Woyzeck en Bellas Artes

Alberto Dallal*
dallal@unam.mx
 

Woyzeck, Ballett Zürich. Foto: Judith Schlosser

Woyzeck (Wozzeck, como originalmente se tituló la ópera de Alban Berg) fue montada y exhibida recientemente en el escenario del Palacio de Bellas Artes, por el Ballett de Zürich: gran éxito y teatro lleno porque el emocionado público mexicano de la danza contemporánea añora este tipo de montajes de gran aliento que otrora presentaban compañías mexicanas. El ballet está basado en un fragmento del drama del escritor alemán George Büchner quien, aunque murió joven, alcanzó a “explorar las limitaciones y profundidades de la psique humana”.

Nos hallamos frente a una bien pertrechada compañía suiza dirigida por el alemán Christian Spuck. La puesta en danza es una acertada combinación de estilos e influencias de tipo clásico y contemporáneo. La impecable producción (sin intermedios) aprovecha los adelantos actuales del diseño escénico y realiza los cambios escenográficos a la vista del público, establece un juego de áreas iluminadas para ciertas danzas, selecciona sitios elásticos, zonas de influencia cambiantes gracias a los juegos de la iluminación, etcétera.
 

Woyzeck, Ballett Zürich. Foto: Judith Schlosser

El coreógrafo Spuck se concentra en combinar y ofrecer muy cuidadosamente diseños y movimientos contemporáneos en los solos y las escenas de parejas o de pocos bailarines, combinándolos con movimientos evidentemente clásicos de grupos (aparece en escena incluso una banda de tambores, pretexto y eje de algunos cambios de escena). El desarrollo de la trama, además de situarnos en época gracias a bicicletas de principios del siglo XX, muestra la influencia de la escuela expresionista del mismo lapso mediante claroscuros, presencias y movimientos apiñados, elementos y “dinámicas” de grupo (aciertos evidentes que hacen coincidir escénicamente el ritmo de la obra con la naturaleza trágica de los sucesos).

Por tratarse de una verdadera tragedia, el dibujo preciso de cada personaje se hace evidente en el vestuario y en los movimientos del cuerpo: el soldado Woyzeck debe afeitar al Capitán, darle datos sobre su pequeño hijo (que aparece en escena) de seis años y describir a Marie, madre del niño. El soldado Woyzeck es supersticioso y se halla trastornado mentalmente por sus propias obsesiones, al grado de no darse cuenta de que sus charlas con el Capitán conducen a éste a seducir a Marie y así desatar los hilos de un desenlace, perfectamente logrado en un punto del escenario con llovizna, lodo y cuerpos estrujados y sometidos Y, al final, la muerte. Excelentes bailarines “técnicos”, los tres personajes principales dominan sus respectivos cuerpos en las áreas del escenario que les corresponde “cubrir”. Jan Casier lleva en el cuerpo la melancolía trágica de Woyzeck y Marie Katja los desprendimientos emocionales de Marie. Arman Grigoryan, estupendo bailarín, flexibiliza y adapta los movimientos de su cuerpo en dirección del desparpajo, el cinismo y al fin los medios de seducción señalados para el Capitán. Por tratarse de una obra dramática y narrativa de los hechos, los bailarines no pueden sino emitir en sus miembros y sus evoluciones las características que dibujan a cada personaje y, simultáneamente, hacer gala de sus enormes capacidades dancísticas.
 

Woyzeck, Ballett Zürich. Foto: Judith Schlosser

 

Woyzeck, Ballett Zürich. Foto: Judith Schlosser

La gran originalidad de los dibujos coreográficos se apoya en los solos y los duetos, principalmente: los intercambios de movimientos sutiles o sincopados, el juego de muñecas, dedos y manos (detalles que vigorizan la trama: una trágica relación de pareja), la habilidad de los solistas para atenuar los enormes contrastes entre danzas de grupo, en línea y por parejas, son elementos y aciertos que destacaron para producir una sorpresiva ovación (al “agradecer” los integrantes de la compañía se veían complacidos, sorprendidos y ciertamente satisfechos). Para asegurar el buen desempeño de estas “soluciones escénicas”, el coreógrafo se apoyó certeramente en las características y situaciones trágicas, en las intensidades de la trama: así, el efecto escénico final (la caída desde “el cielo” de una “llovizna” pertinaz, la impresionante “posición” de los cuerpos en el piso). La inclusión de la banda de tambores y de bicicletas “de época”, así como la  participación de un niño en la trama y el montaje, aseguraron el éxito de esta compañía impecable y de “gran calado”.
 

Woyzeck, Ballett Zürich. Foto: Judith Schlosser

 

*Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Coordinador de la revista electrónica Imágenes.

 

Inserción en Imágenes: 05.11.14.

Imagen de portal: Woyzeck, Ballett Zürich. Foto: Judith Schlosser.

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