Fernando Ferrari Pérez y la fotografía científica

Aurelio de los Reyes García-Rojas*
audelosreyes@hotmail.com

 

Archivo de Darío Ferrari.
 

EN 1968 INICIÉ LA INVESTIGACIÓN sobre la llegada del cine a México. Desde entonces he conocido paulatinamente documentos esclarecedores sobre el hecho. Diez años después y a cinco años de la primera edición de Los orígenes del cine en México, mi primer libro, Phillipe Jacquier, bisnieto de Gabriel Veyre, me facilitó las cartas que desde México éste escribió a la madre de aquél con información sobre las proyecciones iniciales y las primeras películas que Veyre rodó en tierras mexicanas. En 2016 Darío Ferrari, residente de Mantua, Italia, me informó que poseía un pequeño archivo de su bisabuelo Fernando Ferrari Pérez, quien había facilitado a los concesionarios Lumière la introducción del cinematógrafo en México. Gracias a Juan Manuel Herrera, entonces director de la Biblioteca Lerdo de Tejada, me fue posible entrar en contacto con Ferrari. Meses después viajé a Mantua para consultar el archivo, en especial, los documentos relacionados con la fotografía.

Aunque no hay fuente que certifique la conexión del ingeniero Ferrari Pérez con los hermanos Lumière, lo cierto es que éstos le recomendaron a Ferdinand Bon Bernard y a Gabriel Veyre, sus concesionarios para explotar el cinematógrafo en México, Cuba y el resto del Caribe. Además, le pidieron que, un vez en el país, los ayudara a iniciar la circulación comercial del aparato, debido a que estaba relacionado con los elevados círculos sociales y políticos. Así, se erigió en el “ábrete sésamo”, porque los conectó con el general Felipe Berriozábal, ministro de Guerra, y éste a su vez con el general Porfirio Díaz, quien incluso aceptó que filmaran su cotidiano paseo a caballo en el bosque de Chapultepec y la primera exhibición cinematográfica en México en el Castillo, el 6 de agosto de 1896.
 

Carta de Gabriel Veyre a Fernando Ferrari Pérez, 1896. Archivo de Darío Ferrari.
 

Una muestra de la capacidad de convocatoria de Ferrari Pérez es el hecho de que, a nombre de los concesionarios, suscribió invitaciones a científicos y periodistas a la sesión de cine dedicada a ellos el viernes 14 de agosto, como lo confirman agradecimientos de periodistas de El Mundo (Ilustrado) y El Universal.[1]

¿Dónde y cómo se originó su influencia?, ¿en qué radicaba?

Para 2016 el ingeniero Fernando Ferrari Pérez era ya un viejo conocido mío porque al saber que había suscrito las invitaciones a aquella primera función lo relacioné con la llegada del cine a México, tema que investigué entre 1968 y 1970. En aquel entonces lo asocié con el comercio fotográfico, sugerido por la información sobre este rubro –si bien escasa–, que detecté en los diarios, relacionada con su persona. Al no encontrar anuncios acerca de su supuesto negocio, quedó en mí la interrogante de su identidad.

Pese a la multiplicidad de actividades que desarrollé con el tiempo, de cuando en vez hallaba referencias a Ferrari Pérez. Por ejemplo, Claudia Negrete, estudiosa de los hermanos Valleto, encontró su relación con un concurso fotográfico convocado por la Sociedad Fotográfica Mexicana en 1890[2] y con la exposición mundial de Atlanta en una nota del 16 de junio de 1895 en El Mundo (Ilustrado), en la que el magazine manifiesta que espera mucho “de la inteligencia y actividad del ingeniero Fernando Ferrari Pérez, nombrado la semana última, delegado general de México en ese concurso, pues hombre práctico en cuanto a exposiciones por haber estado en las de París [1889], Nueva Orleans [1884] y Chicago [1893], sabrá, sin duda, escoger un contingente corto, pero que dé a conocer con exactitud nuestros elementos”.[3] Ambos hechos llamaron mi atención por mi permanente interés en la historia de la fotografía en México y en Ferrari Pérez.
 

Archivo de Darío Ferrari.
 

La consulta de su archivo[4] me reveló a un hombre estrechamente relacionado con la cúpula del poder, como lo indica su asistencia a las ferias internacionales y como lo confirman las invitaciones de Porfirio Díaz a acompañarlo en sus viajes y asistir a la gran fiesta del centenario de la Independencia en Palacio Nacional y otras actividades, así como el otorgamiento de numerosas distinciones por parte del gobierno. En razón de lo anterior, ha sido catalogado como uno de los promotores del progreso porfiriano.[5]

Nació en noviembre de 1857 y se tituló de químico en noviembre de 1873, apadrinado por Mariano Escobedo; en los últimos meses de 1879, a los 21 años, el gobierno lo nombró jefe de la sección de Historia Natural de la Comisión Geográfico Exploradora, puesto que ocupó hasta 1914, cuando fue destituido después de la renuncia de Victoriano Huerta.

Para 1882 había recopilado: 600 ejemplares de rocas y minerales; 2 000 especies de vegetales (600 clasificados); 100 ejemplares de maderas distintas; 800 especies de insectos (200 clasificados); 150 reptiles y otros vertebrados (pocos clasificados); 400 aves y mamíferos (350 clasificados); 100 ejemplares de fósiles sin clasificar, y 40 objetos diversos, “nidos, agaves, frutos curiosos y algunas antigüedades”.[6] Agustín Díaz, director de la Comisión, pidió presupuesto para comprar bibliografía a fin de clasificar adecuadamente, porque Ferrari Pérez ordenó según su criterio los ejemplares que recolectó por más de dos años hasta la participación de México en la feria de Nueva Orleans en 1884. En efecto, con miras a este acontecimiento, de acuerdo con el propósito del gobierno de hacer “un esfuerzo mayúsculo para postular el tipo ideal de la nación mexicana moderna”,[7] clasificó científicamente los materiales conforme a una escasa bibliografía[8] en la Ciudad de México, razón por la que hacía constantes viajes desde Xalapa, donde se asentaba la Comisión.[9]
 

 

Archivo de Darío Ferrari.
 

Labor inútil porque en el camino a Nueva Orleans, en agosto de 1884, frente a La Habana, el fuego consumió el vapor Ciudad de Mérida, que transportaba el muestrario científico. Los tres ingenieros comisionados, uno de ellos con seguridad Ferrari Pérez, regresaron de inmediato. A consecuencia de la tragedia, se perdieron:

–28 625 ejemplares de plantas disecadas.

–11 250 insectos coleópteros.

–264 insectos ortópteros.

–225 insectos neurópteros.

–1 710 insectos hemípteros.

–967 insectos lepidópteros.

–188 insectos dípteros.

–908 aves disecadas.

–165 reptiles y batracios.

–47 mamíferos.

–1 580 moluscos.

–2 000 rocas, minerales y materiales de construcción.

–12 000 fósiles de plantas, zoófitos, moluscos, mamíferos.

–293 maderas.

–230 frutas.

Además, libros y útiles de clasificación, libros de herbarios con plantas raras, un álbum con dibujos de colores de los objetos más notales de la colección, las cajas de cristal para exhibir los insectos y los frascos para preservar los reptiles.[10]
 

La consternación preocupó a todos los individuos de la Comisión a tal grado, que por algunos días paralizaron sus trabajos pues ninguno se hallaba ni aún en momentos de pensar. Sin embargo se trataba del nombre de México, y ante esta consideración se resolvió hacer toda clase de sacrificios para reponer en lo posible el desastre; se convirtieron en colectores la mayor parte del personal, y con la actividad desplegada en tres meses de campo, pudo formarse una colección mucho más reducida en número, pero con la variedad suficiente para lucir en la Exposición.[11]
 

Sociedad Fotografica Mexicana (sexto de izquierda a derecha, Fernando Ferrari Pérez). Archivo de Darío Ferrari.
 

Su gran empeño les permitió  recolectar en poco tiempo un muestrario de óptima calidad:

–462 mamíferos y aves.

–300 reptiles y peces.

–7 000 insectos.

–2 000 plantas.

–965 rocas y fósiles.

Asimismo, abundantes cartas geográficas y topográficas de diferentes puntos del país.

El esfuerzo de los organizadores tuvo su recompensa: México ganó un premio fuera de concurso y el Instituto Smithsoniano de Washington se interesó en el trabajo de Ferrari Pérez, consistente en identificar no pocos ejemplares, sobre todo al comparar esta colección con la del Jardín Botánico de París y con la del Museo Británico de Londres.[12]

En 1893 la Comisión abrió un museo dirigido por Ferrari Pérez en un anexo al Observatorio Nacional en Tacubaya con los ejemplares científicamente clasificados. Con el tiempo, incrementó sus colecciones, mismas que fueron trasladadas en 1915 al Museo de Historia Natural de la calle de Chopo en la colonia Santa María.

Al parecer, nuestro personaje entró en contacto con Porfirio Díaz y Carlos Pacheco, ministro de Fomento y viejo amigo de Díaz, en el tiempo de los preparativos para la exposición de Nueva Orleans. El general Díaz encabezaba la comisión organizadora por encargo del presidente Manuel González en los años en que aquél se preparaba para tomar nuevamente el poder.[13] El poliglotismo de Ferrari Pérez –hablaba italiano, inglés, francés y otros idiomas– y su dedicación al trabajo parecen haber sido la goma que unió la trilogía que hizo posible que recibiera diversos encargos con motivo de las subsiguientes ferias y exposiciones internacionales.

En la de París de 1889, “nuestro contingente fue visto con tal estimación” que hubo varios interesados en las muestras de biología, zoología, mineralogía, geología y paleontología; asimismo, fue muy alabado por los científicos franceses y recibió dos importantes premios.[14] Ferrari Pérez publicó el catálogo.[15]

Entre su asistencia a la feria de París de 1889 y la de Chicago de 1893, fundó la Sociedad Fotográfica Mexicana en su casa de Tacubaya, el 5 de mayo de 1890. Además de Ferrari Pérez, firmaron el acta constitutiva Guillermo B. y Puga, Manuel G. Prieto y su hijo del mismo nombre (hijo y nieto, respectivamente, de Guillermo Prieto) y Vicente Vargas Galeana, todos “aficionados al arte de la fotografía”, persuadidos “de que además de ser agradable pasatiempo la práctica de este arte, su estudio es de innumerables aplicaciones a las ciencias y a la industria, […] con el fin de procurar el adelanto de la fotografía en la República y de crear un motivo de estudio honesto y agradable”. Presidiría la Sociedad y redactaría el reglamento Ferrari Pérez y fungiría como secretario Vicente Vargas Galeana.[16]
 

Libreta y notas de Fernando Ferrari Pérez. Archivo de Darío Ferrari.
 

Efectivamente se trataba de aficionados porque ninguno practicaba la fotografía comercial de estudio; no se afiliaron, al menos al inicio, Antíoco Cruces ni los hermanos Valleto, ni Torres ni Campa, los grandes fotógrafos comerciales de aquellos años. Su objetivo era explorar el uso de la fotografía como pasatiempo y aplicarla no al comercio fotográfico habitual sino a la ciencia, como parece que Ferrari Pérez intentaba hacerlo en la Comisión Geográfico Exploradora.

En sesiones sucesivas discutieron y aceptaron el reglamento y nuevos socios.[17] En la mesa directiva fueron ratificados: Ferrari Pérez, presidente; Manuel Prieto y Manuel Buen Abad, vicepresidentes;[18] Fernando Altamirano e Ignacio Molina, primer y segundo vocales; Vicente Vargas, secretario; Guillermo B. y Puga, prosecretario; Luis G. Ruiz, tesorero, y Francisco Río de la Loza, bibliotecario. Nombraron socios honorarios a Carlos Pacheco, ministro de Fomento, y al oficial mayor de dicha secretaría, como muestra de gratitud por publicar los estatutos.[19]

De acuerdo con sus miembros fundadores, se trataba de una Sociedad “científica y artística” que promovería el adelanto de la fotografía en el país con “reuniones, conferencias, exposiciones, estudio de procedimientos nuevos[20]; y, si los recursos lo permitían, crear escuelas y un periódico para fotografía y ciencias relacionadas con ella.[21] Los nuevos miembros debían ser propuestos por dos socios del mismo nivel y podían ser de ambos sexos. Entre los socios había “honorarios, de número, fundadores, contribuyentes y corresponsales”. Los primeros debían destacar por sus trabajos o por fomentar el progreso de la fotografía; los segundos debían conocer cuando menos algo de fotografía; los fundadores eran quienes habían firmado el acta constitutiva; los contribuyentes, los que apoyaran a la Sociedad con numerario, y los corresponsales, aquellos radicados en una ciudad del interior. Por ese entonces no había ninguna mujer.
 

Nota recordatoria entregada por orden de Porfirio Díaz a Fernando Ferrari Pérez, 1896. Archivo de Darío Ferrari.
 

Se fijó la mesa directiva, el periodo de ejercicio de los cargos, las obligaciones, una cuota y condiciones de renuncia o baja. La última cláusula ordenó resolver las dudas fotográficas inmediatamente, si era el caso, una vez que se presentaran por escrito por un socio o cualquier otra persona.[22]

Tal vez lo más interesante sea la creación de la biblioteca de la que el archivo que consulté guarda la relación de sus títulos. Sorprende la riqueza del acervo pues registra obras básicas para la historia de la fotografía; por ejemplo, Historique et procédés du daguérrotype et du diorama, publicado en París en 1839 por Daguerre, el inventor de la fotografía, y Renseignements photographiques, publicado en París en 1855 por Disderi, creador del formato “tarjeta de visita”, entre otros numerosos títulos, prueba de la profundidad del interés de Ferrari Pérez en la fotografía.

Consolidada la Sociedad, convocó a un concurso para los socios de negativos, no impresiones positivas, para valorar, quizá, su destreza; debían tomar estas imágenes del 1 al 5 de noviembre de 1890, y a voluntad hasta el 11; el primer premio consistiría en diploma, una positiva transparente del negativo premiado y seis en papel albuminado; la exposición debía inaugurarse el 16;[23] por razones desconocidas se aplazó para el 24 de diciembre y finalmente se pospuso para el 25 de enero del siguiente año. Se admitirían negativos de los siguientes géneros:

–Retratos y grupos.

–Paisajes y monumentos.

–Interiores.

–Instantáneas.

–Reproducciones.

–Aplicaciones científicas (astronomía, micrografía, etcétera).

–Fotografías obtenidas con luz artificial.[24]

El 22 de diciembre Vicente Vargas Galeana solicitó a Ferrari Pérez enviar sus negativos concursantes, para el mayor éxito de la contienda.

El fin del concurso todavía permanece en la oscuridad al no registrar los diarios la apertura de dicha exposición.

De lo anterior, destaca la preocupación de aplicar el invento con fines científicos e industriales y buscar nuevos procedimientos, porque, a no dudarlo, Ferrari Pérez intentaba usar la fotografía para obtener imágenes de animales y, posiblemente, de minerales, insectos, organismos observados en el microscopio (micrografía) y el cosmos visto por telescopio.

En la feria de Atlanta de 1895, aunque no fungió como responsable, debió desempeñar un puesto muy importante porque en junio Porfirio Díaz le recomendó a Charles H. Redding para que lo ayudara a organizar eventos. De cualquier manera, Ferrari Pérez explicó que no había asistido “por diferencias con M. Z. L.”[25] En enero de 1896, ocho meses antes de la llegada de los concesionarios Lumière, Díaz lo invitó a Veracruz como disecador, tal vez se trató de un viaje de cacería,[26] una prueba, en todo caso, de su cercanía con el dictador.
 

Fernando Ferrari Pérez, fotografía a color de un loro. Archivo de Darío Ferrari.
 

Para la feria internacional de París de 1900 se preparó cuidadosamente en las últimas técnicas fotográficas, como lo prueban sus numerosos apuntes, con el fin de elaborar los 16 retratos fotográficos a colores que le valieron medalla de oro. De estas fotografías se conserva la imagen de un loro.

Fiel a su propósito de informarse de los últimos adelantos, indagó sobre la estereoscopía, el medio tono, la impresión de imágenes en cerámica y la fotografía de elementos en movimiento. Buscaba la mejor película, el mejor soporte, la mejor tecnología para fijar las imágenes de las aves: el colorido de las plumas de loros, tucanes, colibríes. De igual manera, los recursos más avanzados para captar tonalidades de las rocas minerales y el color en la microfotografía y la astronomía.

En una carta fechada en Nueva York el 14 de febrero de 1894, informó a su hija haber estado dos días en Rochester para encargar cromos y otros implementos para la Comisión. Posteriormente, en diez días en Filadelfia aprendió “un nuevo procedimiento de fotograbado que creo haber dominado ya y del que espero sacar algo para vivir”, porque casi era seguro que renunciaría a sus empleos en las secretarías de Fomento y de Guerra, por los problemas que tenía, para dedicarse a la Comisión. En Nueva York compró herramientas y aparatos necesarios “para la nueva industria”, sin precisar a cuál se refería.[27] En Rochester, como es sabido, se encuentra desde entonces la fábrica de George Eastman de implementos fotográficos.

Una nota tomada de las páginas 49 y 50 de La clef de la photographia de B., A.N, publicada en 1864, revela su preocupación por la tridimensionalidad, “el relieve de las pruebas estereoscópicas proviene de que cada una de las dos imágenes del objeto se obtiene desde un punto de vista diferente; y este relieve se aproxima tanto más al relieve natural cuanto mayor es el ángulo de mira, siempre que éste no pase de quince grados: este ángulo de quince grados corresponde al relieve máximo”.[28]
 

Archivo de Darío Ferrari.
 

La búsqueda de procedimientos para obtener imágenes de mejor calidad lo llevó al estudio de la técnica del medio tono, acerca del cual se conserva un apunte de enero de 1897, muestra a la vez de su actualización bibliográfica pues refuta a un señor Morgan, autor de un artículo publicado en el International Annual, “libro espléndido, bien ilustrado”, con “artículos interesantes e instructivos”, quien atribuyó el invento al general Von Egloffstein:
 

esto es un error. El invento es del señor Berchtold, francés, el cual obtuvo una patente por dicho procedimiento el 14 de diciembre de 1857. Dos años después (abril 15 de 1859) envió un escrito, describiendo la manera de operar a la Societé Francaise de Photographie, que fue publicado en el Bulletin de la Sociedad (vol. V, pp. 116, 211 y 265); un extracto de éste se publicó en el Liverpool Journal y reimpreso en Humphrey ‘O Journal (vol. XI, 1859, p. 100).

Tales errores son frecuentes; así, por ejemplo, el excelente procedimiento para intensificar los trabajos de línea, ideado por William Campbell en 1876, se le atribuye a Monckhoven […]
 

Ferrari Pérez precisa en qué consiste el grabado heliográfico de Berchtold. En relación con el medio tono dice que “fue inducido a idear este procedimiento con el fin de obtener la copia grabada exacta de una fotografía sin la ayuda y la fantasía de un artista”; continúa con la descripción pormenorizada de la técnica para concluir con la pregunta “¿No es increíble que tal procedimiento cayera en olvido durante casi treinta años?” Tomó la información de Anthony’s Photographic Bulletin, Nueva York, enero de 1897, pp. 29-31.

Una nota del 4 de noviembre de 1898 indica haber conversado en Lyon, Francia, con un señor Berthelier, ceramista de oficio, sobre los esmaltes fotográficos. Berthelier le dijo que éstos, hasta ese día, “se han hecho sobre placas de cobre esmaltado […], o sobre placas de porcelana de tamaño muy limitado a causa de la deformación de la porcelana al calcinarla (in baking)”. Ferrari Pérez precisa que el invento tiene por objeto la “aplicación perfeccionada del vidrio esmaltado transparente o de colores, o con ópalo en uno o en los dos lados”. Continúa con la descripción detallada de la técnica. Completa la información con una nota escrita 14 días después, el 18 de noviembre, síntesis de una conferencia de un señor Eliff, en la que hubo una demostración práctica de la fotocerámica; el conferencista “describió a ésta como uno de los asuntos más hermosos de todo el vasto campo de la fotografía”.[29]

Posiblemente no le satisfizo el cinematógrafo para reproducir el movimiento de las aves en fotografía fija a partir de fotogramas. Tal vez ello explique la nota sobre la fotografía de objetos en movimiento con aparatos precinematográficos tomada de la página 9 de Applications scientifiques de la photographie de G. H. Niemenglorski, sin fecha de edición: “la fotografía tiene por objeto la reproducción fiel de los objetos con un triple carácter de forma, de color y de movimiento; cuando las tres partes del problema, expresado así, resueltas sucesivamente desde el punto de vista teórico con los descubrimientos de Daguerre y sus sucesores y de los señores Leppmann y Marey, entran definitivamente en la práctica, el aparato fotográfico es el instrumento más precioso del laboratorio”.[30] Quizá este libro sea anterior a la difusión del invento de Lumière en la revista científica La Nature el segundo semestre de 1895.[31]

Al parecer, su estancia en Lyon determinó seleccionar el vidrio para el soporte de las 16 placas que le merecieron la medalla de oro, resultado de su profunda investigación sobre los últimos adelantos fotográficos.
 

Preparación de una toma del monumento a Cuauhtémoc, Ciudad de México, ca. 1900. Archivo de Darío Ferrari.
 

Es importante señalar que su interés por la fotografía se ligaba a su responsabilidad en la Comisión, como lo muestra su experimento de retratos de cristal en color. La inquietud sobre los avances de la fotografía, entre ellos los relativos al movimiento y el color, lo llevó, quizá, a los Lumière, porque en ese entonces buscaban ellos aplicar el color a la fotografía. Ferrari Pérez necesitaba encontrar películas y procedimientos que fijaran con precisión los múltiples matices de los colores de las plumas de las aves; de los colibríes, las guacamayas, los tucanes, etcétera. En uno de sus escritos menciona el efecto del uranio en la sensibilidad de la película y diferentes tipos de sustancias. Sus fotografías, de carácter científico, deben estar en la documentación de la referida Comisión, en la Biblioteca Manuel Orozco y Berra del Instituto Panamericano de Geografía, aún en el edificio del que fuera Observatorio Nacional, en Tacubaya.[32] Su archivo conserva vistas de monumentos de la Ciudad de México: la estatua de Cuauhtémoc y de Colón en el Paseo de la Reforma.

Para la exposición de París de 1900 tuvo una mayor responsabilidad pues fue designado jefe de cinco grupos:

I. Educación y enseñanza.

II. Obras de arte.

III. Instrumentos y procedimientos de las letras, de las ciencias y de las artes.

XVII. Ejércitos y aranceles.[33]

XVIII. Grupo especial de objetos antiguos y especiales, propuesto por Ferrari Pérez y aprobado por el general Díaz.

Responsabilizarlo de cinco grupos, con aprobación del general, muestra la cercanía de ambos personajes. Ferrari Pérez expresó su agradecimiento al secretario de Fomento: “por esa distinción y esa muestra de confianza que se me da, ruego a usted se sirva hacer presente al señor presidente mis más cumplidas gracias, asegurándole al mismo tiempo que para corresponder a sus deseos, haré cuanto esté de mi parte para que los grupos que se [me] han encomendado queden dignamente representados en la citada exposición”.[34]
 

Archivo de Darío Ferrari.
 

Por sugerencia de Ferrari Pérez, el señor Madion Durand recolectó en el país cerca de cuarenta cajas de tejidos, alfarería, cestería y “todo cuanto produce la raza indígena de la República”, lo que en los años veinte llamarán “arte popular”, para presentar a México “bajo un aspecto enteramente desconocido”.[35] Lamentablemente se desechó la propuesta por la reducción del espacio asignado al pabellón de México. Nuestro personaje también tradujo y publicó por cuenta del gobierno el sistema de catalogación bibliotecaria de Melvil Dewey, con objeto de generalizar su uso en París y en las bibliotecas mexicanas; la acción complació al titular de la secretaría de Fomento y al general Díaz. A su vez, envió cazadores al estado de Guerrero a fin de reunir las aves “más hermosas y útiles”.[36] De igual manera, incorporó a Gustavo E. Campa en el grupo II para conjuntar una agrupación dedicada a la “exhibición musical.”[37]

De acuerdo con el catálogo de la feria internacional de París de 1900, la sección de Historia Natural de la Comisión Geográfico Exploradora contaba con un ingeniero, primer naturalista –no otro sino Fernando Ferrari Pérez–, dos segundos, un osteotomista, tres colectores y preparadores, un conservador del museo y un dibujante con dos ayudantes y un escribiente. En el documento se consigna que el taller de fotografía “se ha ido proveyendo de lo más necesario a medida que las circunstancias lo permiten, prestando ya buenos servicios; de los resultados obtenidos se juzgará por los ejemplares que remitimos”:[38] 16 vistas de lugares en combinación con planos de poblaciones; reducciones fotográficas del plano de los alrededores de Xalapa; fracciones fotográficas de la carta general del país; 14 positivas sobre cristal de la carta topográfica de los alrededores de Puebla. “Las colecciones […] se envían para que se pueda juzgar de los resultados conseguidos en nuestro pequeño taller de fotografía”.[39]

Ferrari Pérez preparó un lote de vistas estereoscópicas “de los principales edificios y monumentos antiguos y modernos de la República, lo que fue aprobado”, pero su exhibición no se llevó a cabo por falta de local.[40]

Cabe destacar que en ferias internacionales fue parte del jurado de premiación.

Las fotografías de la sección de Historia Natural de la Comisión Geográfico Exploradora enviadas a la exposición de París, en concreto de las poblaciones y las reducciones fotográficas de los planos y de las cartas, debieron ser de Fernando Ferrari Pérez, al ser él el responsable de dicha sección y al ser fotógrafo científico, no de gabinete. De ahí que su archivo revele que su preocupación por la fotografía estaba ligada no al comercio –como yo había supuesto– sino a su cargo en la Comisión, y de ahí su permanente interés por la teoría y la práctica fotográfica de 1880 a 1905, aunque el archivo conserva documentos de 1913 relacionados con esta actividad.
 

Archivo de Darío Ferrari.
 

Para 1904 la biblioteca del museo contaba con 3 754 libros, clasificados de acuerdo con el Sistema Melvil Dewey, 1 521 sin empastar y 1 062 folletos.[41]

En junio de 1910, como aficionado a la fotografía, transcribió aforismos sobre las instantáneas titulados “To Snap or not to Snap. That is the Question”, paráfrasis de la frase de Shakespeare:
 

No tome usted instantáneas (snap-shots) antes de las 9 a. m. ni después de las 4 p. m.

No tome usted instantáneas en el interior de su casa. Dé usted exposiciones de dos a diez segundos.

No olvide cambiar la película hasta el número siguiente inmediatamente después de hacer una exposición. Esto debe de ser una regla invariable.

No incline la cámara hacia arriba para que quepa en ella todo lo que usted desea fotografiar. La cámara debe de estar nivelada al hacer la exposición.

Limpie usted sus lentes cada vez que cargue su cámara.

No tenga usted la cámara en la mano al hacer exposiciones de tiempo. Compre un tripié pues lo necesita.

Recuerde usted que solo lo que vea usted en el buscador será lo que aparezca en la fotografía.[42]
 

A pesar del interés por las novedades fotográficas, extraña, sin embargo, la ausencia de una información sobre Lumière en la documentación sobreviviente, salvo la referencia de haber estado en 1898 en Lyon, sitio de residencia de los creadores del cinematógrafo. Tampoco los cita una nota sobre los inventos para capturar el movimiento; en ella sólo se hace mención, como ya se dijo, de aparatos precinematográficos. Tal vez contactó con ellos en la exposición de París de 1889, o por medio de correspondencia al inquirir Ferrari Pérez sobre las investigaciones de los Lumière.
 

Archivo de Darío Ferrari.
 

Es uno de los muchos enigmas que todavía envuelven la vida y trayectoria profesional del ingeniero Fernando Ferrari Pérez, quien falleció el 4 de junio de 1934, después de penosa enfermedad y de convertirse al catolicismo en el último momento.[43] Al año siguiente, una semblanza dejó asentado que había sido el primer naturalista de la Comisión Geográfico Exploradora y jefe de la Comisión Exploradora de la Fauna y la Flora Nacionales, cargo que lo llevó a ser más tarde director del Museo de Historia Natural, en Tacubaya. Asimismo, expuso que había reunido los libros de ciencia aplicada no sólo del siglo XIX sino de lo que iba del XX. De igual manera, confirmó la venta de parte de su biblioteca a la Secretaría de Hacienda. Estos volúmenes todavía se conservan en la Biblioteca Lerdo de Tejada.

Debido a su colaboración estrecha con el porfirismo, los constitucionalistas lo cesaron al triunfar en agosto de 1914.
 

Y volvió a su biblioteca, a su soledad íntima, desencantado de la cosecha recogida en largos afanes, en viajes heroicos a través de culturas occidentales, sin haber podido dar a México todo lo que él habría deseado, porque el testimonio de sus vigilias y preocupaciones supo dejarlo cotidianamente al margen de aquellos libros que eran sus instrumentos fieles en el trabajo y que han quedado llenos de notas escrupulosas, como queriendo proclamar sin ostentación que su biblioteca fue un espíritu activo, en voluntad perenne de ser dádiva.[44]
 

Los documentos dibujan a un hombre discreto, influyente, alejado de los reflectores; en la oscuridad de un tercer plano, a pesar de su primer plano en el gobierno por los numerosos reconocimientos y comisiones recibidas, algunas de ella relacionadas con la fotografía. I
 

 

Archivo de Darío Ferrari.

 

*Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 25 de enero de 2020.

Imagen de portal: Fernando Ferrari Pérez. Archivo de Darío Ferrari.

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[1] “El cinematógrafo Lumière”, en El Universal, miércoles 19 de agosto de 1896, p. 3.

[2] Claudia Negrete Álvarez, Valleto Hermanos. Fotógrafos mexicanos de entresiglos, México, UNAM, 2006, pp. 54 y 73.

[3] “Concurre México a la exposición de Atlanta”, en El Mundo (Ilustrado), 16 de junio de 1895, p. 4.

[4] Agradezco Darío Ferrari, bisnieto de Fernando Ferrari Pérez, la orientación para consultar el archivo por él depositado en el Archivio di Stato de Mantua, Italia, así como su generosidad y contagioso entusiasmo al hablar de su ancestro. Agradezco también a Juan Manuel Herrera, director de la Biblioteca Lerdo de Tejada, el haberme contactado con el señor Ferrari.

[5] Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna. México en las exposiciones internacionales. 1880-1930, México, FCE, p. 341.

[6] Informe de Agustín Díaz, director de la Comisión Geográfico Exploradora, Memorias de la Secretaría de Fomento. 1877-1872, México, Secretaría de Fomento ,1885, p. 76.

[7] Mauricio Tenorio Trillo, op. cit., p. 66.

[8] Agustín Díaz, Exposición Internacional Colombina de Chicago en 1893. Comisión Geográfico Exploradora de la República Mexicana. Catálogo de los objetos que componen el contingente de la Comisión, Xalapa, Tipografía de la Comisión, marzo de 1893.

[9] Bernardo García Martínez, “La comisión geográfico exploradora”, en Historia Mexicana, XXIV:4 (96) (abr.-jun. 1975), pp. 485-555.

[10] Agustín Díaz, informe a Carlos Pacheco, Memoria presentada al Congreso de la Unión por el secretario de Estado y del Despacho de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, correspondiente a los años transcurridos de enero de 1883 a junio de 1885, México, Tipografía de la Secretaría de Fomento, 1887, vol. i, p. 108.

[11] Idem.

[12] Ibid., p. 106.

[13] Mauricio Tenorio Trillo, op. cit., p. 69.

[14] Ibid., p. 182.

[15] Julio Alvarado, Exposición Universal Internacional de París. Comisión Geográfico Exploradora, Catálogo de los objetos que componen el contingente enviado a la exposición., México, Secretaría de Fomento, 1900, p. 31. Fernando Ferrari Pérez, “Catalogue of Animals Collected by the Geographical and Exploring Commission of the Republic of Mexico”, en Proceedings of the United States National Museum, ix, (1886), pp. 125-300. (Mammals by Fernando Ferrari Pérez, Birds by Fernando Ferrari Pérez and Robert Ridway, Reptiles by Fernando Ferrari Pérez and E. D.) Publicado en español por la Comisión en 1887, Catálogo de animales colectados por la Comisión Geográfico Exploradora.

[16] Archivo de Fernando Ferrari Pérez (AFFP), Archivio di Stato, Mantua, Italia (ASM), caja 8, p. 1 de las actas de la Sociedad.

[17] Fernando Altamirano, Francisco Río de la Loza, Manuel Buen Abad, Ignacio B. Molina, Luis Ruiz, Rosendo Sandoval, Juan B. Laurencio y Agustín Prieto, otro nieto de don Guillermo Prieto; además, Juan García de la Rivera, Alberto Morales y Rodríguez, Salvador Urigüen y Alberto Amador.

[18] Sería el fotógrafo de la Academia de San Carlos, autor de bellos retratos de la misma. Información proporcionada por Rebeca Monroy Nasr.

[19] AFFP, ASM, caja 8, pp. 2 y ss. de las actas.

[20] Cursivas mías.

[21] AFFP, ASM, caja 8, Estatutos de la Sociedad Fotográfica Mexicana, México, Secretaría de Fomento, 1890, p. 3.

[22] AFFP, ASM, caja 8, Estatutos de la Sociedad Fotográfica Mexicana, México, Secretaría de Fomento, 1890, p. 11.

[23] “El concurso de la Sociedad Fotográfica de México”, en El Universal, viernes 31 de octubre de 1890, p. 1.

[24] AFFP, ASM, caja 7, f. s/n.

[25] AFFP, ASM, caja 6, sin folio.

[26] AFFP, ASM, caja 6, sin folio.

[27] AFFP, ASM, caja 7, sin folio.

[28] AFFP, ASM, caja 7, sin folio.

[29] AFFP, ASM, caja 7, sin folio.

[30] AFFP, ASM, caja 7, f. s/n.

[31]  “Le cinematographe de MM. Auguste et Louis Lumière”, en La Nature, París, G. Masson, 1895, segundo semestre, pp. 215-218.

[32] Al acudir a la consulta, se me informó que desconocían el paradero de esta documentación.

[33] Memoria de la Secretaría de Fomento. 1900, México, 1909, Secretaría de Fomento, p. 393.

[34] Ibid., p. 63.

[35] Ibid., p. 73. Inventario en la página 432.

[36] Ibid., p. 74.

[37] Ibid., p. 75.

[38] Julio Alvarado, op. cit., p. 30.

[39] Ibid., p. 45.

[40] Memoria de la Secretaría de Fomento. 1900, México, 1909, Secretaría de Fomento, p. 433.

[41] Ibid., p. 64.

[42] AFFP, ASM, caja 7, sin folio.

[43] AFFP, ASM, caja 8, f. s/n. Carta de Eva Ferrari a Darío Ferrari, fechada en la Ciudad de México el 7 de junio de 1933.

[44] Rafael Heliodoro Valle, “Don Fernando Ferrari, un sabio jovial”, en Revista de Revistas, 3 de junio de 1934.