Yseye Appleton: el Hombre de Vitruvio en movimiento

Claudia Carbajal*
claudiacarbajalsegura@yahoo.com.mx

 

El bailarín debe poseer el don del goce para alcanzar la danza.

David Wood,
bailarín y coreógrafo norteamericano (1925-2002).

 

Yseye Appleton. Foto: cortesía del propio bailarín.

 

LOS ESTUDIOS ANATÓMICOS de Leonardo da Vinci en el Renacimiento dieron lugar a uno de sus más famosos dibujos: el Hombre de Vitruvio. Una figura humana de sexo masculino, desnuda, con brazos y piernas completamente extendidos, rodeada por un círculo que enmarca toda la composición. Dicha obra fue realizada para mostrar las proporciones del cuerpo humano perfectas. Siglos después, el bailarín Yseye Appleton parece dar vida al personaje del dibujo de Da Vinci mediante el movimiento.

En el acto escénico de este bailarín mexicano, una rueda es la que delimita a la figura humana. Yseye Appleton nos brindó un espacio en medio de sus clases y entrenamiento para conversar acerca de su preparación como bailarín y sus ideas sobre la danza contemporánea y otros temas relacionados con su actividad profesional.

La rueda cyr que utiliza Yseye es un gran aro de metal en el que el cuerpo del bailarín, con piernas y brazos extendidos, puede quedar comprendido. Este instrumento, que generalmente se usa en las artes circenses, ha permitido a Yseye ampliar sus posibilidades de expresión corporal. Cuando lo manipula, Yseye, miembro del grupo Contradanza, se muestra libre, desafiante de la gravedad; en un momento dado, se impulsa y con el peso de su cuerpo gira, su notable fuerza se torna energía cinética que hace posible un sinfín de rotaciones y traslaciones dentro de la rueda cyr. El bailarín aporta además la flexibilidad de su cuerpo y la capacidad de interpretación que le ha dado la danza contemporánea.

Yseye Appleton nació en el seno de una familia de artistas y se interesó por el arte al finalizar la secundaria. En ese entonces, por recomendación de uno de sus maestros, decidió entrar al Centro de Educación Artística de Bellas Artes, en donde redescubrió la danza, que de niño no le gustaba, y se enamoró de ella: “Me pusieron en leña y crecí, me incendié.” Desde entonces, ha participado en numerosas obras en las que se ha destacado por su esfuerzo y constancia en las prácticas y los ensayos y por imponer su sensibilidad en el acto de transmitir mensajes al espectador.

 

Yseye Appleton con la rueda cyr. Coreografía: Yseye Appleton. Video: Shawna Tavsky. Casa de Artes y Circo Contemporáneo, Ciudad de México, 2014.
 

Este bailarín continuó su formación en el Centro Cultural Los Talleres. Al principio se formó en la técnica Humphrey-Limón, pero poco a poco fue sumando a su repertorio de habilidades de expresión otras herramientas de trabajo como el equilibrio acrobático, la contorsión, el clown, el teatro, la música, la danza aérea, la técnica de zancos y por supuesto la rueda cyr: su especialidad en las artes circenses desde hace tres años.

Ha sido alumno de Ana González, Laura Zermeño, Óscar Velázquez, Pamela Wagner, Elena Fokina, Laura Aris, Wim Vandekeybus, Enrique Bravo, entre otros. Ha trabajado con coreógrafos como Berenice Páramo, Cecilia Appleton, Javier Garrido, Alicia Sánchez y la canadiense Suzanne Miller. En el año 2000 comenzó su historia con Contradanza. Desde entonces, se ha involucrado en todos los proyectos de la compañía, entre los que destacan: Memoria de mis desvelos (antología coreográfica de Cecilia Appleton, 2006), La danza de los cisnes (2012), SPEED sped-up, Armando tres (2013) y Tonos desiertos (2013).

En 2008 fue reconocido por Raquel Tibol como uno de los mejores bailarines de su generación, gracias a su notable desempeño en la obra Proyecto MH. Confesiones de una despedida (pieza que fue remontada en el 2013 para celebrar los treinta años de Contradanza). En esta obra compartió el escenario con su madre, Cecilia Appleton. La coreografía explora la relación madre e hijo en los niveles biológico y social por medio del lenguaje de la danza. Se trata de una creación multidisciplinaria que contiene diálogos, elementos multimedia y la expresión abstracta de la danza contemporánea.

Yseye afirma que ha sido el trabajo más difícil y asimismo más satisfactorio que ha realizado, debido a que desnudó en el escenario la relación con su madre y se interpretó a sí mismo, con todos los bemoles que esto implica. Bailar con alguien tan importante en su vida y en su carrera, y analizar las capas que componen su relación en el nivel sensorial y corporal, resultó todo un descubrimiento coreográfico pero también un reto muy grande porque tuvo que confrontarse consigo mismo y mirar juiciosamente el amor filial para traducirlo en sensaciones corporales.
 

Cecilia Appleton e Yseye Appeton en Proyecto MH. Confesiones de una despedida.
 

“Arriba del escenario es mi lugar de libertad. Es en donde se puede jugar, desnudar el alma, abrirse. Es un lugar sagrado en donde sobreviene la catarsis para vaciarse por completo y llegar al equilibrio.” Bailar se ha convertido en la vida misma para el intérprete. Poco a poco este quehacer fue ocupando su vida hasta llenar todas las horas del día que estuvieran disponibles para entrenar, memorizar, investigar, indagar, explorar o crear cualquier elemento que tuviera relación con las coreografías que habría de interpretar sucesivamente.

Para realizar sus movimientos se inspira en la vida cotidiana, los animales, las caricaturas, la gente, la calle, etcétera. Le gusta estudiar las acciones esenciales de los cuerpos y las formas que le rodean a fin de explorar su propia corporeidad y descomponer objetivos de expresión concretos. Constantemente se descubre imitando diferentes personas, personajes ficticios y animales para poder ampliar sus posibilidades de interpretación dentro de la danza contemporánea.

Yseye Appleton afirma que “a veces el público se conecta más cuando te muestras como ser humano […]; yo no soy un ejecutante, soy un intérprete”. Asegura que cada bailarín debe descubrir su proceso de asirse al personaje, que algunos se ciñen mucho a la técnica y al trazo coreográfico, factores que reconoce importantes, pero a él le gusta disfrutar la particularidad de cada una de las funciones en las que participa, porque aunque se tenga un referente común, todas son diferentes, al igual que las interpretaciones.

​Disfruta de la improvisación porque “cuando las cosas están tan estructuradas suelen perder su esencia”. Con esta frase Yseye indica la importancia que le da al bailarín y a su interpretación como piezas clave en la transmisión del mensaje final al espectador-participante. La “danza honesta”, como la llama, le permite interpretar diversos personajes y al mismo tiempo poner de manifiesto su propia presencia, su personalidad enérgica pero controlada, inquieta pero disciplinada, perfeccionista pero completamente apasionada.
 

Yseye Appeton en Proyecto MH.Confesiones de una despedida.
 

Todos los personajes conviven en su cuerpo: un cuerpo educado, flexible, fuerte, con lesiones pero con una gran capacidad dancística, un cuerpo capaz de transmitir algo que va más allá de lo físico, una mente imaginativa con grandes dotes para la abstracción. Todas las técnicas que Yseye ha estudiado conviven en su danza, en un estilo propio que ha forjado a lo largo de dieciséis años de carrera artística. Cuando Yseye baila, uno lo detecta inmediatamente. Suele robarse las miradas del público. La razón: se entrega completamente, en técnica y en sentimiento, busca la conexión energética con el espectador por medio de su capacidad interpretativa.

Afirma que él mismo es la persona que más lo presiona en el mundo. Lo obsesiona la perfección. Como Hombre de Vitruvio está condenado a buscar siempre el ideal de los papeles que interpreta. Cada parte debe realizarse perfectamente por medio del desglose de elementos que le permitan alcanzar el máximo de calidad en su danza. Ese perfeccionismo lo ha hecho extrañar la plenitud y la libertad que sentía al bailar en sus primeros años, cuando sólo importaba disfrutar el momento. Con esto podemos deducir que acepta el profesionalismo pero siente nostalgia de la espontaneidad.

El bailarín está convencido de la importancia del arte dentro de la sociedad. El valor de la danza radica en que puede sensibilizar a las personas a través de su lenguaje. Asegura que faltan políticas públicas que apoyen y fomenten más las artes, porque en una sociedad capitalista y empresarial como en la que vivimos suele olvidarse lo esencial: una filosofía que promueva en el individuo una búsqueda hacia sí mismo, la reflexión, la valoración de lo verdaderamente importante. Por lo anterior, Yseye está casado con la docencia; lleva muchos años dando clases de diversas técnicas escénicas.

Actualmente sigue bailando en Contradanza y da clases en Casa de Artes y Circo Contemporáneo. También desarrolla otra de sus inquietudes al estar inscrito en la licenciatura en Coreografía de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea. Sus estudios le han dado la oportunidad de reflexionar filosóficamente sobre su quehacer, la danza en general y las particularidades del movimiento en el plano intelectual.
 

Cecilia Appleton e Yseye Appeton en Proyecto MH. Confesiones de una despedida.

 

Cecilia Appleton e Yseye Appeton en Proyecto MH. Confesiones de una despedida.
 

Para él resulta fascinante descubrir que “el movimiento corporal es patrimonio mundial”, que a lo largo de la historia se ha movido el cuerpo sin importar las técnicas y las personas que las han sistematizado. Es sorprendente ver cómo hay movimientos que hoy forman parte de escuelas europeas o norteamericanas que antes fueron de danzas de culturas ancestrales.

Finalmente expresa que gracias a la danza es libre: “Gracias a ella he tenido un crecimiento como ser humano muy grande, me ha llevado a momentos de plenitud, pero también me ha llevado a momentos de locura.” Afirma, asimismo, que como artista dejó que el arte lo invadiera como hiedra que toma formas caprichosas en su cuerpo, su mente y sus emociones.

Yseye Appleton desea consagrarse a esta profesión por el resto de su vida y bailar tanto como su cuerpo se lo permita. No está dispuesto a concebir la interpretación como algo únicamente para la juventud. Se rehúsa a que su danza se termine cuando se haga mayor porque sabe que su valor como bailarín no radica en un asunto físico. Está en contra de la estética que sólo considera bello o apto lo que es joven: los años dan experiencia y calidad escénica, y merece la pena que estas cualidades sean tomadas en cuenta dentro de las propuestas del arte dancístico.

La danza del Hombre de Vitruvio que desarrolla dentro de una rueda cyr puede representar la propia vida, el arte, la misión de este artista de la danza. Con su cuerpo perfectamente esculpido nos muestra que es posible llevar a niveles extremos la capacidad de movimiento.
 

Yseye Appleton con su rueda cyr. Foto: Graham Mlligan. Innovative Photo. Cortesía de Yseye Appleton.

 

*Estudia el doctorado en Historia del Arte en la UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 17.02.16.

Imagen de portal: Cecilia Appleton e Yseye Appeton en Proyecto MH. Confesiones de una despedida.

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