La imagen como vía de acceso al conocimiento

Octavio Ortiz Gómez*
oortizgo@yahoo.com

 

Laboratorio Audiovisual de Investigación Social del Instituto Mora: Tejedores de imágenes. Propuestas metodológicas de investigación y gestión del patrimonio fotográfico y audiovisual, México, Instituto Mora, 2014.
 

Josefina Lavalle bailando La Coronela (coreografía de Waldeen) en una zona rural del Bajío. Fotograma de registro familiar, familia Lavalle, 1950, tomado del documental La Coronela, de Josefina Lavalle, Eugenio Cobo y Lourdes Roca, 2001.

EL LABORATORIO AUDIOVISUAL de Investigación Social del Instituto Mora ha producido un libro de sugerente título, Tejedores de imágenes. Tal vez para evitar dudas sobre su contenido, los autores y responsables de la publicación incluyeron un puntual subtítulo referente al carácter académico de la obra: Propuestas metodológicas de investigación y gestión del patrimonio fotográfico y audiovisual. De este modo, título y subtítulo se complementan para expresar el tono académico y a la vez accesible del trabajo, así como los propósitos de éste.

Tejedores de imágenes. Una palabra tan evocativa como la que cierra el título nos puede hacer pensar en muchas cosas: en un libro de pintura, de poesía o incluso acerca del sonido, pues, como se sabe, hay distintos tipos de imágenes, todos, de algún modo –aunque esto no siempre entendido cabalmente– relacionados entre sí: un artista plástico crea imágenes; en la literatura se habla precisamente de imágenes literarias y poéticas que se forman con las palabras, y al captar y conjuntar o producir sonidos a fin de crear atmósferas sonoras o registrar paisajes sonoros se trabaja con imágenes auditivas. ¿Qué tienen en común la clase de representaciones antes mencionadas? Quizá sobre todo que se trata de imágenes culturales o de índole cultural y, a final de cuentas, signos, o sea, artefactos u objetos que se refieren a algo diferente de ellos mismos, pero con los que se quiere expresar algo; dicho de otro modo, elementos significativos susceptibles de ser registrados, reconocidos e interpretados de alguna manera por la mente humana.
 

        

Los que estudiamos el tema de la cultura tarde o temprano nos damos cuenta de que, en última instancia, la cultura son imágenes, poderosas imágenes mentales compartidas socialmente. Antes que en las cosas, la cultura está en las personas. Sin embargo, las imágenes y significados culturales que, como tales, comparten los grupos y comunidades, no podrían existir sólo en la mente, en forma abstracta, sino que, para comunicarse y compartirse, para permitir la interacción social, están, por decirlo así, materializados en objetos, realidades particulares, en espacios y contextos históricos específicos.

Si bien el libro que nos ocupa está dedicado al estudio, análisis, procesamiento y registro de las imágenes fotográficas y los productos audiovisuales, toma muy en cuenta planteamientos como los que acabo de mencionar relativos a la cultura y a las imágenes como expresiones de cultura y, por ende, como formas sensibles que concentran significados culturales. Por ejemplo, ante el hecho de que la investigación académica de la cultura se vale de los aportes de variadas disciplinas, Tejedores de imágenes subraya que para estudiar la sociedad y todo fenómeno cultural no hay una sola manera de hacerlo y que, ante la complejidad de lo social, hoy día existen más bien diversas herramientas teóricas, conceptuales y metodológicas que relacionadas creativa y coherentemente pueden resultan muy útiles para obtener respuestas claras y verificables sobre la realidad; es decir, se puede llegar al conocimiento objetivo de algún aspecto de la realidad social. A partir de ello, sostiene que las imágenes fijas o en movimiento, registradas por el ser humano mediante diversos desarrollos y procesos técnicos, pueden ser fuente de conocimiento.
 

         

Páginas del libro Tejedores de imágenes.

En razón de lo anterior, explica que “las imágenes ameritan mucha mayor atención de la que han recibido en general en los procesos de investigación social. La imagen es inevitablemente explícita en temas que los textos pueden pasar por alto fácilmente” (p. 99). No obstante, aclara que toda imagen, para poder ser descrita y, más aún, interpretada o, como se acostumbra decir en la actualidad, leída con lógica y fundamento, necesita del lenguaje discursivo. Imagen, imaginación, creatividad, imaginario son términos que guardan afortunada y estimulante relación. Por lo atractivo e impactante que pueden resultar las imágenes o el mundo de las imágenes, un veedor común y corriente o espectador no especializado puede creer erróneamente que las imágenes, la imaginación se bastan por sí mismas para hacer valer sus potencialidades o capacidades. Sin embargo, por muy potente o evocadora que puedas ser una imagen cultural, y cualquier tipo de imagen material, es necesaria la palabra, digamos, la racionalidad discursiva, con objeto de que esa imagen cobre plena relevancia en la sociedad y constituya realmente un elemento de comunicación, o sea, de interacción social, una fuente de conocimiento y un factor de desarrollo cultural.

A fin de que una imagen pueda ser útil para la investigación social es necesario el apoyo de la palabra, particularmente del lenguaje escrito. Gracias a este recurso humano se le hacen preguntas a la imagen, a la fotografía o toma cinematográfica, por ejemplo, y se registran las características de la imagen y las respuestas que se obtienen de su estudio y observación especializados. “La construcción de una fuente se logra cuando se utilizan diversos documentos, cuando se triangula la información para llegar a respuestas concretas; lo mismo cuando se trabajan series fotográficas que cuando se hace uso de otros elementos como la entrevista y los registros del trabajo de campo” (p. 158).
 

Alberto Díaz, KordaGuerrillero heroico, Cuba, 5 de marzo de 1960. Tomada de Cuba 100 años de fotografía: antología de la fotografía cubana 1898-1998, de Juan M. Díaz Burgos, Mario Díaz Leyva y Paco Salinas, 1998.

¿Cómo estudiar las imágenes? ¿Cómo construir fuentes alternativas para la investigación social? ¿Qué hacer con los documentos de un archivo? ¿Cómo difundir el patrimonio presente en fotografías y productos audiovisuales? Tejedores de imágenes se dedica a responder con claridad y atinados recursos descriptivos y narrativos éstas y otras preguntas. La obra está dividida en tres capítulos o partes: la primera, de tipo teórico-conceptual, se centra en el aspecto del patrimonio cultural, un concepto amplio de archivo y el tema de la investigación social. En este último punto, se hace hincapié en las imágenes como fuentes “no convencionales” para el conocimiento de nosotros y de nuestro entorno.

El segundo capítulo es de índole metodológica y técnica. Trata acerca del manejo, generación, procesamiento y registro académico y especializado de fotografías y productos audiovisuales. Destacan sus planteamientos referentes al análisis de imágenes. Asimismo, sus propuestas para investigar y, subrayo, no quedarse sólo en la mera ilustración con imágenes. Por cierto, su crítica al ilustracionismo se fundamenta en el hecho de que, en repetidas ocasiones, “se toma a las imágenes y se pretende que ellas, por sí mismas, expliquen todo, sin ningún cuestionamiento, sin ninguna corroboración, sin siquiera poner atención en el documento, en sus detalles” (p. 122).

También sobresalen sus proposiciones relativas a cómo producir fuentes primarias fotográficas o audiovisuales (estas últimas particularmente con testimonios orales) que requiere un investigador, estudiante o interesado en la producción audiovisual. En este sentido, el libro puede leerse como un manual para la generación y el procesamiento de imágenes, en específico, como un manual de producción audiovisual.

Por lo que toca a las entrevistas de investigación social explica que, “en principio, pueden definirse como un método ligado directamente a la tradición de la historia oral y al trabajo de campo impulsado sobre todo desde la antropología; no en vano se puede señalar, por esto y otras implicaciones ya referidas, que estamos ante un trabajo interdisciplinario” (p. 221).

El último capítulo pone especial atención en el tema del acceso al patrimonio y la divulgación audiovisual. Los autores del libro consideran acertadamente que deben buscarse y promoverse los canales y cauces de amplia difusión del conocimiento especializado de tipo audiovisual.
 

“Cartelera”, El Universal, martes 9 de junio de 1942, p. 6.

En cuanto al tema de la investigación social, Tejedores de imágenes toma en consideración que las diferentes disciplinas sociales, de manera ilustrativa, la sociología y la historia, constituyen disciplinas científicas estrechamente ligadas. Sin la mirada histórica, la sociología y en general el estudio de lo social pierden profundidad y también una perspectiva más clara de la dinámica social. Sin el apoyo de la sociología, la historia corre el riesgo de quedar en un mero recuento cronológico de hechos ajeno a una consideración crítica del espacio socialmente estructurado en que acontecen estos hechos, un espacio estructurado en cuanto a las clases sociales, los grupos de interés, las comunidades y expresiones culturales en interacción pero también en conflicto por cuestiones de género, religión y edad, entre otros.

Vale la pena mencionar que no obstante que Tejedores de imágenes es un libro producido en el ámbito académico, con el rigor y consistencia que se necesita en el medio de la investigación, sus autores se ocuparon de que su lectura resultara accesible, atractiva y amena tanto para académicos como para un público no especializado. Entre otros aspectos, la obra recurre a la exposición didáctica y a la narración con objeto de mantener el interés del lector y presentar ejemplos sobre los temas tratados.
 

Uso de la mesa de reproducción.

 

Emplazamiento de entrevista controlada. Tomada de Innovation for Development: The Voices of Globelics, de Silvia Dutrénit Bielous, Mariana de Heredia y Matías Vera-Cruz, 2009.

Recordemos que la imaginación se liga con el conocimiento a través del lenguaje. Insisto: uno de los méritos del libro es que propone y explica detalladamente una forma de investigar lo social que toma en cuenta fuentes no convencionales (documentos “no oficiales”, como decía Huizinga) para obtener conocimiento, y da un peso específico a la imagen y el testimonio oral. Para ello, hace un uso creativo de la palabra y hace valer la estrecha relación que debe haber entre la imagen, la imaginación y el lenguaje discursivo para lograr el conocimiento. Al respecto, afirman los autores de la publicación: “Nuestra postura indica que un análisis adecuado de un documento se logra cuando se pone en juego y se confronta con otros; en este caso, otras fotografías, datos históricos y demás pistas que pueden irse acumulando. Para ello es pertinente poner en marcha un trabajo de investigación” (p. 129).

Si bien son necesarias muchas obras más sobre el tema, Tejedores de imágenes constituye una aportación editorial importante pues cubre parcialmente la ausencia en el medio nacional de escritos dedicados al estudio y la enseñanza del uso y procesamiento de imágenes fijas y en movimiento a fin de erigirlas en fuentes de conocimiento. Esperemos que la utilidad y buena acogida de la obra conduzcan a una segunda edición de la misma con las revisiones y correcciones del caso. En Tejedores de imágenes, especialistas y estudiantes en áreas como antropología, comunicación e historia (entre otras disciplinas sociales) encontrarán una guía fundamentada para la producción audiovisual y la investigación social mediante imágenes.

 

*Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Redactor de la revista electrónica Imágenes.

 

Inserción en Imágenes: 01.07.14.

Imagen de portal: Foto digitalizada del álbum de Flavio Guillén, Profesores del Instituto Villatoro, Guatemala, diciembre de 1898, Archivo particular familiar Guillén Castañón. Tomada de Tejedores de imágenes.

Ilustraciones: tomadas del libro Tejedores de imágenes, Instituto Mora, 2014.

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