Raúl Anguiano: en el centenario de su nacimiento

Louise Noelle*
noelle@unam.mx
 

Raúl Anguiano, Esperanza, 1995, litografía. Colección Academia de Artes.
 

EN 1949 TUVO LUGAR LA PRIMERA EXPEDICIÓN oficial a Bonampak. Organizada por Fernando Gamboa con el apoyo del INBA, estuvo encabezada por el antropólogo Carlos Frey. Este azaroso y accidentado viaje se convirtió en un acontecimiento definitorio en el rumbo que tomó la producción artística y el concepto de vida de Raúl Anguiano, así como en la mayoría de los integrantes del grupo de artistas e intelectuales que también participaron: Manuel Álvarez Bravo, Alberto T. Arai, Franco L. Gómez, Luis Lara Pardo, Luis Morales, Carlos R. Margain, Jorge Olvera, Julio Prieto, José Puig, Andrés Sánchez Flores y Arturo Sotomayor. Efectivamente, fueron los dibujos realizados durante su estancia en la selva lacandona, al igual que los recuerdos del singular periplo, lo que le permitió a este artista aportar emotivas imágenes de un entorno desconocido; además, gracias a su mirada inquisitiva, logró mostrar aspectos de la vida cotidiana de los habitantes de la selva chiapaneca.

Por ello resulta interesante revisar los recuerdos de Anguiano vertidos en su libro Expedición a Bonampak. Diario de un viaje.[1] Al respecto cabe señalar que después de esperar una semana en Tuxtla Gutiérrez, por problemas relacionados con los pequeños aviones que deberían abordar, los participantes de la expedición llegaron al campamento El Cedro, ya dentro de la selva, el 27 de abril, hace ya 66 años. De ello nos dice el pintor: “Despierto a las dos de la mañana y desde mi hamaca, a través del mosquitero, veo el cielo cuajado de estrellas [… con] los ruidos y silbidos que se escuchaban toda la noche emitidos por las cigarras y otros insectos, los extraños rugidos de los saraguatos.”[2]
 

Raúl Anguiano, Margarita, dibujo al carbón. Tomado de Raúl Anguiano, Expedición a Bonampak. Diario de un viaje, México, UNAM, 1959.

 

Raúl Anguiano, Caribal de Obregón, dibujo a pincel y tinta. Tomado de Raúl Anguiano, Expedición a Bonampak. Diario de un viaje, México, UNAM, 1959.

 

Raúl Anguiano, La espina, 1951, óleo. Colección Museo de Arte Moderno.
 

Diversas complicaciones y dificultades obligaron al último contingente de expedicionarios, en el que se encontraba Anguiano, a permanecer en El Cedro cuatro días, antes de salir hacia Bonampak. A pesar de las privaciones e incomodidades, estos días fueron fundamentales para la creatividad del artista, quien nos cuenta:
 

Yo he dibujado toda la mañana a María y a Margarita, cuando me posaban. Y en compañía del pintor Jorge Olvera acompaño a las dos mujeres a su “caríbal”: Durante hora y media caminamos hacia su “champas” […] Caminan con gran rapidez delante de nosotros, no obstante que de vez en cuando se les clavan espinas en los pies descalzos. Se sacan las espinas y siguen caminando.[3]
 

Es importante notar que estas escenas que Anguiano recogió en su mente se combinaron con los retratos y dibujos de la selva para conformar el óleo La espina, pintado en 1951 (Museo de Arte Moderno, México). Aún más, es posible ver que algunos de los dibujos incluidos en el citado libro se integraron a esta obra, un excepcional retrato de una mujer lacandona, Margarita, que formó parte del grupo de habitantes de la localidad que ayudaron a los participantes en la expedición.[4]
 

Raúl Anguiano, Mujer con rebozo, 1981, litografía. Colección Academia de Artes.
 

Como corolario a esta reflexión inicial es necesario agregar que Raúl Anguiano llegó finalmente a Bonampak, después de dos días de caminar por la selva, el 2 de mayo en la tarde. Acerca del martes 3 de mayo cuenta en su “diario”:
 

Muy temprano me despierto con los rugidos de los saraguatos y el canto de los cojolites [...] Álvarez Bravo y yo vamos a ver la gran estela que está a la entrada de Bonampak [...] Visitamos las ruinas cubiertas de maleza […] Los frescos del interior de las estancias, a pesar de que se les aplicó petróleo blanco, son casi invisibles [...] Sin embargo las figuras mejor conservadas son de una gran belleza de forma y de color. Esas pinturas son la muestra más madura del arte pictórico prehispánico [...] Hago unos dibujos.[5]
 

Ése fue el único momento en que el pintor estuvo en la zona arqueológica, ya que ese mismo día falleció el jefe de la expedición, Carlos Frey, por lo que el grupo tuvo que dejar el lugar y emprender el regreso dos días después.

Hasta aquí con los recuerdos de la selva y la rica herencia maya. Acerquémonos ahora, así sea brevemente, a la biografía del artista.[6] Raúl Anguiano nació el 26 de febrero de 1915 en Guadalajara, donde inició su educación artística. En 1934 se trasladó a la Ciudad de México; un año después, gracias a sus dotes de dibujante, ingresó como profesor en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda. Poco después, en 1937, formó parte del grupo fundador del Taller de Gráfica Popular, el cual tenía como objetivo apoyar los ideales de los grupos populares de México, a través del grabado.[7] En esa misma época se inició en el muralismo; de este movimiento se le considera miembro de la llamada “Segunda Generación”. Resulta interesante encontrar que en diversas conferencias y publicaciones correspondientes a sus actividades dentro de la Academia de Artes resaltó estos aspectos de su trayectoria. En su discurso de ingreso expuso: “Siempre he dibujado, como todos los niños lo hacen, pero yo nunca he cesado de hacerlo […] Un lápiz de color morado pálido es el juguete que mejor recuerdo. Su olor, el perfume de la madera al tajar el lápiz.”[8] Desde la infancia hizo evidente su inclinación y talento en el dibujo.
 

Raúl Anguiano, Alfarera, 1983, óleo. Colección Academia de Artes.
 

También sabemos que después de una estancia para perfeccionar su técnica en el Art Students League de Nueva York, en 1940, comenzó a dedicarse exitosamente al retrato. Desde entonces la mujer se convirtió en el centro de su interés artístico; logró excelentes retratos tanto de damas famosas como de personas comunes representativas de los arquetipos femeninos de México. Recordemos que en 1990 Xavier Moyssén escribió: “A Raúl Anguiano debe considerársele como uno de los maestros del retrato contemporáneo en México, por los niveles de originalidad que alcanzó al retener en las telas las imágenes de las singulares mujeres que posaron para él.”[9] Debido a ello, y ante la calidad y cantidad de este tipo de obras realizadas por el pintor desde sus inicios en el Taller de Gráfica Popular, la exposición que conmemoró su centenario en el Museo Nacional de San Carlos –con la colaboración de la Academia de Artes– se intituló El eterno femenino de Raúl Anguiano. Así, las bellas damas que inmortalizó se acompañan de alfareras o vendedoras de iguanas, pero lo que es más importante aún, encontramos un reclamo a favor de la mujer campesina y la mujer obrera, ante las duras condiciones de vida que deben soportar. Podemos considerar que se trata de un acercamiento a la vez respetuoso y penetrante a las costumbres, tradiciones y singularidades de la rica cultura mexicana.

Esto nos lleva a recordar que en 1988 la Academia de Artes publicó El grabado mexicano en el siglo XX,[10] con un texto de Raúl Anguiano escrito expresamente para este libro. Es sabido que en lo que toca al grabado y la litografía Anguiano era un maestro, por lo que sus memorias y apreciaciones referentes a estas disciplinas son de gran utilidad. Además, es necesario señalar que el pintor mantuvo una importante actividad en el seno de la Academia. Como parte de ella colaboró en los homenajes a colegas como Manuel Álvarez Bravo, en 2002, José Chávez Morado y Alberto Beltrán, en 2003, y Beatriz de la Fuente, en 2005. Estos homenajes quedaron recogidos en sendas publicaciones. Con este tipo acciones Raúl Anguiano dio muestra de su solidaridad con los colegas académicos y patentizó su interés por compartir sus conocimientos y vivencias.
 

Raúl Anguiano, Cabeza de mujer, litografía, 1949. Archivo del Taller de Gráfica Popular, Colección Academia de Artes.

 

Raúl Anguiano, Lacandona, 1951, litografía. Archivo del Taller de Gráfica Popular, Colección Academia de Artes.
 

Por otra parte, se debe señalar su dilatada e importante actividad como muralista. Acerca de ella expresó en su discurso de ingreso a la Academia: “Aprendí a pintar murales al fresco sirviendo de ayudante a mis amigos Guerrero Galván, Roberto Reyes Pérez, Máximo Pacheco y Juan Manuel Anaya. Pintamos decoraciones murales en una escuela de la colonia Portales. La paga que yo recibía era de veinte pesos a la semana y la comida de mediodía.”[11] Entre sus murales en la Ciudad de México destacan los frescos realizados en el Centro Escolar Revolución, en 1937, y el óleo pintado en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología, en 1964, titulado La creación del hombre en el mundo maya. Cabe subrayar que siempre se mantuvo vinculado a este tipo de expresión; prueba de ello es que a principios del siglo XXI realizó varias obras murales en California.[12]

Por todo lo anterior se puede concluir que Raúl Anguiano tuvo una larga y productiva existencia,[13] a lo largo de la cual produjo obras señeras del arte mexicano del siglo XX; tanto grabados como obras de caballete y murales. Esto le dio la posibilidad de realizar numerosas exposiciones en México y el extranjero. Su amplia producción le permitió obtener múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Artes en el año 2000. Gran artista y trabajador incansable, de temperamento afable y generoso, con un proverbial entusiasmo y una extraordinaria memoria, Raúl Anguiano se erige en su centenario como un referente significativo de la Escuela Mexicana de Pintura.
 

Raúl Anguiano, Mujer con iguanas, 1988, litografía. Colección Academia de Artes.

 

Raúl Anguiano, Mujer de Cuetzalan, 1988, litografía. Colección Academia de Artes.

 

*Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 20.08.15.

Imagen de portal: Raúl Anguiano, Mujer con rebozo, litografía, 1983. Colección Academia de Artes.

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[1] Raúl Anguiano, Expedición a Bonampak. Diario de un viaje, México, UNAM, 1959. Ver también Alberto T. Arai, La arquitectura de Bonampak y Viaje a las ruinas de Bonampak, México, INBA, 1960; y Carlos R. Margain, Los lacandones de Bonampak, con ilutraciones de Raúl Anguiano, México, Ediciones Mexicanas, 1951.

[2] Anguiano, op. cit., p. 22.

[3] Ibid., p. 26.

[4] Ibid., p. 23 y dibujos 6 y 15.

[5] Ibid., p. 44.

[6] Conocí a Raúl Anguiano a finales de 1986 cuando participé en la presentación del libro En la pintura de Raúl Anguiano, México, Ediciones de Comunicación, 1986. Posteriormente lo traté con frecuencia en la Academia de Artes. Como parte de las actividades de esta institución, y con motivo de los noventa años del pintor, organicé la exposición Raúl Anguiano en las artes gráficas. 1915-2005, para el Museo de San Carlos.

[7] Ver Frente al Fascismo. El poder de la imagen ante el totalitarismo, Academia de Artes-Conaculta, México 2012.

[8] Raúl Anguiano, “Memorias de mi carrera y de mis contemporáneos”, discurso de ingreso (14 de abril de 1983), en Academia de Artes. Una década de actividades. Memoria 1979-1989, México, Academia de Artes, 1990, p. 56.

[9] Xavier Moyssen, “La obra de Raúl Anguiano”, en Raúl Anguiano, México, Grupo Arte Contemporáneo, 1990, p. 32.

[10] Raúl Anguiano, El grabado mexicano en el siglo XX, México, Academia de Artes, 1988.

[11] Anguiano, “Memorias de mi carrera y de mis contemporáneos”, op. cit., p. 56.

[12] Ver, entre otros, Dina Comisarenco Mirkin, Las cuatro estaciones del muralismo de Raúl Anguiano, San Diego, Brigita Anguiano, 2015.

[13] Falleció el 13 de enero de 2006.