Diario de una aventura en Chandigarh

Pablo López Luz*
pablolopezluz@gmail.com

Chandigarh 01. F: PLL

Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012

Mi introducción a la existencia de la ciudad de Chandigarh (proyectada en la década de 1950) llegó de manera sorpresiva. En algún mes del año 2011, siguiendo una pista abandonada en alguna página de sociales, descubrí Chandigarh, la utopía fallida, el sueño inconcluso del arquitecto Charles-Édouard Jeanneret, aka Le Corbusier. La nota periodística relataba el saqueo y deterioro que había sufrido esta importantísima ciudad a lo largo de los últimos 50 años. Ofrecía brevemente algunos datos históricos de la ciudad y cerraba la reseña con fotografías interesantes de un par de sus monumentos. Me sorprendió no conocer y nunca antes haber escuchado de una obra arquitectónica de tanta relevancia histórica, diseñada por uno de los arquitectos más importantes del siglo XX. Habiendo viajando en varias ocasiones a la India y considerándome un conocedor bastante decente de la cultura india, este descubrimiento me dejó un tanto perplejo. Mi reacción fue buscar toda la información posible relacionada con Chandigarh: notas, fotografías y artículos de la world wide web. Descubrí que la información en la internet es escasa o casi nula.  Preso de la impaciencia, me prometí visitar  esta ciudad paradigmática y, claro, fotografiarla. Un año y medio más tarde logré hacerlo.

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La India es un país excepcional, aislado del mundo en su propia originalidad. Comúnmente está considerado un continente porque además de su gigantesca extensión, el Sur, el Norte, el Este y el Oeste podrían ser países distintos. En la India conviven budistas, musulmanes, hinduistas, jainistas, sikhs y cristianos, por lo que la diversidad cultural es extrema, y las costumbres  casi indescifrables. Además, sus habitantes siguen viviendo bajo un sistema de castas que cataloga a su gente en cuatro grupos sociales con una quinta clasificación de “intocables”. Es, por tanto, un país que se rige bajo reglas excepcionales.

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Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012.

Detrás del maravilloso palacio del Taj Mahal (realmente una tumba), el palacio de los vientos de Jaipur, las cuevas de Elefanta, Ajanta y Elora, el templo de Kajuraho (que ilustra mediante finísimos trazos realizados en la paredes de la construcción, todas las posibilidades sexuales que presenta el clásico libro del Kamasutra), y las otras decenas de palacios, templos y fuertes, existe una sociedad verdaderamente compleja y muchas veces severa. Al cabo de unas semanas en el país, queda claro que nada en la India es lineal, sino más bien enredado o indirecto: uno de los platillos principales del país, el paneer (un queso fresco en salsa, espléndido) puede servirse de maneras diferentes; el paseo en tren con un itinerario de cuatro puede durar hasta más de seis o siete horas; con los camiones puede ser peor (recuerdo, en algún viaje anterior, estar sentado dentro de un camión bajo el insoportable y húmedo calor nocturno de la India, en una parada técnica que el chofer inexplicablemente había realizado. La espera duró más de dos horas, durante las cuales no pude encontrar razón alguna o explicación de nuestro receso). Otro detalle interesante es que en las carreteras de la India no existe la preferencia entre carriles, por lo que es común saltar de un carril al otro constantemente y  ser rebasado por el lado izquierdo y el derecho constantemente.  Curiosamente, los indios parecen tener su propio sistema, y es probable que lo tengan:  los camiones (de carga, de pasajeros, etcétera) portan leyendas traseras que piden amablemente que se les toque el claxon (“Horn Please”). Pero concentrémonos en Chandigarh.

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Chandigarh: la ciudad en el desierto. La metrópoli modernista abriría los brazos al Occidente. El sueño de Nehru. La nueva India. El sueño de Le Corbusier. La Utopía autosustentable. La capital económica, política y militar del estado de Punjabi.

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Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012.

La idea original de Nehru (primer ministro de la India, 1948): la creación de un modelo de ciudad moderna por medio de la mirada y la factura occidentales; una ciudad que funcione como centro político y militar del estado de Punjab (que hace frontera con el enemigo número uno de la India, Pakistán) y que constituya el prototipo del progreso ante los ojos del mundo entero. Una capital política con una población de 150 000 habitantes en una área de 32 kilómetros cuadrados. Le Corbusier es elegido como el diseñador principal de la nueva metrópoli.

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Visité Chandigarh a finales de enero de 2012. Preparé sólo detalles básicos. Evito siempre investigaciones exhaustivas: prefiero sorprenderme ante los encuentros. En torno a la ciudad de Le Corbusier, además, es limitada la información existente; sólo algunas narraciones personales sin mayor detalle. Las fotografías resultaban pocas y no muy detalladas. Todo esto cargaba mi viaje de incertidumbre: Perfecto.

El viaje por tren desde Delhi a Chandigarh dura aproximadamente tres horas y media; el horario se cubre con sorprendente exactitud. El tren es cómodo y organizado (en contraste con algunos de los trenes que viajan al oeste o al sur de Delhi, en los que el orden no es exactamente su característica primordial).  El recorrido es silencioso, interrumpido solamente por gente que conduce carritos que venden comida y bebidas.  Los pasajeros viajan ensimismados, vistiendo ropa un poco más formal de lo común. Da la impresión de que la mayoría viaja por negocios o para resolver alguna instancia legal.

La estación de trenes de Chandigarh se encuentra a 15 o 20 minutos de la ciudad. Viaja uno en riksha, una moto de tres llantas y una pequeña burbuja para llevar pasajeros.

La primera impresión de la ciudad, desilusiona:  larguísimas cuadras extendiéndose sobre la planicie con algunos parques y construcciones urbanas, varias con un sutil tinte europeo, escenario de motocicletas, puestos de comida y miles de peatones y paseantes recorriendo las calles de la ciudad. Eso sí: hay organización, amplitud arquitectónica y limpieza.

Mi primera visita, tras dejar mi muy básico equipaje en el hotel Sunbeam (de arquitectura deco-hindustani y una limpieza altamente cuestionable), fue al Centro Le Corbusier: “preservando el patrimonio cultural de Chandigarh”. El centro cultural dedicado al arquitecto europeo es de una sencillez sorprendente. El museo, situado en cuatro o cinco salas de una casa común, exhibe impresiones de mala calidad de algunos planos arquitectónicos, cartas, dibujos y documentos del arquitecto Le Corbusier, al igual que algunas reproducciones de fotografías históricas de los años transcurridos durante la construcción de la ciudad. Las cinco salas se encuentran mal iluminadas (o, más bien, no están iluminadas) y un tanto abandonadas al paso del tiempo.  Mi primera conclusión de la visita a Chandigarh: paciencia y reducir expectativas.

El proyecto de esta ciudad moderna está planeado y ejecutado en un esquema de cuadrícula, formado por 56 bloques o cuadras teóricamente autosustentables. En principio, la idea suena muy clara; sin embargo, al caminar a lo largo de estas retículas, se encuentra uno con pequeñas callecillas que dividen cada uno de estos gigantescos bloques en sub-bloques más pequeños, lo cual genera desconcierto: las calles no se encuentran bien señaladas y cuando lo están, puede encontrarse uno dentro del bloque 27, pero en alguna de las subdivisiones (27-1, 27-2, etcétera). Lo lógico, entonces, no es caminar, sino moverse a través de alguno de los posibles transportes de paga. Pero, como uno es necio…, me dispongo a caminar cada rincón de la ciudad.

Chandigarh 04. Foto: Pablo López Luz

Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012.
 

Chandigarh 05. Foto: Pablo López Luz

Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012.

La única  sección de esta metrópoli que ostensiblemente lleva la firma del “arquitecto Charles-Édouard Jeanneret, Le Corbusier” es el complejo del Capitolio, al sureste de la ciudad. Uno pensaría que al tratarse de edificios clásicos y con un lugar marcado en la historia arquitectónica del mundo, visitarlos sería empresa fácil. Todo lo contrario.

A partir del segundo día de mi viaje, la visita a Chandigarh se convierte en un episodio más en homenaje al mejor escritor de la lengua checa, Franz Kafka. Al llegar al complejo del Capitolio, lejos de ser recibido por un indio amable y sonriente ofreciendo un tour del legendario Chandigarh, ocurre todo lo contrario. La zona que engloba los edificios gubernamentales se encuentra rodeada y delimitada por secciones de rejas y alambres de púas conectadas a puestos de vigilancia militares. Los militares no son nada agradables, al contrario, su presencia es siempre muda e intimidante. Al ser ésta la ciudad  capital del estado en frontera con Pakistán, se halla en constante vigilancia: puede sufrir algún atentado. La entrada a los edificios está completamente prohibida, por lo que solamente pueden apreciarse por fuera y no todos se pueden visitar…

Descubrí, tras un constante ir y venir y un intento de comunicación aplicando la regla de “prueba y error”, que para visitar una de las secciones del complejo es necesario adquirir un permiso en la oficina de turismo, situada en uno de los bloques de la ciudad. Para obtener el permiso es necesaria una copia del pasaporte, un formato que se encuentra en la página de internet del departamento de turismo de la ciudad (encargada de preservar el patrimonio cultural de Chandigarh) y agendar una cita. La oficina emite citas en un horario reducido, el cual puede cambiar sin previo aviso.

Tras la visita a la primera oficina me mandaron a una segunda oficina que, a su vez, me regresó a la primera, la cual, según entendí, para entonces se encontraba temporalmente en receso. Entonces decidí pedir ayuda en el front desk del Hotel Sunbeam, donde rápidamente me consiguieron un guía para llevar a cabo el proceso del permiso. Tras una pequeña transacción monetaria (“para pagar el permiso, para agilizar la emisión del mismo, para no tener que esperar más días”), realicé, en compañía de este guía, otra visita a la primera oficina. Hubo una sesión de diálogos interminables (en los que yo no participé) en una oficina atascada de fólderes, papeles y polvo. El guía me consiguió el famoso permiso: un papel bond fotocopiado, con un retrato ilegible mío y alguna indicación en hindi. Con un formal apretón de manos y un segundo intercambio monetario, el guía partió con un semblante de preocupación y un comentario al aire de “tener mucho que hacer”.

Muy bien…  orgulloso de mi habilidad para esquivar obstáculos, un poco cansado de los ires y venires por la ciudad pero con el permiso arrugado de la polvorienta oficina de turismo en mano, regresé a la sección de los edificios modernistas con paso triunfal. Ignorando, esta vez, las miradas intimidatorias de los militares con armas, y ya acostumbrado al paisaje de rejas y púas, me acerqué a la segunda sección del complejo del Capitolio levantando triunfalmente mi papel bond.

Chandigarh 06. Foto: PLL

Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012.

El paso, una vez más, me fue restringido. Un militar bigotudo (otro) me explicó que para ingresar a esta sección tendría que conseguir antes un sello en la oficina contigua a la reja, tras el cual tendría que dirigirme a la oficina de registro (en el interior del recinto) para obtener el permiso final. Así conseguiría ingresar al edificio guiado por un militar (también bigotudo). ¿Ingresar al edificio? Con mi mejor cara y mayor paciencia, cumplí con los requisitos.

El tour del edificio: un ascenso en elevador directamente a la terraza de la construcción, con una vista espectacular a los edificios de Le Corbusier, el complejo del Capitolio. ¿Y el tour por el interior del edificio? Nulo. Y regresé, tras unos minutos, de vuelta a las calles, a la vista de los militares, las armas y los alambres de púas.

Los siguientes días: una serie de peripecias, advertencias y regaños, intentos de comunicación fallidos, escabullimientos y largas caminatas para fotografiar lo más representativo de la obra del arquitecto europeo. En una ocasión logré que un guardia me permitiera ingresar al patio principal (o estacionamiento) de un edificio, permiso que lentamente fui expandiendo utilizando mi mejor método para pasar inadvertido (que no es nada funcional) a unas escaleras que me llevaron a un segundo y tercer patio y a una segunda cara del edificio, así como al famoso monumento y símbolo de Chandigarh de “La Mano Abierta” . El resto del tiempo lo pasé caminando y perdiéndome entre los parques y esas calles infinitas de Chandigarh con el peor sentimiento que puede tener un fotógrafo: la incertidumbre de haber conseguido suficiente material.

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Chandigarh. Foto: Pablo López Luz, 2012.

El último día me levanté tarde de la cama, sin alarmarme, y pasé la mayor parte de la mañana navegando por distintos canales de la televisión local. Después busqué en una de las librerías principales de la ciudad una guía histórica o algún libro de la ciudad de Chandigarh. Comí temprano en un restaurante de fast food indio (nada malo, por cierto), y tomé un riksha de regreso a la estación de trenes. Naturalmente, me dormí durante todo el camino de regreso a Delhi.

 

*Fotógrafo (Ciudad de México, 1979). Ha expuesto en México, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y España, entre otros países. < www.pablolopezluz.com >.

 

Inserción en Imágenes: 06.05.13

Imagen de portal: Chandigarh. Detalle. Foto: Pablo López Luz, 2012.

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