El informe de Francisco Toledo: una autobiografía
Adolfo Felipe Mantilla Osornio*
adolfo_mantilla@enah.edu.mx
Francisco Toledo, Alcancé la cultura media de un europeo..., punta seca, 27 x 107 cm, 2004, grabado de la serie Un informe para una academia.
LA AUTOBIOGRAFÍA SUPONE en el pensamiento de Dilthey el proceso en el que se expresa de manera más eficiente la comprensión de la vida pues es a través de este proceso como se manifiesta la autorreflexión del hombre en su curso vital. La autobiografía registra, según Dilthey, los valores experimentados en la vivencia, develando yuxtaposiciones y entrelazamientos en torno a la propia existencia. Por ello la vida es, desde esta perspectiva, un caos conformado por armonías y disonancias.[1] En consecuencia, la vivencia y la autobiografía son el referente central de la comprensión y del arte, que en conjunto permiten la manifestación del espíritu objetivo que resulta de la Zusammenhang que opera como una configuración múltiple y dinámica. El sujeto [artista] es a la vez: 1) la conexión de múltiples vivencias; 2) el punto de cruce de diversos sistemas culturales, los cuales permiten la transposición implicada en la conexión de unas vivencias con otras.[2]
“Yo, chango de Juchitán”, así se inicia un artículo publicado en la semana del 27 de junio al 3 de julio de 2005 en el suplemento La Revista del periódico El Universal de la Ciudad de México. En él se anunciaba Un informe para una academia, exposición del artista Francisco Toledo que evoca al personaje –un simio semihumanizado– del relato de Franz Kafka.[3] Años atrás Toledo había expresado ya su particular gusto por la obra del escritor checo. En ella encontraba un elemento de identidad que le hacía recordar su propia situación existencial.[4] Peter el Rojo, como se llama el animal fantástico creado por Kafka y recreado por Toledo, es el protagonista de Informe para una academia, y el personaje a través del cual Toledo logró expresar su autobiografía:
“Yo soy como ese mono. Su historia es la mía. Yo, chango de Juchitán, salgo de mi comunidad y tengo que aprender –como Peter el Rojo– a comportarme y vestirme. A hablar, fumar y emborracharme. El mono no logra adaptarse por completo a la sociedad ni yo tampoco lo he logrado a mis casi 65 años. Digamos que mi naturaleza simiesca, como en la obra de Kafka, no ha sido aplacada del todo.”[5]
Con sus palabras, el pintor de origen zapoteco parece revelar su identidad vital. Él mismo asume –igual que el simio de Kafka– su “integración” al mundo “humano”. En la serie se expresa su propio proceso experiencial entrelazado por diversas historias de vida que se hacen imágenes.[6] La crisis existencial del personaje Peter el Rojo es aparentemente un pretexto para mostrar, en la serie de Toledo, el carácter de otra autobiografía, la del chango de Juchitán.
Anuncio de exposición en la Galería de Arte Carlos Olachea, La Paz, Baja California Sur, diciembre de 2010.
El Informe para una academia de Franza Kafka, publicado por vez primera en noviembre de 1917, está compuesto por una serie de secuencias narrativas que conforman una historia constituida por trama y episodios que permiten establecer la relación entre sucesos y su evaluación a partir de una complicación y una solución. Siguiendo el guión del texto es posible reconstruir el suceso narrado desde que Peter el Rojo comienza su informe ante la academia con la frase “¡Excelentísimos señores de la academia!”. Ahí se inicia una reflexión retrospectiva que le permite al protagonista reconstruir su proceso vital. Casi cinco años transcurren para que la vida simiesca de Peter se desvanezca, a medida que su evolución continúa y hace evidente una mayor reclusión en el mundo de los hombres. Una vez que ha dejado atrás su identidad de simio y se ha insertado en la sociedad, Peter comparece ante los representantes de la “civilización” y les informa sobre su experiencia de transición. El gran triunfo llega cuando entra en escena su condición humana. Finalmente llegaron “¡Estos progresos! ¡Esa irrupción de los rayos del saber desde todos los lados del despabilado cerebro!”. Mediante un gran esfuerzo, alcanzó la cultura media de un europeo, hecho que le ayudó a dejar definitivamente la jaula y a procurarse esa especial salida, la de la aculturación. Con ello aquel simio consiguió todo lo que se propuso, ha logrado una salida, la de la vida humana, y así lo informa en su retrospectiva.[7]
Parece entonces que la metáfora del simio permitió a Kafka, y posteriormente a Toledo, la configuración de un relato autobiográfico. Es así como se puede trazar una identidad entre las vidas de estos dos personajes, caracterizadas por la emergencia de dos formas de arte definidas por su índole autobiográfica: la de Kafka, desarrollada en la Praga de principios del siglo XX, creada bajo el dominio de un imperio de lengua alemana; y la de Toledo, lograda dentro de un México lleno de contradicciones y diferencias culturales, filtradas por la colonización y el desarrollo de la sociedad nacional, alimentada por la influencia europea pero reformulada en otro tiempo y espacio: Juchitán. Aparentemente en estos artistas la dicotomía globalización-fragmentación se estableció como directriz para lograr una experiencia personal aunque compartida. De Kafka y Toledo surgen formas de expresión individuales, originadas a partir de la apropiación de lenguajes, disolviendo los límites entre lo propio y lo ajeno. Sus “informes”, además de constituir índices de la tensión existente entre las culturas subalternas y el modelo cultural hegemónico, aparecen como formas de arte que exponen la contradicción, una contradicción expresada en la dicotomía identidad-diferencia que sostiene la vida en el orbe.
Parece ser que fue el carácter multidireccional de los procesos de apropiación y creación de expresiones estéticas el que dio pauta para la emergencia de una serie de grabados que narra la experiencia de vida del pintor juchiteco. La imagen de la jaula, que evoca aparentemente la idea de la transformación progresiva de la civilización contemporánea en una prisión, y de la que ya no hay salida posible, es simbólicamente la imagen biográfica de Toledo. Constituye un diagnóstico sobre la pérdida de la identidad, en este caso mostrada en la metamorfosis de un animal. Tanto Kafka como Toledo asumen su obra como reflejo de su situación existencial y analizan el Poder desde el punto de vista particular. Para ellos, el mundo que habitaron y experimentaron parece ser una entidad que les compele a alimentar una relación ambivalente, tornándose una imagen híbrida de ficción y realidad. Ambos, Kafka y Toledo, hacen uso, cada uno por su lado y desde su circunstancia, de la alternativa del lenguaje para lograr, a través de su obra, la reunificación de mundos “distantes”, el de los animales y el de los humanos, el de los “salvajes” y el de los “civilizados”, el de la imagen y el del texto, el de los mitos y el de las realidades, el de un checo y el de un juchiteco. Alcanzan una fusión de horizontes,[8] lograda a partir de la experiencia compartida de la bifrontalidad cultural. Así, el chango de Juchitán –como él mismo se califica– consigue transitar de nueva cuenta al ámbito de las imágenes a partir del texto de Kafka. En las manos de Toledo ocurre una original metamorfosis del texto de Kafka: es un intento por retornar a la imagen provocada por la experiencia del mundo, de su mundo y de su vida.
Si la naturaleza humana se define básicamente por el acto de transitar a la dimensión cultural, identificada como una “situación existencial” compuesta por la autoconciencia, la racionalidad, la imaginación y el lenguaje simbólico,[9] es a partir de la conciencia de dicha naturaleza que surge la necesidad de dar respuesta a la pregunta que plantea la propia existencia, y la vida misma, proyectada en las manifestaciones artísticas.[10] Tal condición y su mecanismo de expresión engendran la antropogénesis,[11]algo que implica a toda la realidad humana y denota su multiplicidad.[12]
Francisco Toledo, Conos alacranes, ca. 1972. Foto: Galería López Quiroga.
Lo anterior expone una relación dialéctica que respalda las formas de existencia. Como consecuencia, aparece la necesidad de utilizar la autobiografía como instrumento para responder –siempre parcialmente– a la pregunta engendrada por la contradicción existencial del ser humano.[13]
Se puede plantear aquí que la vida y la autobiografía referida mediante la creación artística significan una experiencia compartida en un presente vivido en común; constituyen una aprehensión continua de tipificaciones que se vuelven anónimas y que se acumulan a lo largo del tiempo. No obstante, tanto la vida como la autobiografía son posibles sólo a través de las materializaciones o las expresiones que se establecen como elementos de un territorio común y que ocurren en la concreción del lenguaje y la significación.[14] Tales formas de materialización de la vida –ejemplificadas en la serie de Francisco Toledo– revelan la autobiografía del artista oaxaqueño producida por la Zusammenhang. En el caso de la serie Informe para una academia, cada una de las imágenes puede ser definida como la externalización y objetivación de una realidad culturalmente internalizada, es decir, vivida. Dicha entidad atraviesa las dimensiones realidad-ficción, naturaleza-cultura e individuo-sociedad, haciendo de la obra el eslabón que permite la conexión de las líneas directrices de la experiencia personal en el mundo.
A lo largo de su vida, Toledo recreó en su obra múltiples textos: Trece maneras de mirar un mirlo de Wallace Stevens;[15] el correlato del texto de Carlos Monsiváis, Nuevo catecismo para indios remisos, creado a partir de grabados tlaxcaltecas y poblanos de los siglos XVIII y XIX;[16] Toledo/Guchachi’;[17] Toledo/Chilam Balam;[18] Toledo/Sahagún, tomado de la Historia general de las cosas de la Nueva España;[19] Cuento del conejo y el coyote; El sol, la luna y las estrellas. Leyendas de la creación;[20] Coyote va a la fiesta de Chihuitán;[21]el Manual de zoología fantástica de Borges,[22] y Pinocho.[23]
La obra de Toledo puede distinguirse, por tanto, mediante su cualidad identitaria, mediada por su particular proceso simbólico existencial. La analogía biográfica que él mismo estableció con la figura de Peter el Rojo parece no ser una casualidad, ya que a partir de ella es como logró expresar su propia historia de vida.
La obra de Toledo está definida por múltiples imágenes que formularon su mundo, desde su propia Zusammenhang. Tal vez por eso, décadas atrás, la crítica mexicana subrayó el hecho de que en gran parte de su obra se develaba el mundo mítico de su(s) cultura(s), un mundo realizado precisamente en forma mítica. Un mundo visual que relata su propia existencia.[24]
Francisco Toledo, Escorpión II, 1988. Foto: Galería López Quiroga.
El carácter híbrido de la obra de Toledo –igual que el simio creado por Kafka– expresaría entonces su propia identidad, formada por mundos opuestos, como el de los humanos y los animales, el de la realidad y el mito. Los grabados de la serie antes mencionada permiten proyectar la experiencia del artista en el mundo, que, según Jorge Alberto Manrique, se define por ser el intento constante de incorporar o al menos articular sus orígenes,[25] lo que convierte a sus obras en modos distintos de relación con el mundo, expresados por trazos de colores.[26]
La identidad plástica de la obra de Toledo se forma, de acuerdo con Manrique, por la constante definición y fluctuación de sus rasgos compositivos,[27] constituyéndose una conciencia ambivalente de las cosas, recuperando lo propio tras la identificación de lo ajeno; lo propio de otro modo, estableciendo una relación dialógica entre esos dos horizontes.[28]
Un informe para una academia de Toledo, su autobiografía, parece mostrar también la similitud entre la realidad cultural mexicana y la dinámica europea de principios del siglo XX. Sus imágenes sugieren la recuperación del imaginario europeo en relación con “lo salvaje”, y su exposición por medio de la ironía constituye el elemento que puede ofrecer el artista en su función autocrítica. Usando los mecanismos de la invocación y la evocación, restaura, con sus grabados, alguno de los episodios de la estructura narrativa del cuento de Kafka. De este modo recupera la metáfora de la jaula para exponer su particular proceso existencial y su vivencia en la sociedad de su tiempo.
Doctor en derecho, y uno de los más prolíficos escritores de su tiempo, Franz Kafka logra plasmar por medio de su obra una muy personal manera de interpretar el mundo, un mundo a su vez derivado de su teoría anclada en la transformación del Ser. Su Informe para una academia es, en primera instancia, proyección de la experiencia de un hombre nacido el 3 de julio de 1883 en Praga, y que se convirtió en un atento lector de los textos de Friedrich Nietzsche y Charles Darwin. El Informe, además de servir de complemento de lujo para una profunda revisión sobre los procesos de identidad, le permitió a Francisco Toledo elaborar, a casi cien años de la publicación del texto y de ochenta y cinco de la muerte de Franz Kafka (ocurrida el 3 de junio de 1924), una serie de trabajos que permiten ahora, en el contexto de la muerte del pintor, elaborar una reflexión.
Nacido en Juchitán, Oaxaca, el 17 de julio de 1940, Francisco Toledo produjo su autobiografía con Un informe para una academia. Es así como el autodenominado chango de Juchitán actualiza la metáfora del encierro desarrollada por Kafka, usando su propio medio, la imagen. Dentro de esta simetría, Kafka y Toledo formulan, a partir de la ironía, un discurso sobre la experiencia de la aculturación, un señalamiento al fenómeno de la alteridad, detonado mediante el enfrentamiento de dos mundos.
Dos formas de expresión se reúnen nuevamente para dar cuenta de la experiencia de la “jaula” en el mundo. Toledo se apropió del arte para registrar su vida y obligarnos a reflexionar acerca de nuestra situación frente al mundo. En él, humanos y animales son la misma especie, una especie universal. El orbe ya no es una amalgama de reinos y especies, es una entidad cerrada en sí misma. Su obra expresa un mundo personal, pero compartido. Un informe para una academia es resultado del contacto, un tanto peculiar, de Francisco Toledo con la cultura europea. Él, como Kafka, es un hombre que describe la vida en el puente, participando de múltiples realidades. Con su obra no se propone disolver las pertenencias que lo conforman sino unificarlas, apropiándoselas. En Toledo se reestructura la identidad a través de la recreación de mitos y utopías, delimitados por el imaginario colectivo. El texto de Kafka funciona como “texto biográfico” que permite en Toledo llevar a cabo una Zusammenhang concreta gracias a su propia condición existencial. I
Francisco Toledo, Hablando con franqueza: la simiedad de ustedes señores míos... , punta seca/aguatinta al azúcar, 21.4 x 98.5 cm, 2004 , grabado de la serie Un informe para una academia.
Francisco Toledo, grabado del libro Un informe para una academia, 2010.
*Maestro en Historia del Arte por el Instituto de Investigaciones Estéticas y doctor en Antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Es licenciado en Lengua y Literatura Modernas Alemanas por la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) y licenciado en Etnografía por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. El texto que presentamos es una selección de su tesis de maestría, “Arte, cultura, imaginación y semiosis: una aproximación desde la semiótica de la cultura y del arte a la serie Informe para una academia de Francisco Toledo”.
Inserción en Imágenes: 9 de noviembre de 2019.
Imagen de portal: Francisco Toledo, Cabeza de mandril, 1985. Foto: Galería López Quiroga.
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[1] Wilhelm Dilthey, “La tarea de una crítica de la razón histórica”, en Esbozos para una crítica de la razón histórica, Madrid, Ediciones Istmo, pp. 109-111.
[2] W. Dilthey, “La comprensión de otras personas y sus manifestaciones vitales”, en Esbozos…, pp. 109-111.
[3] Myriam Audiffred, “Yo, chango de Juchitán”, en La Revista, suplemento de El Universal, núm. 70, 2005, pp. 54-56.
[4] Silvia Cherem, “Francisco Toledo”, en Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez artistas mexicanos, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 361.
[5] M. Audiffred, op. cit., pp. 54-56.
[6] Ibid., pp. 54-59.
[7] Franz Kafka, “Ein Bericht für eine Akademie”, en Ein Landarzt, Kleine Erzählungen, 1916/17, Múnich/Leipzig, 1919.
[8] Hans-Georg Gadamer, “Fundamentos para una teoría de la experiencia hermenéutica”, en En busca del texto. Teoría de la recepción literaria, México, UNAM, IIS, CELE, 1987, pp. 19-29.
[9] José Antonio Pérez Tapias, Filosofía y crítica de la cultura. Reflexión critico-hermenéutica sobre la filosofía y la realidad cultural de hombre, 2ª ed., Madrid, Editorial Trotta, 2000, pp. 178-183.
[10] Ibid., pp. 194-200.
[11] La antropogénesis es definida por Karl Marx como el proceso de creación del hombre como entidad histórico-cultural. Para profundizar al respecto véase, José Antonio Pérez Tapias, op. cit.
[12] Ibid., pp. 228.
[13] Ibid., pp. 213-215.
[14] Ibid., pp. 46-57.
[15] Francisco Toledo, Francisco Toledo. Obra gráfica para Arvil, 1974-2001, México, CONACULTA, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001.
[16] Carlos Monsiváis, Nuevo catecismo para indios remisos, Era, 2005.
[17] F. Toledo, Toledo/Guchachi’, textos prehispánicos y europeos de los siglos XVI, XVII y XVIII; antología de textos por Elisa Ramírez Castañeda, México, 1976.
[18] F. Toledo, Toledo/ Chilam Balam, texto tomado del libro de los enigmas del Chilam Balam de Chumayel, México, 1975.
[19] F. Toledo, Toledo/Sahagún, textos de Fray Bernardino de Sahagún, México, Augurios y Abusiones, 1974.
[20] F. Toledo, El sol, la luna y las estrellas, leyendas de la creación, adaptación de textos de Francisco Hinojosa y Paul Navarrete, ilustraciones de Francisco Toledo, México, Editorial Novaro, 1991.
[21] F. Toledo, Coyote va a la fiesta de Chihuitán, cuento zapoteco, traducción y recopilación de Víctor de la Cruz, ilustraciones de Francisco Toledo, México, H. Ayuntamiento Popular de Juchitán, Oaxaca, 1983.
[22] Toledo y Borges, Zoología fantástica, texto de Carlos Monsiváis, México, CONACULTA, INAH, 1999.
[23] Pinocho. Francisco Toledo, CONACULTA, México, 2012.
[24] Jorge Alberto Manrique. “Francisco Toledo”, en Una visión del arte y de la historia, t. II, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2004, 373-376.
[25] Ibid., pp. 376-377.
[26] J. A. Manrique, “Toledo: el lenguaje de las cosas”, en Una visión del arte y de la historia, t. II, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2004, 386-387.
[27] J. A. Manrique, “Un arte de dos culturas: Francisco Toledo”, en Una visión del arte y de la historia, t. II, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2004, 390.
[28] Ibid., pp. 392-393.