Mileto y Priene. Repercusiones en Vitruvio, Alberti y en ciudades y pueblos de Nueva España

Alejandra González Leyva*
ale_leyva_@hotmail.com
 

Bouleuterion de Mileto. Foto: Matthias Holländer, 2013.

El artículo que presento a continuación es uno de los resultados del trabajo de campo que llevé a cabo en las costas del Egeo y del Mediterráneo durante el verano del año 2010 y enero de 2011. Se trata de un trabajo descriptivo sobre todo de las ciudades de Mileto y Priene. De esta última más que de la otra ya que aún preserva una cuidadosa traza urbana en retícula que me hizo pensar en Vitruvio –el tratadista y arquitecto patrocinado por Octavio César Augusto– que interpretó la ciudad ideal, los sistemas hidráulicos y la estereotomía de las antiguas polis griegas e influyó no sólo en los “urbanistas” del imperio romano, sino también en el tratadista y arquitecto del Renacimiento Leon Battista Alberti. Los tratados del primero y del segundo llegaron a la Nueva España del siglo XVI y sirvieron de modelo a los “geométricos”, urbanistas que perfilaron las ciudades de españoles y los pueblos de indios, como puede verse en los ejemplos de Puebla y Oaxaca, y de Yanhuitlán y Yuriria.

En efecto, las ciudades planeadas en forma reticular, ya sea en cuadrados o en rectángulos, tienen una larguísima historia. De 580 a 500 a. C. data la traza de la ciudad estado de Akragras, en griego, Agrigentum, en latín, o Agrigento, en Sicilia, con largas manzanas de aproximadamente 35 m orientadas al sur y grandes calles al oeste que delimitaban conglomerados urbanos dispuestos sobre terrazas.[1]

No obstante que las investigaciones arqueológicas demuestran que hay trazas de ciudades ortogonales anteriores a las guerras con los persas, la tradición, que se remonta al libro II de la Política de Aristóteles, da el crédito de haber organizado la ciudad en función de la nueva concepción política de la democracia a Hipodamo de Mileto (Mileto 498-408 a. C.).[2] Ello ha llevado a interpretar que Hipodamo fue el creador de la ciudad ideal, inventor de la retícula, proyectista del puerto del Pireo, con calles en forma de maya ortogonal y con una vía central o platea de 14 metros de largo, en tiempos de Pericles.[3] Asimismo, se le tiene como planificador de Turios y Mileto, su ciudad natal.

Mileto fue una de las más grandes polis griegas, fundada en una península de las costas de la región jónica, ahora a siete kilómetros del mar Egeo debido a la sedimentación del río Meandro. La ciudad tenía cuatro puertos y sus habitantes se dedicaron sobre todo al comercio marítimo, por lo cual fue una ciudad muy opulenta y densamente poblada. Según las fuentes, tuvo entre cuarenta y sesenta mil habitantes en el siglo VI a. C. Heródoto cuenta que los persas arrasaron con la ciudad en el 494, pero quince años después los griegos recuperaron el territorio al derrotar a aquéllos en la batalla de Micale en el 479. Ese mismo año, Hipódamo inició el trazo de la nueva ciudad, que sería un centro cultural, filosófico y eje de desarrollo del urbanismo en forma de damero, es decir con manzanas cuadradas y calles rectas que se cruzan en ángulos.[4] El proyecto contempló dos zonas residenciales, la del norte, con manzanas cuadradas más pequeñas que las del sur, que unifica el ágora septentrional y la muralla; sin embargo el ágora que media entre las dos zonas data del siglo II, de casi el final de la época helenística. Hay que decir que los habitantes de Mileto, después de las querellas contra los persas, participaron en las luchas entre Samos y Priene, en la Guerra del Peloponeso, y posteriormente volvieron a ser dominados por los persas hasta que Alejandro los liberó. Las continuas reyertas destrozaron la ciudad que planeara Hipodamo, y por supuesto que el gran conquistador dio la orden para la reconstrucción emprendida por Lisímaco, uno de sus comandantes. Empero, la ciudad cayó bajo el dominio romano en 129 a. C., y las construcciones se sucedieron bajo los distintos emperadores hasta el siglo III d. C.[5]
 

Columnata, Mileto. Foto: Daniel Villafruela, 1981.

Lo cierto es que el estado actual de las investigaciones no son convincentes con respecto a que en tiempos de Hipodamo los puertos, el teatro, el estadio y los santuarios de Atenea y Apolo hayan ocupado los espacios que hoy se tienen como de fases helenística, romana o incluso bizantina y que se prolongan hasta la conquista otomana y la completa destrucción por el terremoto de 1955. Sin embargo, lo que sí es posible ver todavía son calles que se intersecan en ángulos rectos. De los muros de los edificios no queda nada, las ruinas se reducen solo a sillares y sillarejos colocados desordenadamente entre la maleza y las inundaciones que provoca el crecimiento del río Meandro. Se niegan a morir cuatro columnas jónicas cercanas al bouleuterion y ubicadas en lo que fue la Vía Sacra en dirección norte-sur. Las columnas, con faltantes de tambores y sin entablamento, se apoyan en trabes de concreto que descansan en un muro de mampostería ordinaria. Subsiste también el teatro helenístico del siglo III a. C., con crecimiento de la época imperial romana y con una capacidad para quince mil espectadores.[6]

La traza hipodámica de Mileto sólo queda referida en la Política de Aristóteles, en el plano estratigráfico de Karl Humann, de 1895, en el Museo de Berlín,[7] en algunas calles rectas que se intersecan a simple vista y por supuesto en la fama que acompaña a la ciudad en la que nació un plan urbanístico racional, simétrico y lógico, como el pensamiento de Tales de Mileto.
 

Templo de Apolo en Mileto. Foto: QuartierLatin1968, 2006.

Las ruinas de la polis de Priene son un mejor ejemplo de traza hipodámica. Según Pausanias, la primera ciudad de Priene la fundó Aepitus, hijo del ateniense Neleo en el siglo XI a. C. Estaba situada en una península frente a Mileto y contaba con dos puertos, pero la sedimentación del Meandro la alejaron de las costas del Egeo. Los continuos ataques de cimerios, lidios y persas destruyeron la ciudad, y sus habitantes fueron reducidos a esclavos. La refundación de Priene es posterior a la muerte de Mausolo, el sátrapa persa, ocurrida en el 353 a. C. Luego, en tiempos de Alejandro Magno, en el 334 a. C., Priene se construyó en el actual lugar. El macedonio tuvo ahí una casa, ordenó al arquitecto Pitio la construcción de un templo que se le dedicara, mas éste se consagró a la diosa Atenea y después a Augusto. Lisímaco gobernó la ciudad a partir del 287 a. C., al igual que a la vecina Mileto, pero Atalo II, rey de Pérgamo, la atacó y destruyó en el 155 a. C., y para el 133 a. C, pasó a formar parte del estado romano. Los depósitos aluviales del Meandro provocaron que el mar se alejara de Priene y con ello que no hubiera fuentes de ingresos, causa del abandono paulatino, que llegó a su totalidad en la época bizantina.[8]

Gracias al olvido, la ciudad helenística de traza simétrica y planeada para una población de cinco mil habitantes, no fue arrasada como la de Mileto. Aún hoy subsisten la muralla y las paredes de contención que sostienen terrazas. Permanecen incólumes las seis calles principales que van de este a oeste y se intersecan con vías secundarias que bajan del monte Micale en dirección norte-sur formando manzanas rectangulares, no obstante la irregularidad del terreno provocado por las curvas de nivel. La fachada de la ciudad está localizada al sur, lo cual hace que los edificios no sufran de calor durante el verano y que estén soleados en el invierno.

Desde cualquier punto de la ciudad se observan los campos de cultivo, que alguna vez estuvieron cubiertos por las aguas del Egeo. La muralla que rodea las ruinas de la otrora urbe tiene una forma irregular y llega hasta la cumbre de la montaña de Micale, donde se asienta la acrópolis. En algunas secciones llega a medir hasta seis metros de altura. Tanto la cerca de la ciudad como las paredes de contención de las terrazas son muros rellenos de roca sin escuadrar, es decir de dos tapias perpendiculares atiborradas de ripio, que, según Vitruvio, eran los mejores, ya que duraban para siempre, y que se conocen con los nombres de “tres capas”, de “cortezas”, “a cajón” o de “dos envolturas”.[9] Las “envolturas” exteriores e interiores se planearon con sillares de mármol rectangulares y cuadrados con la cara redondeada, como un friso pulvinato, que hoy día les dan un acabado tipo almohadillado rusticato. Los sillares, según las huellas, estaban unidos mediante grapas internas de bronce y plomo, sin ningún tipo de mortero.

Priene tiene tres puertas que se abren en la muralla, dos se encuentran al oriente y otra al poniente, pero a todas se ingresa por medio de escalinatas que tienen continuidad en las vías principales y que en el plano dibujan horizontales. Éstas forman ángulos con las dieciséis calles escalonadas secundarias que bajan del monte y que en el plano trazan verticales. El sistema de distribución hidráulica baja de la acrópolis por las verticales, toca las horizontales y corre por ellas, de tal manera que cubría los requerimientos acuíferos de toda la ciudad.

En Priene hay restos de casas alineadas a las calles principales que se construyeron en función de las curvas de nivel, lo cual seguramente las hizo ver como si estuvieran en desniveles. La planta es rectangular con patio central rodeado de secciones cuadradas de varias dimensiones, lo que llama la atención, toda vez que no sólo la ciudad estaba reticulada sino también las casas, cuyos cimientos subsisten, al igual que algunos muros realizados con bloques escuadrados de mármol. Las reconstrucciones arqueológicas de las casas de Priene plantean la existencia de un estrecho corredor que comunicaba la calle con la casa; un atrio o patio que servía para distribuir a su alrededor un vestíbulo o prostasio que conducía a un salón denominado del triclinio. Ambos llevaban a dos cubículos muy pequeños utilizados como dormitorios. El patio daba paso también a la cocina y el baño. Las paredes estaban revestidas de estucos y los pisos eran de tierra arcillosa.[10]
 

Priene. Foto: Thérèse Gaigé, 1989.

El pequeño teatro de Priene, construido al norte de la ciudad, en una pendiente de la montaña, ve hacia el sur, a la planicie que en otros tiempos anegara el Egeo. La escena, la orquesta, la cavea (parte donde estaban sentados los espectadores) y la proedria (la primera fila de asientos) se encuentran en muy buen estado de conservación. Los espacios ocupados por los espectadores están divididos en cinco secciones marcadas por escalinatas, y tanto unos como otras son de mármol, realizados con las técnicas propias de la estereotomía. Los tronos de la proedria son de una sola pieza, con descansabrazos en forma de roleo, al igual que las patas que culminan con garras felinas, como en el teatro de Mileto.

Los restos del templo de Atenea, que alguna vez quiso Alejandro que se le dedicara, parecen retar al tiempo. Es la ruina más altiva, más grande y más importante de Priene, cuyo arquitecto, Pitio, resuena en la historia por haber sido el constructor del mausoleo de Halicarnaso. El templo fue destruido por sucesivos terremotos y también por los saqueadores que robaron las grapas de bronce y plomo con que se sujetaba cada bloque de mármol, que al igual que en toda la ciudad se cortó en las mismas canteras de la montaña de Micale. Las cinco columnas que quedan en pie están sobre una basa y rematan con capitel jónico. Están constituidas por ocho o nueve tambores de alturas diferentes, con imoscapo más ancho que el sumoscapo y veinticuatro estrías muertas. El templo tenía una inscripción que decía: “El rey Alejandro dedicó a Atenea Polias”, hoy en el Museo Británico.

No sólo alrededor del templo de Atenea se encuentran cientos de piezas marmóreas; las hay por doquier. Sillares, capiteles, tambores, cornisas, trabes, frisos, frontones, cielos rasos, tal vez cientos de miles de elementos arquitectónicos se encuentran derrumbados por todos lados. En lo que fueran los templos de Zeus, Demeter y Cibeles; en el ágora, el bouleuterion y el teatro; en los gimnasios y el estadio, y hasta en los vestigios de construcciones bizantinas.

La fama de Mileto y Priene llegó a oídos de Vitruvio, el arquitecto del emperador Octavio César Augusto, quien mencionó varias veces a Pitio, el arquitecto del templo jónico de Atenea en Priene,[11] que le causaba una gran admiración. También sintió asombro por Peonio y Dafnis de Mileto, constructores del otrora templo jónico de Apolo en Mileto.[12]

Vitruvio dio a conocer varios tratados hoy perdidos así como arquitectos y sabios griegos, helenísticos y romanos. Entre algunas de sus fuentes cita a Teofrasto, Timeo, Posidonio, Hegesias, Heródoto, Arístides y Metrodoro.[13] El arquitecto, cuyo tratado sirvió de modelo a la arquitectura imperial, tomó infinidad de ejemplos. Tuvo amplias referencias sobre las antiguas polis griegas, observación de las mismas –como la ciudad de Mitilene en la isla de Lesbos– y experiencia en el trazo reticular de las ciudades del imperio romano, las murallas y “la distribución de su superficie, plazas y callejuelas en dirección hacia los cuatro puntos cardinales”,[14] y con la mejor calidad de los vientos para evitar enfermedades. El capítulo 6 del libro I da las instrucciones técnicas y geométricas del plan urbanístico ideal.
 

Asiento de honor, teatro de Priene. Foto: Elelicht, 2012.

Desgraciadamente, la gran mayoría de las trazas urbanas del antiguo imperio romano ha desaparecido. Sin embargo, basten como ejemplos las maquetas de Augusta Treverorum y la reconstrucción de Colonia, en Alemania. Un mejor modelo por ser más real, es el de Timgad, en Argelia, donde un gran cuadro se dividió en cuatro cuadrantes cuyas avenidas más importantes se dispusieron en forma de cruz y generaron dentro de ellas barrios organizados en manzanas cuadradas. Asimismo, el caso de los ocho campamentos romanos que sitiaron la fortaleza de Masada en Israel, alrededor del año 70 d. C., son un ejemplo de arquitectura militar romana para el resguardo de las legiones imperiales, concebidos a partir de murallas rectangulares y reticuladas, como puede verse todavía en los restos erosionados de aquéllos.

Mil años después de la pérdida del Imperio Romano de Occidente, en el siglo XV, otro arquitecto y tratadista, Leon Battista Alberti, se dio a la tarea de interpretar a Vitruvio y proponer nuevamente la ciudad reticulada, trazada con claridad, con calles que culminaran en puentes o puertas. Las vías debían ser anchas, las casas alineadas a ellas, simétricas y de la misma altura. Hizo referencia a la construcción de plazas, edificios de gobierno, iglesias, casas de ciudadanos influyentes y populares y su disposición dentro del plano urbano.[15]

Si bien los tratados de Vitruvio y de Leon Battista Alberti pasaron a la Nueva España del siglo XVI, hay que recordar también que el recopilador de las Leyes de Indias tuvo en cuenta el tratado de Alberti, toda vez que lo copia y lo parafrasea, cuando indica que el rey Felipe II instituyó las características que debía tener un terreno para fundar una población.[16]

Vitruvio, Alberti y las Leyes de Indias fueron las fuentes literarias y figurativas que dieron origen a las ciudades y pueblos de indios de Nueva España. La traza de la ciudad de Puebla, por ejemplo, data del tiempo del arzobispo Julián Garcés. Para unos se debe a Alonso Martín Pérez y para otros al corregidor Hernando de Saavedra. Lo cierto es que el plano hipodámico de manzanas rectangulares está presente en la ciudad virreinal, hoy centro histórico, que a su vez resguarda el edificio catedralicio, que también bebió de los tratados vitruviano y albertiano los elementos arquitectónicos que lo conforman.

La planificación en manzanas cuadradas de la ciudad de Oaxaca se debe al “geométrico” Alonso García Bravo, que también trazara las de las ciudades de México y Veracruz en el siglo XVI. El conocimiento de la tratadística arquitectónica clásica salta a la vista no sólo en la disposición urbana, sino también en el diseño del que fuera el conjunto conventual de Santo Domingo de Oaxaca, por citar una construcción.

Pero las instrucciones de Vitruvio y Alberti no sólo se consideraron en la traza de las ciudades novohispanas; también se tuvieron presentes en pueblos de indios como el de Yanhuitlán, en la Mixteca Alta del hoy estado de Oaxaca. Incluso en el recinto religioso dominico se manifiesta el clasicismo de origen griego y romano en los sistemas de proporción modular, en los cortes de cantera realizados con un completo dominio de la estereotomía y hasta en la forma reticulada del retablo mayor.

Un último ejemplo es el del pueblo de Yuririapúndaro, en el actual estado de Guanajuato, donde el centro mismo de la traza urbana cuadriculada fue el eje de la nave del templo agustino, cuya fundación data del siglo XVI, pero que desgraciadamente fue alterada por las disposiciones gubernamentales del siglo XX.
 

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La historia de la traza urbana reticulada se inició 500 años a. C., en las ciudades jonias de la península de Anatolia; continuó en las fundaciones citadinas y militares del imperio romano; desapareció con la penetración de los godos en el territorio latino occidental aproximadamente 500 años d. C; renació como utopía en el pensamiento de León Battista Alberti mil años después; y reapareció en las tierras de la Nueva España del siglo XVI, donde se podían trazar y construir nuevas ciudades, ciudades ideales, racionales, geométricas, simétricas y lógicas que se correspondían con los ideales de la creación de un Nuevo Mundo diferente al europeo.
 

Templo de Atenea en Priene. Foto: Ken y Nyetta, 2012.

 

*Doctora en Historia del Arte. Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 29.08.13

Imagen de portal: Bouleuterion de Priene. Foto: Elelicht, , 2012.

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[1] Corrado Bozzoni et al., L’architettura del mondo antico, Roma, Editori Laterza, 2010, p. 53.

[2] Ibid., p. 174.

[3] Ibid., p. 80.

[4] Alan M. Greaves, Miletos, A History, Londres y Nueva York, Routledge, 2002, pp. 131-134; Michael Grant, A Guide to the Ancient World, Nueva York, Barnes & Noble Books, 1986, pp. 396-398.

[5] Suzan Bayhan, Priene, Mileto, Didima, Estambul, Keskincolor, 2010, pp. 59-62.

[6] Michael Grant, op. cit., pp. 396-398.

[7] Suzan Bayhan, op. cit., p. 62.

[8] Suzan Bayhan, op. cit., pp. 11-12; Michael Grant, op. cit., pp. 523-525. Las excavaciones, al igual que en el caso de su vecina Mileto, las inició Karl Humann en 1895, y hoy están a cargo del Instituto Arqueológico Alemán de Estambul.

[9] Marco Lucio Vitruvio Polión, Los diez libros de la arquitectura, Introd. Delfín Rodríguez Ruiz, versión española José Luis Oliver Domingo, Madrid; Alianza, 1997, Lib. II, Cap. 8, pp. 113-114.

[10] Suzan Bayhan, op. cit., pp. 53-56.

[11] Ibid., Lib. I, Cap. 1, p. 65; Lib. VII: Introd., p. 257.

[12] Ibid., Lib. VII: Introd., p. 258.

[13] Marco Lucio Vitruvio Polión, op. cit., Lib. VIII, Cap. 3, p. 313.

[14] Ibid., Lib. I, Caps. 5 y 6, pp. 79-87.

[15] León Battista Alberti, De re aedificatoria, Lib. IV, Caps. 1, 2 y 5; Lib VIII, Caps. 5 y 6.

[16] “Don Felipe II. Ordenanzas 34,35 y 36 de Poblaciones”, en Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias. Mandadas imprimir y publicar por la majestad católica del rey don Carlos II. Nuestro Señor… (Madrid, por Iulian de Paredes, 1681), ed. facsimilar, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1973, t. II, p. 88.