Divagaciones portuarias

Renzo Gostoli*
renzo.gostoli@gmail.com

 

Río de Janeiro, 2020. Foto: Renzo Gostoli.
 

HACE UNOS MESES me mudé a una hospedaría en la zona portuaria de Río de Janeiro. Hospedaría bastante decadente pero cuyo inconveniente mayor es que sólo hay agua fría en la ducha y... ¡¡¡¡detesto ducha fría!!!! Desde mi ventana puedo ver, atrás de los galpones portuarios, los enormes transatlánticos que hacen cruceros por estos mares.

Esta zona es llamada "A Pequena Africa" por su estrecha relación con la población afro-brasileña desde la esclavitud hasta nuestros días; es también cuna del jongo y la samba. Las habitaciones de esta hospedaría están ocupadas mayoritariamente por trabajadores marítimos (tripulantes) y por empleados de delivery, aunque creo que estos últimos son trabajadores marítimos desempleados.

Mi vecino de cuarto (del cuarto de al lado) es cocinero en barcos cargueros; ya estuvo en varios puertos argentinos, sobre todo en San Lorenzo. Actualmente desocupado, se la rebusca vendiendo sándwiches en una bicicleta. Otro de los huéspedes trabaja en navíos petroleros; ya estuvo en una infinidad de puertos, sobre todo de Oriente Medio (Qatar y Golfo Pérsico) pero también en Cuba, Venezuela y Argentina, entre otros. En una ocasión, este personaje con una barba estilo ayatola me vio con una camiseta de la agencia Al-Jazeera de Qatar, y a pesar de que le expliqué que era argentino, dos por tres me pregunta si soy árabe. Otro de los ocupantes me recuerda a Trompifai, un grandote que siempre le pega a Chaplin en las películas y anda siempre exhibiendo unos tatuajes asustadores de calaveras y puñales.

A cien metros, aproximadamente, de la hospedaría está el Cais do Valongo, por donde paso casi todos los días cuando voy por mis actividades. El Cais do Valongo era en el siglo XIX el lugar de atraco (donde atracaban) de los navíos negreros; aquí desembarcaban, sobre las piedras (del Cais), su carga de carne negra africana esclavizada. De los cuatro millones de africanos esclavizados traídos a Brasil se calcula que alrededor de un millón de hombres, mujeres y niños encadenados transitaron por las piedras del Cais. A poca distancia estaba el mercado de esclavos donde se efectuaba la venta y de donde unos eran llevados a las plantaciones o minas y otros al trabajo doméstico. Observando estas piedras no se puede dejar de pensar que por ellas pasó buena parte del ADN brasilero y la materia prima con que amasó su riqueza la burguesía capitalista de Brasil.
 

Río de Janeiro, 2020. Foto: Renzo Gostoli.
 

En 2005 hice una nota fotográfica para AP sobre una mujer que encontró restos humanos en su casa en este barrio al excavar para hacer remodelaciones. Avisadas las autoridades se descubrió lo que fue llamado "Cemiterio dos Pretos Novos", lugar donde eran arrojados los cuerpos de los esclavos que, debido a las terribles condiciones de viaje, fallecían antes de ser vendidos. Unos veinte mil, según cálculos.

Posteriormente, en 2011, durante las excavaciones de las obras de Porto Maravilha aparecieron las ruinas (o restos) de lo que fue el Cais do Valongo. Con el tiempo fue recuperado, protegido y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Conversando con el dueño de la hospedaría, me hizo un comentario medio inquietante acerca de la categoría con que se definía este edificio, es decir, “Mutifamiliar” (¿¿¿???), y que en el piso superior estaban las viviendas de los propietarios y en la planta baja los locales donde se vendían los esclavos…

Hace unas semanas un grupo de grafiteros pintó la fachada de la hospedaría; quedó muy linda. Debajo de mi ventana pintaron una sirena que ameniza mis sueños, tal vez imaginando que cobra vida como el galeón de la Mulata de Córdoba, ayudándola a fugarse de su prisión en San Juan de Ulúa,… o tal vez yo acabe como el signor Antonio obsesionado con Anita Ekcberg… y aquel “Bevete piu latte”.

En estos días me viene recurrentemente a la memoria la imagen descrita en el inicio de Moby Dick de H. Melville en el que Ismael (creo que era ése su nombre), personaje narrador de la historia con la ballena, va descendiendo en dirección al puerto con la expectativa de embarcarse en un ballenero hacia un nuevo viaje, una nueva aventura… Siento un poco esa misma expectativa de iniciar un nuevo periodo, una nueva experiencia aquí frente al puerto. I
 

Río de Janeiro, 2020. Foto: Renzo Gostoli.

 

*Fotógrafo. Parte de su trabajo puede verse en www.australfoto.com.

 

Inserción en Imágenes: 18 de agosto de 2020.

Imagen de portal: Río de Janeiro, 2020. Detalle. Foto: Renzo Gostoli. 

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