arte, actividad humana creativa, habla por sí mismo; cuando uno va a estudiar un objeto artístico, éste nos da las primeras pistas, pero debemos contextualizarlas, escudriñar en la vida y la obra del creador o en el proceso creativo individual o colectivo que produjo la pieza; desvelar lo que significa la pintura, la escultura o el mural, entablar un diálogo con la Historia, la literatura, la Filosofía, la Estética, en fin, con otras disciplinas que brinden soporte y fundamentación a nuestra propia lectura.
En la mayoría de los textos que conforman el libro en homenaje a la doctora García Barragán se resaltan sus cualidades personales: la distinción, la elegancia, el sentido del humor, a veces negro, pero muy negro, la generosidad, la solidaridad y el afecto que dispensaba a sus colegas, amigos, alumnos y compañeros, como también a su familia. Por ello era un ser humano singular y feliz. Estoy segura de que muy pocos, pero muy pocos seres existen como ella.
Siempre profesaré mi cariño sincero por la doctora; mi amistad, gratitud y lealtad por la mujer generosa y solidaria que fue, y por la académica honesta, trabajadora y comprometida que para mí y para otros ha servido de ejemplo. Me siento afortunada y honrada de haber podido convivir y colaborar con ella. I
Elisa García Barragán, 2016. Foto: Archivo fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.
*Se halla adscrita al Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.
Inserción en Imágenes: 15 de abril de 2020.
Imagen de portal: Elisa García Barragán cuando era directora del IIE, ca. 1989-1990. Foto: Archivo fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.
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