Xibalba: beats celebrando la vida y la muerte

Citlaly Aguilar Campos*
citlaestrella@hotmail.com

 

Festival Xibalba. Foto: acervo personal.
 

DESDE HACE ALGUNOS años, los festivales de música electrónica se han convertido en un espectáculo muy popular y recurrente en México. Los organizadores han detectado un gran mercado en el país para esta clase de eventos. La mayor parte de los festivales fusiona diferentes disciplinas artísticas: danza, performance, instalación, etcétera; sin embargo, por primera vez se organizó uno en torno a la tradición del Día de Muertos. El resultado fue una experiencia estética sumamente gratificante y peculiar.

En efecto, la primera edición del Festival Internacional de Música y Arte de Día de Muertos Xibalba se celebró el sábado 29 de octubre de 2016 en los Jardines de México, kilómetro 129 de la Autopista México-Acapulco, en el municipio de Tehiuxtla, Morelos. Este lugar constituye el jardín floral más grande del mundo, un escenario idóneo para unir música, baile, naturaleza, gastronomía, tecnología y prácticas culturales relacionadas con el homenaje a los difuntos.

El sitio seleccionado resultó una decisión bastante acertada. Un espacio determinado puede hacer que la percepción se modifique considerablemente. El filósofo francés Gaston Bachelard plantea que la imaginación reproductora es la prosa de la imaginación productora, con lo que hace referencia al hecho de que la imaginación trabaja sin cesar, nutriéndose de imágenes que pueden ser creadas a través de los espacios.[1] En este caso, las impecables instalaciones de los Jardines permitieron que los asistentes se adentraran en un mundo casi idílico: fuentes danzantes, vegetación exuberante, amplias áreas con césped suave y muy verde.

El festival modeló un paraíso para que los asistentes se liberaran de su cotidianidad urbana por un día. En la plataforma digital Vimeo los organizadores subieron un video a manera de invitación al festival con un recorrido muy sugerente por los jardines; la atractiva música que se escucha es de uno de los grupos de dj’s (disc jockeys) invitados: Röyksoop.[2] “El espíritu ve y revé objetos. El alma encuentra en un objeto el nido de su inmensidad.”[3] Con estas frases Bachelard quiere destacar la íntima conexión que establecemos con algunas cosas y cómo a través de ella nuestra imaginación vuela y nuestros sentidos se desbordan. Así pasó en los Jardines de México. La aceptación por parte de la audiencia fue más que positiva.
 

Cartel promocional.
 

El nombre Xibalba proviene de la mitología maya y es como se le llama en el Popol Vuh al inframundo, mismo que está conformado por una compleja estructura de laberintos y aguas subterráneas donde gobernaban doce divinidades. Curiosamente los Jardines de México tienen una disposición muy similar a un laberinto, ¿una afortunada coincidencia? Tal vez el festival adoptó el nombre como una manera de invitar al público a adentrarse en otra dimensión, un nivel de realidad distinto en el que la celebración de los muertos era el elemento central. En la página oficial en Facebook, se hacían una invitación al público: “¿Quieres un Día de Muertos diferente? #ViveXibalba con globos aerostáticos, alebrijes, dos escenarios con artistas internacionales y más.”[4] La jerarquización discursiva de las atracciones le daba un lugar predominante a la celebración, la música electrónica venía por añadidura. El sitio web trance.it así lo confirmaba: “Más que un festival, una exposición de arte o un lugar para conectarte con la naturaleza, Xibalba es trascender hacia una nueva forma de ver la vida, la muerte y la música.”[5]

¿Resultaba osado hacer estas afirmaciones? Por supuesto que no. Esta clase de eventos están orientados a la estimulación sensorial y se preparan con la idea de que la gente acuda no únicamente a ver un dj en particular, sino por todo el paquete que ofrece el festival. Son momentos en los que las personas pueden apartarse del ruido cotidiano y vivir algo único. Su antecedente es el rave, un tipo de fiesta que surgió en el Reino Unido a mediados de la década de 1980, donde los jóvenes, hartos de la recesión económica y la represión por parte del régimen de Margaret Tatcher, buscaron espacios clandestinos para hacer reuniones nocturnas llenas de música house y que les permitieran una catarsis, un cambio en su estado anímico. Se popularizaron tanto que en 1994 Gran Bretaña modificó la sección 63 de la ley “Criminal Justice and Public Order Act” con la invención de reglamentar los raves; en específico, se le otorgó a la policía la capacidad de sofocar cualquier evento musical que se caracterizara por la emisión de beats repetitivos a un volumen alto.[6] Tiempo después los raves se convirtieron en festivales de grandes dimensiones organizados alrededor del mundo gracias al apogeo que logró la EDM (Electronic Dance Music). Este tipo de reuniones siguió la línea del rave (aunque dentro de un ámbito más comercial y lucrativo), en el sentido de ser un espacio de liberación y encuentro comunitario.[7]

Muchos festivales de música electrónica presentan temáticas específicas que hacen aún más atractivo el acontecimiento. Tomorrowland, que se presenta en Bélgica, está estructurado en torno a un universo de fantasía, como si se tratara de un cuento de hadas en el que cada año los asistentes se transforman en personajes del mismo. El Electric Daisy Carnival (EDC), celebrado por primera vez en Los Ángeles en 1997, constituye una fiesta anual que gira alrededor del espíritu de un búho, símbolo de la compañía Insomniac, organizadora del festival. El EDC es muy popular y tiene lugar en urbes como Londres, Nueva York, Orlando, Las Vegas, Tokio, Nueva Delhi, Sao Paulo y la Ciudad de México. Este festival está imbuido de un espíritu bohemio y hippie, es toda una aventura llena de flores, luces y juegos. Por otra parte, el Holi Festival gira en torno al ritual hindú que celebra la primavera, la victoria sobre el mal y el renacer de la vida. El festival permite que se disfrute de música electrónica mientras se lanzan polvos de colores al aire.

Es así que la decisión de escoger el tema del Día de Muertos fue uno de los factores que hicieron que el Festival Xibalba resultara sumamente llamativo y original. Habrá personas que vean esta estrategia como un movimiento meramente mercadotécnico, pero la realidad es que el siglo XXI está abierto a explorar novedosas narrativas, insólitas formas de presentar contenidos de variada índole. Una celebración como el Día de Muertos, aunque tradicional, no puede reducirse a los panteones, hogares, museos, plazas públicas, desfiles. En cuanto manifestación popular, es válido llevar su celebración a otros espacios e incluso a diversas plataformas mediáticas, en una muestra de lo que Carlos Alberto Scolari denomina narrativa transmedia, es decir, contar una historia desde diferentes medios, una práctica que es parte a la vez de la nueva ecología de la comunicación donde los usuarios otorgan nuevos usos y significados a los productos culturales y de comunicación. Sin lugar a dudas, vivimos una transición tecnológica, mediática y en la manera de pensar que afecta a diferentes disciplinas, incluido el arte.

Escenario principal en Festival Xibalba. Set de Crazy P Soundsystem. Foto: acervo personal.
 

Hay un ecosistema de medios con una lógica diferente a la industria tradicional, y pese a la moderada resistencia que existe en algunos sectores para no ser incorporados en esta modalidad, los festivales de música electrónica han transformado su estructura para adaptarse a la nueva realidad. Ejemplo de ello es Xibalba, que celebró la muerte desde la óptica mexicana, pero sin dejar de lado el trabajo de los dj’s que en el momento de su presentación crearon toda una mística gracias a piezas musicales que envolvían a los asistentes en una atmósfera festiva y espiritual. En el cartel promocional del festival se puede observar la fusión entre dos tipos de suceso que parecieran antónimos: una fiesta ancestral impregnada de tradición y una celebración comercial.

El festival comenzó al mediodía del sábado 29 de octubre y finalizó en la mañana del domingo 30. Fueron casi 20 horas continuas de música. Había zona de camping para aquellos que quisieran pernoctar y pasar el día entero en el lugar. Se montaron dos escenarios, mismos que estaban engalanados con figuras monumentales de papel maché alusivas al personaje creado por el grabador mexicano José Guadalupe Posada: la Catrina. Muy cerca del escenario dos había altares y ofrendas con todos los elementos tradicionales; cuando llegó la noche prendieron veladoras que dibujaban con su luz el camino. Un globo aerostático con la figura de una calavera de azúcar iluminado por el fuego que lo llenaba de aire caliente fue el marco perfecto para que la celebración nocturna comenzara y los asistentes se introdujeran en la atmósfera de Xibalba.

Pasadas las ocho de la noche tocó el turno en el escenario principal a la presentación de Crazy P Soundsystem, dueto inglés que logró por medio de su música y un juego de luces y otros elementos visuales atraer a la audiencia y que los ánimos fueran en aumento. El momento cumbre ocurrió cuando en las pantallas se pudo observar una imagen animada en neón que recordaba la popular escena del baile entre los actores Uma Thurman y John Travolta en el emblemático filme de Quentin Tarantino Pulp Fiction.
 

 

Bailarina en Festival Xibalba y espectadores. Foto: acervo personal.
 

¿Por qué esta imagen tuvo tal impacto? En primer lugar porque se trata de un gif (Graphics Interchange Format) que se comparte con gran éxito en redes sociales. En segundo lugar porque es un símbolo para muchas generaciones; al proyectarlo ante una audiencia y combinarlo con la música se crea un acto comunicativo muy poderoso. De acuerdo con Scolari, estas estrategias discursivas permiten que las conciencias se expandan, que los asistentes se transformen en agentes activos que potencializan el evento: es momento de bailar, de tomar una foto, de añadirle ubicación, un hashtag, un texto o un filtro, de ir por una cerveza, fumar un cigarro, gritar, abrazar a tu acompañante, sentarte en el césped y deleitarte con el show, en fin, de todo lo que se te pueda ocurrir. Uno no es un espectador, es un actor más. Un índice que reafirma la última aseveración es que en ese momento, al ver la reacción del público, los organizadores decidieron exhibir unos alebrijes, figuras tradicionales de nuestro país que estaban iluminadas y dirigidas por un operador a fin de que se mezclaran con la gente.

Al avanzar la noche, llegó el turno del artista alemán Monolink, quien se caracteriza por incluir cuerdas y vocales en sus mezclas de música. Concretamente, para desarrollar su propuesta se vale de una guitarra. La música electrónica no es nada más sintetizadores, samples y mashups; día a día los dj’s y productores buscan diferentes formas de relacionarse con su audiencia, misma que es exigente y va en pos de una sólida conexión con lo que se ofrece en el escenario. Originario de Berlín, Monolink logró establecer en forma exitosa en Xibalba ese flujo de energía entre los asistentes y el dj.

El momento apoteósico llegó con la agrupación noruega Röyksopp. Después de la medianoche salieron a escena y sumergieron a los asistentes en una atmósfera mística e hipnótica. No nada más por su música llena de house, triphop y downbeat, sino también porque su aparición desató un performance de catrinas que los acompañaban con movimientos sugerentes: sus cuerpos emulando esqueletos se transformaron en vehículos sinuosos y ávidos de miradas. Música, baile, luces e imágenes proyectadas en las pantallas se amalgamaron en una materialidad irresistible que envolvió a los espectadores por alrededor de dos horas.

Es de resaltar que las bailarinas participantes y las imágenes proyectadas por los dj’s noruegos lograron una sinergia muy especial. Su música se erigió en un continuum entre ellos y la audiencia.[8] Como afirma el investigador mexicano en danza Alberto Dallal, “el espectador se descubre a sí mismo en la luminosidad del contorno, en los colores de la figura que vuela y alela […] nada sustituye a un cuerpo brillante, vivo sobre el escenario, a un cuerpo humano convertido en haz de luz”.[9] Esta cita se liga con la percepción que tienen los integrantes de Röyksopp de sí mismos. En su sitio oficial de internet declaran que están interesados en ser más experimentales en la manera como comparten su música, no sólo a través de singles sino también con una propuesta visual específica.[10]

Festivales como Xibalba muestran este nuevo ecosistema mediático que va modificando los moldes tradicionales a fin de hacer espectáculos multidisciplinarios. Estos festivales se han transformado en espacios culturales para personas de todas las edades, no sólo jóvenes. En Xibalba había un público variado que tenía como principal interés desvincularse de la rutina, purificar la mente y el cuerpo a través de la música, el baile, la comida y el entorno que brinda esta clase de fiestas.
 


 

El aburrimiento, la tensión, la violencia y otras situaciones propias hoy en día de las grandes ciudades desaparecen momentáneamente al asistir a espectáculos como Xibalba. La decisión de comprar un boleto de entrada va mucho en ese sentido: tener un exilio temporal de todo lo que oprime y produce hastío. La idea es que la percepción, ante el ofrecimiento artístico, se estimule por vías no rutinarias y sí más relacionadas con la interioridad y lo emotivo del individuo. Como afirmó el pintor ruso Vassily Kandinsky: “La obra artística vive y actúa, participa en la creación de la atmósfera espiritual”.[11] Un festival abre ventanas para que el espíritu se expanda, la subjetividad se exprese y el cuerpo somatice de maneras inimaginable todo lo que se percibe por medio de los sentidos.

Xibalba, con sus dos escenarios, los jardines, las bailarinas, las pantallas, el globo aerostático, los alebrijes, los altares y ofrendas y los food trucks se articularon en un solo conjunto para dar lugar a una experiencia global. En términos del arte contemporáneo, se puede aseverar que este acontecimiento (así como otros de su tipo) constituyen instalaciones que reflejan la cultura y los tiempos actuales. El escritor ruso Boris Groys considera que la instalación “revela precisamente la materialidad de la civilización en la que vivimos, porque instala todo aquello que nuestra civilización simplemente hace circular […] ofrece una oportunidad de usar cosas e imágenes de una manera muy subjetiva e individual”.[12] Estos espectáculos, a pesar de tener un fin comercial, son propuestas artísticas complejas y llamativas que no debemos ignorar y que merecen ser estudiadas con mayor profundidad.

Debe reconocerse que se trata de espectáculos dialógicos y constructivos, que se valen de recursos sonoros, visuales, kinésicos y narrativos para formar una experiencia estética integral. Los espectadores son actores del juego, no se quedan en la mera contemplación; su rol es activo y determinante. Es importante mencionar, además, que los festivales tienen una significativa función ritual en estos tiempos donde las personas buscan nuevas fuentes de espiritualidad para apaciguar sus temores y pasiones. En relación con el tema, el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa ha escrito que “no es forzado equiparar estas celebraciones a las grandes festividades populares de índole religiosa de antaño; en ellas se vuelca, secularizado, ese espíritu religioso que, en sintonía con el sesgo vocacional de la época, ha reemplazado la liturgia y los catecismos de las religiones tradicionales por esas manifestaciones de misticismo musical”.[13]

Sin lugar a dudas, los festivales de música electrónica han revolucionado la concepción de espectáculo que se tenía. Son sucesos de naturaleza envolvente, a los que se acude para vivir la experiencia y no sólo por ver a un artista o una atracción, en particular: se busca vivir el festival integralmente, incluyendo locación, escenario, asistentes, música, dj’s, servicios, etcétera. En el caso de Xibalba, el acontecimiento musical se transformó en un caleidoscopio de dos mundos: el de la tradición del Día de Muertos y el correspondiente a la cultura contemporánea, misma que encuentra en esta clase de manifestaciones un nicho de expresión y liberación con el eco de los raves ingleses donde la rebeldía, la protesta y la reafirmación de la identidad se fundían con el género electrónico. I
 

Röyksopp en el Festival Xibalba 2016. Foto: Xibalba Festival, <www.facebook.com/xibalbafestival/>.

 

*Becaria del Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM en el Instituto de Investigaciones Estéticas asesorada por Alberto Dallal.

 

Inserción en Imágenes: 23.03.17.

Imagen de portal: Röyksopp en el Festival Xibalba 2016. Foto: Xibalba Festival, <www.facebook.com/xibalbafestival/>.

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[1] Véase, Gaston Bachelard, La poética del espacio, 2a. ed., México, FCE, 2010.

[2] Véase, “Xibalba Festival-Jardines de México”, en Vimeo, <vimeo.com/177778248>.

[3] Bachelard, op. cit., p. 228.

[4] “Xibalba Festival”, Facebook Oficial. Post publicado el 26 de agosto 2016.

[5] Tania Tapia, “Xibalba: Festival Internacional de Día de Muertos 2016”, en Trance It Magazine, publicado el 16 Agosto de 2016, <trance-it.net/2016/08/xibalba-festival-internacional-de-dia-de-muertos-2016/>.

[6] Véase, Frankie Mullin,“How UK Ravers Raged Against the Ban”, en Vice, publicado el 15 de julio 2014, <www.vice.com/en_uk/read/anti-rave-act-protests-20th-anniversary-204>.

[7] Véase, Nav Haq, Rave and Its influence on Art and Culture, Londres, Black Dog Publishing, 2016, p. 25.

[8] Véase, “@citlaestrella @royksopp thank u for an awesome experience #XibalbaFestival”, en Twitter, <twitter.com/citlaestrella/status/792861453350940672>.

[9] Alberto Dallal, El aura del cuerpo, México, UNAM, 1990, pp. 35-36.

[10] Véase, “Biography”, Röyksopp Official Site, <royksopp.com/biography/>.

[11] Vassily Kandinsky, De lo espiritual en el arte, 6a. ed., México, Premia Editora, 1992.

[12] Boris Groys, La topología del arte contemporáneo, 2009, <historiacritica843.files.wordpress.com/2011/09/groys-b-la-topologc3ada-del-arte-contemporc3a1neo.pdf>.

[13] Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, México, Punto de Lectura, 2015, p. 39.