Apuntes sobre la tercera edición de las Cartas Barrocas desde Castilla y Andalucía, de Francisco de la Maza

Hugo Arciniega Ávila
UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas

 

En la introducción a su Literatura epistolar, Alfonso Reyes anotó:

En las cartas –observa Demetrio adelantándose a la palabra de Buffon sobre el estilo en general– puede discernirse el carácter completo de un hombre. Y, además, objeta el tono de cierta misiva por no "corresponder al modo como uno se dirige a un amigo" en que está toda la teoría epistolar: la "filo frónesis" o sentimiento amistoso.[1]

 

Portada del libro Cartas Barrocas

Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía, tercera edición. Tarma Estudio, Granada, 2023

 

El volumen que me ocupa reúne un conjunto epistolar de 35 misivas que el historiador del arte, Francisco de la Maza (San Luis Potosí, 1913–Ciudad de México, 1972) dirigió al religioso dominico fray Javier (Ciudad de México, 1926–2020),[2] cura párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción, El Prado, Churubusco en el sur de la Ciudad de México. En cada una de estas misivas le comparte una gama de coloridas vivencias de un viaje que comenzó en Madrid, al finalizar el invierno de 1956, y concluyó en el puerto de Santa María, Cádiz, durante el verano del mismo año. El lector podrá apreciar, más allá de la erudición que caracterizó al abogado-historiador, la cercanía con el receptor, la frónesis de Reyes, y los rasgos de un carácter bien conformado; el que corresponde a un hombre de 43 años, en plenitud física e intelectual. No hay noticia sobre la existencia de respuestas del que también fuera jurisconsulto y a quien, por otra parte, la escritura no le resultaba ajena; o si el papel de destinatario fue otro recurso literario empleado por el autor.

Justo en el año del viaje por Castilla y Andalucía, el Instituto de Investigaciones Estéticas publicó: Arquitectura de los coros de monjas,[3] en donde De la Maza identifica, a través de la disposición que mantenía la iglesia de San Jerónimo en la Ciudad de México, un recinto distribuido en dos niveles que resultaba fundamental para cumplir con los rituales inherentes a la vida femenina en comunidad religiosa. Anota que el coro alto es un rasgo novohispano. Aprovechó la oportunidad para llamar la atención sobre la sistemática destrucción que se venía haciendo de las espléndidas rejas forjadas que delimitaban estos recintos, destinados para la oración de las enclaustradas. Sor Juana Inés de la Cruz sobre todas las demás. Ella fue uno de sus personajes más entrañables; pasión que lo llevó a promover la búsqueda de sus restos dispersos en el subsuelo de la que fue su última morada, un coro de monjas; el otro, el criollo fray Servando Teresa de Mier,[4] también miembro de la orden de "predicadores" como fray Javier.

 

Rafael Manzano, Cúpula de la capilla de San Isidro en Madrid, tinta sobre papel, 1956. Cartas barrocas, p. 29

Rafael Manzano, Cúpula de la capilla de San Isidro en Madrid, tinta sobre papel, 1956. Cartas barrocas, p. 29

 

El doctor Magna cum laude en Letras con especialidad en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México,[5] arribó al aeropuerto de Barajas después de haber publicado estudios tan relevantes para el conocimiento de México y su arte, entre otros, su opera prima: San Miguel de Allende. Su historia, sus monumentos, de 1939;[6] Enrico Martínez, cosmógrafo e impresor de la Nueva España, de 1943;[7] Las piras funerarias en la historia y en el arte de México, de 1946. En cuyas páginas expresa la importancia de lo efímero en la repetición del ritual, como por ejemplo el exagerado uso de la cera de Castilla en las exequias novohispanas.[8] Y la investigación que le permitió obtener el grado de doctor, El guadalupanismo mexicano, de 1953,[9] en donde hace de los sermonarios olvidados en la estantería del ex templo de San Agustín, una fuente documental de primera mano.

El ensayista y diplomático, Antonio Castro Leal (San Luis Potosí, 1896 – Ciudad de México, 1981) precisa el momento de una de las revelaciones intelectuales del autor de las Cartas barrocas, sucedió durante una de sus aproximaciones a la segunda raíz, la que prospera vigorosa en el otro extremo del Atlántico. Luego de exaltar la labor de difusión del culto guadalupano que emprendieron los jesuitas expulsos en los Estados Pontificios, mediante obras impresas en Roma, Bolonia, Faenza y Cesena, el doctor de la Maza decidió visitar el convento de Guadalupe en Extremadura, atraído, en primera instancia, por la colección de Zurbaranes que resguardaban sus muros. El religioso que lo guiaba se detuvo súbitamente ante un recoveco y le señaló una pequeña escultura, diciéndole: De ahí salió la Guadalupana que tenéis en México.[10] Entonces, la visita a ciudades y pueblos se volverán referencia, parámetro, antecedente y tornaviaje entre lo mexicano, lo andaluz, lo extremeño y lo castellano.

 

Rafael Manzano, Ermita de Nuestra Señora del Puerto, Madrid, corte y planta, tinta sobre papel, 1956. Cartas barrocas, p. 31

Rafael Manzano, Ermita de Nuestra Señora del Puerto, Madrid, corte y planta, tinta sobre papel, 1956. Cartas barrocas, p. 31

 

Era ya necesario que los varios encuentros de Francisco de la Maza, profesor universitario y becario de la UNESCO, con las diferentes expresiones del arte español contarán con una edición originada en uno de los puntos del itinerario, fue la Universidad de Granada; que estuviera acompañada con un estudio introductorio sustentado en el rico archivo que del investigador que se conserva en el Instituto de Investigaciones Estéticas y en la memoria del arquitecto español Rafael Manzano Martos (Cádiz, España, 1936), guía diligente, al que se deben algunos dibujos y fotografías. Proemio y cuidado de la edición corresponden al especialista en arte iberoamericano moderno, Rafael López Guzmán. En "lecturas, relecturas y remisión de Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía" se identifica a los personajes con que el mexicano se va topando durante su periplo, distinguiendo "entre aquellas que aparecen casual o fugazmente y las que tienen más un carácter académico y profesional",[11] como por ejemplo Gregorio Marañón, Juan Antonio Gaya Nuño, Hipólito Sancho de Sopranis, Rafael de Unamuno, Manuel Ballesteros, Martín Soria, Rafael Manzano Martos y René Taylor. Todos ellos en el contexto del franquismo.

Considero entre otros aportes de la obra, una cuidadosa identificación de las obras que el autor del epistolario revisó, recibió como obsequio y que le sirvieron de guía. Con esta bibliografía, López Guzmán define un concepto de barroco que se completó durante los recorridos por los espacios públicos y en las horas de consulta en los fondos de la Biblioteca Nacional y de la Academia de San Fernando. La calidad de la impresión y la búsqueda de los originales permite al lector acercarse a los dibujos antiguos y modernos; a las tarjetas postales que adquirió y a las fotografías, recurso visual que resulta indispensable para asignar volumen a los retablos y escala al puente de Toledo en Madrid.

 

Rafael Manzano, Ermita de Nuestra Señora del Puerto, vista de conjunto, fotografía, 1956. Cartas barrocas, p. 32.

Rafael Manzano, Ermita de Nuestra Señora del Puerto, vista de conjunto, fotografía, 1956. Cartas barrocas, p. 32

 

Al finalizar la lectura se confirma la importancia que tuvo "el viaje" en la formación de los historiadores del arte mexicanos. En el estudio introductorio se identifica acertadamente uno de los antecedentes de un recurso metodológico que se mantiene vigente hasta el día de hoy, los Paseos coloniales de Manuel Toussaint,[12] quien fuera mentor principal del intelectual potosino.

La plaza, la calle, la casa y la pintura de caballete activan la experiencia sensible que antecede al ejercicio interpretativo y ésta es descrita por Francisco de la Maza una vez que ingresó a la entonces pequeña sala destinada al Greco en el Museo del Prado:

sentir frío en la columna vertebral, que es mi signo de que algo me cautiva, me embelesa, me absorbe; y con ese frío me siento humilde, con una dichosa humildad que debe sentir el polvo hacia la nube; me siento sujeto y encadenado, sin desear que las cadenas se me caigan. Al contrario: es una entrega. Y como eso es el amor, deduzco que en la auténtica contemplación artística hay amor. [13]

Es el contraste entre diálogos tan personales –ya libres de la frónesis reyesiana- con disquisiciones especializadas sobre un conjunto de obras, al que aderezan experiencias como el frío invierno de Madrid; el placer de tomar café en la Puerta del Sol y la entrañable sensación de perderse por calles estrechas y tortuosas que no merecen la denominación de "callejones"; es lo que del investigador quedó entre líneas, como su enojo ante la negativa recibida para acceder al claustro de la cartuja de Santa María de Miraflores en Burgos o la gratitud por el recorrido completo al cuartel del Conde-Duque en la capital política; es en la obligada reflexión que sigue a enunciados como una supuesta similitud entre Venecia, Madrid y Guanajuato; es en la defensa a ultranza que hacía de los monumentos abandonados o destruidos, como en el caso de la fachada de la capilla del Monte de Piedad en la plaza de las Descalzas Reales. Es muy probable que sea en todos estos componentes en donde radica la vigencia de una obra que alcanza su tercera edición. La primera española.

 

Francisco de la Maza, Torrecilla en el puente de Toledo, fotografía, 1956, Cartas barrocas, p. 41

Francisco de la Maza, Torrecilla en el puente de Toledo, fotografía, 1956, Cartas barrocas, p. 41

 

El urbanismo, la arquitectura y la ingeniería ocupan un lugar esencial en la expedición por los retruécanos del barroco, así lo confirma el perfil urbano dibujado por un muy joven Rafael Manzano, de 20 años, en donde el volumen de la cúpula de San Isidro se distribuye por la casi totalidad de un folio seguramente arrancado de la imprescindible libreta de bocetos. A él también se deben la planta y el corte de la ermita de Nuestra Señora del Puerto, croquis levantados in situ pero lo suficientemente elocuentes para ayudar al profesor mexicano a expresar sus ideas sobre la obra de Pedro de Ribera. El entonces estudiante de arquitectura debía abandonar la plumilla para ajustar la lente y fotografiar los volúmenes y destacar las sombras resultantes en una iglesia que el viajero mexicano conoció ya reconstruida. De este episodio me quedan dos preguntas ¿Cómo se estableció esa afortunada colaboración? y ¿la visita que el arquitecto gaditano hizo a la Facultad de Arquitectura de la UNAM, ya como profesor invitado, encuentra su origen en una amistad que trascendió al 56?

Las Cartas barrocas revelan a un hombre, Francisco de la Maza, que generaba numerosas inquietudes personales e intelectuales; peregrino –nunca turista– que debía cumplir con una extensa lista de búsquedas durante un viaje tan prolongado. En el universo de la eclosión y desarrollo del barroco, entre otras, la obra del alarife Pedro de Rivera (Madrid, 1681-1742). Un propósito que lo condujo no solo a las expresiones de la arquitectura religiosa y civil, como entonces se acostumbraba, sino a la fuente pública y a obras de ingeniería como el puente de Toledo. Ante esta última edificación no se resistió a empuñar la cámara para captar estípites que sostienen el cielo.

 

Rafael Manzano, Cabecera y sagrario de la cartuja de Segovia, planta, tinta sobre papel, 1956. Cartas barrocas, p. 164

Rafael Manzano, Cabecera y sagrario de la cartuja de Segovia, planta, tinta sobre papel, 1956. Cartas barrocas, p. 164

 

Si el espacio construido era parte fundamental de la historia del arte, entonces se debía construir un panorama con la casi totalidad de la producción del arquitecto en estudio. Incluyendo, desde luego, los proyectos nunca realizados y las obras ya desaparecidas, tales son los casos del Palacio Real de Pedro de Rivera y la fuente de la Mariblanca. Era una metodología que se construía de manera colectiva y gradual en aquel Instituto de Investigaciones Estéticas y que, en parte, obedecía a la imperiosa necesidad de documentar y resguardar el patrimonio edificado de México, casi siempre amenazado. De esta manera de integrar la producción artística fueron herederos los doctores Elisa Vargas Lugo, Eduardo Báez, Xavier Moyssén, Jorge Alberto Manrique y Marco Díaz encabezando una larga lista de destacados investigadores.

Regreso al Madrid del 56 cuando De la Maza escribe:
Después de comer fui a la calle de la Magdalena, en cuyo número 12 hay una casa de Ribera. El baquetón de las jambas, que se enrosca y se ahueca sobre sí mismo, sube al dintel para hacer el típico y riberesco arco mixtilíneo, tan sensual, tan lleno de elegante movilidad. Cuanta razón tiene el marqués de Lozoya al referirse a la obra del arquitecto madrileño: 'tiene una riqueza y una morbidez singulares.

A lo que yo me permito sumar, cuánto hay de nosotros en lo que elegimos observar y más en la forma en que lo describimos.

 

 

 

Inserción en Imágenes: 06 de octubre de 2023.

 


[1] Alfonso Reyes, estudio preliminar, Literatura epistolar (México: CONACULTA-OCÉANO, 1999), XVIII.

[2] Fray Javier Christlieb Ibarrola fue el octavo hijo del matrimonio formado por Alfredo Christlieb y Paula Ibarrola Vértiz, ambos descendientes de inmigrantes europeos. Su infancia y juventud transcurrieron en el seno de una familia católica en diferentes casonas de la colonia Roma de la Ciudad de México. Ahí alojaban a los sacerdotes perseguidos por el gobierno de Plutarco Elías Calles. Luego de completar los estudios primarios y secundarios con los maristas, ingresó a la Escuela Libre de Derecho. Martha, la primogénita, se graduó como ingeniera química en la UNAM y posteriormente fundó la orden religiosa de las Hermanas de la Vera Cruz; Adolfo, también abogado, fue profesor de historia de México, articulista en el periódico Excelsior y en la revista Siempre. Hacia el final de su vida se desempeñó como presidente del Comité Ejecutivo Nacional y secretario general del Partido Acción Nacional.

[3] Francisco de la Maza, Arquitectura de los coros de monjas en México (México: UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, Imprenta Universitaria, 1956).

[4] Francisco de la Maza, Sor Juana Inés de la Cruz en su tiempo, Cuadernos de Lectura Popular (México: Secretaría de Educación Pública, 1967).

[5] Entonces la Facultad de Filosofía y Letras no concedía el grado de doctor en Historia del Arte.

[6] Francisco de la Maza, San Miguel de Allende. Su historia. Sus monumentos, prólogo de Manuel Toussaint (México: Secretaría de Educación Pública, 1939).

[7] Francisco de la Maza, Enrico Martínez, cosmógrafo e impresor de Nueva España, prólogo de Federico Gómez de Orozco (México: Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1940).

[8] Francisco de la Maza, Las piras funerarias en la historia y en el arte de México. Grabados, litografías y documentos del siglo XVI al XIX (México: UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, Imprenta Universitaria, 1946).

[9] Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano (México: Porrúa y Obregón, 1953).

[10] Antonio Castro Leal, Francisco de la Maza. Historiador y crítico de arte (México: Academia de Artes, 1970), 44.

[11] Rafael López Guzmán, "Lecturas, relecturas y remisión de 'Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía'", en Francisco de la Maza, Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía (Granada: Universidad de Granada, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, 2023), XVII.

[12] Manuel Toussaint y Ritter, Paseos coloniales (México: Imprenta Universitaria, 1939).

[13] Francisco de la Maza. Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía (Granada: Editorial Universidad de Granada, 2023), 58-59.