El transparente de la Catedral de Toledo

Martha Fernández*
marafermx@yahoo.com

 

Para el sacerdote Francisco Marco
In memoriam
 

Retablo mayor de la Catedral de Toledo. Foto: Martha Fernández.
 

LA CATEDRAL PRIMADA DE Santa María de Toledo es una de las más grandes y espectaculares de España. Fue construida de 1227 a 1493[1] en estilo gótico y conserva grandes tesoros de escultura, pintura y retablos, entre los que destaca, sin duda, su retablo mayor, levantado entre 1498 y 1504 por encargo del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. En su factura intervinieron muchos artistas; entre ellos, el maestre Petit-Jean, quien realizó la estructura, además de Copin de Holanda, Francisco de Amberes, Enrique Egas, Pedro Gumiel, Felipe Vigarny y Rodrígo Alemán.[2] Su elemento central es la torre eucarística, una custodia adosada en el primer cuerpo que encierra y protege el Santísimo Sacramento.

Es importante hacer notar que esta torre no es de un manifestador, es decir, no permite que se vea al Santísimo, únicamente lo resguarda, como era costumbre en la tradición litúrgica medieval, en relación con la reserva que se debía de tener con las especies consagradas.[3] En torno a esta torre se distribuyen los relieves alusivos a la vida de Cristo y a hacia ella se dirigen todos los personajes representados, incluidos los ángeles, lo que deja ver que el simbolismo del retablo gira en torno a la exaltación de la Eucaristía. Para resaltar esto y no dejar duda de la sacralidad del lugar, se construyó un transparente precisamente a sus espaldas, en el muro absidal de la capilla mayor.

Aunque el transparente que conocemos actualmente es de principios del siglo XVIII, Teresa Pérez Higuera es de la opinión de que, como parte de la reforma del presbiterio dispuesta por el cardenal Cisneros, se incluía ya un primer transparente en el mismo sitio. De acuerdo con la autora, en su primitiva disposición, “el actual espacio de la capilla mayor estuvo dividido en dos sectores, correspondiendo al presbiterio sólo el tramo rectangular inmediato al crucero, mientras que detrás del altar, en el tramo ochavado, se situaba la capilla de la Santa Cruz, fundada como panteón real por Sancho IV en 1289”. Sin embargo, como consecuencia de las intervenciones dispuestas por el cardenal Cisneros, para ampliar el presbiterio se eliminó la capilla de la Santa Cruz y su espacio se incorporó a la capilla mayor, con el fin de incluir un camarín o Sagrario para el Santísimo detrás del altar mayor.[4] En honor a él se levantó el transparente barroco en la girola de la Catedral.
 

Torre eucarística del retablo mayor de la Catedral de Toledo. Foto: Martha Fernández.
 

Esta obra fue realizada por el arquitecto y escultor Narciso Tomé de 1721 a 1732, ayudado por artistas como su hijo Simón Gavilán Tomé, Pedro de Sierra y Germán López.[5] El propio artista registró en latín su autoría en una cartela en bronce, colocada al lado de la hornacina central, que en español reza: “Narciso Tomé, Arquitecto Mayor de esta Santa Iglesia Primada, delineó, esculpió y a la vez pintó por sí mismo toda esta obra compuesta y fabricada de mármol, jaspe y bronce.”[6] La obra consiste en una ventana circular que abrió en el plemento de las bóvedas para iluminar el retablo situado en el muro central del ábside de la capilla mayor. Esta ventana queda dentro de una linternilla cubierta por una bóveda. Se trata de un conjunto completo constituido por pinturas, esculturas y el mencionado retablo. Frente a él se encuentra la sepultura del inquisidor y arzobispo de Toledo Diego de Astorga y Céspedes, cubierta por una plancha de cobre, cincelada por Isidro Espinosa en 1735, en la que se hace constar que él fue quien encargó todo este aparato a Narciso Tomé; aunque también dice que “costeó el altar con su dinero, y le consagró y dedicó con mucho celo”, parece que en realidad fue la propia Catedral, a través de la Obra y Fábrica, la que pagó por esto un total de 1 492 881 reales, de los cuales Tomé recibió 6 000.[7]

Las descripciones y la lectura formal de todo este conjunto suelen hacerse en un recorrido ascendente que parte del retablo y culmina en la bóveda. Comencemos entonces por el retablo. Es importante hacer notar que los colores que lo dominan son el blanco y el oro, especialmente en la parte superior. En el banco, un par de angelitos hacen las veces de atlantes que sostienen todo el retablo. Las columnas (cuatro como estructura del retablo y dos flanqueando el nicho central) son tritóstilas o terciadas; en el primer tercio, blanco, emergen cabezas de ángeles; lo más interesante es la solución de aparentes paños rasgados, imitando nubes y trabajados como si al romperse dejaran ver pedazos de los fustes dorados (estriados en el primer cuerpo y desnudos los del segundo). Al centro del primer cuerpo está un nicho con un trono compuesto por ángeles donde se halla la Virgen de la Buena Leche con el Niño como Salvator Mundi, por lo que apoya una mano en la esfera del mundo donde se encuentra tallada la Expulsión del Paraíso, mientras que con la otra toca el velo de su madre. En los medallones está representado el rey David: a la izquierda, recibiendo la espada de Goliat, y, a la derecha, Abigaíl ofreciéndole el pan y el vino, prefigura de la Eucaristía. Flanquean este primer cuerpo dos nichos con las esculturas de Santa Leocadia y Santa Casilda.

En el segundo cuerpo se abre un óculo con rayos de luz que forma un transparente hacia el Sagrario, lo que también mantiene la tradición medieval de no permitir mostrar al Santísimo. La disposición de las figuras en torno a la ventana es circular. Ahí se encuentran ángeles y nubes, además de tres arcángeles: Miguel, Rafael y Uriel. Sobre esta abigarrada composición se extiende una hornacina profunda con la representación de la Última Cena, momento en el cual Cristo instituye la Eucaristía. Sobre ella, rodeado de ángeles y realizado en bronce, se abre un relieve con la representación de la Imposición de la casulla a san Ildefonso. Flanquean este segundo cuerpo las imágenes de san Ildefonso y san Eugenio. Rematan todo el conjunto del retablo las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. A partir de ahí comienza la pintura en la bóveda hasta llegar a la ventana, con una compleja composición escenográfica. De acuerdo con Antonio Delgado García,
 

el interior de esta sacra buhardilla combina pinturas con los motivos que representan el rito del Sacramento en el Antiguo Testamento, con escenas entresacadas de los salmos del rey David que aluden, bíblicamente en el lenguaje teológico […] a la moderna Eucaristía. Rodeado todo ese espacio, por un coro de ángeles músicos, de nuevo la alusión a la integración de todas las artes sobre la base espacial, presididos por la presencia de cuatro grandes profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel en estuco dorado. Se cierra esta bóveda linterna con un ángel tallado en madera, que, suspendido boca abajo, hace la función de clave de cierre de todo ese sistema de iluminación natural.[8]
 

Transparente de la Catedral de Toledo. Foto: Martha Fernández.
 

Por lo que puede observarse, el Antiguo Testamento se manifiesta de manera clara en la pintura de la bóveda, mientras que la Eucaristía instaurada por Jesús se halla representada en el retablo y su Sagrario, compartido con el retablo mayor a través de su torre eucarística. Pareciera entonces lógico que la lectura simbólica del transparente se hiciera en un recorrido descendente desde la ventana y la bóveda hacia el retablo, presentando, primero, la historia antigua; después, los antecedentes de la venida de Cristo, y finalmente, la instauración de la Eucaristía. Asimismo, la obra parece mostrar un rompimiento de gloria del que desciende, entre nubes, el retablo, como imagen de la Jerusalén celestial donde habitan Cristo, la Virgen y los santos ahí representados: “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo”,[9] dice el Apocalipsis. De acuerdo con ese relato bíblico, “su muro era de jaspe, y la ciudad de oro puro, semejante al vidrio puro”,[10] y su plaza “era de oro puro, como vidrio transparente”,[11] como puede verse en los elementos dorados que conforman el mismo retablo. Por último, “la ciudad no había menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba, y su lumbrera era el Cordero”,[12] de ahí la luz física que emana de la linternilla hacia el retablo y la luz simbólica del transparente que se abre en el óculo, porque detrás se encuentra el Sagrario donde se resguarda al Santísimo que lo ilumina. Esto es, que lo que parece representar el retablo es la historia de la Eucaristía que permite al creyente entrar en su paraíso, la Jerusalén celestial.
 

Retablo del transparente de la Catedral de Toledo. Foto: Martha Fernández.
 

Cuando tuvo lugar su inauguración, Francisco Xavier de Castañeda escribió una Relación de los solemnes aparatos, magníficos afectuosos festejos y aclamaciones festivas, con que en la Imperial Ciudad de Toledo, Primada Metrópoli de España se celebró la colocación de Christo Sacramentado, hecha el día nueve de Junio de el Año de 1732 a el Nuevo Magnífico Transparente, que en su Primada Iglesia hizo labrar el Eminentísimo Señor Don Diego de Astorga y Céspedes, Presbytero Cardenal de la Santa Iglesia de Roma, Arzobispo de Toledo Primado de las Españas, Chaciller Mayor de Castillam del Consejo de Su Majestad, &tc.[13] Este título nos indica que, desde su estreno, a esta obra se le conoce como transparente, lo que ha suscitado cierta discusión en relación con ese concepto. Un transparente en arquitectura es un vano abierto en un retablo o en una portada frente al cual se colocaba una imagen que, al actuar a contraluz del espectador, se ve rodeada por una mandorla. La imagen, incluso, puede estar pintada, como la paloma del Espíritu Santo que aparece en el vitral que Gianlorenzo Bernini abrió sobre la cátedra de San Pedro, en Roma.[14] Entonces ¿cuál es el transparente de Toledo? En estricto sentido, habría que decir que lo es el óculo del retablo frente al cual se despliegan rayos de luz y detrás del cual está Cristo, iluminando el Sagrario, o sea, la Jerusalén celestial. Sin embargo, como mencioné antes, en realidad este aparato es un conjunto que parte desde la ventana de la bóveda y favorece la iluminación del retablo; esta clase de luz, dirigida hacia un determinado y significativo lugar, también fue utilizada por Bernini en obras como la capilla de Santa Teresa, en la iglesia de Santa María de la Victoria de Roma,[15] donde se abre una linternilla en la bóveda del baldaquino por la que entra la luz natural que refuerza el significado de los rayos de luz de bronce; todo ello muestra la sacralidad de la escena y fuerzan al espectador a dirigir la mirada hacia la santa, que se encuentra en el clímax de la transverberación. En el transparente de Toledo encontramos también esa solución con la ventana abierta en la bóveda que dirige la luz hacia el retablo y la mirada hacia la parte más sagrada que es el Sagrario oculto, de manera que, como lo menciona Teresa Pérez Aguilera,[16] es posible hablar también de un doble transparente, es decir, el del retablo y el de la linternilla. De hecho, transparente también es considerada la combinación de ventana y linternilla que el arquitecto Ventura Rodríguez abrió en la girola de la Catedral de Cuenca en el año de 1752 para iluminar el arca con los restos de su patrono, el obispo san Julián.

En todos los casos mencionados, nos encontramos ante soluciones de gran teatralidad y efectismo que tuvieron como objeto mostrar a los fieles de manera clara y tangible el simbolismo sagrado de lo que tenían frente a ellos, al igual que el transparente de la Catedral (Toledo) con su combinación de arquitectura, pintura y escultura; con el manejo de la luz y las representaciones iconográficas, seguramente lo logró desde el primer momento, imprimiendo además a los creyentes la esperanza de llegar a la Jerusalén celestial por medio de la Eucaristía. I
 

Linternilla y bóveda del transparente de la Catedral de Toledo. Foto: Martha Fernández.

 

*Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

 

Inserción en Imágenes: 3 de septiembre de 2022.

Imagen de portal: Linternilla, bóveda y retablo del transparente de la Catedral de Toledo. Foto: Martha Fernández.

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[1] Carlos Sarthou Carreres y Pedro Navascués Palacio, Catedrales de España, Madrid, Espasa-Calpe, 1990, p. 309.

[2] Ibid., p. 312.

[3] Tradición que cambió con el Concilio de Trento y sus disposiciones sobre los sagrarios.

[4] Teresa Pérez Higuera, “El retablo mayor y el primer transparente de la Catedral de Toledo”, en Anales de Historia del Arte, Universidad Complutense de Madrid, núm. 4, 1994, pp. 471-472.

[5] Antonio Delgado García, “‘El transparente’ de la Catedral, una instalación visual que revive con la liturgia”, en Alfonsí. Revista del Ateneo Científico y Literario de Toledo, núm. 3, marzo de 2018, p. 24.

[6] Ibid., p. 25.

[7] Antonio Sáseta Velázquez, “Arte churrigueresco. El transparente de Toledo”, en Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, Osuna, Sevilla, núm. 12, 2010, p. 89.

[8] Antonio Delgado García, op. cit., pp. 27-28.

[9] Apocalipsis, 21:1-3.

[10] Ibid., 21:8.

[11] Ibid., 21:21.

[12] Ibid., 21:23-26.

[13] Gabriel Mora del Pozo, “Festejos por la inauguración del transparente de la Catedral de Toledo”, en Anales de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, núm. 14, 2014, pp. 109-154.

[14] La realizó entre 1656 y 1666.

[15] La realizó entre 1647 y 1652.

[16] Teresa Pérez Higuera, op. cit., p. 471.