Caminar: andar muy lento: detenerse

Silverio Orduña Cruz*
silverioorduna@gmail.com
 

Puedes encontrarme en Hawaii, coreografía de Evoé Sotelo, 2016. Foto: Ricardo León.
 

EL SONIDO, INCESANTE. La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. Evoé Sotelo estrenó su coreografía más reciente, Puedes encontrarme en Hawaii (2016), durante la edición 24 de Un Desierto para la Danza, una de las muestras internacionales de arte coreográfico más sobresalientes en el país, debido al lugar donde se lleva a cabo: la ciudad de Hermosillo, Sonora. Este punto geográfico en el mapa de la danza producida en México se ha esforzado por generar todo un fenómeno de profesionalización artística, organización institucional y formación de espectadores. Además de que es un territorio donde varios grupos y compañías de la entidad siguen proponiendo exploraciones estéticas rigurosas por medio de la danza contemporánea. Una de esas realidades escénicas es la compañía Quiatora Monorriel (QM), dirigida por Sotelo y Benito González.

El sonido, incesante. La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. Puedes encontrarme en Hawaii es un ensayo coreográfico que gravita sobre la potencialidad de la simpleza. Un juego estrictamente formal que indaga en la sencillez de las experiencias cotidianas. Su carácter de ensayo, nombrado así por la propia Sotelo, implica la construcción y el desarrollo de una idea, un planteamiento que se pone a prueba a través de la coreografía. No es un resultado cabal ni un producto hermético. Está concebido como un procedimiento para reflexionar críticamente acerca de las condiciones fehacientes de la danza. Su premisa más potente es el desmantelamiento del artificio dancístico que ha recaído convencionalmente en el flujo continuo de movimiento, en la fuerza cinética que de manera dominante ha privilegiado lo que trasciende, lo que va más allá de los límites de un cuerpo “común”.

El sonido, incesante. La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. La coreografía inicia con la oscuridad en el teatro. El telón permanece cerrado mientras el diseño sonoro, compuesto a partir de una estructura básica que se repite con ligeras variaciones, empieza a habitar el foro. Tras unos momentos de incertidumbre, la iluminación descubre varios cuerpos de pie, juntos, centrados, y al fondo del escenario. La intensidad de la luz va creciendo poco a poco. Aún no se percibe movimiento. Los cinco intérpretes parecen estáticos y desprovistos de alguna carga emotiva. Pero están ahí. Su presencia se distingue, tajante, entre todo el vacío que los rodea. La mirada fija, dirigida hacia un punto indefinido en medio de los espectadores. Avanzan con pasos diminutos, pero avanzan. El tiempo se irá gastando aunque la trayectoria que dibujan todavía es mínima. La duración se prolonga; la espera, la expectación. Su manera de desplazarse no se observa especial o virtuosa. Es lo que resulta extraño, incómodo.

El sonido, incesante. Caminar: andar muy lento: detenerse. La repetición. Casi han llegado, con toda calma, al foco del espacio escénico. Uno de los cinco cuerpos se separa del conjunto. Corre rodeando todo el lugar y se instala, inmóvil, en un extremo lateral del escenario, al lado izquierdo. Los demás continúan con la caminata lenta. Pronto, alguien más se aparta del grupo, también corre en una trayectoria circular hasta ubicarse, fuera del centro, a un costado de su compañero. Esta consigna va a pesistir mediante una serie de combinaciones en los demplazamientos de los cinco bailarines. Correr: rodear: detenerse. Luego reintegrarse para volver a caminar con lentitud. A continuación de algo que se pensaba estable, una ruptura más: de nuevo, los cinco intérpretes, al lugar de origen: centrados, al fondo del escenario. Comienza la marcha otra vez. Pero en esta ocasión con matices tenues: algunos brazos levantados, cierta desviación del eje del torso, la flexión en las rodillas. Para después correr: rodear: detenerse. Y regresar juntos al fondo del escenario.

Caminar: andar muy lento: detenerse. La repetición. El sonido, incesante. Sin un relato ni una atmósfera emotiva para regir el hecho escénico, esta nueva coreografía de Evoé Sotelo posee un trazo espacial y un sistema de movimiento muy elementales. Puedes encontrarme en Hawaii explota al máximo el espacio de representación teatral para conseguir la atención del público, quizá como una táctica para confrontarlo directamente con sus propias expectativas. Para obligarlo a detenerse. La línea recta de atrás hacia adelante que traza el grupo de intérpretes mientras camina lentamente actúa como el elemento más significativo del diseño de la obra, pues, además de producir una enorme tensión entre la escena y la mirada, de ahí parten los siguientes movimientos. Así, la línea circular que en determinado momento se produce al correr los intérpretes del centro hacia el lado izquierdo del escenario constituye una trayectoria de transición, utilizada para llegar a otro de los puntos más significativos de este trabajo coreográfico: una alineación lateral que remarca las cualidades del cuerpo inmóvil.
 

Compañía Quiatora Monorriel en Puedes encontrarme en Hawaii, 2016. Foto: Ricardo León.
 

La repetición. El sonido, incesante. Caminar: andar muy lento: detenerse. De acuerdo con Sotelo, entre sus inquietudes estéticas actuales reside el afán por investigar y reinterpretar algunas propuestas sobre el silencio expuestas por el músico contemporáneo Le Quan Ninh (Francia, 1961), quien se ha caracterizado por su trabajo como percusionista, sobre todo en el ámbito de la improvisación. Este músico francés, siguiendo la experiencia de John Cage, afirma que el silencio no sólo no existe dentro de lo musical, sino que se encuentra en la vida en acción misma, como un ruido de fondo: “siento a menudo repugnancia por la música, es decir por el añadido artificial y frecuentemente pretencioso al ruido de fondo del mundo. Me parece, más bien, que tocar es hacer aparecer fragmentos de ese ruido de fondo”, explica en el texto Abecedario (incompleto) sobre la improvisación. Según la coreógrafa, esta idea de Le Quan Ninh surgió espontáneamente en el proceso de creación de Puedes encontrarme en Hawaii pero trasladada a los elementos de la danza.

La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. El sonido, incesante. Posibilitar debates críticos acerca de las convenciones de la danza ha sido una de las tareas emprendidas por Evoé Sotelo durante su práctica artística. Con el objetivo de evitar la artificialidad de lo dancístico, los parámetros cinéticos probados y aprobados, acató la premisa de fluir “en el silencio de la vida en acción”. Junto a Estefanía Iglesias, Mario Lagarda, Cristina López, Jorge Motel y Kenia Noriega, los cinco intérpretes de Puedes encontrarme en Hawaii, emprendió una investigación sobre la experiencia escénica del tiempo, uno de los aspectos coreográficos más visibles en sus producciones recientes. Las estrategias corporales que el grupo exploró para cumplir sus propósitos provienen de situaciones intrascendentes, negadas o excluidas por los códigos disciplinares. Partieron de tres situaciones generales: la inmovilidad, la acción de caminar y la revaloración de movimientos tan habituales como cortar un pan, abrir una puerta o manejar un auto.

Caminar: andar muy lento: detenerse. El sonido, incesante. La repetición. El reto que implica trabajar con lo ordinario se evidencia en la propuesta de Sotelo y los intérpretes. Es muy probable que mientras se desarrolla la obra, buena parte del público perciba la coreografía como un cúmulo de acciones donde en realidad no pasa nada relevante. La carga simbólica relativa a su presencia en el espacio escénico propicia que se generen expectativas relacionadas con la emoción de estar frente a algo extracotidiano. Pese a esta situación demandante, es notable el trabajo corporal de los creadores escénicos que participan en el montaje. Su concentración y el esfuerzo de “descontaminar” sus cuerpos de ciertas tradiciones dancísticas, de sus propios saberes escénicos, repercute en el valor artístico, en la búsqueda estética de la obra. Detallar ese ruido de fondo del mundo, esos movimientos de fondo, permite posicionarse políticamente frente a un modo validado de hacer danza, desde sus maneras de producción, circulación y consumo, hasta los procesos de formación de sus agentes.

El sonido, incesante. La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. Además del carácter autocrítico en relación con los códigos dancísticos, la acción de caminar y la actualización de otros movimientos cotidianos en Puedes encontrarme en Hawaii posibilitan reflexiones estéticas más amplias. Por ejemplo, las derivas e intervenciones corporales en el espacio público se erigen en estrategias muy comunes en el arte contemporáneo, pero pocas veces conceptualizadas desde la coreografía. Caminar es un asunto coreográfico. El desplazamiento del cuerpo en el espacio, su traslado, implica una negociación física y política a la hora de trazar el flujo o la contención de movimiento, lo mismo en el foro teatral y el recinto expositivo que en el ámbito de la participación ciudadana. Inclusive las, por llamarles de algún modo, gamas o tonalidades respecto de las actitudes que los individuos despliegan al desplazarse de un lugar a otro propician preguntas sobre la condición de clase y género, acerca de su historia y origen. La pieza de Sotelo focaliza la atención en el acto de caminar durante la escena, no como una llana herramienta de composición sino como un problema capaz de desarrollar una postura estética compleja.

El sonido, incesante. La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. También de la reinterpretación de movimientos de la vida cotidiana se desprenden varios cuestionamientos. A lo largo de la historia del arte, esta metodología de composición coreográfica ha tenido exponentes como Merce Cunningham, los artistas ligados al Judson Dance Theater y muchos otros que se han relacionado con el giro conceptual en la danza desde los años noventa del siglo XX. Esta perspectiva de inclusión ha permitido que críticos e historiadores, entre ellos Sally Banes, hablen de una especie de democratización del cuerpo danzante. Una correspondencia más igualitaria entre las corporalidades. En el caso específico de la obra de Sotelo, la idea actúa como un método para deconstruir y resignificar el mundo. Según la coreógrafa, en la apropiación de lo ya existente se encuentra “el verdadero sentido crítico y la función vital del arte actual”. Por eso se concentra en trabajar en estrategias corporales desechadas y nada grandilocuentes, en acciones ordinarias que pasan desapercibidas justamente por su activación diaria pero que resultan totalmente significativas en correspondencia con los saberes archivados y vigentes en cada cuerpo.

El sonido, incesante. La repetición. Caminar: andar muy lento: detenerse. La inmovilidad constituye una de las posturas coreográficas más críticas hacia la danza, debido a que su empleo desestabiliza la más rígida edificación de este arte como flujo continuo de movimiento. Evoé Sotelo se ha empeñado en experimentar con la condición de lo inmóvil y Puedes encontrarme en Hawaii es una obra donde se observan con mayor claridad sus supuestos. Durante la secuencia final de la pieza, los cuerpos de los cinco intérpretes permanecen inmóviles, de pie, desperdigados por el espacio escénico en un arreglo eminentemente contemplativo, dentro de un paisaje cuya plasticidad despierta una fascinación gigantesca. Mientras el diseño sonoro de Conasupo (Benito González) continúa su reiteración minimalista, hipnótica/taladrante, la intensidad de la luz va en aumento y el conjunto se torna cada vez más luminoso. El tiempo sucede ahí, en ese instante, perenne. No como algo inanimado o que se fija en el espacio sino como una vibración interminable.
 

Puedes encontrarme en Hawaii, coreografía de Evoé Sotelo, 2016. Foto: Ricardo León.

 

*Maestro en Historia del Arte por la UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 11.05.16.

Imagen de portal: Puedes encontrarme en Hawaii, 2016. Foto: Ricardo León.

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