Al son de los clásicos: La danza despechada de un hombre

Roxana Margarita Díaz Castellanos*
roxana.tom@hotmail.com
 

La danza despechada de un hombre, compañía Danza Concierto (Colombia). Bailarín: Wilson Torres. Foto: Juan Carlos Mazo.
 

LA DANZA DESPECHADA de un hombre,[1] obra del coreógrafo colombiano Peter Palacio[2] y producción de la compañía Danza Concierto (Colombia) que él dirige, es un homenaje a Rolando LaʼSerie, un famoso cantante y compositor cubano de sones y boleros. La pieza, integrada por un bailarín principal, Wilson Torres (colombiano), y dos actores invitados, Citlali Quintero y Antonio Lara (mexicanos), constituye la narración dancística de un hombre, un cantinero que cuenta su historia de amor, traición y tristeza. La trama de la obra está acompañada de música popular y boleros, con temas como “Me la robaste”, “Esta noche me emborracho”, “Las cuarenta”, “Mentiras tuyas”, “Hay que saber perder”, “Sabor a mí”, “Congoja”, “Negrura”, “Lágrimas negras”, “Inolvidable”, “Hola soledad”, “Un poco más escena” y “Flores negras”, piezas que se entrelazan con la vida del personaje expresando metáforas en movimiento sobre el amor y el desamor.

La coreografía discurre en un lenguaje coloquial, directo y sencillo, expuesto mediante movimientos comprensibles, atractivos, no exentos de pruebas para el dominio del danzante. La pareja, la esperanza, la felicidad, el sufrimiento y la nostalgia se entretejen en una historia narrada desde los sucesivos “cuerpos” del solista; la experiencia coreográfica y narrativa transcurre entre velas, sillas y botellas, elementos que el bailarían aprovecha para tejer en el espacio formas, alineamientos, “composiciones” visuales sugerentes, narrativas y a veces metafóricas no exentas de “peligrosidad” en la ejecución. Wilson Torres sale avante en la ejecución mediante el dominio del espacio y la expresividad. Danza ambientada en uno de los tantos bares, propios de los barrios populares latinoamericanos, de los arrabales y los lugares de “mala muerte”, resulta un acierto “descriptivo” y sobre todo interpretativo.

Éste es el escenario, perfectamente caracterizado, en donde sensualmente los bailarines ejecutan giros, cargadas, movimientos y desplazamientos fusionando lo contemporáneo con el baile de salón, lo popular inmediato y aquellos movimientos que, gracias a la danza contemporánea, resultan metafóricos. Los movimientos representan el vaivén de una relación amorosa en la que se mezclan el amor y el desamor, la pasión y el desprecio, la compañía y la soledad, la felicidad y la tristeza.

La primera escena está interpretada por una pareja de bailarines, una mujer y un hombre semidesnudos, cuyos movimientos nos remiten al pasado amoroso del cantinero. Entre sillas, elevaciones, contactos cuerpo a cuerpo, traslados, cercanías y lejanías, nos introducen en la intimidad cotidiana del ambiente y de la propia relación. La desnudez de los cuerpos se transforma en el velado o no velado erotismo del ambiente y del baile popular, no sólo representado simbólicamente con los movimientos de los cuerpos sino también por medio del vestuario: pantalones de vestir, sacos, faldas y zapatos de tacón alto, colores vivos.
 

Danza Concierto. Obra: La danza despechada de un hombre, coreografía de Peter Palacio. Bailarín: Wilson Torres. Foto: Juan Carlos Mazo.

 

Wilson Torres en La danza despechada de un hombre, Danza Concierto (Colombia). Foto: Fluir Revista mexicana de danza contemporánea.
 

La pareja resulta un recuerdo que se esfuma cuando aparece el cantinero en completa soledad. Su única compañía es la música y una botella de vino cuyo contenido por momentos bebe. Con excelente interpretación y manejo del movimiento: saltos, caídas, levantamientos de piernas, marometas y deslizamientos en el piso al estilo release, el bailarín, Wilson Torres, narra la historia de su amor perdido, la felicidad inicial transformada en traición, los avatares que le dan sentido a su vida. Hay también espacios de silencio que representan el presente, porque el bolero es el recuerdo, el transcurrir de su vida pasada, el elemento abstracto en el que el alma llora.

En la medida en que el tiempo transcurre, los movimientos resultan más arrastrados; por instantes son fuertes, súbitos y rápidos. La respiración aumenta según se desarrolla la danza; las propias dificultades del ejercicio coreográfico dan pie a suspiros intermitentes, golpeteos con el cuerpo, búsqueda de sombras en un espacio que es al mismo tiempo presente, pasado y, tal vez, futuro. Es la danza de la soledad, la melancolía y la nostalgia.

Llega el momento de la embriaguez, que se percibe con trayectos y rumbos inestables y zigzagueantes, mezcla de pasos de son y de danza contemporánea. Inesperadamente, la mujer de su historia aparece caminando y tambaleándose mediante pasos y ruidos de un tacón alto que hacen eco en el silencio. Ambos personajes nunca se encuentran: ahora son ajenos uno al otro.

El hombre vuelve a quedar solo en el espacio. Irremediablemente la tristeza alcanzó su clímax y se convierte en enojo, frustración, desesperación y locura. Con movimientos cortados y fuertes avienta las sillas. Todo es un caos, un amor apasionado sin límites en medio de la fatalidad y el salvajismo. Finalmente entra el silencio, la calma y la oscuridad.

A lo largo de la obra podemos observar que la música cumple un papel primario: es el elemento que cohesiona el pasado y el presente del personaje; acompaña al estado anímico del personaje interiorizándose en su cuerpo y en sus movimientos. Es así como, mediante un lenguaje coreográfico fluido y sencillo, donde no existen elementos escenográficos o luminotécnicos sofisticados, Peter Palacio nos ofrece una obra en la que podemos apreciar recursos interesantes, sobre todo las mezclas del lenguaje contemporáneo, los pasos del baile popular y los ritmos del bolero, elementos que dotan a la coreografía de un gran dinamismo y versatilidad que se logran articular con claridad, soltura y profesionalismo en la interpretación de los bailarines.
 

Danza Concierto. Obra: La danza despechada de un hombre. Bailarín: Wilson Torres. Foto: Fluir Revista mexicana de danza contemporánea.
 

La danza despechada de un hombre es una obra recomendable tanto por los magníficos recursos técnicos, estilísticos y gestuales que emplea Wilson Torres en el escenario, como por la temática integrada a la coreografía, aquella que nos recuerda que el amor tiene múltiples facetas que pueden transitar entre la felicidad y la locura. Es desde esa intimidad que la música juega un papel articulador de tiempos, sentimientos, historias y culturas, es decir, a partir de lo subjetivo describir espacios de la identidad popular latinoamericana.

 

*Estudia la maestría en Estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 27.05.15.

Imagen de portal: La danza despechada de un hombre, coreografía de Peter Palacio. Bailarín: Wilson Torres. Compañía Danza Concierto (Colombia). Foto: Fabio Arboleda.

Temas similares en Archivo de artículos.

 


[1] Fue presentada los días 6, 7 y 8 de marzo de 2015 en el Centro Cultural Los Talleres.

[2] Precursor de la danza contemporánea en Medellín y una de las figuras más notables en la escena de la danza colombiana. Como fundador, director y coreógrafo de su propia compañía, Danza de Concierto, surgida en 1990, ha realizado una importante labor de investigación, enseñanza, creación y difusión de proyectos artísticos enfocados al impulso de la cultura de Colombia expresada a la manera de danza contemporánea. Asimismo, ha presentado su trabajo dancístico en países como: Alemania, Francia, España, Polonia, Estados Unidos, México, Brasil, Costa Rica, Venezuela, entre otros. Sus obras son producto de un exhaustivo trabajo de investigación sobre la cultura colombiana, así como de las diversas expresiones que la distinguen.