Ecuaciones inesperadas: collages de Edmundo Aquino

Marcela Cauduro*
marcela_cauduro@yahoo.com.mx
 

Edmundo Aquino, Homenaje a Mallarmé, 2012, plumas de ave/dados/pulsera huichol/lápices/carbón/plastilina y vidrio fusionado, 40 x 30 cm.

Con el fin de conmemorar seis décadas de trayectoria artística del oaxaqueño Edmundo Aquino (1939), el Museo de Arte Contemporáneo Casa Redonda de la ciudad de Chihuahua exhibió, durante los últimos dos meses de 2013, lo más reciente de su producción. La muestra se tituló Ecuaciones inesperadas. Collages de Edmundo Aquino.

Desde el año 2008, este artista ha dedicado la mayor parte de su tiempo y esfuerzo creativo a la práctica del collage. Esta técnica, además de permitirle expresar sus ideas, inquietudes y pensamientos, le representa una forma de conocimiento. De esta manera, con su mirada sensible y aguda, contribuye a conformar la representación del mundo de quien observa sus obras. Así lo expresa él mismo: “éste es un mundo creado paralelamente al mundo”.

Sus collages están hecho con una aparente sencillez y juguetona inocencia. Los elabora con materiales que va recolectando: cartón corrugado, papel amate, papel hecho a mano, listones, hilos de lana, fragmentos de cartas y partituras musicales, papeles y cartulinas de color; también un recorte de alguna de sus acuarelas, o bien plumas, naipes, dados, lápices gastados, botones, clips, seguros, restos de algún material fibroso, etcétera. Cada uno de sus collages es una “ecuación inesperada” que muestra la capacidad del artista de producir múltiples significados.

En su actividad profesional, Aquino demuestra que ha logrado asimilar los planteamientos de la vanguardia artística europea del siglo XX, la expresión plástica y mística de las culturas prehispánicas y el pensamiento budista, mismo que ha significado un importante apoyo para realizar una profunda introspección durante los últimos doce o trece años en la vida del artista.[1] Su energía creativa ha transformado los lenguajes aprendidos en expresiones propias que hoy se resumen en los collages realizados. Estas obras constituyen la suma y conceptualización de un quehacer relacionado tanto con la figuración como con la abstracción.
 

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Edmundo Aquino, Continuo en las pupilas, 2009, cartulina, papel amate y papel hecho a mano, 41 x 28.5 cm.

En esta ocasión, el título Ecuaciones inesperadas responde a la propuesta plástica de Aquino. Él piensa la creación artística como una ecuación, término que en el ámbito de las matemáticas significa “igualdad que contiene una o más incógnitas”: se trata de un planteamiento al que se le busca una solución. Solamente en el  universo artístico los valores que en matemáticas pueden ser números, coeficientes o constantes, se traducen en peso, equilibrio, armonía; contraste de formas, planos, colores, o bien combinación de materiales. Así lo explica el artista: “En toda obra puede haber de todo: matemáticas, filosofía, poesía. Uno trabaja constantemente con ecuaciones. La ecuación es igualdad metafórica. Esta metáfora debe tener su equivalente.”
 

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Edmundo Aquino, Raro privilegio, 2009, cartón corrugado y cartulina, 28 x 20 cm.

Gracias a la libertad que permite el collage en cuanto al uso de materiales, muchas veces éstos se presentan en la obra de manera espontánea. También en muchas ocasiones son descubiertos intuitivamente por el artista que, conectado permanentemente con la creación, los descontextualiza y les confiere un significado especial, con un determinado sentido dentro de la composición. Tiene razón José Luis Jover al admitir que “tanto el collage como el poema son azarosos y engañosos”, porque “mitad lo buscas y mitad lo encuentras”, y porque “cuando crees que ya lo tienes, se te está yendo”.[2]

En general, la capacidad de expresión de Aquino se mueve unas veces dentro de la abstracción con tendencia a la geometría; otras hacia la mancha y la gestualidad, sin otro referente que el propio lenguaje propio de la forma, el color y la línea. En otros casos, su motivación obedece a una suerte de lirismo desbordado que transfigura los elementos empleados; o bien recrea y reinventa las formas dadas en la naturaleza, lo cual lo conecta con el permanente movimiento de la “Energía Superior”, de la “Energía Inteligente”, de la “Divinidad”, conceptos que dejan su impronta en todo lo creado.[3]
 

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Edmundo Aquino, Dos amarillos, 2009, cartulina/óleo y fieltro, 21 x 27.5 cm.

 

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Edmundo Aquino, El alma del cactus, 2008, fibras naturales, 24.5 x 21.5 cm.

 

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Edmundo Aquino, Ya no serás igual, 2012, papel corrugado y papel dorado, 13 x 13 cm.

La técnica del collage fue ampliamente explorada por Braque y Picasso durante el periodo conocido como cubismo sintético. Por su parte, los dadaístas hicieron uso de él para manifestarse en contra de los dictados de la tradición y el conservadurismo y a su vez otorgarle a cualquier objeto el calificativo de “arte”. No obstante, la importancia e influencia de estos hechos, los collages que nos ocupan no son cubistas ni dadaístas, sino consecuencia de estos movimientos. Además, surgen por otras motivaciones. En ellos no existe intención alguna de negación estética o provocación. Aquino construye sus collages apelando a lo bello y verdadero; de su piezas emana una atmósfera de armonía, equilibrio y serenidad. Es posible que desconcierten o sorprendan pero en ningún momento son perturbadores, como pretendieron ser los collages del dadaísmo.
 

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Edmundo Aquino, Dos miradas al recuerdo, 2009, dibujo al carbón/cartulina/óleo e ilustración, 36 x 36 cm.

Lo pequeño de su formato remite a una intimidad que guarda celosamente, como una suerte de cajones, los secretos de una larga existencia; exponer estos collages significa entreabrir esos espacios íntimos con el ánimo de encontrar la mirada cómplice de algún curioso; de alguien que escuche la música contenida en fragmentos de partituras; que vibre con el ladrido de un perro singular en papel amate; que se alegre con el trino de un mirlo y siga el revoloteo de un colibrí; que una los pedazos de una carta; que cruce el océano en el barco fantasma; que camine por ciudades sagradas; que suba al árbol del olvido; que acaricie con sus ojos las formas seductoras de los volúmenes; que converse con unas damiselas y espante al insecto que las distrae; que se regodee con las sombras proyectadas por alambre retorcido sobre la blancura del papel; que eche los dados; que tiente al azar; que traspase cada plano y descubra otros; que toque la campana del Angelus, primera oración del día; que penetre en la selva y mire de cerca al ornitorrinco; que acaricie a una garza; que sienta cómo corría la sangre caliente del sacrificio que en aquellos tiempos se ofrendaba a los dioses; que se ilumine con los rayos del dios Sol; que recorra un fiordo; que comprenda que los botones y los seguros sirven para algo más; que vista al toro de torero y al torero de toro; o que tan sólo atienda a la conversación silenciosa entre el resplandor del blanco y la opacidad del negro.
 

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Edmundo Aquino, El ladrido, 2010, papel amate, 30 x 39.5 cm.

 

Edmundo Aquino, Profundo respiro cerca del fiordo, 2012, papel hecho a mano/grafito y cartulina, 21.5 x 28 cm.

 

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Edmundo Aquino, Dibujo tridimensional, 2013, papel/grafito y alambre, 30 x 30 cm.

A muy temprana edad, Aquino asumió que ser artista significa tocar con el pensamiento, la imaginación y la intuición aquello lejano a los ojos y al entendimiento de la mayoría; pronto comprendió que existen otras realidades, otros campos, otras formas de estar en el mundo, y dispuso que toda su existencia valiera y se justificara por el incansable anhelo de representarlos de infinitas maneras. Cada uno de los medios que utiliza el artista es forjador de un mundo, sea que se trate de un dibujo de imitación al carbón, de una pintura al óleo, de una escultura en mármol o bronce, o de elementos diversos ensamblados en un todo unificado como es el collage: son expresión del universo de Aquino. Tenía razón Picasso al decir que para el artista no hay medios de expresión dignos o indignos sino que puede servirse de cualquiera si es capaz de transferirle su emoción.
 

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Edmundo Aquino, Accidental recuerdo, 2013, cartulina/papel hecho a mano/papel perforado/botones/seguros/clips y papel metálico, 21.5 x 27.8 cm.

Su infancia transcurrida en el campo, el contacto con la naturaleza, las tradiciones de su natal Zimatlán (población que se encuentra al suroeste del estado de Oaxaca), las creencias, mitos, costumbres culinarias de este lugar, la siembra y la cosecha, los amaneceres y atardeceres y tantas vivencias más que Aquino narra en su poemario Guielachi, tierra de flores,[4] fueron conformando un universo plagado de imágenes que su inconsciente preservó y guardó celosamente para unirlas más adelante a sus experiencias vividas en el extranjero (París, Londres, Atenas, Estados Unidos, Berlín) y dejarlas brotar mediante la pulsión creativa.

La amplia trayectoria de Aquino evidencia la constancia, consistencia y coherencia de un trabajo que tiene como punto de partida la formación de varios años en la Academia de San Carlos[5] y los estudios realizados en el extranjero.[6] Ambas etapas enriquecieron su potencial artístico, lo dotaron de las herramientas necesarias para patentizar su instinto creativo y desarrollar a plenitud el dictado de la sensibilidad. Su itinerario ha sido trazado a la luz de la “intuición”, misma que ha significado una suerte de faro que alumbra la vía que lleva a la meta; durante el trayecto, repleto de experiencias y hallazgos, su obra ha ido asimilando manifestaciones y expresiones plásticas diversas que, una vez procesadas por su ingenio y habilidad, se transforman en un lenguaje único, independiente y autónomo que se traduce en el “universo de Aquino”. Como bien señala Octavio Paz, “las obras de otros artistas –aquello que están antes, después o al lado– sitúan una obra individual, no la definen. Cada obra es una totalidad autosuficiente: comienza y acaba en ella.”[7]
 

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Edmundo Aquino, ¿No te acuerdas de la canción?, 2008, tinta/óleo/fragmento de partitura, fragmento de acuarela sobre  papel y pluma de ave, 37 x 27 cm.

Es importante mencionar que, en general, cualquier movimiento en el arte proviene de uno anterior que, como todo fenómeno social, muda y se desarrolla de acuerdo con el devenir propio de la historia. Además, estos movimentos dan lugar regularmente a múltiples expresiones teórico-filosóficas. “Somos herederos de una tradición que de repente da un giro”, sostiene Edmundo Aquino, cuyo arte, que innova, explora y experimenta, es deudor de varias de las corrientes que surgieron en Europa durante las primeras décadas del siglo XX, alimentadas por las múltiples propuestas que les precedieron y que se preocuparon por liberar al arte de toda función que no fuera la del propio arte.

Se impuso, entonces, la rebeldía contra la tradición y el conservadurismo. La libertad y la experimentación fueron sus banderas; no había límite alguno que fijara los modelos de representación; en pocas palabras, se valía todo y de todo se valían los artistas para gritar a los cuatro vientos lo que consideraban sus verdades, opuestas, naturalmente, a todo lo anterior. Así se fueron conformando poco a poco nuevos lenguajes plásticos y se inventaron otras técnicas; entre ellas la que aquí nos ocupa: el collage.
 

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Edmundo Aquino, El mensaje de un vuelo, 2012, cartón corrugado y cartulina, 21.5 x 28 cm.

La técnica del collage se define como aquella que utiliza materiales extrapictóricos o extraartísticos que descontextualiza e incorpora a un nuevo concepto: el de la obra de arte. Al decir de Herta Weschel, ya se encontraba presente desde el siglo XII en los calígrafos japoneses que “pasaron a escribir las obras poéticas a ellos confiados en hojas sobre las que pegaban papeles de colores tenues”.[8] Sin embargo, es en el siglo XX que “el collage en manos de artistas creativos se transforma en un nuevo medio de expresión válido, el cual ha contribuido a impresionar el rostro de nuestro tiempo.[9]

En el caso de Edmundo Aquino, podemos apreciar esta práctica dentro de su producción a partir de 1962; una de sus primeras obras es El hombre y el sol, realizada a la encáustica con incrustaciones de partículas metálicas. Más adelante, hacia 1982, aparecen tres ejemplos; se trata de sus obras tituladas: Deidad protectora, Ofrenda arcaica y Crecía, crecía. Las dos primeras, trabajadas al óleo, incorporan a su composición algunos elementos en hoja de oro y hoja de plata para reforzar la expresión. La tercera –aún más apegada al principio del collage– es un claro antecedente de lo que constituye el “canon” fijado por el propio artista para sus futuros collages: papeles cuidadosamente rasgados que contornean y realzan las figuras; yuxtaposición de colores; superposición de planos; formas y trazos que entran y salen; gestualidad desenfadada pero controlada; caligrafía libre alusiva al Oriente; inquietud por un desbordamiento que se contiene y se mantiene en la lógica y el orden del espacio inventado; espacio en el que se rozan la mesura y la regla con la espontaneidad y el delirio: “Amo la regla que corrige la emoción”, decía sabiamente el francés George Braque.
 

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Edmundo Aquino, Crecía y crecía, 1982, papel y óleo, 25.5 x 33 cm.

La continua lucha con la perfección, el temperamento forjado en el “hacer todo bien”, es una constante que se mantiene en la obra de Aquino; en su producción, no hay cabida para la desidia ni lo desastrado, pero no por ello se rompe la magia del desvarío y el frenesí propios de la creación artística, prodigio de la dicotomía entre “lo apolíneo y lo dionisíaco”, siguiendo a Nietzsche en su libro El origen de la tragedia.[10]

La manera en que Aquino aplica la técnica del collage es resultado de varios factores: la pródiga vida creativa del artista construida sobre la práctica diaria del dibujo, ya sea de imitación o libre y gestual; las elucubraciones filosóficas; la lectura de poesía; sus reflexiones acerca del Universo y las maravillas de la naturaleza; su ferviente creencia en la “Divinidad” como “Energía divina” o “Energía inteligente” –la que crea todo, como él mismo lo expresa–, y la acumulación de un rico acervo en planteamientos plásticos que a lo largo del camino ha ido decantando para conformar obras nuevas, resumen de anteriores y reducto de todas sus ideas y preocupaciones.
 

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Edmundo Aquino, La doncella y el insecto, 2013, papel hecho a mano/cartón corrugado y cartulina, 40 x 40 cm.

El quehacer de Aquino fluye al antojo del artista; no obedece más que a sus propios designios. Su madurez profesional le otorga el derecho a expresar: “Aprender todo y después olvidarse de todo ese rigor. Todo ya educó mis sentidos.” Con este sentir, y llevando su imaginación al límite, el collage le significa una importante motivación: confirmar la trascendencia de lo cotidiano obnubilado por el transcurrir de la actividad diaria: el trabajo, los quehaceres domésticos, el ir y venir, los hábitos en el consumo de objetos y su acumulación. Algunas veces, su intuición lo conduce hacia esas pequeñas cosas con las que se convive, que están ahí y que forman parte de los chismes y trastos de una casa. Otras ocasiones, su mirada es atraída por materiales en desuso o de desecho que podrían terminar en un basurero, pero que mediante la intención del artista adquieren un sentido cargado de significaciones dentro de una composición. Así lo expresa Aquino: “Uno se mete a trabajar con un material inusitado y va creando un mundo y ese mundo con ese material te va sugiriendo un lenguaje nuevo, un lenguaje lleno de mensajes. Primero es la intuición y el gozo por ese material. Al concebir el gusto por su colocación, se conciben las delimitaciones y el interior de sus formas.”

Se me ocurre pensar que contemplar los collages de Aquino es regresar al mundo de la infancia, etapa atesorada por el ser humano en la cual todo era posible con sólo cerrar los ojos; la imaginación volaba por medio de la lectura de un cuento, y la fantasía se confundía con la realidad al escuchar los relatos de los mayores. Había espacio para el juego, nada era absurdo y se podían decir disparates. Tal vez, la obra que nos ocupa sea un disparate, un valioso disparate. Lo digo con Octavio Paz: “El disparate es una exageración de la razón, un llevarla hasta sus últimas e irrazonables consecuencias.”[11]
 

Libro Aquino

 

*Maestra en historia del Arte por la UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 27.02.14.

Imagen de portal: Edmundo Aquino, El trino del pájaro, 2009, tinta, cartulina, fragmentos de partitura y papel engomado, 20 x 19.3 cm.

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[1] Cabe señalar que Edmundo Aquino practica el taichí y el jata yoga.

[3] De las conversaciones sostenidas con Edmundo Aquino se recoge esta idea sobre la “Divinidad”, fuente y fuerza creadora que mueve el universo, motor y fin último de la producción del artista.

[4] Edmundo Aquino, Guielachi, tierra de flores, México, Ediciones Guielachi, 2012.

[5]Obtuvo el título de maestro en Artes Plásticas otorgado por la Academia de San Carlos. La carrera tenía una duración de cinco años, sin embargo, Aquino permaneció diez en la institución debido a que alternó sus estudios con el trabajo para sostenerse. Durante los últimos años en la Academia, comenzó un proceso hacia la experimentación.

[6] Estudió grabado y litografía en l´École Nationale Superieure des Beaux-Arts y en el Atelier 17 con el maestro Stanley William Hayter en París, y serigrafía en la Slade School of Fine Arts en Londres.

[7] Octavio Paz, “Transfiguraciones”, en Los privilegios de la vista II. Arte de México, México, FCE, 2006, p. 274.

[8] Herta Weschel, Historia del collage, pról. Albert Rafols i Casamada, versión castellana de Enric Vázquez, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1976, p. 9.

[9] Ibid., p. 22.

[10] Nietzsche desarrolla de manera magistral estos conceptos en la obra mencionada.

[11] Octavio Paz, op. cit., p. 368.