Constantino y el edicto “que no existe”

Edvige Abete*
edyabete@gmail.com

Traducción de Olga Sáenz

 

IMP(eratore) CAES(are) FL(avio) CONSTANTINO MAXIMO P(io) F(elice) AVGUSTO S(enatus) P(opolus) Q(ue) R(omanus) QVOD INSTINCTV DIVINITATIS MENTIS MAGNITVDINE CVM EXERCITV SVO TAM DE TYRANNO QVAM DE OMNI EIVS FACTIONE VNO TEMPORE IVSTIS REM-PUBLICAM VLTVS EST ARMIS ARCVM TRIVMPHIS INSIGNEM DICAVIT.**

Inscripción sobre el Arco di Costantino en Roma.

 

Mausoleo, Roma

Mausoleo de Santa Constanza. Interior. Roma.

Hace mil seiscientos años, en 313, el emperador Constantino concedía a los cristianos libertad de culto en todo el Imperio. No fue el primero en otorgarla, pero fue el único que fue reconocido por haberla conferido y, por añadidura, con un edicto que probablemente nunca fue promulgado: en efecto, sólo dos años antes, el emperador Galerio había declarado lícita la religión cristiana mediante un edicto que ha sido ignorado por la historia.

Para comprender el contexto del famoso “Edicto de Milán” se necesita rememorar a un conjunto de emperadores que por años precedieron al protagonista del suceso.

 

La tetrarquía: Diocleciano, Galerio; Maximiano, Costanzo Cloro

Al inicio del siglo IV, Diocleciano es aclamado emperador por el ejército; logra alcanzar el poder mediante la carrera militar, si bien era difícil conservarlo: en efecto toda la historia romana está pletórica de guerras civiles desencadenadas por ambiciones personales. El propio Diocleciano nombra a otros tres emperadores que junto con él garantizan la autoridad y la justicia en los cuatro ángulos del Imperio, evitando con ello que las regiones más apartadas y olvidadas se inclinen a sostener a posibles usurpadores locales. Nace así la “tetrarquía”, o sea el “gobierno de los cuatro”, dos “Augustos” flanqueados por dos colegas más jóvenes denominados “Césares”. Diocleciano reserva para sí la parte oriental del Imperio asistido por el césar Galerio y confía al augusto Maximiano y a su césar Costanzo Cloro la parte occidental del mismo. Gracias a su supremacía y fuerte personalidad todos los emperadores se respetan y colaboran entre sí, garantizando con ello un largo periodo de estabilidad política.

El 1 de mayo de 305, los emperadores más ancianos, Diocleciano y Maximiano, abdican a favor de sus respectivos césares, Constanzo Cloro y Galerio, quienes alcanzan el rango de augustos y, al mismo tiempo, eligen dos nuevos colaboradores, Severo y Maximino Daia.

Tanto Costanzo Cloro como Maximiano tienen hijos en grado de aspirar a la sucesión y poner en riesgo el sistema tetrárquico ideado por Diocleciano. A la muerte de Costanzo Cloro, en efecto, su hijo Constantino, que se encuentra con el padre en Bretaña, es aclamado su sucesor directamente por los oficiales del ejercito presentes.[1]

El hijo de Maximiano, Majencio, aprovecha la impopularidad de una ley promulgada por Galerio, quien suprime los privilegios fiscales en Italia, y es aclamado emperador en Roma por la guardia pretoriana. Por seis años gobernará sin ninguna legitimación oficial, enriqueciendo y embelleciendo con grandes obras arquitectónicas la ciudad y restituyendo el rol de centralidad que había perdido la urbe desde el momento en que los emperadores habían trasladado la corte y elegido ciudades que estuvieran más cercanas a los confines y a los puntos neurálgicos del Imperio.[2]

En el año 312, Constantino, quien gobierna las Galias al mando de las legiones más eficientes y adiestradas del Imperio, decide atacar la zona dominada por Majencio. Avanza sobre Roma y acampa en sus puertas: es la vigilia de la batalla del Puente Milvio que está por decidir la suerte de una de las muchas religiones profesadas en el Imperio provenientes del cercano Oriente.
 

La tetrarquía, grupo escultórico en pórfido. Venecia, Italia.

En los años precedentes la religión cristiana fue perseguida; primero por Diocleciano y después por Galerio, que poco antes de morir en 311 promulga en Serdica, hoy Sofía, Bulgaria, un edicto en el cual se admite que el intento de erradicar la cristiandad falló y, por tanto, a los cristianos, hasta ese momento considerados enemigos de la “religión pública” y por ende del Estado, se les conceda la libertad de culto y el permiso de reconstruir sus iglesias: “será su deber el rezar a sus dioses por la salvación nuestra, del Estado y de ellos mismos, de tal suerte que toda la extensión del Imperio pueda ser salvaguardada, y ellos puedan vivir libres de cualquier preocupación dentro de su propia morada”.

El Edicto de Galerio, proclamado por primera vez, legitima la religión cristiana y responde al diseño político imperial de incluir dentro de la sociedad romana las diversas doctrinas religiosas o filosóficas para reforzar la autoridad estatal. ¡Resulta extraño que un edicto tan importante sea ignorado por la historia!

De hecho, en el campo religioso, el padre de Constantino, Constanzo Cloro, había dado pruebas de gran moderación, y aun permaneciendo fiel al culto del Sol Invictus se había rodeado de cristianos en el propio círculo familiar. Probablemente, también Constantino había mostrado las mismas actitudes del padre, al creer, como muchos personajes del mundo antiguo, en la capacidad de los dioses de manifestarse a través de los sueños. Por cierto, es después de una “visión” del dios del sol Apolo que en 310 las efigies de éste y de Constantino aparecen grabadas en las monedas.

Por ello, en 312, Constantino refuerza todavía su fe en el Sol Invictus. Sin embargo, antes de la batalla en la que se enfrenta a Majencio ordena a sus hombres pintar sobre los escudos un símbolo cristiano, probablemente el “Chi-Ro” (XR iniciales de Cristo) o, quizá, una cruz con la extremidad superior circundada con la letra P.[3]

¿Por qué lo hace? Se trata de un gesto aislado que no se repite en ninguna campaña posterior, una excepción que muestra el interés por inspirar en sus hombres la convicción de tener de su parte la ayuda de un dios que, dicho por muchos cristianos, se ha revelado invencible. Es también una pequeña estrategia para identificar mejor a los soldados que combaten con uniforme y equipamiento idénticos, como ocurre a menudo en el caso de las guerras civiles.

No obstante que sus tropas sean numéricamente superiores, Majencio es derrotado. Al retirarse muere posiblemente ahogado en el Tíber.

Constantino y el nuevo augusto Licinio se apoderan de Occidente y estrechan una breve e ilusoria alianza contra Maximino Daia en Oriente: la tetrarquía transita hacia su epílogo.[4]

En el intento de anular el recuerdo de la derrota de Majencio, Constantino se muestra generoso con Roma. Muchas de las obras llevadas a cabo son, en efecto, la terminación de proyectos ya concebidos por sus predecesores, como es la enorme Basílica en el foro, rebautizada Basílica Nueva, o bien el Arco del Triunfo, con una inscripción como dedicatoria de carácter monoteísta: “El senado y el pueblo Romano han dedicado este arco, insigne por los triunfos, al emperador César Flavio Constantino Máximo, Pío, Feliz, Augusto, que por inspiración de la divinidad y por su magnanimidad, combatiendo justamente con su ejército liberó al mismo tiempo al Estado tanto del tirano como de cada uno de sus partidarios.” Constantino derrota al “tirano” Majencio y a sus partidarios “gracias a la propia magnanimidad y por inspiración de la divinidad” –istinctu divinitatis–. En realidad, Majencio es un usurpador, pero en justicia no es un tirano, y la divinidad inspiradora de la que habla la inscripción no manifiesta ni un ápice el sincretismo religioso que mezcla y recompone, como en un caleidoscopio, los ritos cristianos y las divinidades paganas. Como el día domingo, santificado e instituido como día de fiesta en el año 321 con el nombre de Dies Solis –día del Sol–. Sólo con Teodosio, cerca de 60 años después, será denominado Dies Domine –día del Señor.

Para tener una idea más exacta del sincretismo religioso que contienen las nuevas enseñanzas cristianas que acogen con beneplácito los temas paganos, basta observar el Mausoleo de Santa Constanza, ubicado sobre la vía Nomentana, originariamente monumento sepulcral de Constantina, una de las hijas del emperador. Alrededor de 1250 este recinto fue transformado en iglesia cristiana, misma que debe su nombre a la confusión de una santa Constanza, probablemente inexistente, con la hija de Constantino que ahí fue sepultada y que ciertamente no era santa; tan es así que es definida “mortale megera… per nulla più mite del marito” por el historiador contemporáneo Amiano Marcelino.[5] Sobre la bóveda del recinto lucen bellísimos mosaicos policromados de tradición pagana: pavos, palomas, fruta y escenas agrícolas que enriquecen la nueva iconografía cristiana, mientras pequeños retratos de Constantina y del primer marido Anibaliano se asoman en medio de las grandes volutas florales.
 

Texto Abete

El símbolo del krismòn.

 

Mausoleo de Santa Constanza. Detalle de mosaico con escena de la vendimia. Roma.

El mausoleo formaba parte del complejo basilical de Santa Inés, construido sobre un terreno de propiedad imperial fuera de la muralla urbana, con el fin de no violentar la sensibilidad y las tradiciones paganas. Caso similar es el de otras majestuosas edificaciones de carácter eclesiástico de este periodo: San Juan de Letrán, edificado sobre el cuartel destruido de la guardia pretoriana que tomó partido por Majencio; San Pedro, sobre la colina del Vaticano, donde el apóstol estaba sepultado; San Pablo Extramuros, sobre la tumba del apóstol Pablo; Santa Cruz, en Jerusalén, sobre la propiedad del palacio Sesoriano residencia de la emperatriz Elena, madre de Constantino y ferviente cristiana. En la familia ampliada de Constantino, rodeado de hermanastros de quienes no se confía y de hijos pendencieros y sedientos de poder, la madre representa un fuerte punto de referencia para defender el título de augusta reservado en general a la esposa. Su figura de peregrina en Tierra Santa en busca de las reliquias de la cruz se hará legendaria.

Harto de las disputas que dividen a la Iglesia oriental y la occidental y ponen en crisis la unidad y la seguridad del Imperio, Constantino convoca al primer concilio ecuménico en Nicea en el año 325. Posiblemente observa en el cristianismo el elemento unificador por medio del cual puede ejercer una supremacía tanto política como espiritual. Aunque sin tomar parte en el debate y manteniendo una postura laica, está dispuesto a “torcer la mano” a los obispos para ratificar un acuerdo sobre los temas del arrianismo y de la consustancialidad, término derivado del griego para indicar que Dios padre e Hijo son de la misma “sustancia”.[6] El arrianismo, término derivado del nombre del obispo Arrio cuyo principio rechaza la naturaleza divina de Cristo, resulta desplazado, mientras que el mundo católico secunda, desde entonces, la iniciativa originaria de aquel lejano concilio y repite la oración del “Credo” con la fórmula nicena que define a Cristo: “Generado y no creado de la misma sustancia del padre.”

Para Constantino, como para muchos paganos del siglo III, la tendencia que priva es la de adoptar una forma de monoteísmo conciliador por la cual una divinidad es venerada sobre las otras, y los dioses son vistos simplemente como manifestaciones de una singular entidad divina.

Ésta es la causa de que Constantino se haga representar con los atributos del dios Sol en la cima de la columna en pórfido en el corazón de la nueva ciudad de Constantinopla, mientras se difunde la noticia de su conversión al cristianismo. De acuerdo con el testimonio de Eusebio, obispo de Cesarea, y su consejero y biógrafo, esto último ocurrió en la víspera de la victoria sobre Majencio como resultado de un sueño y la visión de la cruz (in hoc vinces), según lo contó el mismo Constantino. Han pasado tantos años de aquella batalla y la narración es cuando menos sospechosa. Pero todavía resulta más sospechoso el texto que Eusebio transcribe y que es conocido como el Edicto de Milán o “Edicto de tolerancia”, conforme al cual Constantino concede a los cristianos libertad de culto en el año 313: “Nosotros, pues, Constantino Augusto y Licinio Augusto hemos dispuesto conceder a los cristianos y a todos los otros la libertad de seguir la religión que cada uno crea, con el propósito de que la divinidad que está en el cielo, cualquiera que ésta sea, nos dé paz y prosperidad, a nosotros y a todos nuestros súbditos.”[7]

Si bien en el año 311 el emperador Galerio con el Edicto de Serdica había declarado legítima la religión cristiana, el Edicto de tolerancia de Milán, a dos años de distancia, podría considerarse el duplicado de un edicto ¡ya existente de tiempo atrás! Es posible que Constantino y Licinio hayan reconfirmado a los cristianos la libertad de culto ya concedida por Galerio a un paso de su muerte, lo cual es apenas recordada por la historiografía cristiana. En este caso, el Edicto de Milán del año 313 podría haber sido una circular explícita enviada sólo a los gobernadores de las provincias.
 

Cabeza de Constantino

Cabeza de Constantino, molde en yeso. Museos Capitolinos, Roma.

De tal suerte, es probable que Constantino haya querido hacer creer que él era el primero en conceder a los cristianos la libertad religiosa; y por su parte, que los cristianos hayan preferido pensar que la recibían de un hombre inspirado por Dios, con lo cual rechazaban a Galerio, quien los había perseguido y despreciado hasta el final.[8]

En ese momento, el pluralismo pagano es superado y también el monoteísmo conciliador impuesto por Constantino está por ser desplazado. El último intento en defensa del eclecticismo religioso lo hará el prefecto de la urbe Símaco, que en el año 384 d. C. pedirá inútilmente al emperador Teodosio la restauración del altar de la victoria en el Senado de Roma, sobre el cual han jurado tradicionalmente tanto emperadores como ciudadanos.[9]

Es el momento culminante del desencuentro: el paso de la antigua y tolerante religión pagana a la cristiana, misma que, no obstante su propio mensaje revolucionario y potente, se inicia por la vía del dogmatismo y la intransigencia. La intención del prefecto Símaco llevaba una derrota anunciada. Sin embargo, no le impide cultivar la duda, hasta afirmar que “no se puede llegar por una sola vía a un misterio tan grande”.

 

*Arqueóloga. Colaboró en el proyecto de excavaciones arqueológicas en la antigua Lavinium, del Instituto de Topografía Antigua de la Università degli Studi di Roma. Es autora de múltiples ensayos relacionados con arqueología y arte.

**“El Senado y el pueblo romano han dedicado este arco, insigne por los triunfos, al emperador Cesar Flavio Constantino Máximo, Pío, Feliz, Augusto, que por la inspiración de la divinidad y por su magnanimidad, combatiendo justamente con su ejército, liberó al mismo tiempo al Estado tanto del tirano como de cada uno de sus partidarios.”

 

Inserción en Imágenes: 23.01.14

Imagen de portal: Moneda con Costantino y Apolo.

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Mausoleo de Santa Constanza y los restos de la basílica, Roma

Mausoleo de Santa Constanza y restos de la basílica. Roma.

 

 

Costantino e l’editto “che non c’è”

Edvige Abete
edyabete@gmail.com

 

IMP(eratore) CAES(are) FL(avio) CONSTANTINO MAXIMO P(io) F(elice) AVGUSTO S(enatus) P(opolus) Q(ue) R(omanus) QVOD INSTINCTV DIVINITATIS MENTIS MAGNITVDINE CVM EXERCITV SVO TAM DE TYRANNO QVAM DE OMNI EIVS FACTIONE VNO TEMPORE IVSTIS REM-PUBLICAM  VLTVS EST ARMIS ARCVM TRIVMPHIS INSIGNEM DICAVIT.***

Iscrizione sull’Arco di Costantino a Roma

 

Mille e settecento anni fa nel 313 l’imperatore Costantino concedeva ai cristiani libertà di culto in tutto l’Impero. Non era il primo a concederla ma fu l’unico a essere ricordato per averlo fatto e per giunta con un editto probabilmente mai emanato: solo due anni prima infatti l’imperatore Galerio aveva dichiarato lecita la religione cristiana con un editto ignorato dalla storia.

Per comprendere il contesto del famoso “editto di Milano” bisogna però partire da una manciata di anni e di imperatori che lo hanno preceduto.

 

La tetrarchia: Diocleziano, Galerio; Massimiano, Costanzo Cloro

All’inizio del IV secolo Diocleziano è acclamato imperatore dall’esercito; giunto al potere attraverso la carriera militare, sa bene quanto sia difficile conservarlo: l’intera storia romana è infatti costellata di guerre civili scatenate da ambizioni personali. Nomina così altri tre imperatori che insieme a lui garantiscano l’autorità e la giustizia ai quattro angoli dell’impero evitando che le regioni più lontane e trascurate siano inclini a sostenere usurpatori locali. Nasce la “Tetrarchia” ossia il “governo dei quattro”: due “Augusti” affiancati da due colleghi più giovani chiamati “Cesari”. Diocleziano riserva per sé la parte orientale dell’impero coadiuvato dal cesare Galerio e affida all’augusto Massimiano e al suo cesare Costanzo Cloro la parte occidentale dell’impero.
 

Staurograma y krismòn.

Grazie alla sua supremazia e alla forte personalità tutti gli imperatori si rispettano e collaborano fra loro garantendo un lungo periodo di stabilità politica.

Il 1 maggio del 305 i due imperatori più anziani, Diocleziano e Massimiano abdicano a favore dei rispettivi cesari Costanzo Cloro e Galerio che innalzati al rango di augusti, a loro volta scelgono due nuovi collaboratori: Severo  e Massimino Daia.

Sia Costanzo Cloro che Massimiano hanno figli in grado di aspirare alla successione e mettere a rischio il sistema Tetrarchico ideato da Diocleziano. Alla morte di Costanzo Cloro infatti il figlio Costantino che si trova con il padre in Britannia è acclamato suo successore direttamente dagli ufficiali dell’esercito presenti.[10]

Il figlio di Massimiano, Massenzio, approfitta invece della impopolarità di una legge promulgata da Galerio che abolisce i privilegi fiscali all’Italia e viene acclamato imperatore a Roma dalla guardia pretoriana. Per sei anni governerà senza alcuna legittimazione ufficiale arricchendo e abbellendo con grandi opere edilizie la città e restituendole il ruolo di centralità che aveva perso dal momento che gli imperatori avevano spostato la corte preferendole città più vicine ai confini e ai punti nevralgici dell’impero.[11]

Nel 312 Costantino che governa le Gallie al comando delle Legioni più efficienti e addestrate dell’impero, decide di attaccare Massenzio. Marcia su Roma e si accampa alle sue porte: è la vigilia della battaglia di Ponte Milvio che sta per decidere le sorti di una delle tante religioni professate nell’impero e giunta dal vicino oriente.

Negli anni precedenti la religione cristiana era stata perseguitata prima da Diocleziano e poi da Galerio che poco prima di morire nel 311 promulga a Serdica, oggi Sofia in Bulgaria, un editto in cui si ammette che il tentativo di sradicare la cristianità è fallito e pertanto ai cristiani, fino allora considerati nemici della “Religio Pubblica” e quindi dello Stato, è concessa libertà di culto e il permesso di ricostruire le chiese: “sarà loro dovere pregare i loro dei per la salvezza nostra, dello stato e di loro stessi, in modo che da ogni parte l’impero possa essere salvaguardato ed essi possano vivere liberi da qualsiasi preoccupazione nelle loro dimore”.
 

Arco di Costantino, Roma

Arco de Constantino. Roma.

L’editto di Galerio, rendendo per la prima volta lecita la religione cristiana, risponde al disegno politico di includere nella società romana le diverse dottrine religiose o filosofiche per rafforzare l’autorità statale. Strano che un editto così importante sia ignorato dalla storia!

In fatto di religione il padre di Costantino, Costanzo Cloro, aveva dato prova di grande moderazione e pur restando fedele al culto del Sol Invictus si era circondato di cristiani nella propria cerchia familiare. E’ probabile che anche Costantino abbia mostrato le stesse attitudini del padre credendo, come molti personaggi del mondo antico, nella capacità degli dei di manifestarsi attraverso i sogni. E’ proprio in seguito ad una sua “visione” del dio del Sole Apollo che dal 310 le effigi del dio e di Costantino compaiono affiancate sulle monete.

Nel 312 dunque Costantino ripone ancora la sua fiducia nel Sol Invictus: ma prima della battaglia in cui sta per scontrarsi con Massenzio, dà ordine ai suoi uomini di dipingere sugli scudi un simbolo cristiano: probabilmente il “Chi-Ro” (XR iniziali di Cristo) o forse una croce con l’estremità superiore cerchiata come una lettera P.[12]

Perché lo fa? Si tratta di un gesto isolato non ripetuto in nessuna campagna seguente, un’eccezione intesa ad ispirare negli uomini la convinzione di aver dalla loro parte l’aiuto di un dio che a detta di molti cristiani si è rivelato invincibile. E’ anche un piccolo stratagemma per identificare meglio soldati che combattono con uniformi ed equipaggiamenti identici come spesso avviene in caso di guerre civili.

Massenzio, nonostante le sue truppe siano numericamente superiori è sconfitto e mentre si ritira muore forse affogando nel Tevere.

Costantino e il nuovo augusto Licinio ormai padroni dell’Occidente stringono una breve e illusoria alleanza contro Massimino Daia in Oriente: la Tetrarchia è al suo epilogo.[13]

Nel tentativo di cancellare il ricordo dello sconfitto Massenzio, Costantino si mostra generoso con Roma. Molte delle opere portate a termine sono infatti il completamento di progetti già avviati dal predecessore come l’enorme Basilica nel foro ribattezzata Basilica Nuova o l’arco di trionfo con un’iscrizione dedicatoria genericamente monoteista: “Il Senato e il popolo romano hanno dedicato quest’arco, insigne per i trionfi, all’imperatore Cesare Flavio Costantino Massimo, Pio, Felice, Augusto, che per ispirazione della divinità e per la sua magnanimità, combattendo giustamente con il suo esercito liberò allo stesso tempo lo Stato sia dal tiranno che da ogni suo sostenitore”. Costantino sconfigge il “tiranno” Massenzio e i suoi sostenitori “grazie alla propria magnanimità e per ispirazione della divinità” –istinctu divinitatis–. In verità Massenzio è un usurpatore ma certamente non un tiranno e la divinità ispiratrice di cui parla l’iscrizione non viene palesata nel solco di un sincretismo religioso che mescola e ricompone come in un caleidoscopio riti cristiani e divinità pagane. Come la domenica, santificata e istituita come giorno di festa nel 321 con il nome di Dies Solis –giorno del Sole–. Solo con Theodosio circa un sessantennio dopo, verrà rinominata Dies domine –giorno del Signore.

Per avere un’idea del sincretismo religioso che guarda ai nuovi insegnamenti cristiani strizzando l’occhio ai temi pagani, basta alzare lo sguardo sulla volta dell’ambulacro del Mausoleo di Santa Costanza sulla via Nomentana, originariamente monumento sepolcrale di Costantina, una delle figlie dell’imperatore. Trasformato in chiesa cristiana intorno al 1250 deve il suo nome alla confusione tra una Santa Costanza probabilmente mai esistita e la figlia di Costantino che vi fu sepolta e che santa certamente non era. Tanto da essere definita “mortale megera… per nulla più mite del marito” dallo storico contemporaneo Ammiano Marcellino.[14] Sulla volta dell’ambulacro bellissimi mosaici policromi di tradizione pagana con pavoni, colombe, frutta e scene di vendemmia vengono adattati alla nuova iconografia cristiana, mentre piccoli ritratti di Costantina e del primo marito Annibaliano fanno capolino in mezzo al tripudio dei tralci floreali.

Il Mausoleo faceva parte del complesso basilicale di Santa Agnese, costruita su un terreno di proprietà imperiale fuori dalle mura urbane per non urtare la sensibilità e le tradizioni pagane, similmente agli altri grandi edifici ecclesiastici di questo periodo: San Giovanni in Laterano edificato sulla distrutta caserma della guardia pretoriana schieratasi con Massenzio; San Pietro sulla collina del Vaticano dove l’apostolo era stato sepolto; San Paolo fuori le mura sulla tomba dell’apostolo Paolo; Santa Croce in Gerusalemme sulla proprietà del palazzo Sessoriano residenza dell’imperatrice Elena, madre di Costantino e fervida cristiana. Nella famiglia allargata di Costantino, circondato da fratellastri di cui non si fida e da figli litigiosi e assetati di potere, la madre rappresenta un forte punto di riferimento tanto da ricevere il titolo di Augusta riservato in genere alle mogli. La sua figura di pellegrina in Terrasanta alla ricerca delle reliquie della croce diventerà leggendaria.
 

Mausoleo de Santa Constanza, mosaicos

Mausoleo de Santa Constanza. Mosaicos. Roma.

 

Elena, madre de Constantino. Foto: Zeno Coalantoni/Museos Capitolinos

Elena, madre de Constantino. Museos Capitolinos, Roma. Foto: Zeno Coalantoni/Museos Capitolinos.

Contrariato dalle dispute che dilaniano la chiesa orientale e occidentale mettendo a repentaglio l’unità e la sicurezza dell’impero, Costantino nel 325 convoca a Nicea il primo Concilio ecumenico.

Forse intravede nel cristianesimo l’elemento unificatore attraverso cui esercitare una supremazia sia politica che spirituale. Pur non prendendo parte al dibattito e mantenendo un atteggiamento laico è disposto a forzare la mano ai vescovi per ratificare un accordo sui temi dell’arianesimo e della consunstanzialità: termine traslato dal greco per indicare che Dio padre e il figlio sono della stessa “sostanza”.[15] L’arianesimo, dal nome del vescovo Ario, che rifiuta la natura divina di Cristo ne esce sconfitto mentre ancora oggi il mondo cattolico segue la strada indicata da quel lontano concilio e recita la preghiera del “credo” con la formula Nicena che definisce Cristo: “generato e non creato della stessa sostanza del padre”.

Per Costantino come per molti pagani del III secolo la tendenza è quella di spostarsi verso una forma di monoteismo conciliante in cui una divinità è riverita sopra le altre e gli dei sono visti semplicemente come manifestazione di una singola entità divina.

E per questo si fa raffigurare con gli attributi del dio Sole in cima alla colonna in porfido nel cuore della sua nuova città Costantinopoli mentre si diffonde la notizia della sua conversione al cristianesimo. Avvenuta, secondo Eusebio vescovo di Cesarea, suo consigliere e biografo, già alla vigilia della vittoria su Massenzio, attraverso il sogno e la visione della croce (in hoc vinces) come gli ha confidato lo stesso Costantino. Sono passati ormai anni da quella battaglia e il racconto è quantomeno sospetto. Ma ancora più sospetto è il testo che Eusebio trascrive e che è conosciuto come Editto di Milano o “Editto di tolleranza” secondo il quale Costantino concede ai cristiani libertà di culto nel 313: “Noi dunque Costantino Augusto e Licinio Augusto abbiamo ritenuto di accordare ai Cristiani e a tutti gli altri la libertà di seguire la religione che ciascuno crede, affinché la divinità che sta in cielo, qualunque essa sia, a noi  e a tutti  i nostri sudditi dia pace e prosperità”.[16]

Se nel 311 l’imperatore Galerio con l’Editto di Serdica aveva già dichiarato lecita la religione cristiana, l’Editto di tolleranza di Milano a soli due anni di distanza è il duplicato di un editto da tempo esistente! E’ possibile che Costantino e Licinio insieme abbiano riconfermato ai cristiani quella libertà di culto già concessa da Galerio in punto di morte e poco ricordata dalla storiografia cristiana. In tal caso l’Editto di Milano del 313 potrebbe essere solo una circolare esplicativa inviata ai governatori delle province.

E’ più probabile invece che Costantino abbia voluto far credere di essere stato lui a concedere per primo la libertà religiosa ai cristiani; e i cristiani abbiano voluto credere di averla ricevuta da un uomo ispirato da dio e non da Galerio che li aveva perseguitati e disprezzati fino alla fine.[17]

Ormai il pluralismo pagano è tramontato e anche il monoteismo conciliante di Costantino sta per essere spazzato via. L’ultimo tentativo in difesa dell’eclettismo religioso lo farà il prefetto dell’urbe Simmaco che nel 384 d.C. chiederà inutilmente all’imperatore Teodosio di ripristinare nel Senato di Roma l’altare della Vittoria su cui hanno giurato da sempre imperatori e cittadini.[18]

E’ il momento culminante dello scontro: il passaggio dalla vecchia e tollerante religione pagana a quella cristiana che nonostante il suo messaggio rivoluzionario e potente, si avvia sulla strada del dogmatismo e dell’intransigenza. Quella del prefetto Simmaco è una sconfitta annunciata, che non gli impedisce di coltivare il dubbio e affermare tuttavia che “non si può giungere per una sola via ad un mistero così grande”.

 

***“Il Senato e il popolo romano hanno dedicato quest’arco, insigne per i trionfi, all’imperatore Cesare Flavio Costantino Massimo, Pio, Felice, Augusto, che per ispirazione della divinità e per la sua magnanimità, combattendo giustamente con il suo esercito liberò allo stesso tempo lo Stato sia dal tiranno che da ogni suo sostenitore.”

 

Roma

Mausoleo de Santa Constanza. Entrada. Roma.

 


[1] Constantino es aclamado emperador en York, en el año 306.

[2] Alojaban la corte imperial de los tetrarcas las siguientes ciudades: Mediolanum (Milán, Italia); Augusta Treverorum (Tréveris, en Alemania); Nicomedia (Izmir, en Turquía), Tesalonica (Salónica, en Grecia), Sirmium (Sremska Mitrovica, en Serbia); Serdica (Sofía, en Bulgaria).

[3] El “krismòn” está formado por la unión de las letras griegas Chi (X) y Rho (P), iniciales del nombre de Cristo; el “staurograma” es una representación estilizada de la cruz –stauròs en griego–, obtenida mediante la sobreposición de las letras Tau (T) y Rho (P) del alfabeto griego.

[4] Licinio, no obstante que había contraído nupcias con la hermana de Constantino, primero es derrotado y después ajusticiado.

[5] Amiano Marcelino, Historia, XIV.1; se refiere al segundo marido Galo, caracterizado por su crueldad.

[6] Consustancialidad es la traducción de la palabra griega homoousios (ὁμοούσιος) adoptada en el concilio de Nicea para indicar la identidad de la sustancia del Padre y del Hijo. Por años las iglesias de Oriente y de Occidente continuarán reflexionando y disintiendo sobre la terminología hasta provocar un cisma entre ellas.

[7] Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino. La narración no es validada por otros autores, excepto por Latancio, quien la toma del propio Eusebio.

[8] Bontempelli-Bruni, El sentido de la historia antigua, vol. II, pp. 615-616, Trevisini Editore, Milán, 1978.

[9] Quinto Aurelio Símaco, de influyente familia senatorial, es prefecto de Roma desde el año 383 hasta el 385 d. C. y cónsul en el año 391. Su demanda se confrontará con la lógica de la “nueva religión de Estado”, lo cual da origen a una aguda disputa epistolar en los planos teológico, filosófico y personal con el poderoso Ambrosio, obispo de Milán, quien se le opondrá con toda su energía (Symmachi, relatio III e Ambrosi epistulae XVII-XVIII).

[10] Costantino è acclamato imperatore a York nel 306.

[11] Ospitavano la corte imperiale dei tetrarchi le città di: Mediolanum (Milano in Italia); Augusta Treverorum (Treviri in Germania); Nicomedia (Izmit in Turchia), Thessalonica (Salonicco in Grecia), Sirmium (Sremska Mitrovica in Serbia);  Serdica (Sofia in Bulgaria).

[12] Il “krismòn” è formato dalle sovrapposizione delle lettere greche Chi (X) e Rho (P) iniziali del nome di Cristo; lo “staurogramma” è una raffigurazione stilizzata della croce –stauròs in greco– ottenuta attraverso la sovrapposizione delle lettere Tau (T) e Rho (P) dell’alfabeto greco.

[13] Licinio pur avendo sposato una delle sorelle di Costantino, viene prima sconfitto e poi giustiziato.

[14] Ammiano Marcellino, Storie, XIV.1; si riferisce al secondo marito Gallo, noto per la sua crudeltà.

[15] Consunstanzialità è la traduzione della parola greca homoousios (ὁμοούσιος) adottata nel concilio di Nicea per indicare l’identità di sostanza del Padre e del Figlio. Per anni le chiese d’Oriente e d’Occidente continueranno a scontrarsi e a cavillare sulla terminologia, fino a giungere allo scisma.

[16] Eusebio di Cesarea, Vita di Costantino. Il racconto non è però supportato da altri autori eccetto Lattanzio che lo riprende dallo stesso Eusebio.

[17] Bontempelli-Bruni, Il senso della storia antica, vol. II, p. 615-616, Trevisini Editora, Milano, 1978.

[18] Quinto Aurelio Simmaco, di influente famiglia senatoria è prefetto di Roma dal 383 al 385 d.C e console nel 391. La sua richiesta si scontrerà con le logiche della “nuova religione di stato” dando origine ad una raffinata disputa epistolare sul piano teologico, filosofico e personale con il potente Ambrogio, vescovo di Milano che si opporrà con tutta la sua potenza (Symmachi, relatio III e Ambrosi epistulae XVII-XVIII).