Notable revisión histórica y estética de la Catedral de México

Ligia Fernández Flores*
lfernandez189@hotmail.com

 

La Catedral de México, Barcelona, Fundación BBVA Bancomer, 2014.
 


 

EL LIBRO LA CATEDRAL DE MÉXICO, editado por la Fundación BBVA Bancomer, es una de las obras que ha salido a la luz recientemente como parte de los ambiciosos proyectos desarrollados en los últimos años en favor del rescate y difusión del patrimonio cultural de México. Si bien se han impulsado importantes iniciativas para recuperar la historia artística de la Catedral –gracias a la labor intelectual de destacados estudiosos–, era necesario redoblar esfuerzos a fin de estudiar de manera integral y completa el monumento, con una perspectiva metodológica actual que incorporara en un libro colectivo los últimos conocimientos derivados de acuciosas investigaciones en los archivos catedralicios, además de las aportaciones de los trabajos de restauración y conservación realizados desde hace varias décadas.

En su libro Tributos, Ernst. H. Gombrich afirma que los historiadores que le precedieron son los guardianes de la memoria, es decir, “los ascendientes espirituales a los que debemos las ideas y los valores entrelazados en el tejido de nuestra vida intelectual”. En este sentido, los estudiosos del arte virreinal tenemos en Manuel Toussaint uno de los guardianes más ilustres. En su libro La Catedral de México y el Sagrario Metropolitano. Su historia, su tesoro, su arte, publicado en 1948, el investigador logró reunir un importante corpus documental con el que pudo reconstruir la primera gran historia artística de la Catedral. En esta misma línea, en 1986 se publicó el volumen Catedral de México. Patrimonio artístico y cultural, un proyecto editorial que acertadamente emprendió la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, en colaboración con Fomento Cultural Banamex. Encargado a un destacado grupo de especialistas, el libro resultó una obra sin igual en nuestra historiografía, pues, amén de reunir veintiocho capítulos correspondientes a los distintos recintos, se incluyó también un inventario de alrededor de mil objetos artísticos, entre retablos, pinturas y esculturas.
 

Vista general de la Catedral Metropolitana, Ciudad de México. Foto: Martha Fernández.

 

Nave central de la Catedral, Ciudad de México. Vista hacia el coro. Foto: Martha Fernández.
 

Casi treinta años después de la publicación antes mencionada, y a más de sesenta del libro de Toussaint, resulta una grata noticia la aparición de un nuevo trabajo orientado al rescate y difusión de la historia artística de la catedral más importante del continente americano. Esta singular y ambiciosa empresa, impulsada por Jaime Salcido y Romo, contó con la asesoría académica y editorial de la doctora Martha Fernández, el arquitecto Xavier Cortés Rocha y el presbítero Armando Ruiz Castellanos. En esta obra no serán los bienes muebles de la Catedral los protagonistas, sino la arquitectura, abarcando desde la fábrica material, como se consignaba en los documentos virreinales, hasta los trabajos de conservación de las postrimerías del siglo XX. En este sentido, los especialistas que colaboraron en el libro analizan el edificio desde la óptica de sus respectivas áreas de estudio: la Arqueología, la Arquitectura, la Historia del arte, la Ingeniería y la Restauración. Con ello, además de lograr una excelente visión de conjunto y puesta al día del estado de la cuestión sobre el arte y los artistas vinculados con el recinto catedralicio, se han sentado las bases para nuevas investigaciones, pues dada la riqueza informativa e interpretativa de los trabajos reunidos, se abren grandes posibilidades para estudios cada vez más especializados.

El prólogo de Vicente Quirarte deja clara la intención de este esfuerzo:
 

La presente obra monumental es una lectura del edificio más importante de la arquitectura virreinal en México. De la misma forma en que para levantar la Catedral fue preciso el concierto de varias voluntades, este libro está formado por quienes al leerla en el tiempo le dan otro sentido: arquitectos, historiadores del arte, arqueólogos, escritores que contribuyen con su respectivo bloque para construir nuevamente la Catedral. El templo es la sintaxis arquitectónica más sedienta de eternidad: eternidad a la que toda urbe aspira al ser fundada; eternidad como testimonio de la más tangible y permanente construcción del paso de un grupo de seres por el mundo.
 

Como el lector podrá ya intuir, el resultado es notable: en estricto orden cronológico, los veintinueve artículos de los académicos participantes analizan la historia arquitectónica del monumento y temas relacionados con su decoración y función litúrgica. Es por ello que sus análisis resultan significativos no sólo por los temas que abordan sino porque explican cómo las diversas épocas históricas y tendencias artísticas repercutieron de manera decisiva en la planificación, edificación y decoración del inmueble. Al respecto, cabe resaltar la dificultad intrínseca a la que se enfrentan aquellos que pretenden, bajo algún criterio de selección, ofrecer un panorama general de la historia catedralicia; en este sentido, debe recordarse que toda selección implica irremediablemente una exclusión.

El volumen abre con la debida presentación institucional de BBVA Bancomer y un prefacio del cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, y continúa con los agradecimientos del editor, Jaime Salcido y Romo. Posteriormente se encuentra el prólogo arriba citado, en donde Vicente Quirarte realiza un breve recorrido por el México decimonónico que le permite entrelazar noticias de viajeros e intelectuales con referencias artísticas relacionadas con la Catedral.

El primer ensayo es del presbítero Armando Ruiz Castellanos, quien desde hace años ha dedicado sus esfuerzos y conocimientos al rescate y difusión de este importante edificio y sus tesoros artísticos. El autor describe de manera inicial la fachada y resalta tanto sus características formales como iconográficas. Todo ello como parte de un contexto histórico en el que se entrelaza información procedente de crónicas y documentos virreinales con interpretaciones de tipo teológico. Continúa su recorrido por el interior a fin de destacar la funcionalidad de los espacios y su significación religiosa. Concluye acertadamente con sendos apéndices dedicados a las devociones de las principales imágenes catedralicias y a los arzobispos que tuvieron bajo su cargo la Catedral y cuyos restos mortales descansan en las criptas de la edificación.
 

Retablo de los Reyes, Catedral Metropolitana de México. Foto: Martha Fernández.
 

Eduardo Matos Moctezuma es el autor del segundo artículo, mismo que está dedicado al estudio de los vestigios prehispánicos bajo la Catedral. El trabajo parte de los testimonios de los primeros cronistas españoles para poder reconstruir el aspecto del centro ceremonial de México-Tenochtitlan y ubicar en relación con éste el templo catedralicio. A través de la correcta demarcación de las construcciones mexicas y las novohispanas, Matos Moctezuma aclara inexactitudes de tipo técnico debidas a ingenieros y arquitectos del siglo XX respecto al grado de implicación de los antiguos basamentos indígenas en el problema del hundimiento de la Catedral. Una vez aclarado el asunto, el autor resalta las aportaciones de la Arqueología centradas en los descubrimientos de importantes vestigios de las época prehispánica y virreinal realizados durante los trabajos de nivelación del edificio.

Lo que podríamos llamar la segunda parte del libro consta de veintisiete trabajos agrupados también en orden cronológico. La sección dedicada al siglo XVI está formada por cinco artículos que atienden problemáticas particulares pero estrechamente relacionadas entre sí por el tiempo y los personajes mencionados. El texto “La portada principal de la primitiva Catedral de México” fue escrito por el recientemente fallecido Guillermo Tovar de Teresa, quien después de enumerar las pinturas manieristas de Martín de Vos, Simón Pereyns y Andrés de Concha que se conservan todavía en la Catedral, centra su atención en la portada del antiguo recinto construido por el arquitecto Martín Casillas, bajo la supervisión y tasación de Claudio de Arciniega, primer maestro mayor de la Catedral. Tovar de Teresa narra la historia del diseño y construcción de la traza primitiva, así como el singular trasiego de la portada principal, desde su emplazamiento original, pasando por el convento de monjas carmelitas de Santa Teresa la Antigua, en 1625, hasta su colocación en 1691 en la iglesia del Hospital de Jesús de la Ciudad de México, en donde todavía se conserva. En “El proyecto para la segunda Catedral”, Francisco Covarrubias y Juan Benito Artigas analizan el proceso mediante el cual “la primera Iglesia Mayor”, construida entre 1524 y 1532, se transformó en “la primera Catedral” en 1533. Estos autores exponen los complejos trámites burocráticos que hicieron posible la consolidación de las autoridades eclesiásticas y la construcción del inmueble.

Por su parte, Martha Fernández colabora con tres interesantes artículos: el primero versa sobre el proyecto a cargo del arquitecto español Claudio de Arciniega para la construcción de la Catedral en el siglo XVI. En su texto, la investigadora hace un breve recorrido por los primeros años de la edificación. Para ello se apoya en la iniciativa del arzobispo Alonso de Montúfar y en la información consignada en algunos códices poshispánicos. La historiadora concluye con la revisión del proyecto de Arciniega. De manera particular, aborda problemas como la orientación y estructura. Mención aparte merece la minuciosidad del análisis del supuesto plano atribuido al primer maestro mayor, lo que permite a la especialista cuestionar una autoría tradicionalmente aceptada.

Prueba de la acertada estructura del libro es la continuidad entre el artículo antes mencionado y el escrito por Carlos Flores Marini, quien lamentablemente murió en enero de 2015. Este autor analiza el ya mencionado plano atribuido a Arciniega a partir de cuestiones de tipo técnico, al tiempo que trata de esclarecer el origen del plano y por qué permaneció guardado o perdido hasta una fecha tan tardía como 1964 en que el arquitecto Luis G. Serrano lo dio a conocer en un libro escrito por él. Para finalizar la sección dedicada al siglo XVI, el arquitecto Xavier Cortés Rocha, en su artículo “El inicio de las obras”, introduce al lector de manera breve y precisa en los primeros años de la construcción.

  El tema de la Catedral en el siglo XVII es abordado por medio de tres trabajos cuyo hilo conductor es el análisis simbólico y formal del edificio. En “El rediseño de la Catedral”, Martha Fernández analiza en forma pormenorizada el complejo proceso que implicó el rediseño del proyecto original de Claudio de Arciniega debido a maestros mayores que le sucedieron como Alonso Pérez de Castañeda, Alonso Martínez López y, particularmente, Juan Gómez de Trasmonte, cuyas propuestas resultaron definitorias en el rumbo que tomaron las obras durante el siglo XVII. En este sentido, el estudio del alzado, las bóvedas, la cúpula y las fachadas interiores da pauta para poder dimensionar la trascendencia que tuvo la fábrica de diversas partes del recinto en la arquitectura novohispana. Por su parte, Xavier Cortés Rocha aborda el tema del clasicismo en el recinto catedralicio mediante un análisis formal que permite comprender la gramática arquitectónica de esta tendencia artística que tanto arraigo tuvo en el virreinato. Finalmente, en “El salomónico en la Catedral de México”, la doctora Fernández aborda un problema estilístico vinculado con un aspecto simbólico de la arquitectura catedralicia: el salomonismo. Como en otras ocasiones, la autora trata el tema desde una perspectiva histórica que le permite explicar los supuestos orígenes de las columnas salomónicas en la tradición bíblica y su largo proceso de resignificación en la cristiandad. De este modo, gracias al evidente y profundo conocimiento y manejo de fuentes que tiene la autora, se hace asequible la estrecha y profunda relación entre el Templo de Salomón y la Catedral de México.
 

Nave procesional poniente de la Catedral, Ciudad de México. Foto: Martha Fernández.

 

Retablo del Perdón, Catedral, Ciudad de México. Foto: Martha Fernández.
 

La sección correspondiente al siglo XVIII comprende diez artículos dedicados a temas concretos relacionados con lo que san Carlos Borromeo, en sus Instructiones fabricae et supellectilis ecclesiasticae, obra publicada en Milán en 1577, denomina “el ajuar eclesiástico. Así, los autores tratan temas como los retablos más importantes de la Catedral, los libros de coro, las campanas y campanarios, las rejerías y el facistol, sin faltar, desde luego, el Sagrario. Guillermo Tovar de Teresa escribe acerca de “Gerónimo de Balbás y el Retablo de los Reyes”. El autor ofrece una visión aguda de uno de los artistas más importantes del virreinato que con sus obras y proyectos contribuyó a la consolidación y difusión de un estilo artístico durante el siglo XVIII. Las aportaciones documentales y los alcances reflexivos de Tovar de Teresa le permitieron transitar desde los primeros proyectos presentados por los maestros novohispanos para la erección de tan magnífica obra, en el último cuarto del siglo XVII, hasta su construcción y terminación durante el primer tercio de la siguiente centuria.

El artículo “Jerónimo de Balbás y la Catedral de México”, de Óscar Flores Flores, constituye un iluminador trabajo sobre dos de los retablos construidos por Balbás en la Catedral: el Ciprés o Altar Mayor y el Altar del Perdón. El autor ofrece una enriquecedora visión del perfil intelectual del artista, a la vez que propone una sugerente interpretación sobre el diseño de ambos monumentos. Óscar Flores aprovecha la información de los documentos que se conservan sobre la erección de ambos retablos para esclarecer, con ejemplos claros, y a partir de una cuidadosa y reflexiva lectura de las fuentes, el proceso creativo, el estilo y las influencias del multifacético artista gaditano. Cabe añadir que la inclusión de una cantidad importante de escritos inéditos sobre Balbás y otros maestros coetáneos que trabajaron en la Catedral es una de las principales aportaciones de este artículo.

En un trabajo dedicado a los tesoros artísticos de la Sacristía y la Sala Capitular, Nelly Sigaut explica las particularidades de estos espacios arquitectónicos, desde lo relativo a su emplazamiento hasta lo concerniente a su ornamentación y lo que en términos modernos sería el “equipamiento” para las usos y funciones de la liturgia. Por su parte, Jorge Loyzaga ofrece un texto sobre la presencia del Oriente en la Catedral, lo cual se hace evidente en la manufactura de tumbaga de una de las rejas del coro y el facistol del recinto. El autor reconstruye la historia de estas singulares obras de arte con base en los documentos que se resguardan en el archivo catedralicio. Así, los nombres de los artistas y comitentes, al igual que las condiciones de contratación, características materiales y traslados quedan consignados en un discurso claro y fluido.

En “La construcción de los órganos gemelos de Joseph Nassarre (1734-1736)”, de José Antonio Guzmán, se mencionan inicialmente los órganos que precedieron a los de Nassarre. En el texto se explican también las características técnicas de los instrumentos instalados en la Catedral, el lenguaje plástico empleado en sus cajas y su estrecha vinculación con la obra Escuela música, de fray Pablo Nasarre, en donde se daban indicaciones específicas para alcanzar la armonía clásica deseada en los órganos, tan importantes para el ceremonial eclesiástico. “Los libros de coro de la Catedral de México: un repertorio virtuoso”, de Silvia Salgado Ruelas, constituye un interesante trabajo sobre los cantorales catedralicios. En él se destaca la importancia y singularidad de estas obras dentro del patrimonio artístico e histórico de nuestro país. La autora los define como artefactos culturales complejos, que para su estudio requieren un enfoque multidisciplinario que aborde sus características bibliográficas, estéticas, históricas y musicales.

Un siguiente artículo se centra en el tema de la realización de las torres de la Catedral a cargo del arquitecto neoclásico José Damián Ortiz de Castro. Su autora, Mónica Cejudo Collera, estudia la participación del que fuera el último maestro mayor de la fabrica catedralicia, ya en plena época neoclásica, y cuyo diseño para las torres fue elegido entre los tres que se presentaron al concurso convocado por las autoridades en 1786. La obra de Ortiz de Castro sobresale como un notable trabajo de transición entre el lenguaje barroco de la primera mitad del siglo XVIII y las nuevas formas de expresión finiseculares.

En “Las campanas de la Catedral de México”, José de Jesús Aguilar realiza un inventario exhaustivo de todas las campanas, consignando en lo posible la información, histórica y técnica, disponible de cada una de ellas. Por su parte, el artículo de Agustín Hernández Hernández, “La restauración de las escaleras de acceso a los campanarios de la Catedral”, resulta particularmente interesante por el análisis técnico que hace de la estructura de los campanarios. Además, contextualiza esta obra de un arquitecto del siglo XVIII, teórico notable y conocedor profundo de las matemáticas, lo cual se relaciona con la importancia que le concedió a la elipse como figura central de sus composiciones.

En otro artículo, Jorge Alberto Manrique analiza el Sagrario Metropolitano desde un punto de vista estilístico e iconográfico. Para ello, describe los elementos formales de la fachada y los explica en función del complejo programa iconográfico. Asimismo, subraya el importante papel del autor del recinto, Lorenzo Rodríguez, como difusor del estípite en la arquitectura virreinal. El trabajo concluye con una puntual descripción y análisis del interior del Sagrario, en especial de los retablos.
 

Torre oriente de la Catedral, Ciudad de México. Foto: Martha Fernández.

 

Cúpula, Catedral Metropolitana, Ciudad de México. Foto: Martha Fernández.
 

La sección relativa al siglo XIX está compuesta por dos textos. En uno de ellos, Elisa García Barragán escribe sobre la vida y obra del insigne artista valenciano Manuel Tolsá, profesor de la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España. De manera particular, resalta la participación del arquitecto en las obras catedralicias y lo sitúa como ejemplo de un artista heredero de una tradición barroca que pudo transitar impecablemente al neoclasicismo. En el otro artículo de esta sección, Xavier Guzmán Urbiola realiza un recorrido por el siglo XIX y primer cuarto del XX a partir del examen de aspectos y obras del recinto catedralicio. Plantea el autor que los diversos “proyectos de nación” son el marco de las distintas iniciativas que estuvieron destinadas a realzar la grandeza y belleza de la Catedral como elemento central de la traza urbana de la Ciudad de México.

El siglo XX consta de siete artículos en torno a temas como la conservación, la restauración y la rehabilitación de la Catedral y su nexo con los afanes renovadores de las artes en la segunda mitad del siglo. Se inicia esta sección con el texto del arquitecto Carlos Flores Marini acerca del funesto incendio de la Catedral en enero de 1967. A lo largo de sus líneas, se recuerda la fuerte polémica establecida por importantes arquitectos, escritores, historiadores, historiadores del arte y restauradores que estaban a favor y en contra de la restauración del coro. Por otro lado, la lectura del texto de Louise Noelle permite apreciar que los trabajos realizados por Mathias Goeritz y Ernesto Gómez Gallardo en la Catedral Metropolitana son eco de la modernización de México en los años sesenta. Noelle ofrece una visión general de la obra del artista alemán en nuestro país y contextualiza sus vitrales catedralicios como parte de sus novedosas propuestas de arquitecto y diseñador. En este mismo sentido, analiza la participación de Gómez Gallardo en el diseño del Altar Mayor y en la llamada Puerta de los Arzobispos.

Cinco artículos están dedicados a las labores de conservación, restauración y rehabilitación de la Catedral. Escritos por Sergio Zaldívar, Fernando López Carmona, Enrique Santoyo Villa, Roberto Meli, Roberto Sánchez, Xavier Cortés Rocha y Julio Valencia Navarro, respectivamente, constituyen un aporte fundamental e imprescindible del libro que nos ocupa debido a la importancia y la necesidad de la salvaguarda de los monumentos históricos. Cada uno de ellos aborda un problema específico referente a cuestiones técnicas como el comportamiento estructural del edificio, estudios de mecánica de suelos, el programa de rehabilitación de la Catedral y el Sagrario, y su conservación tanto en el siglo XX como en el XXI.

Cierra el volumen un epílogo titulado “Su majestad: la Catedral de México”, de René Avilés Fabila. Gracias a la pluma del escritor y periodista, puede disfrutarse una excelente síntesis de la obra reseñada, en donde, a decir del maestro, “cada texto es una pieza de un rompecabezas, el que ya armado por los brillantes textos de los autores citados, aparece como uno de los mejores análisis de un majestuoso edificio religioso: la Catedral de México”.

Es importante destacar que varios de los artículos presentan aparato crítico, bibliografía y apéndices documentales imprescindibles para aquellos lectores interesados en adentrarse en el estudio del monumento. Asimismo, los distintos artículos se acompañan de planos, acuarelas y dibujos de plantas y alzados. Finalmente, debemos subrayar que el libro se engalana con una magnífica edición y diseño a cargo de Iván Salcido, así como con una selección de pinturas, grabados y litografías del siglo XIX, de autores tan connotados como José Joaquín Fabregat, Casimiro Castro y Pedro Gualdi. También se incluyen fotografías de valor histórico tomadas por los reconocidos artistas Hugo Brehme, Guillermo Kahlo y Luis Márquez Romay, lo cual se complementa con el registro fotográfico contemporáneo e impecable del talentoso Javier Hinojosa.
 

Portada poniente del Sagrario Metropolitano, Ciudad de México. Foto: Martha Fernández.

 

*Profesora del Centro de Enseñanza para Extranjeros, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 21.05.15.

Imagen de portal: Portada del Perdón, Catedral Metropolitana de México. Foto: Martha Fernández.

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