La Escuela Nacional de Danza

Claudia Carbajal*
claudiacarbajalsegura@yahoo.com.mx
 

Nellie y Gloria Campobello, circa 1932. Foto: Archivo Alberto Dallal.
 

EN 1932, TRAS EL CIERRE DE LA ESCUELA DE PLÁSTICA Y DINÁMICA –un breve experimento de formación dancística propuesto por el bailarín ruso Hipolyt Zybin– el Departamento de Bellas Artes lanzó una convocatoria para conformar la Escuela de Danza (ED). Participaron dos  artistas: Carlos Chávez, en ese momento director del Conservatorio Nacional, y las hermanas Campobello, dos de las únicas bailarinas profesionales mexicanas. Ambos proyectos fueron dirigidos al entonces secretario de Educación Pública Narciso Bassols.

El Consejo de Bellas Artes no aceptó de manera explícita ninguno de los proyectos presentados, por considerarlos incompletos.[1] A Chávez se le criticó la idea de traer exclusivamente indígenas a la capital y la Escuela para que enseñaran sus danzas, debido a que se consideraba que éstos no eran buenos maestros ni eran capaces de transmitir o analizar sus conocimientos en danza. Asimismo, se hizo hincapié en que la representación y escenificación en los festivales de la Secretaría de Educación Pública (SEP) no eran suficientes para cubrir el proyecto estético en lo referente a formar personal profesional en la danza mexicana. Añadieron los participantes en la discusión que los bailes nacionales constituían expresiones particulares y al mismo tiempo universales en el contexto de la creatividad humana.

A las Campobello se les aplaudió su interés de investigar las danzas del país de manera sistematizada pero el dictamen tampoco las favoreció, a pesar de que su propuesta tenía mucho en común con el veredicto. En contra de su planteamiento se señaló que el personal de la Escuela de Danza no estaba capacitado para llevar a cabo las investigaciones en el interior de la República y se discutió sobre la escasez de profesionales de la investigación de la danza en México, aludiendo a la existencia de apenas diez personas aptas para trabajar en estas labores.

El Consejo de Bellas Artes juzgo en su resolución la necesidad de instaurar en México una escuela que tuviera como necesidad inmediata la formación de bailarines capaces de ejecutar cualquier danza del mundo pero principalmente orientados a desarrollar la danza mexicana. Las coreografías que empleara la Escuela deberían apoyarse en los materiales de las Misiones Culturales y el último año de la carrera debería dedicarse a la presentación del trabajo realizado a lo largo de los estudios, con la colaboración de los mejores músicos y pintores del país. Finalmente se recomendó que el director de la Escuela debería ser un pintor, esto tal vez por la experiencia plástica requerida y por la larga trayectoria de la pintura mexicana dentro de la actividad artística profesional del país.
 

Clase en la que aparecen Rosa Reyna, Raquel Gutiérrez y al centro Guillermina Bravo, circa 1934. Archivo Histórico de la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello (AHENDNyGC).
 

Carlos Mérida fue nombrado director porque era una figura respetable y conocedora del ambiente artístico y político. En estos momentos la Escuela resultaba irregular y tenía muchas carencias; aunque la SEP había decidido mantenerla abierta, aún no se consolidaba como institución. El proyecto tan precario que la sostenía era una de las principales causas de que muchos funcionarios o artistas no tuvieran conocimiento de ella. El manejo de la imagen al exterior fue la clave para conseguir una nueva sede para la Escuela y concretar el apoyo de las autoridades. Por un lado, el Proyecto de Investigación Coreográfica fue un primer intento de sistematizar el conocimiento dancístico que quería obtenerse, formó un plan de trabajo a mediano y largo plazo que además concordó perfectamente con las políticas de fomento al indigenismo y al nacionalismo que promovía el Estado. Por otra parte, la idea de las presentaciones anuales permitiría ostentar la evolución de los alumnos y legitimar el funcionamiento de la institución, así como conseguir financiamientos y apoyos no sólo con los funcionarios sino con otros artistas. Poco a poco autoridades y gente del medio de las artes se interesaron en el proyecto e iniciaron e incluso incrementaron sus colaboraciones con la Escuela de Danza.

En respuesta a los resultados positivos que se obtuvieron en el año de 1934 y a la lucha de los maestros para no cerrar la Escuela no obstante la precariedad económica, la SEP concedió que se incluyera ésta dentro del grupo de escuelas artísticas que se mudarían de sede (de su edificio principal en las calles de República de Argentina) al Palacio de Bellas Artes. Este paso fue de gran importancia para la danza mexicana porque significaba que se consideraba oficialmente como parte del proyecto cultural posrevolucionario.

La Escuela de Danza en el Palacio de Bellas Artes fue la primera medida bien posicionada dentro de la consolidación de una institución de danza oficial, en primer lugar porque al brindarle un espacio adecuado y, con él, más presupuesto, se confió fundamentalmente en el proyecto, y en segundo lugar, porque se le tenía en cuenta como una institución oficial respaldada por la Secretaría de Educación Pública. El hecho de instalarse en los salones del Palacio de Bellas Artes le daría una proyección muy importante a nivel nacional. Dentro del campo artístico también le valió muchos apoyos, sobre todo de pintores y músicos, y comenzó a debatirse sobre las problemáticas de la danza en, por ejemplo, la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, por influencia de Carlos Mérida.

A la salida de Mérida de la dirección se nombró a un músico con la misma intención de dar prestigio ante otros gremios a la Escuela de Danza. El músico y compositor Francisco Domínguez tenía ya una larga y prestigiosa carrera al ser nombrado director. Entre otras acciones, puso orden en algunas cuestiones administrativas. Por ejemplo, regularizó el servicio social establecido para contemplar oficialmente las actividades extramuros que la Escuela realizaba y con ello depuró al alumnado que asistía; esto permitió uniformar un poco más la técnica y por tanto el nivel de los alumnos que siguieron asistiendo con regularidad a las clases. También solucionó la demanda de información sobre tópicos de danza encomendando a las hermanas Campobello orientar las dudas que surgían en diversas instituciones escolares con respecto a ciertas danzas del país. Su “falta de liderazgo” finalizó con su breve dirección.

Esta etapa fue de luchas constantes por consolidar el proyecto, el cual demostró su viabilidad, precisamente con algunas desavenencias. En este sentido, el haber nombrado director al pintor Mérida y al músico Domínguez le dio prestigio a la Escuela y ayudó a consolidar lo que hasta antes de su mudanza de sede era tan sólo un pequeño y complicado proyecto. A nivel interno, el conocimiento superficial o el pleno desconocimiento por parte de estos artistas plásticos sobre los menesteres propios de la danza poco a poco se fue solucionando y diluyendo gracias a las influencias políticas y artísticas de la subdirectora Nellie Campobello, quien sí era bailarina y coreógrafa y, además, organizadora.[2]
 

Nellie Campobello con sus alumnas, circa 1937. Foto: AENDNYGC.
 

Nellie Campobello fue sumamente perspicaz en su forma de manejar la política. Supo aprovechar sus contactos, los talentos y los objetivos de su escuela para posicionarse  como directora y desde ahí defender al gremio de la danza ante otras artes. Sus planes de estudio  reconocieron las influencias que habían dejado las anteriores direcciones de Mérida y Domínguez y a partir de su gestión sobrevino una mejor organización y se ampliaron los planes de estudio para la formación dancística de los bailarines. Aunque en este periodo el manejo institucional de la danza pasaba a manos de bailarines, esto no quiere decir que todos apoyaron la dirección de Nellie. El fuerte carácter de la directora, que imponía sus decisiones autoritariamente, la enemistó con una parte de su planta docente, así como con alumnos y padres de familia pero sus buenas relaciones políticas al exterior de la Escuela le hicieron ganar poder y adquirir respeto y respaldo en su gestión.

El periodo presidencial de Lázaro Cárdenas se vinculó al arte de manera diferente: si bien el nacionalismo estaba todavía presente revalorando los triunfos de la Revolución, las creaciones artísticas tuvieron una relación más estrecha con las políticas de gobierno que surgieron durante ese periodo. De este modo, los programas artísticos fungieron como una especie de “arte propaganda” que difundió las líneas que Cárdenas consideró pertinentes en su discurso político. Una de las creaciones de las hermanas Campobello, el Ballet 30-30, en su segunda temporada (la primera fue en 1931), resignificó la tendencia y coincidió con los anhelos del gobierno cardenista. Así, se supo aprovechar estas coincidencias para beneficiar a la Escuela mediante el incremento de servicios y se consiguió su consolidación mediante el título de Nacional en su nombre: Escuela Nacional de Danza (END), concedido en 1938.

Es así como al final de la década de 1930 la Escuela Nacional de Danza se erigió y consolidó como la institución dancística por excelencia con el apoyo cardenista tras una serie de pugnas de poder que empujaron a Nellie Campobello a ser la cara y el bastión de ésta por más de cuarenta años. La Escuela Nacional de Danza institucionalizó una sociedad gremial organizada bajo una asociación de personas con objetivos comunes relacionados con su quehacer laboral y educativo. Como escuela, fue la primera que tuvo la facultad de expedir títulos oficiales y fue reconocida como la representante por excelencia de México  cuando se le otorgó el título de Nacional.[3]

La Escuela Nacional de Danza tuvo algunos proyectos alternos, como la creación de una compañía profesional, el Ballet de la Ciudad de México (BCM), que funcionó de 1943 a 1951. En  ella bailaban muchos de los egresados  de la Escuela.[4] Llama la atención que sus propuestas se posicionaron dentro del género del ballet clásico, no obstante que en años anteriores, en 1940, las hermanas Campobello escribieron un texto de filosofía de la danza en el cual manifestaron que para ellas los bailes indígenas y su adaptación escénica por medio de la danza folclórica de concierto poseían un mayor valor estético.[5] Las coreografías del BCM rondaron temas nacionalistas y mexicanistas dentro de sus argumentos pero fueron interpretados en danza clásica, algo contrario a lo que las Campobello señalaron en su libro Ritmos indígenas. El cambio de género dancístico pudo haber sido sugerencia de alguno de los otros artistas involucrados en el proyecto de la Escuela, o bien surgió una nueva posición estética con respecto al movimiento de la danza moderna mexicana que recién nacía en el territorio nacional, corriente comandada por las norteamericanas Anna Sokolow, Waldeen y diversas alumnas egresadas (o expulsadas) de la END, institución que ya se hallaba bajo el mando de Nellie Campobello.[6] Dentro del Ballet de la Ciudad de México se creó un ciclo alterno de formación dancística para niños de primaria que se mantuvo activo hasta 1983.
 

Ballet simbólico revolucionario de masas 30-30 en el Estadio Nacional, circa 1935. Foto: AHENDNYGC.
 

En 1946 el presidente Manuel Ávila Camacho emitió un decreto para albergar a la Escuela Nacional de Danza en otra sede: Avenida del Castillo, número 200, Lomas de Chapultepec, en el Antiguo Club Hípico Alemán, donde permaneció hasta 1976, año en que el presidente de la República Luis Echeverría Álvarez  le otorgó oficialmente a la institución el predio de su sede actual en Campos Elíseos 480, en la colonia Polanco.[7]

Durante casi medio siglo Nellie Campobello fungió como directora de la END. En 1982 dejó de tener presencia pública debido a que fue secuestrada. Lamentablemente falleció años después, en 1986, en circunstancias sospechosas. El caso sigue sin aclararse.[8] En 1983 Nieves Gurría Pérez asumió la dirección de la Escuela para encabezar un movimiento llamado ¿Dónde está Nellie? dedicado a exigir justicia para la coreógrafa. Más adelante se le rindió un homenaje póstumo renombrando la institución como Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello, en memoria de estos personajes históricos. En 2006 su programa de estudios Profesional en Educación Dancística se validó como licenciatura. Actualmente cuenta con tres especialidades: Orientación en danza española, en danza folclórica mexicana, y en danza contemporánea, con un total de 168 alumnos inscritos. Su director es el maestro Fernando Aragón Monroy.

La Escuela Nacional de Danza formó muchas de las figuras más importantes de la danza mexicana en el siglo XX. Fue la única escuela en su tipo hasta la fundación de la Academia de la Danza Mexicana en 1947. Entre sus alumnos (aun pasajeros) y egresados más destacados se encuentran figuras como Martha Bracho, Socorro Bastida, Gloria Albet, Josefina Lavalle, Ana Mérida, Gloria Mestre, Rosa Reyna, Estela Trueba, Blanca Estela Pavón, Bertha Hidalgo, Guillermina Bravo, Amalia Hernández, Guillermo Keys Arenas, Manolo Vargas, Ricardo Silva, Roberto Ximénez y Valentina Castro.

La END garantizó el proceso de formación dancística en México a través de una estructura institucional que instruyó a la totalidad de los primeros bailarines profesionales. Logró revalorar a la danza dentro de las artes y aprovechar sus potencialidades escénicas para conseguir el apoyo y respaldo de las autoridades oficiales. Echó a andar un gremio que poco a poco se fue fragmentando en nuevas propuestas dancísticas y que se erigió con autonomía de las otras artes como resultado de las propuestas culturales posrevolucionarias. En su construcción confluyeron diversas expectativas y horizontes, donde la figura de Nellie Campobello aglutinó un proceso histórico que permitió a la danza erigirse con voz propia como parte de los resultados de la cultura posrevolucionaria, pues sus coreografías conjuntaron de manera visual y auditiva diversos discursos modernos y contemporáneos de México traduciéndolos en propuestas dancísticas.
 

Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello en su sede actual de Campos Elíseos 480, colonia Polanco. Foto: Guillermo González.

 

*Maestra en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 06.08.15.

Imagen de portal: alumnas de la Escuela de Danza en el Palacio de Bellas Artes; atrás se alcanza a ver el edificio de Correos. En la foto aparecen: Bertha Hidalgo, María Roldan e Isabel Luna, circa 1937. Archivo Histórico de la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello.

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[1] Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública, “Dictamen del Consejo de Bellas Artes”, Ramo Bellas Artes, caja 23, exp. 36, f. 10-16

[2] Nellie Campobello nació en Villa Ocampo, Durango, en 1900. Sus primeros años estuvieron relacionados con la vida en el campo, pero al cumplir los veintiuno, su vida cambió drásticamente al subir de estatus social beneficiada por el matrimonio de su madre Rafaela Luna con el norteamericano Ernest Campebell, quien le dio a ella y a sus hermanos una posición económica más holgada y les permitió relacionarse con los círculos intelectuales más importantes de la época. Tiempo después Nellie Campbell incursionó tardíamente en la danza y formó un grupo independiente junto con su media hermana Gloria.  Llegadas al proyecto de la Escuela de Danza, nunca se desligarían de él hasta la muerte de Gloria y desaparición de Nellie. La Campobello fue la directora de la Escuela Nacional de Danza casi por 40 años, de 1937 a 1982. Jesús Vargas y Flor García, Nellie Campobello. Mujer de manos rojas, Biblioteca chihuahuaense, 2013.

[3] Claudia Carbajal Segura, El nacionalismo en transición. lLa institucionalización de la danza de concierto en México. Debates ideológicos, artísticos  y vínculos políticos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 2015 (inédito).

[4] El BCM contó con la participación de artistas e intelectuales como Martín Luis Guzmán, José Clemente Orozco, Manuel M. Ponce, Eduardo Hernández Moncada, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Julio Castellanos y Manuel Meza.

[5] Nellie Campobello, Gloria Campobello, Ritmos Indígenas de México, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1940.

[6] Ana Sokolow y Waldeen fueron dos bailarinas norteamericanas convocadas por el Departamento de Bellas Artes en 1939 para emprender nuevas propuestas escénicas dentro de la danza. Sokolow estuvo al frente de la compañía Paloma Azul y Waldeen, del Ballet de Bellas Artes y posteriormente del Ballet Waldeen. En ambas compañías se exploraron nuevas formas estéticas que estaban en voga dentro de la danza occidental, dichos experimentos derivaron en el Movimiento Mexicano de Danza Moderna, uno de los más fructíferos y prósperos en este arte. Alberto Dallal, La danza moderna, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977.

[7] Alma Rosa Cortés González, Sexagésimo Aniversario de la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello 1932-1992, México, Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello, 1992.

[8] Clara Guadalupe García, Nellie el caso Campobello, México, Cal y Arena, 2000.